La juventud marroquí se prepara para otro fin de semana de protestas

La Gen Z marroquí vuelve a convocarse en las calles. Los más jóvenes del país hace dos semanas que protestan para pedir reformas inmediatas, sobre todo, en el ámbito de la educación y la sanidad.
Hospital Marruecos
Queralt Castillo Cerezuela Una mujer marroquí entrando en un centro de salud en Taroudant, Marruecos.

La muerte reciente de ocho mujeres en un hospital público de Agadir, al sur de Marruecos, fue la gota que colmó el vaso. En un contexto de precariedad en sectores clave como la sanidad o la educación, la Generación Z (Gen Z) dijo basta y salió a la calle. Las protestas, iniciadas a finales del mes de septiembre, han durado varios días y son importantes porque están directamente relacionadas con las de 2011, cuando la población marroquí también salió a la calle en el contexto de las mal llamadas “primaveras árabes”.  En aquel momento, y para saciar las ganas de cambios, el Gobierno marroquí preparó una reforma constitucional, la sometió a referéndum —el 1 de julio de 2011— y salió adelante. Aquello, sin embargo, no tuvo impacto estructural en el país, y ahora el malestar por la precariedad de los servicios públicos aflora de nuevo. Se trata de las mayores protestas antigubernamentales de Marruecos en años.

En el tradicional discurso a la nación con motivo de la apertura del año parlamentario, el pasado viernes 10 de octubre, el monarca Mohamed VI no eludió el conflicto y animó a ambas partes —clase política y ciudadanía— al entendimiento. “No debe haber rivalidad entre los grandes proyectos nacionales y los programas sociales”, dijo en referencia al malestar de un sector de la población por la construcción de estadios que albergarán la celebración en el país de la Copa del Mundo de fútbol en 2030 —compartiendo sede con España y Portugal—.


Las protestas se han saldado, de momento, con unos 500 detenidos, de los cuales unos 300 continúan en prisión —los otros han quedado en libertad provisional—, y tres manifestantes muertos por disparos de la policía en la misma ciudad en la que se inició todo: Agadir. Ahora la GenZ 212 (el número es por el prefijo telefónico del país) se prepara para otro fin de semana de protestas.

Una continuidad de las protestas de 2011

Para poder entender la dimensión de lo que ha sucedido en los últimos días hay que retroceder porque el descontento y el enfado de la juventud marroquí vienen de lejos. No solo eso, sino que hay que conectarlos directamente con lo que ocurrió en 2011, cuando las revueltas de la ciudadanía en países como Túnez o Egipto también llegaron al país alauí. La comparación con aquellas protestas es muy pertinente, porque da pistas de cuál puede ser el desenlace de estas protestas y su capacidad o no de influencia y transformación.

“Podemos hablar de una transversalidad geográfica, porque las manifestaciones se han dado en todas las zonas del país, y de una transversalidad ideológica”, señala Irene Fernández, profesora de relaciones internacionales

“Las protestas de 2011 y las de ahora tienen bastantes puntos en común, sobre todo en lo que se refiere a la transversalidad, que abarca diferentes ámbitos. Por un lado, podemos hablar de una transversalidad geográfica, porque las manifestaciones se han dado en todas las zonas del país y ciudades principales, pero también zonas rurales; y esto es algo no demasiado habitual en Marruecos, donde es más fácil ver protestas localizadas en distintas regiones. Una coordinación estatal, como ocurre ahora, no es frecuente, pero también fue una de las características de las protestas de 2011. Por otra parte, se está dando una transversalidad ideológica: se trata de un movimiento despolitizado; es decir, no asociado a ningún partido político: los jóvenes quieren presentarse así por estrategia;  y eso es algo que también se hizo en 2011, cuando las demandas eran de tipo socioeconómico”, explica Irene Fernández Molina, profesora de relaciones internacionales en la universidad de Exeter y miembro del Consejo Académico del Centro de Estudios Árabes Contemporáneos (CEARC).

Para esta experta, la transversalidad ideológica de estas protestas tiene un objetivo práctico: conseguir el apoyo tanto de la izquierda como de los islamistas. “Estas protestas las están liderando la Gen Z, pero reivindican lo mismo que reivindicaban sus hermanos mayores o sus padres en 2011”, concreta. A diferencia de entonces, cuando el detonante fue externo y las protestas llegaron a Marruecos por efecto contagio por lo que ocurría en la vecina Túnez, ahora el detonante ha venido de dentro, de ahí que todo haya escalado más rápido. “En 2011 todo fue más lento, y eso dio muchísimo tiempo a las autoridades a prepararse y a proponer una respuesta reformista. El discurso estaba ya armado antes de la primera gran manifestación, el 20 de febrero de 2011. Ahora esto les ha pillado por sorpresa, lo que explica la respuesta violenta y represiva por parte de las autoridades”. 

