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Marruecos
La solidaridad del pueblo marroquí sustituye a un gobierno incapaz ante las consecuencias del terremoto
Imane Ariba amenizaba con su grupo musical una boda en Tánger, su ciudad natal, cuando aparecieron las primeras imágenes de las dramáticas consecuencias del terremoto en las redes sociales. El impacto emocional recibido la llevó a movilizarse por sus compatriotas. Una semana después de aquella fatídica noche, esta mujer de 32 años, enfermera y líder del grupo musical Bnat Aissaoua Tanga conseguía llevar dos camiones de ayuda humanitaria a la zona afectada por el seísmo, con el firme propósito de entregarla en mano a las víctimas del terremoto.
Con el apoyo de sus cinco compañeras, Imane comenzó comprando productos de primera necesidad con su propio dinero. Después pidieron ayuda a sus familias y, finalmente, decidieron hacer un llamamiento público a través del perfil del grupo musical en Instagram. En pocas horas recogieron más de 4000 euros de compatriotas de Bélgica, Holanda y España y tal fue la respuesta de la vecindad tangerina, que necesitaron la implicación de dos grandes asociaciones, la Asociación Sociocultural de la Medina de Tánger y la Asociación Profesional de Agentes de Transporte y Tránsito Internacional (APPATTI MAROC), para gestionar la inmensa ola de solidaridad. Al mismo tiempo que en Marruecos se gestaba un movimiento solidario sin precedentes con las víctimas del terremoto, Mohamed VI rechazaba los grupos de rescate y la ayuda humanitaria que ofrecían Francia y Argelia.
En menos de 48 horas, dos camiones estaban listos para partir hacia el sur. La organización colocó los camiones en el boulevar Mohamed VI frente a la muralla de la Medina, junto al Puerto de Tánger y, desde ese momento, el goteo de personas y coches cargados de bolsas y cajas que se acercaban al punto de recogida fue continuo. Alimentos, mantas, comida para bebés, productos de higiene, ropa, zapatos, botellas de agua, tiendas de campaña y paquetes de pañales inundaban la acera sin dar abasto a ordenarlos en los remolques. “Sinceramente no esperábamos esta respuesta tan masiva de la sociedad porque empezamos el llamamiento sin nada, en las manos de Dios, solamente con lo que aportamos nosotras, algo muy simbólico y, gracias a Dios, hemos tenido mucho éxito entre los ciudadanos y hemos podido entregar más de lo que imaginábamos”, explica Imane.
Según el periódico local Tanger News, cuatro día después del terremoto, sesenta camiones cargados de ayuda salieron de Tanger hacia la zona afectada. Solamente en esta ciudad, había más de ocho puntos de recogida de alimentos y ropa organizados por asociaciones, vecinos o grupos de amigos. La colaboración se extendió a empresas y supermercados. Hamza Youma es uno de estos empresarios que puso a disposición de esta ola solidaria uno de sus camiones: “Si viene ayuda de España, ¿cómo no vamos a ayudar nosotros a esas personas que lo han perdido todo?”, aclara orgulloso de la movilización ciudadana de su ciudad.
En los ochocientos kilómetros que separan Tánger de la provincia de Taroudant, era fácil encontrar coches cargados de mantas, vehículos de todo tipo identificados con los nombres de sus asociaciones, y la bandera marroquí
Tal fue la respuesta de la población, que según el periódico digital marroquí le360, los supermercados se vieron desbordados, en algunas ciudades, para asegurar el abastecimiento de artículos de higiene y alimentación de primera necesidad. Abdelouahed Halhoul, vicepresidente de APPATTI Maroc, explica que “desde el norte hasta el sur y desde el este a oeste del país, estamos colaborando y dando nuestro apoyo total a estas personas que han perdido a sus familias. Es un orgullo para nosotros colaborar y agradecemos la colaboración a las personas extranjeras que vienen aquí”.
En los ochocientos kilómetros que separan Tánger de la provincia de Taroudant, situada al sur de Marrakech y frente a Agadir, era fácil encontrar coches cargados de mantas, caravanas de camiones y furgonetas, vehículos de todo tipo identificados con los nombres de sus asociaciones, y la bandera marroquí. El cariño y el calor del pueblo partían de Rabat, Casablanca o Agadir. El terremoto había cambiado definitivamente el panorama en Marrakech y sus alrededores: el lugar ocupado por los grupos de turistas, ahora lo ocupaban las periodistas, las ambulancias, los equipos de rescate y Protección Civil, la ayuda internacional y las caravanas solidarias de la sociedad civil de Marruecos. Pero la solidaridad se extendió también a los negocios. Imane y las veinte personas que acompañaban la caravana, pudieron descansar, después de más de 20 horas de viaje, en un Riad de Taroudant ofrecido de forma gratuita donde se incluía el almuerzo. También fueron acogidos una segunda noche, antes de repartir la carga, en una aldea situada a 10 kilómetros de Taroudant por una familia que ofreció su casa para todo el grupo. “Así somos en Marruecos, acogedores, esto es normal para nosotros”, explicaba Ilham Ztait, una de las hijas de la familia.
