China
China y su estrategia en el camino hacia la hegemonía

El liderazgo de China en la región asiática, donde siempre ha ejercido, de hecho, una gran influencia, está sujeto al entendimiento con sus vecinos.
China cumbre partido comunista
Congreso del partido Comunista chino con el secretario general partido Xi Jinping al frente
11 feb 2022 06:00

El peso político de China ha crecido de manera innegable en las últimas décadas, integrándose en el modelo de libre mercado globalizado, creciendo económicamente a un ritmo estratosférico, y llegando a ser invitado a las reuniones del G8 cuando su influencia regional no podía ya ignorarse. También han aumentado sus actuaciones en el consejo de seguridad y ha mantenido un interés continuado en la integración regional con el proceso ASEAN+3 y la cumbre de Asia oriental. El crecimiento de su PIB desde 1978 hasta 2004 pasó a multiplicarse por 11, desde los 147.300 millones de dólares a los 1,65 billones. Se estima, de hecho, que China superará el PIB de EEUU, como tarde, en 2039. Su comercio exterior, se ha multiplicado incluso más, 60 veces concretamente —de 20.600 millones de dólares a 1,15 billones—. Su crecimiento anual es del 9,4%, mientras que la inversión extranjera directa que maneja, llegó a los 60.630 millones en el año 2004.

El inherente crecimiento de las funciones que China está empezando a desarrollar, invitan a preguntarse cuál va a ser el papel del que es claramente el principal candidato a relevar al actual hegemón estadounidense. Así, se presenta la clásica dicotomía sobre el ascenso de China; la teoría del ascenso violento y la teoría del ascenso pacifico. Y es importante tener aproximaciones de cómo va a alzarse este país, pues sus métodos también los percibiremos nosotros desde aquí pese a estar en la otra punta del globo.

Si se echa un vistazo a los planes político-económicos de China, veremos que su carácter es claramente económico, y que mantiene una línea muy abierta a las relaciones en igualdad con sus vecinos regionales

La teoría del ascenso violento puede parecer, a primera vista, la más probable, y es que, como apunta Pablo Bustelo, desde el punto de vista militar, el Ejército de Liberación Popular (ELP) se ha modernizado mucho en los últimos años. El gasto militar ha crecido, en términos reales, a una tasa anual media del 14% entre 1994 y 2004, mientras que el PIB lo hizo al 7%. En 2004 la cifra oficial fue de 25.500 millones de dólares, aunque estimaciones de centros extranjeros de investigación sitúan la cifra real entre 35.000 y 60.000 millones, mientras que el Departamento de Defensa de EEUU lo estima en 50.000-75.000 millones (el tercer o segundo presupuesto militar del mundo y el primero, con diferencia, de Asia). Informes recientes del Pentágono o de la Agencia japonesa de Defensa consideran que China se está convirtiendo en una “amenaza a la seguridad regional”. Esto apunta a la tesis realista, que lleva al conflicto inevitable entre Estados por el control de los recursos, de su seguridad y de su poder, algo que tiene sus confirmaciones en las fricciones que China y EEUU mantienen.

La teoría del ascenso pacífico por su parte, es la posición defendida por los intelectuales del Partido Comunista Chino, idea muy asociada además a Zheng Bijian, quien fuera en su momento vicepresidente ejecutivo de la Escuela Central del PCCh. Puede parecer una teoría aparentemente más propagandística pensada para aplacar de forma barata las desconfianzas de vecinos y competidores. No hay que descartar ese alegato de crecimiento pacífico puede deberse en parte a que China aún está muy lejos de considerarse, pese a su crecimiento, una potencia industrial o militar, motivo por el que el PCCh podría estar buscando una estrategia basada en la diplomacia y la economía más que en el enfoque más típico de la escuela realista del conflicto inevitable, a fin de orientar a su favor el escenario asiático que aspira a gobernar. Pero lo cierto es que, si se echa un vistazo a los planes político-económicos de China, veremos que su carácter es claramente económico, y que mantiene una línea muy abierta a las relaciones en igualdad con sus vecinos regionales.

Integración económica

China ya está dando visos de mantener una estrategia “win-win” con sus vecinos, con los que mantiene relaciones económico-financieras estrechas. De hecho, parte de los planes de expansión económica reside en la creación de una nueva “ruta de la seda” a nivel mercantil, que involucre a sus socios territoriales y vecinos; un corredor económico que vincule, por un lado, una ruta China-Myanmar-Bangladesh. Un segundo corredor China-Pakistán y un tercer corredor hacia el Ártico, es decir, hacia sus vecinos rusos. Esta iniciativa de la nueva ruta de la seda llamada a acrecentar la fuerza económica asiática y eurasiática, se complementará además con un ambicioso plan de creación de un complejo sistema ferroviario panasiático de alta velocidad que facilite los flujos mercantiles y que pase directamente por 17 países asiáticos a través de 81.000 kilómetros de recorrido.