Para Lucía G. del Moral, investigadora de la Fundación Euroárabe de Altos Estudios (Fundea) y de la Universidad de Granada, la represión violenta también ha venido dada porque desde 2011, en Marruecos, así como ha sucedido en el resto del mundo, se ha producido un refuerzo del autoritarismo. “Los cambios que se prometieron durante la oleada de protestas masivas en 2011 no han tenido un eco en la mejora de las condiciones sociales y políticas. Además, desde entonces, se ha producido un blindaje constitucional y de otros muchos mecanismos que ya tenía la Monarquía para el control del sistema”, señala. Considera, eso sí, que las protestas de entonces y las de ahora comparten un rechazo a las estructuras políticas tradicionales y los partidos políticos; algo que, por otra parte, une a participantes y movimientos de diferentes ideologías, como los islamistas o la izquierda.

Estas protestas, aunque de diferente naturaleza por múltiples motivos, también están relacionadas con el Hirak del Rif, en 2016. Tras la muerte de Mohssine Fikri en Alhucemas, un pescador triturado por la compactadora de un camión de basura después de la policía le hubiera confiscado el género, desató una serie de revueltas populares que fueron brutalmente reprimidas por el régimen marroquí.Las protestas de aquel momento, a diferencia de estas, sí tuvieron una cara visible, Naser Zefzafi, arrestado en 2017 y actualmente en prisión con una condena de 20 años por sedición y conspiración. Los manifestantes, además de salir a la calle por la violenta muerte de Fikri, exigían una serie de mejoras socioeconómicas para una de las regiones más pobres del país, históricamente olvidada por el Gobierno; con altas tasas de desempleo que empujan a los más jóvenes a migrar hacia Europa.

Una imagen exterior que no corresponde con la realidad del país

“Hay que tener en cuenta que aproximadamente unos dos tercios de los marroquíes entre 15 y 25 años ni estudian ni trabajan; y no es por voluntad propia”, apunta Fernández Molina. El país, con unos 38 millones de habitantes tenía en 2024 una tasa de desempleo que rozaba el 9%, según datos del Banco Mundial; sin embargo esa cifra no es del todo exacta, ya que existe un sector de la población que no contabiliza como desempleada, ya que se encuentra en una situación de “subempleo”; es decir, no entra dentro de las estadísticas.

De hecho, en diciembre de 2024, Chakib Benmoussa, Alto Comisionado para la Planificación, anunció que la tasa de desempleo en el país ha aumentado al 21,3 % en los últimos 10 años. “Durante el período comprendido entre 2014 y 2024, la tasa general de desempleo aumentó del 16,2 % al 21,3 %. La tasa aumentó del 19,3 % al 21,2 % en las zonas urbanas y del 10,5 % al 21,4 % en las zonas rurales”,  señaló Benmoussa. A estos datos hay que sumarle unas infraestructuras médicas y educativas precarias, con inversiones mínimas y falta de personal, entre otros. 

“Lo que piden los jóvenes requiere un coste en inversión en infraestructuras. Se trata de un cambio social mucho más profundo”, indica la investigadora Lucía G. del Moral

El gobierno se ha comprometido a revisar la situación, como indica G. del Moral, “un mecanismo muy usado por el régimen marroquí: plantear reformas paliativas y concesiones parciales a los manifestantes para calmar un poco la calle. En ningún momento se ha prometido nada de calado; porque tampoco se puede hacer. Lo que piden los jóvenes requiere un coste en inversión en infraestructuras. Se trata de un cambio social mucho más profundo”. 

Porque uno de los motivos que ha hecho salir a los más jóvenes a la calle durante las dos últimas semanas ha sido el enfado por las infraestructuras que se están construyendo con motivo de la celebración, en 2030, de la Copa del Mundo de fútbol, en contraste con las condiciones generales en las que vive la población. La infrafinanciación de sectores clave como la educación y la sanidad contrasta con la lluvia de millones que se está destinando al Mundial de fútbol.

La celebración de este evento deportivo, calificado por algunos analistas como un ejercicio de soft power, sin duda mejorará la percepción internacional que se tiene del régimen marroquí, que espera que esto traiga beneficios económicos a medio y largo plazo. Es por ello que el país trabaja, desde que fuera designado como sede del encuentro deportivo, para proyectar una imagen moderna y de tolerancia y que sirva, ya de paso, para reforzar la legitimidad de una monarquía autoritaria y rígida.

El discurso de Mohamed VI y la respuesta gubernamental

Las protestas han coincidido con una fecha políticamente simbólica en el país: el inicio del año parlamentario; inaugurado con un discurso, el pasado 10 de octubre, de Mohamed VI. En el tradicional discurso a la nación, el monarca no hizo una referencia explícita a los jóvenes en las calles, pero sí abordó el tema tangencialmente. “No debe haber rivalidad entre los grandes proyectos nacionales y los programas sociales”, dijo. 

