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Economía social y solidaria
“Tenemos que decrecer, reconvertir, redistribuir y democratizar"

Ecooo y EcoPolítica.
Jordi Garcia Jané es un referente del cooperativismo así como de diversos movimientos sociales en Cataluña, entre ellos, la Xarxa d’Economia Solidària (xes). Además, es un prolífero escritor, referente en el pensamiento del movimiento de Economía Solidaria. Además de múltiples artículos para revistas como Illacrua, Nexe o el semanario Directa, es coautor de libros como ¡Abajo los muros de los cuarteles! (1981), Amb raó, insubmissió (1989), La dimensió cooperativa (2001, 2006), Economía solidaria y crisis capitalista (2010) y Democracia económica (2011), estos tres últimos publicados también por Icaria editorial.
Está a punto de salir un nuevo libro tuyo, titulado Economía solidaria de emergencia, ¿qué buscas con esta publicación?
El libro está terminado, pero no saldrá publicado, por Icaria, hasta el otoño. Si me pongo a pensar qué buscaba escribiendo este libro y los demás que he escrito, sean mis primeras obras sobre antimilitarismo o todas las anteriores sobre cooperativismo y economía solidaria, diría que siempre responden a una misma inquietud, que es intentar contribuir de algún modo a hacer un mundo más justo, y siempre tienen un contenido sobre todo propositivo, de plantear propuestas y alternativas.
En el caso de Economía solidaria de emergencia me siento muy influido por el contexto de emergencia civilizatoria que vivimos, debido, por una parte, a la crisis climática y la extralimitación ecológica y, por la otra, al aumento de la desigualdad social y el auge de un nuevo fascismo. En el libro me pregunto qué papel puede jugar la economía solidaria en la tarea colectiva de hacer frente a todo lo que nos viene encima.
¿Y cómo podemos enfrentarnos a esta situación?
Esta situación es producto de la agudización de las características intrínsecas del sistema en que estamos inmersos, que podemos adjetivar de patriarcal, capitalista y colonial. En rigor, solo resolveremos los problemas de injusticia, desigualdad, machismo, insostenibilidad, desmantelando este sistema, lo que requeriría un cambio económico, político y cultural de tal magnitud que a corto plazo me parece inviable, viendo el retroceso de las ideas, las prácticas y las fuerzas anticapitalistas en todo el mundo.
Por tanto, en mi opinión la cuestión es: partiendo de la actual correlación de fuerzas, ¿qué podría perseguir un bloque social y político constituido entre fuerzas progresistas y fuerzas anticapitalistas para evitar las peores consecuencias del cambio climático, en el plazo que podamos tener antes de que se sucedan, pongamos unos veinte años? Y de momento mi respuesta es: tal vez podríamos lograr algo así como una especie de transición, o transformación, ecosocial.
¿Y en qué consistiría esta transición ecosocial?
La expresión “transición ecosocial” se emplea actualmente con varios sentidos. Para mí, transición ecosocial no equivale a transición ecológica justa. La incluye, por supuesto, pero me parece insuficiente. Por transición ecosocial entiendo aquel conjunto de reformas estructurales del sistema capitalista que readaptarían la esfera económica a los límites de la biosfera y redistribuirían de forma significativa la riqueza dentro de las sociedades y entre sociedades, de modo que todos los habitantes del planeta pudieran tener vidas dignas. La transición ecosocial debería desplegarse en cuatro grandes objetivos: decrecer, reconvertir, redistribuir y democratizar. Y tan importante es decrecer y reconvertir como redistribuir y democratizar. Por ejemplo, sin redistribución de la riqueza no será posible ni decrecimiento en términos absolutos de energía y materiales ni reconversión del modelo de producción y consumo. No contaremos con la mayoría social para ello.
En cierta medida, la transición ecosocial sería como poner en práctica una versión fuerte de la Agenda 2030, corrigiendo sus carencias e inconsistencias. Y, claro, ello solo puede hacerse realidad como fruto de la lucha sostenida de millones de personas en todo el mundo, y su organización en estructuras alternativas, tanto políticas como económicas, que presionen hasta poner a nuevos gobiernos alineados con dicha transición ecosocial, cuya implantación, en un proceso que duraría unos cuantos años, debería ser seguida muy de cerca por este mismo movimiento popular para que no se torciera ni fuera bloqueado por las resistencias que encontraría por parte de las clases dominantes o al menos de un sector de estas.
¿Y crees que es posible una transformación de este tipo?
Creo que es posible. En determinados momentos del capitalismo, caracterizados por una gran movilización de las clases trabajadoras, las clases dominantes han hecho concesiones hasta entonces impensables, temerosas de perderlo todo. Por consiguiente, si aquellas y el resto de sectores populares vuelven a organizarse y a movilizarse a escala global, en un contexto además de grandes desastres causados por efectos cada vez más devastadores del cambio climático, creo que podrían aparecer disensiones en el seno de las élites y no tener suficiente poder para bloquear el paquete de reformas que implica la transición ecosocial. Ahora bien, que sea posible no significa que sea probable…
¿Entonces?
Entonces creo que los movimientos sociales, y la economía solidaria entre ellos, harían bien en adoptar una estrategia polivalente: por un lado, luchar por un objetivo de máximos a veinte años vista, que sería la transición ecosocial, entendida también como una estación intermedia hacia una sociedad postcapitalista; pero, por el otro, ir acumulando suficiente fuerza y resiliencia para, de no lograr dicha transición, estar al menos preparados para resistir a futuros gobiernos fascistas, procesos de militarización y progresivas crisis de recursos.
De acuerdo con todo esto, ¿qué debería hacer la economía solidaria a partir de ahora?
Adoptar una estrategia conjunta y planificada entre toda la economía social y solidaria para lograr en estos años venideros que los miles de entidades que la conforman se fortalezcan y se vertebren entre sí, que desarrollen más su vertiente comunitaria y sirvan para propagar nuevas formas de vida alternativas; crear referentes de economía social y solidaria en todos los sectores populares, todas las actividades esenciales y todas las localidades; ejercer más como agente sociopolítico, atraer otros sectores de la economía popular y forjar alianzas con los demás movimientos emancipadores; y seguir resolviendo las necesidades de las clases populares de forma sostenible y replicable. Sintetizando mucho, se trataría de ganar dos cosas: incidencia económica, social y política y autonomía respecto a la economía capitalista.
Creo que, pese a ser una realidad modesta, la economía social y solidaria tiene hoy, gracias a la labor desarrollada por entidades como REAS en estos últimos treinta años, una cantidad y variedad de iniciativas, un número de personas vinculadas, una implantación territorial y sectorial, unas redes de articulación y unos recursos materiales lo bastante considerables como para tratar de conseguir estos retos.
A veces, dices que la economía solidaria puede ser una economía bonsái, ¿a qué te refieres?
Me refiero a que, dentro de este sistema, la economía solidaria no puede ser más que una especie de bonsái, algo siempre cercenado y pequeño. Porque el capitalismo no le deja tierra ni abono suficiente para crecer. La economía solidaria solo podría desarrollarse plenamente, ser bosque, en un sistema no capitalista, pero para ello debe contribuir primero a desmantelar precisamente este sistema.
** Estas reflexiones inspirarán el taller de co-creación que tendrá lugar en la jornada de celebración del 30 aniversario de REAS.