Pensamiento
Las manos sobre la ciudad
En su película, Rosi pone al descubierto el engranaje del poder, en concreto, ese momento en el que ya no se trata de influir sobre las decisiones políticas sino de tomarlas personalmente.

“Todo ganancia y ningún riesgo”, dice el constructor Edoardo Nottola, quien acaba de dibujar un metro cuadrado sobre el terreno de un descampado: “¿A cuánto se puede pagar hoy esta tierra? ¿300, 500, 1000 liras el metro cuadrado? Pero mañana esta misma tierra, este mismo metro cuadrado puede valer 60, 70 mil o incluso quizá más. Todo depende de nosotros. El 5000% de beneficio".
Es parte de la escena con la que se abre Las manos sobre la ciudad (1963), película en la que Francesco Rosi testimonia el saqueo al que es sometida una ciudad: el uso del suelo público para el beneficio privado y la especulación urbanística como motor del capitalismo característico del desarrollismo sin freno de los años 60. Pero Nottola no solo es un constructor sino también un concejal del grupo municipal de la derecha que intentará modificar las partidas presupuestarias municipales para costear la expansión urbanística hacia el norte de la ciudad, convirtiendo suelo agrícola en urbanizable, con la consiguiente recalificación.
Los problemas comienzan cuando se derrumba una casa en el centro de Nápoles a causa de los trabajos de construcción de un edificio próximo, desastre que se salda con dos muertos, un niño amputado y varias familias desalojadas. La empresa responsable es la constructora de Nottola, quien no puede evitar que tras la alarma social generada por la tragedia se inicie una investigación sobre lo sucedido. La comisión creada para llevar a cabo esa investigación acaba siendo una farsa y el ayuntamiento elude cualquier responsabilidad en la catástrofe.
Sin embargo, la proximidad de las elecciones dificulta que se pase página tan rápidamente como Nottola desearía y diversas voces exigen que se diriman responsabilidades con una dimisión. Nottola se niega a ser él la cabeza de turco y acaba negociando con otros concejales su unión al partido de centro para seguir allí con sus planes urbanísticos.
La CIUDAD como presa
Las manos sobre la ciudad. El capitalismo: la democracia como presa, escrito por Fernando Flores y publicado este mismo año por la editorial valenciana Tirant lo blanch, analiza en detalle esta película. Al modo de una radiografía del fenómeno de la corrupción política, trasciende períodos históricos y nos devuelve una imagen de nuestro presente y pasado más recientes. Porque Las manos sobre la ciudad es una película política. En palabras de Fernando Flores: “Rosi quiere hacer de sus películas un agente de la historia, quiere contar un relato y no otro (el de las zonas grises que el consenso social de la Italia del consenso democristiano y auge económico procuraban maquillar), y quiere hacerlo desde un punto de vista, el que permite conocer la realidad y cambiarla, no solo el que permite justificarla.”
Las manos sobre la ciudad está ambientada en Nápoles, en pleno momento de crecimiento económico. La corrupción que vemos en la película continúa hoy en día y tenemos ejemplos de desastres urbanísticos parecidos. Fernando Flores cita algunos de ellos, como el caso de La Punta, en Valencia, que tuvo como dramática consecuencia “más de 100 familias desahuciadas, 750.000 metros cuadrados de huerta arrasada, alquerías históricas destruidas, silencio y desprecio a las quejas vecinales, y durísima represión a la resistencia ciudadana".
Otro ejemplo es la alteración del paisaje histórico producido en Sevilla a causa de la construcción de un rascacielos de 178 metros de altura, la torre Pelli. Pero el autor también nos recuerda cómo algunas protestas vecinales han conseguido detener demoliciones, como es el caso de la Plataforma Salvem El Cabanyal, en Valencia, un barrio histórico protegido que pretendía ser demolido por el ayuntamiento.
Nombrar la realidad
En su película Rosi pone al descubierto el engranaje del poder, en concreto, ese momento en el que ya no se trata de influir sobre las decisiones políticas sino de tomarlas personalmente. Porque es esto lo que se denuncia: la integración de los poderes privados en las instituciones públicas. Sobradamente sabemos que la ciudad y la democracia son el objetivo de las clases que controlan el poder económico.
Las manos sobre la ciudad son, en la película, las de las élites empresariales de la construcción, cuyo funcionamiento es presentado como el de una mafia, élites a las que tendríamos que añadir en la actualidad las élites financieras a nivel internacional.
La maraña de intereses que rodea el poder ha aumentado en complejidad y la sola denuncia de los abusos del poder ha dejado de ser suficiente, aunque siga siendo necesaria. En palabras de Fernando Flores: “ser capaz de nombrar la realidad con un lenguaje propio, no dictado por el discurso hegemónico liberal, se convierte en un arma esencial para acorralar las mentiras que sostienen un sistema capitalista que 'racionaliza' el mundo”.
El cometido de las películas de Francesco Rosi es narrar “historias colectivas, historias que corren el riesgo de ser removidas, de quedar borradas de la memoria de las clases que deberían recordarlas".
En consonancia con el neorrealismo italiano y dando prioridad a la realidad sobre la ficción se busca y consigue la verosimilitud, favorecida por la presencia de actores no profesionales. Porque la verdad del cine, concebido aquí como testimonio de la vida y siendo una de sus finalidades la concienciación, debe ser comprendida por todo el mundo.
Rosi declaraba: “Mi única pretensión es hacer buen cine, pedagógico, con contenido ético y valor estético. Mi cine es de izquierdas. Me conformo con descubrir qué pasa en la vida cotidiana de mi país, ofrecer al público elementos de concienciación”.
La de Francesco Rosi es pues una apuesta por el conocimiento de la verdad y la creencia en su poder para intervenir en la capacidad que tiene la sociedad para transformar la realidad. En el contexto de injusticia y corrupción que se presenta en Las manos sobre la ciudad la verdad puede ser vencida, pero no reemplazada.
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