Movilidad
Otro modelo económico para otra movilidad más sostenible.

A pesar de que en los últimos tiempos el concepto de ‘movilidad sostenible’ se ha desdibujado presa del greenwashing, implica mucho más que reducir los impactos negativos de la manera en la que actualmente organizamos los desplazamientos de personas y mercancías.
La movilidad sostenible implica un nuevo –y mejor– paradigma a la hora de analizar y actuar sobre los desplazamientos que realizamos, que se basa en 2 ideas clave. Por un lado supone garantizar la accesibilidad de todas las personas en condiciones adecuadas a los lugares en los que satisfacer aquellas necesidades que socialmente consideremos prioritarias (alimentación saludable, trabajo digno, cuidados, educación, cultura, etc.). Así mismo, implica conseguir lo anterior maximizando simultáneamente los beneficios que la movilidad puede ofrecer a las personas, los territorios y el planeta.
El modelo económico dominante –con sus implicaciones políticas, sociales y culturales–, está precisamente en el origen de muchos de los problemas que hemos de resolver respecto a la manera en la que actualmente nos desplazamos. Por citar algunos ejemplos, la localización de actividades interdependientes en lugares cada vez más alejados entre sí, genera la necesidad de recorrer mayores distancias y dinámicas territoriales extractivistas. Del mismo modo, obviar el caminar como modo de transporte esencial impide garantizar el acceso a la satisfacción de las necesidades básicas. La competencia entre los distintos modos de transporte también impide una complementariedad que conciba un único sistema intermodal y contribuya a una mayor eficacia y eficiencia social en la utilización de recursos. Por último, es destacable la primacía, a la hora de desplazarnos, de prácticas que resultan altamente ineficientes en términos de consumo de materiales, espacio y energía; impactos sobre la salud de las personas y el medio ambiente, la equidad social o la dignidad laboral; etc.
Si realmente queremos ir más allá de “maquillar” el actual modelo de movilidad, necesitamos un paradigma económico alternativo que pueda sustentar las prácticas que una transformación de este calado requiere.
Una senda compartida
Es ahí donde la Economía Social y Solidaria (ESS) tiene mucho que decir. En palabras sencillas, mientras que para la “economía dominante” el capital es la prioridad, para la ESS el capital es un medio que ha de estar supeditado a las personas y el fin social de la entidad. Y este fin social a su vez ha de estar comprometido con valores como el desarrollo local, la cohesión social o la sostenibilidad.
Es preciso mencionar que las entidades de la ESS participan en la economía “jugando en campo contrario”, es decir con unas reglas y unos arreglos institucionales hostiles, establecidos desde los marcos y valores del modelo dominante.
Por ejemplo, a menudo se clasifican las entidades de la ESS en “de mercado” y “no de mercado”. Entendiendo que las segundas se sustentan o bien mediante las aportaciones voluntarias de recursos –trabajo, dinero– de las personas vinculadas, o a través de financiación pública, y no a partir de la venta de sus productos y servicios. Estas entidades, que trabajan principalmente para la promoción y defensa de valores y prácticas socialmente deseables o la atención a colectivos vulnerables, quedan fuera de las lógicas de mercado, y por tanto se deja de evaluar y valorar el impacto y retorno social positivo que realizan. Esta fórmula las aparta de lo que se considera la “economía de verdad”.
Curiosamente, pocas veces se plantea que muchas de las prácticas de la “economía dominante” se sostienen en realidad gracias a la aportación de ingentes cantidades de recursos públicos en forma de políticas fiscales, subvenciones y ayudas, créditos en condiciones ventajosas o criterios de contratación pública favorables.
Pese a estas condiciones adversas, por suerte, contamos con entidades de la ESS que ya están transformando nuestro modelo de movilidad, y desarrollando su actividad en todas las dimensiones relacionadas; si bien es aún un sector heterogéneo y fragmentado en cuanto a sus valores y prácticas. Es el caso de Som Mobilitad, cooperativa de consumo integrada en la Red Movilidad Coop para coches compartidos; de GoiEner y el conjunto de cooperativas integradas en Unión Renovables que obtienen y gestionan la energía que utilizan los vehículos; de La Luna shipping y Som Ecologística, que realizan transporte de mercancías; proyectos de comunicación y formación como la Escuela de Movilidad Sostenible de la que formamos parte o este propio medio que promueve otros modelos en sus contenidos.Además entidades de la ESS cuya actividad económica no está directamente relacionada con la movilidad (como las cooperativas de vivienda o las agroalimentarias) están integrando cada vez más consideraciones respecto a sus desplazamientos asociados.
Seguimos pedaleando
Existen oportunidades y retos para conseguir ampliar el impacto, influencia y visibilidad de las entidades de la ESS a la hora de lograr una movilidad más sostenible. El proyecto ES Movilidad Sostenible, Red de entidades de la Economía Social por la Movilidad Sostenible, ha permitido el encuentro y la reflexión colectiva de un grupo destacado de estas entidades con el propósito de identificar los grandes desafíos y rubricar el compromiso de colaborar y trabajar en red para seguir avanzando. Fruto de este proceso hemos extraído algunas interesantes líneas de acción como las que recogemos a continuación.
En primer lugar es importante fortalecer las alianzas, el trabajo colaborativo y la mancomunación de servicios entre entidades de la ESS para aprovechar economías de escala y de red, tanto en la misma etapa de la cadena como entre diferentes etapas. Un ejemplo del primer caso serían cooperativas de coche eléctrico compartido que mancomunan su aplicación tecnológica, su proveedor de energía o de seguros. Un ejemplo del segundo las alianzas entre operadores de ciclologística y empresas dedicadas a la fabricación o mantenimiento de los vehículos.
Así mismo, debemos promover conocimiento y tecnologías apropiadas y apropiables. Para ello hemos de democratizar el acceso a datos que ayuden a impulsar la movilidad sostenible, así como producir y compartir conocimiento útil para crear nuevas soluciones y mejorar las existentes.
Si mejoramos la incidencia pública de la ESS en el ámbito de la movilidad, la posicionaremos como un interlocutor a considerar en los diferentes procesos legislativos y de planificación. Esto es cobra especial relevancia a la hora de rediseñar los criterios de contratación pública, para incorporar criterios sociales y ambientales que permitan eliminar las barreras de acceso que la ESS sufre actualmente.
Resulta clave también la información, sensibilización y formación, para facilitar el acceso a información veraz respecto a los impactos de los diferentes modelos y los beneficios de la movilidad sostenible y la economía solidaria. Además, se requiere de mucha formación y capacitación en las diferentes etapas de la cadena y para los diferentes roles involucrados (ciudadanos, activistas, técnicos, empresarios, políticos…).
Tenemos, en definitiva, aún muchos retos por delante, pero desde la inteligencia, la emoción, la empatía y la colaboración, podemos conseguir grandes avances. Merece la pena intentarlo y para ello seguiremos pedaleando.
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