No son pocas las organizaciones internacionales de carácter económico en las que China está mostrando interés, o creándolas ella misma. Así, la RPC ha creado la Organización para la Cooperacion de Shangai (SCO en inglés), está dentro de la CICA (Conference on Interaction and Confidence-Building Measures in Asia) y el AIIV (Asian Infrastructure Investment Bank). De esta forma no solo consigue crecer económicamente y formar alianzas con sus vecinos, sino que consigue oponer una resistencia a EEUU en la región asiática.

Geoestrategia integradora pacífica

Hay otros motivos por los que creer en el carácter integrador de China, y es una cuestión básica, como su vecindad con dos potencias como lo son India y, naturalmente, Rusia. Si bien el hecho de compartir espacio de influencia no es en sí una prueba de ausencia de futuros roces, sí lo es la senda de cooperación y negociación que ambas potencias mantienen, algo que, por otra parte, tampoco es de extrañar. Por ejemplo, ambas son potencias que pueden ganar mucho desplantando a EEUU —recuperando sus hegemonías regionales—, los dos son no solo vecinos sino potencias mundiales y en desarrollo, que están mostrando que tienen mucho más que ganar en cooperación que individualmente, y ambos han estrechado sus lazos económicos en los últimos años. Por tanto, aunque no sean (ni por intereses propios vayan a ser) aliados, tienen metas comunes a corto y largo plazo, y ninguna fricción mutua reseñable.

De igual forma, pese a las luchas de poder entre China y EEUU propias de los conflictos multipolares entre potencias, y nuestra tendencia a ver estos choques como imitaciones o sombras de la guerra fría, lo cierto es que la relación sino-americana es totalmente diferente de la mantenida el pasado siglo entre soviéticos y norteamericanos. Esto es así porque frente a la estrategia de contención que Estados Unidos mantuvo contra la Unión Soviética económicamente, a día de hoy resulta que China esta económicamente interconectada muy profundamente con EEUU y sus aliados. Esto unido al modelo político económico chino —su mezcla de economía planificada y de mercado —la hace más susceptible de superar cualquier pulso económico que EEUU le lance, incluso convirtiéndolo en potencial perdedor. Esto es también un problema para China, cuyos potenciales intentos de aislar a EEUU podrían crear respuesta de Washington y acrecentar las resistencias de los gobiernos asiáticos que aún recelan de China y se mantienen en la esfera estadounidense.

Precisamente porque China está apostando por la interconexión regional, acepta la lógica de un ambiente pacífico y seguro en el sistema internacional, si bien eso no es incompatible con su búsqueda de adecuar esa estructura internacional a sus objetivos y prioridades

Esta tensión entre potencias también se muestra en la política asiática, pues mientras EEUU intenta mantener buenas relaciones con China tratando de impedir su ascenso, el gobierno chino también ha relajado las enemistades que mantenía con los países asiáticos más escorados a la alianza con EEUU, colaborando con Washington en las cuestiones más delicadas y los conflictos regionales. Se puede decir que, precisamente porque China está apostando por la interconexión regional, acepta la lógica de un ambiente pacífico y seguro en el sistema internacional, si bien eso no es incompatible con su búsqueda de adecuar esa estructura internacional a sus objetivos y prioridades.

A esto se suma la visión de un orden sinocéntrico fuertemente basado en valores y filosofía confucianista. Es esta visión de China de sí misma como actor regional y su interiorización de la “armonía” confuciana como elementos que marcan las decisiones y los pasos de China, un factor muy a tener en cuenta, sobre todo por la vuelta que la RPC está dando hacia su pasado imperial y renacimiento de esa visión cultural, algo que requiere un análisis propio.

El confucianismo chino en la organización estatal

La filosofía china, su forma de comprender el mundo desde Confucio, se basa en que el mundo y el universo es un todo armonioso, entendiendo armonía como el equilibrio entre la tierra y el cielo y la visión de que el universo es una comunidad integradora. A esta visión metafísica y socio-cósmica, se une la idea del reinado universal, con la figura del emperador como líder y padre de todo el mundo. Bajo este carácter universalista, de acuerdo a Joseph Chan, el orden confucianista con sus ideas morales y políticas, no observaba fronteras, territorio ni etnia en su aplicabilidad de promover un orden moral que se entendía que además China debía predicar con el ejemplo. Esta visión filosófica ha ejercido durante siglos un peso esencial en la historia y decisiones de China y de su población.

