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Masculinidades
Terrorismo y masculinidad
M. sale de casa, todo está listo, la adrenalina bulle, no hay marcha atrás. Las armas cargadas, el plan bien meditado: llegó el momento.
M. está frente a la pantalla del ordenador, navega por el foro donde ha pasado tantas horas en los últimos tiempos. En este espacio ha leído y visto muchas cosas. Cosas en las que reconocerse, cosas para exaltarse, cosas que reafirman lo injusto e inmenso de la afrenta cometida contra su persona y el nosotros al que pertenece, cosas que calman su dolor, avalan su rabia y le señalan un camino.
No es la primera vez que M. escribe un mensaje en este foro, pero esta es la definitiva, la que dejará huella. Porque lo de M. ya no es un mensaje, inane palabrería sin consecuencias, es un manifiesto, un comunicado, cosas que no escribe cualquiera, sólo la gente grande, esa que está dispuesta a hacer lo que se tiene que hacer, cuyas acciones trascenderán.
M. sale de casa, todo está listo, la adrenalina bulle, no hay marcha atrás. Las armas cargadas, el plan bien meditado: llegó el momento. M. no es cobarde, tiene las agallas para pasar a la acción y va a demostrarlo. “¡Se van a cagar esos hijos de puta!” —se dice apretando la mandíbula.
Llega a su objetivo, se siente fuerte, trascendente, empieza a disparar. Ha fantaseado muchas veces con este momento. No le faltan referentes en el cine o en los videojuegos. Su mente se llena fácilmente de imágenes de violencia y muerte. Pero hoy es diferente, todo es real y M. es quien lo hace posible. Tiene el poder, ya han caído varios cuerpos. Los llantos y gritos de terror alimentan su adrenalina y su pulsión de destrucción. En unas horas, los medios de comunicación difundirán la gesta de M. las manchas de sangre en el suelo, las caras aterradas de sus víctimas.
¿Quién será M.? ¿Un islamista que quiere vengar la humillación del los musulmanes del mundo sembrando el terror contra civiles occidentales para que tiemblen esas grandes potencias infieles y enemigas? ¿será M. simpatizante del supremacismo blanco, habrá salido a la palestra para defender a su pueblo de esos bárbaros islámicos, de la invasión latina? ¿De qué hablará su manifiesto? ¿De la yihad? ¿De Soros y el gran reemplazo? ¿serán sus víctimas turistas europeos, musulmanes en una mezquita o un mercado, personas LGTBIQ en una discoteca, latinos que hacían la compra, jóvenes socialistas en un campamento? Todas estas opciones son posibles.
Y M., a quien hasta ahora no hemos asignado un género, ¿será un hombre o una mujer?
El terrorismo ocupa un lugar central en la agenda global, genera una parte importante de los titulares que aparecen en los diarios, es uno de los principales fantasmas que acechan el futuro y el presente, habita los programas y arengas partidarias. Se recurre a los miedos que espolea para hacer políticas represoras y liberticidas. A veces se emplea para descalificar luchas justas contra la opresión. Otras se enarbola para descalificar al oponente político acusándole de inacción e incapacidad o directa complicidad.
En lo que se ha llamado crisis de la masculinidad —Connell prefiere definirla como una crisis en el orden de género— la masculinidad cómplice se siente frágil y atacada, el recurso a la violencia es una forma de canalizar este malestar
En la historia reciente, los denominados grupos terroristas se alterizaron en gran medida. Desactivadas las brigadas Rojas y el IRA , ETA o la alemana Baader-Meinhof, los terroristas comenzaron a encarnar cada vez más un otro amenazador, un fundamentalista dispuesto a desplegar todo su exótico fanatismo en forma de muerte y destrucción.
Ahora discutimos por qué los actos criminales si son cometidos por alguien que se ajuste a este patrón alterizado, son identificados como atentados, mientras que, cuando la masacre es perpetrada por una persona blanca es definida como un tiroteo o ataque. ¿Por qué en lo que unos es fanatismo religioso, en los otros es desorden mental e innadaptación? Esta perspectiva es necesaria y urgente en términos antirracistas y antifascistas. Pero de lo que mucha menos gente habla es de por qué, sea supremacista, fundamentalista árabe o cerril antisemita, lo más probable es que M. sea un maromo.