En un tono conciliador, el Rey, sin ofrecer nada concreto, reconoció la legitimidad de las demandas. “Nadie ha pedido su cabeza; tampoco se pidió en 2011. En este caso, fueron los mismos jóvenes los que apelaron a Mohamed VI, porque, al fin y al cabo, él es el árbitro político en el país: nada pasa sin que él dé el visto bueno. También se dirigieron directamente a él porque en ningún momento cuestionan la legitimidad de la monarquía”, explica Irene Fernández Molina. Y prosigue: “En este sentido, [estos jóvenes] siguen perpetuando los cauces muy tradicionales de la política marroquí, que son los de culpar al gobierno y a todas las instituciones intermedias”.

En su interlocución, Mohamed VI quería que una cosa quedase clara: la Monarquía escucha al pueblo. Detrás, sin embargo, había otro objetivo: que la tensión no escalase

La Monarquía tiene una legitimidad muy importante entre la mayoría población porque se sustenta en dos pilares: lo político y lo religioso: el Rey de Marruecos es “el príncipe de los creyentes”, un descendiente directo del profeta Mohamed. Por la parte política, su figura está blindada en la Constitución. 

En su interlocución, Mohamed VI quería que una cosa quedase clara: la Monarquía escucha al pueblo. Detrás, sin embargo, había otro objetivo: que la tensión no escalase, contener a la calle e intentar controlar el impacto. “Fue una válvula de escape”, dice contundente Lucía G.Del Moral. Incluso en eso se parecen estas protestas a las de 2011, cuando el régimen tuvo un cuidado extremo en no acrecentar el malestar de la población, en vista con lo que estaba ocurriendo en países como Túnez o Egipto.

Ahora, el contexto regional es el mismo, pero la Gen Z tiene ejemplos en los que buscar inspiración: hace unas semanas, los jóvenes nepalíes hicieron caer al gobierno en Nepal; en Madagascar, tras varios días de protestas, el pasado lunes 13 de octubre, la Gen Z hizo caer el Gobierno y provocó la renuncia del presidente del país,  Andry Rajoelina. Ahora es el ejército quien está al mando. 

Mohammed VI
Mohammed VI, rey de Marruecos, durante un acto reciente. Foto: Gobierno de Marruecos.


Volviendo a Marruecos y al discurso de Mohamed VI, Lucía G. del Moral lo tiene claro: “Se trata de una forma y mecanismo de control del discurso por parte del rey para dar una imagen de Monarquía conciliadora. Se quiere tener el control sobre el discurso público; y esto es otra forma de control y represión social”. La analista también advierte sobre la circulación de noticias falsas y la desinformación en algunos sectores de la sociedad. “Se ha hecho siempre: advertir de los riesgos de las protestas para hacer creer que habrá inseguridad en las calles; hablar del vandalismo, etcétera. Eso hace que el discurso se construya desde arriba, no desde la calle.

Por su parte, el Gobierno, actualmente y desde 2021 constituido por el RNI (Agrupación Nacional de los Independientes), de talante liberal y cercano a Mohamed VI, ha hecho lo que, históricamente, “está acostumbrado a hacer”, en palabras de la analista. “Ya desde las protestas de los años 80, los gobiernos marroquíes lo que hacen es llevar a cabo una represión selectiva de los movimientos y la cooptación de determinados partidos políticos. [...] Estas protestas llegan tras un momento de despolitización de la sociedad, porque los partidos políticos han quedado desacreditados. El partido que ganó las elecciones tras la reforma constitucional del 2011 —el Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD), de corte islamista moderado—, que albergaba las esperanzas de todos los que se manifestaron en aquel momento, ha quedado cooptado, porque no ha sido capaz de solucionar los problemas que tenía la sociedad marroquí“.

Aziz Akhannouch, el primer ministro actual y una de las personas más  ricas del país, ha asegurado que está listo “para el diálogo y la discusión” con los jóvenes, pero estos parecen no contestar con eso y ya han convocado manifestaciones en diferentes ciudades para el próximo sábado 18 de octubre.

Salto generacional y nuevas herramientas

En esta nueva ola de protestas en el país no se puede hablar de nombres concretos, porque se trata de un movimiento transversal y sin líderes, pero sí se puede hablar de una aplicación estrella y que ha sido desde donde se ha coordinado todo: Discord, donde hay más de 200.000 personas inscritas e intercambiando mensajes.