Dentro de esta filosofía, China se observa a sí misma, no como la mayor de las civilizaciones, como sucedería con imperios más conocidos como el romano, sino como “La civilización” (no es casualidad que el nombre que la sociedad china tiene de su territorio aun a día de hoy no sea “China” como la llamamos en occidente, sino “Jiexi Zhongguo” o “Territorio Central”), a partir de la cual, el mundo se va expandiendo en anillos periféricos considerados más o menos cercanos a la cultura china. No es por tanto descabellado asumir que la dinámica de funcionamiento de China como hegemón regional —puesto que solo se interrumpió desde mediados del siglo XIX hasta hoy— pese a no haber sido pacífica siempre, por supuesto, se ha basado en concepciones muy diferentes a las que tenemos en occidente, sin criterios territoriales, sin un fin de homogeneización sino teniendo en cuenta las diferencias, así como un carácter colaborativo y de vecindad. De hecho en partes de Asia, África y Latinoamérica, el modelo chino o el Consenso de Pekín se volvieron más populares que el anteriormente predominante Consenso de Washington.

Hay una tendencia en la teoría política china que habla precisamente de una República Popular China actual que funcione bajo las premisas de la China confucianista imperial, y que ha suscitado revuelo en el ámbito intelectual de oriente y occidente

Esta filosofía de lo que es China y de su necesidad de recuperación cultural como ideal regulador del Estado, es un fenómeno que de hecho se está recuperando actualmente en la RPC, siendo potenciado desde el gobierno, las universidades y desde la propia ciudadanía, como un Renacimiento de la cultura confucianista —cuyo exponente intelectual podría ser Jiang Qing— que empieza a impregnar oficialmente la vida de la población de la RPC. Hay una tendencia en la teoría política china, capitaneada por Zhao Tingyang , que habla precisamente de una RPC actual que funcione bajo las premisas de la China confucianista imperial, y que ha suscitado revuelo en el ámbito intelectual de oriente y occidente. El Tianxia, como llama a su hipotético modelo político es la clave para que China recobre su posición en Asia y en el mundo.

Por otra parte, la incapacidad de Tingyang para explicar cómo el modelo Tianxia podría funcionar como un sistema “armonioso” y pacífico, dentro además del sistema internacional, hace ver a sus críticos un intento efectivo de reintroducir el modelo imperial premoderno chino en pleno siglo 21. Esta es una visión preocupante, básicamente porque supone una vuelta a valores antiguos, peligroso a su vez por una filosofía que defiende un sistema imperialista y que separa socialmente a los integrantes de una sociedad de manera muy jerarquizada, de valores calificables de Antiguo Régimen, y que además se sustenta en un Estado dictatorial, factor no precisamente atenuante para pensar el desarrollo que la implantación de estas ideas puede suponer en el país llamado a convertirse en hegemón.

China está llevando a cabo un proceso de expansión regional por todo Asia, y una de las condiciones para conseguirlo, reside en inspirar confianza al resto de países, para lo que habrá de respetar el sistema internacional. Aunque Beijing modernice su ejército y expanda su economía haciendo a otros Estados directamente dependientes de ella, va a precisar de aumentar su prestigio y legitimidad de cara al exterior para limpiar su imagen autoritaria, para lo que habrá de evitar cualquier conflicto armado, algo que están demostrando saber. Si bien esta lógica pacífica podría implicar un ascenso más lento, incluso teniendo en cuenta la influencia de EEUU en Asia y su capacidad de quitar socios y aliados a China, lo cierto es que es la única vía que posee que le permita cambiar el orden internacional sin perjudicarle a nivel económico —factor central en la estrategia China que no está dispuesta a sacrificar— y diplomático.

El liderazgo de China en la región asiática, donde siempre ha ejercido, de hecho, una gran influencia, está sujeto al entendimiento con sus vecinos por el simple hecho de sus debilidades internas y externas. Tiene un largo trabajo por delante para conseguir una Asia integrada en su poder y dominada por relaciones cordiales entre sus integrantes, como lo era antes de su caída bajo los imperios coloniales, la división surgida en este periodo y los bruscos cambios de poder y enemistades formadas en el siglo XX en la región, que alteraron el orden sino-céntrico. Hasta recuperar ese poder, China debe, y está dando indicios de mostrar una trayectoria basada en su mayor parte, al menos, en un crecimiento económico compartido y en un liderazgo basado mucho más en la diplomacia y la negociación que en la mano dura y militar.

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