La estudiosa de las masculinidades R.W. Connell ha desarrollado la idea de masculinidad hegemónica como una forma de organización social (relacional, dinámica y en disputa) que no solo tiene que ver con la dominación patriarcal sobre las mujeres sino que establece jerarquías entre los hombres. En grandes rasgos en lo más alto de las relaciones de poder entre géneros están los hombres blancos heterosexuales y un repertorio de cualidades que tienen que ver con la valentía, el poder, la autoridad, la fuerza, la ausencia de debilidad o características asociadas a lo femenino.
En esta situación relacional, Connell apunta que dado que sólo hay una pequeña cantidad de hombres que ocupan esa posición hegemónica el sistema debe por fuerza sostenerse sobre un grupo mucho más amplio, hombres que sin estar arriba apoyan esta estructura y aspiran a ascender en ella: se trata de la masculinidad cómplice. También habla la autora de la masculinidad marginal, aquellos a quienes les es negada la posibilidad de ejercer esta masculinidad por razones de clase, de raza, de orientación sexual o una mezcla de todos ellas.
No hay lucha entonces contra la violencia en general, y por ello, tampoco la hay contra el terrorismo que no pase por poner la masculinidad bajo el foco
La violencia puede llegar a ser una forma de exigir o afirmar la masculinidad en luchas de grupo, dice Connell. U operar, añade, como una afirmación de la masculinidad marginada frente a otros hombres. Así, en lo que se ha llamado crisis de la masculinidad —Connell prefiere definirla como una crisis en el orden de género— la masculinidad cómplice se siente frágil y atacada, el recurso a la violencia es una forma de canalizar este malestar.
El terrorismo Incel, la violencia de aquellos hombres que prácticamente admiten que es su exclusión de la masculinidad hegemónica e incapacidad de obtener sus privilegios en forma de sexo y relaciones con las mujeres la que les impulsa a matar, es sólo el ejemplo más evidente de esto. Si usamos el concepto de violencia expresiva del que habla Rita Segato en referencia a la guerra contra las mujeres, es decir, la violencia no con una función instrumental sino con un fin comunicativo —un decir algo a los otros hombres, una afirmación de masculinidad hacia quienes al día siguiente con M. muerto o prisionero, comentarán la gesta entre sí o en los foros y fantasearán con emularle— podemos ver bajo otra luz estos actos de terrorismo.
Nadie afirma aquí que todos los hombres sean violentos, o que no haya una parte importante de estos que —consciente o inconscientemente— desafíen esa masculinidad hegemónica, y por supuesto, nadie apunta a una disposición latente en cada hombre hacia el terrorismo. Obviamente, hay muchos más hombres víctimas de atentados y ataques que victimarios. Pero todo esto no está reñido con el hecho de que la gran mayoría de terroristas son varones.
No hay lucha entonces contra la violencia en general, y por ello, tampoco la hay contra el terrorismo que no pase por poner la masculinidad bajo el foco, abrirla en canal y pensar ya de qué modos vamos a desactivar los mecanismos de esa bomba sensible a la frustración, la sensación de humillación e impotencia, que hace que M. pase su vida vertiendo su odio en foros, y siembre la muerte tras armarse hasta los dientes convencido de estar haciendo lo justo y lo necesario. Un terrorismo líquido y narcisista cuyos objetivos no parecen ir mucho más allá de saciar su propia pulsión de destrucción y reivindicarse a uno mismo como hombre.Relacionadas
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Típico artículo de la reacción, culpar a la psicología de los individuos en lugar de hablar de estructuras económicas. El colonialismo nada que ver, no??
Me parece obscena la comparación entre los tiroteos que se producen en las escuelas a manos de, como los llama la autora, "incel", con el terrorismo islámico.
Unos son unos fanáticos religiosos que quieren imponer su credo a los demás por medio del miedo.
Otros son inadaptados sociales que, consumidos por un odio cainita (nótese el uso de la palabra), se matar a cuantos inocentes puedan y después acabar con la propia vida. Eso es un acto de desprecio hacia el mundo, hacía la vida misma. Nada tiene que ver con el rechazo que sienten los terroristas islámicos hacia aquellos que no comparten sus creencias.
Utilicé la palabra cainita para describir el odio que sienten estas personas hacia el mundo porque es muy similar al que siente Caín por su hermano. Examinemos su historia, no interpretándola de forma literal: Caín y Abel son hermanos. Ambos hacen sacrificios a Dios para obtener su favor y, por la razón que sea, a Dios no le agradan los sacrificios de Caín y sí los de su hermano Abel. (Esto ejemplifica que, en la vida, por mucho que nos esforcemos, a veces las cosas no salen bien). Caín, lleno de rabia hacia Dios, decide matar a su hermano, y es castigado por ello a vagar eternamente por el desierto.