La Gen Z, que maneja las redes sociales mucho mejor, o por lo menos, de manera distinta, que los millennials que protagonizaron las protestas de 2011, han aprendido mucho de los errores de sus hermanos mayores o sus progenitores. Esto es algo en lo que insiste Lucía G. Del Moral. “Ni siquiera se puede hablar de movimiento; no hay portavoces oficiales, lo que dificulta también mucho que el Estado reprima o neutralice a ciertas figuras visibles”. A tal efecto, las marchas y las acciones se han caracterizado, hasta el momento, por ser descentralizadas y por haberse convocado sin apenas antelación. “La información circula a una velocidad que incluso para el régimen es difícil de controlar”. Sin embargo, y a pesar de ser una iniciativa sin siglas ni caras visibles, los sindicatos, las organizaciones de derechos humanos y otras asociaciones han respaldado las protestas. 

El salto generacional y las nuevas maneras de organización o la inmediatez de las acciones no hace, sin embargo, que las protestas estén vacías de contenido político, más bien lo contrario. Los jóvenes han publicado un documento muy elaborado con las demandas que tienen; con peticiones muy precisas en materia de educación, sanidad o corrupción. El documento es detallado, lo cual indica que ha sido escrito por gente con conocimiento y experiencia. “No digo que no sean jóvenes, pero desde luego detrás hay gente con estudios y bien documentada; o eso, o están muy bien asesorados”, matiza Irene Fernández Molina. La profesora universitaria, que ha examinado las demandas al detalle, subraya que las propuestas están escritas con mucho cuidado, con un tono “reformista” y con ánimo de “compromiso” por parte de las autoridades políticas. 

El Sáhara Occidental, fuera de las reivindicaciones

Por último, lo que tienen en común las protestas de 2011 con las actuales es el tabú por la situación que se vive en el Sáhara Occidental, cuya ocupación está a punto de cumplir 50 años. 

A pesar de ser una población muy concienciada con el derecho de autodeterminación con Palestina y muy contraria a la Israel, para la ciudadanía marroquí el tema del Sáhara Occidental, lo que desde la Administración se llama “las provincias del sur”, continúa siendo un tabú que queda fuera de toda reivindicación. “El cuestionamiento de la Monarquía o la situación y el estatus del Sáhara Occidental o el Islam son líneas rojas que no se cruzan en Marruecos; tampoco se cruzaron en 2011. De hecho, incluso he leído que en estas protestas se ven más banderas marroquíes que en 2011”, sostiene Fernández Molina.

“Por parte de los marroquíes, en general, no existe una tendencia clara a conectar la causa palestina con la causa del Sáhara”, explica Del Moral

“La legitimidad política de Marruecos se construye en el majzén, que es el régimen político completo: el Rey y todos los poderes que se articulan a su alrededor, tanto políticos como económicos. Esto se sustenta en varios pilares, y uno de ellos es la cuestión territorial y el nacionalismo. En este punto, no creo que la juventud, en general, tenga una conciencia clara de lo que supone la cuestión del Sáhara”, explica G. del Moral.

Los movimientos sociales también se muestran prácticos: buscan puntos de encuentro y no de disonancia. “Unos apuestan por tener un diálogo con el Sáhara  e incluso abren la puerta a la autodeterminación del territorio; y otros abogan por la marroquización, o la aplicación del plan regional y la idea del Gran Marruecos, que incluye el Sáhara. Lo que es evidente es que, por parte de los marroquíes, en general, no existe una tendencia clara a conectar la causa palestina con la causa del Sáhara. Se ve el Sáhara como una cuestión interna; porque el régimen ha sabido cómo articular ese discurso. Por eso el Sáhara continúa siendo un tema tabú y polémico en Marruecos y una línea roja”.

La fragmentación de los movimientos sociales en el país, ya sea alrededor del Sáhara u otras cuestiones, ha sido usado históricamente por parte del Gobierno para amedrentar las voces de oposición; y esa es una de las cosas que la juventud ahora tiene en cuenta y motivo por el cual no quiere etiquetarse bajo ninguna sigla: si no se identifican ideológicamente, se evitan roces que puedan poner en peligro las protestas.

Protestas Marruecos 2025
Cartel con la convocatoria de protestas en diferentes ciudades del país, para el 18 de octubre de 2025.

Ahmed Ettanji, periodista saharaui y presidente de Équipe Média, un medio que trabaja para romper el bloqueo informativo marroquí, sabe que las reivindicaciones del Sáhara Occidental no están dentro de la agenda marroquí de ningún signo político; pero se ha dado cuenta de algo: “En estas últimas protestas, cuando pasaban las convocatorias por ciudades, los convocantes no incluyeron ninguna ciudad de los territorios ocupados”. Si bien no sabe a qué responde esta realidad, quiere mostrarse optimista y pensar que ha sido algo hecho adrede. De hecho, para las manifestaciones programadas para este sábado 18 de octubre, las ciudades ocupadas tampoco no constan en las convocatorias.

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