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Dificultades en el reparto
A la ausencia de ayuda humanitaria gubernamental, se suma la incapacidad del Gobierno marroquí para canalizar la ayuda de la sociedad civil que llega de forma continua a los pies de las montañas. La segunda dificultad la presenta la dispersión de los núcleos de población, el mal estado de las pistas y el peligro de desprendimiento de grandes bloques de roca: “La zona afectada por el terremoto es un área muy grande, muy poblada, pero muy desperdigada. Hay pueblos muy pequeños con casas muy pequeñas y llegar hasta el lugar supone tres o cuatro horas de camino. La principal dificultad es el acceso a estas zonas remotas. Nosotros tuvimos que llegar con los coches ligeros hasta un poblado para recoger a personas que estaban heridas y trasladarlas hasta el pueblo de Tigoga, donde las ambulancias las recogían. El poblado estaba a 20 kilómetros de este pueblo por una pista infernal”, esta declaración de Oriol Corbella, jefe del equipo de rescate de bomberos de la Generalitat con presencia en la zona, da una idea de la dificultad de acceder a la población afectada con la ayuda de una sociedad civil que no conoce la zona. Otra dificultad es la pésima o nula cobertura de internet.
A pesar de ello, la ayuda llegaba a los lugares más remotos según testigos de los numerosos equipos de rescate. Hasta tal punto, que algunos núcleos urbanos rechazaban más ayuda. Ocurrió en el Centre Communal Tafingoulte, situado a 30 kilómetros de Taroudant, donde Imane envió el camión trailer y tuvo que volver a esta última ciudad de la misma manera. La única solución era encontrar camiones más pequeños que pudieran transitar por las pistas, subir la montaña y llegar a los núcleos más alejados. Y así lo hicieron. Descargaron el trailer y distribuyeron la carga en tres camiones y cinco coches que, una vez más, tuvieron que volver porque los camiones cargados no podían bajar una pronunciada pendiente de tierra. Después de varios intentos, la ayuda se distribuyó en tres pueblos situados en los alrededores de Taroudant.
El desconocido mundo del Atlas en las urbes marroquíes
Lamaader es una de estas tres poblaciones. Tiene 65 casas, 250 habitantes y treinta familias de unos ocho miembros repartidos en tres núcleos y separados por caminos intransitables, los daños han sido menores teniendo en cuenta el drama que han vivido en otras partes, solo grietas y desprendimiento de parte de los muros de las viviendas que, por suerte, no han provocado víctimas. Sus habitantes reflejan la misma dureza del paisaje y se quejan de que en los últimos diez o doce años llueve muy poco. Viven de la crianza y compra venta de corderos y la mayoría de las familias tiene algún miembro trabajando en fábricas de cerámica de Agadir. Said —nombre ficticio— explica que se sienten olvidados por el Gobierno y por todas las autoridades pero “estamos muy contentos con vuestra visita, nuestra alegría es inmensa de sentirnos acompañados por los hermanos de Tánger y agradecemos mucho la ayuda que traen”.
La solidaridad ha facilitado el contacto con las zonas rurales de Marruecos y abre un mundo casi desconocido para los marroquíes de las urbes. Abdellah El Haddad, un integrante de la caravana solidaria explica que “si algo positivo ha tenido el terremoto ha sido acercarnos a nuestros hermanos”.
Ninguna de las más de veinte personas que forman parte de la caravana organizada por Imane habían visitado alguna vez la zona del Atlas. Para Mohamed —nombre ficticio porque prefiere el anonimato— ha sido una sorpresa conocer cómo viven aquí: “esto parece la Prehistoria”. Mohamed piensa que el estado tiene la obligación de construir infraestructura como carreteras y aclara que las zonas rurales son necesarias pero eso no quiere decir que tengan que vivir en condiciones infrahumanas. “Marruecos tiene mucho dinero y no entiendo como el Gobierno puede permitir esa mala imagen. Yo pensaba que Marruecos era el mejor lugar del mundo, pero después de ver esto, ya no lo pienso. Las casas que estaban bien construidas no se han caído. Por eso, quienes han sufrido el terremoto han sido los pobres”.
La solidaridad ha facilitado el contacto con las zonas rurales de Marruecos y abre un mundo casi desconocido para los marroquíes de las urbes
El agradecimiento de la población afectada al recibir la ayuda es total. “Hemos visto la alegría en sus ojos y en sus gestos al encontrarnos”, comenta Imane sorprendida por la preocupación de los lugareños por nosotros, a pesar de sus difíciles condiciones: “Querían darnos de cenar con lo poco que tenían, nos ofrecieron sus jaimas para dormir y se preocupaban de que volviésemos a Tánger de noche. Esa gratitud nos hizo olvidar todo nuestro cansancio”.
Imane asegura que desde que volvió a Tánger no puede olvidar toda la desgracia que ha visto y están pensando en volver: “Estamos recibiendo muchos mensajes de gente que quieren seguir haciendo donaciones y nos piden que volvamos a llevar ayuda”.
Mientras tanto, el gobierno promete ayudas para la reconstrucción de las viviendas. Por otra parte, a 20 de septiembre, el Fondo Especial para Terremotos, creado para tal fin, había recaudado 7 mil millones de Dírhams (unos 700 millones de euros) de diferentes donantes, según el diario marroquí digital Le360. Según el mismo diario, 6.210 aldeas enclavadas en las estribaciones del Alto Atlas se encuentran afectadas por el terremoto del pasado 8 de septiembre. Estas aldeas se encuentran situadas en las provincias de Taroudant, Al Haouz y Chichaoua. Aunque la prensa marroquí alaba la movilización de la sociedad civil, también pone de manifiesto la vital importancia de la reconstrucción de la zona. El tiempo dirá si las ayudas y promesas gubernamentales, dirigidas a la reconstrucción del desastre provocado por el terremoto más destructivo de la historia de Marruecos, beneficiarán a la población afectada.