Reflexionemos sobre esto: qué hacer cuando, por mucho que te esfuerzas, la vida te da un portazo en la cara. Están justificadas las acciones de Caín y de los que, furiosos con el mundo, deciden tirotear una escuela? Por supuesto que no. Pero quizás hay que preguntarse por qué suceden estás cosas y qué podemos hacer para remediarlo, en lugar de reducirlo a, como dijo otra persona en un comentario, una sola causa: la masculinidad.
La autora no está reduciéndolo todo a una variable, apunta un hecho irrefutable, la mayor parte del terrorismo ideológico y dogmático, y es que el supremacísmo blanco se nutre predominantemente de un judeocristianismo extremista, y tu ejemplo sacado de la Biblia para refutar tu teoría, no deja de alimentar el tufo dogmático y épico.
En el fondo todo terrorista es un inadaptado, todo terrorista trata de imponer una ideología (nazi, sharia o sionismo...) y cumple perfectamente el encaje psicológico que hace la autora.
No es menos curioso que grandes personajes que han tratado de frenar la ideología supremacista y fascista como M. Luther King, J Lennon... Tb hayan sido acribillados por títeres del poder que juega a enfrentarnos
Primero define quien es terrorista, quien decide quien lo es , que es terrorismo, y a que tipo de violencia se la puede blanquear y cual no.
El politólogo y escritor argentino Agustín Laje sostiene que el neomarxismo o marxismo cultural ha cooptado al feminismo contemporáneo, originariamente liberal. Afirma que se han desnaturalizado los reclamos legítimos del feminismo clásico (por ejemplo, la exigencia de igualdad de derechos civiles y políticos para la mujer), a los que considera causas nobles.
De acuerdo a su tesis, la instauración de la ideología de género como instrumento de ingeniería social respondería a la lógica del marxismo cultural (neomarxismo) y, además de promover el odio hacia los hombres, perseguiría el desmantelamiento de la cultura, los valores, el sistema político (democrático) y el sistema económico del liberalismo. Para fundamentar esta hipótesis, referencia a Chantal Mouffe, teórica feminista y postmarxista. Además señala que la lucha de clases marxista ha devenido en una lucha de posiciones de sujeto, tomando la conceptualización del filósofo marxista Antonio Gramsci, y advierte sobre la ingenuidad de las posiciones de Francis Fukuyama y Daniel Bell, que suponían el fin de las ideologías.
La ideología de género reproduciría, de acuerdo al autor, la dialéctica marxista de la lucha de clases, generando una falsa sensación de guerra entre hombre-mujer y heterosexual-homosexual. Esta batalla cultural se habría iniciado en los claustros académicos para propagarse en los medios de comunicación masivos e intentar penetrar en el sentido común de las masas. La consolidación de la ideología de género como hegemonía se evidenciaría en la censura, las agresiones y la estigmatización de las voces críticas (catalogadas como políticamente incorrectas), hechos que constituirían claros atentados contra la libertad de pensamiento.
Laje denuncia la creciente radicalización del feminismo, tanto en su discurso como en sus prácticas, y sostiene que la subversión ética y estética que encarna el feminismo, con altos grados de violencia simbólica, llevaría eventualmente a actos de terrorismo
El 20 de agosto de 2019 alguien (probablemente un hombre) comentó en El Salto aparentemente sin entender lo que había leído.
Penúltimo párrafo, figura, compañero.
Gracias por volver a leer.
Para quién sólo tiene un martillo todos los problemas son clavos. A todas luces habéis decidido resolverlo todo con la "perspectiva de género", como si no hubiera nada más en la ecuación, como si hubiérais encontrado la teoría del todo... En fin, sectarismo y fanatismo del todo. El terrorista piensa lo mismo de vosotros, que todo el mal del mundo se resuelve por una sola causa (en el doble sentido del término): No te preocupes por mi comprensión lectora y preocúpate más por tus capacidades cognitivas.
Es evidente que careces de ellas, cuando la autora desvincula masculinidad y barbarie y añade supremacismo (esencialmente religioso y masculino) con terrorismo.
Evidentemente no quieres entender lo que dice, cuidado no vayas a clavarte la mano al teclado, la verborrea es prodigiosamente nefasta
El 29 de octubre de 2018 una mujer suicida se hizo estallar en el centro de Túnez. De nada por la información, hasta luego.