Quedamos después de la mani

Sin organización, no hay ninguna posibilidad de seguir peleando por la democracia y los derechos humanos en todo el mundo.
Prou complicitat amb Israel
Miquel Carrillo Presentación de la campaña ACTxPalestine en La Paloma (Barcelona).

@MiquelCarr

17 nov 2025 09:50

No recuerdo cómo la formuló quien fuera su autor o autora, pero la frase «este país se moviliza de maravilla y se organiza fatal» es para enmarcarla y tenerla presente constantemente. No para fustigarse, pero sí para tener presente por qué estamos donde estamos. Como movimientos sociales, estudiantes, trabajadores y trabajadoras, vecinos y vecinas, gente de todos los colores, como magma que está de acuerdo básicamente en lo insoportable de los tiempos que nos toca atravesar y que quiere ir en otra dirección.

Por muchas razones, pero lamentablemente es así. En primer lugar, probablemente, porque el sistema en el que habitamos ha ido apurando todo el margen de nuestras vidas y vivimos en número rojos, por lo que respecta a las reservas de minutos y segundos libres para hacer algo más allá de sobrevivir. Pero también porque es difícil mantener los hilos y los referentes que nos conectan con luchas y procesos, ahora que todo es inmediato y que no existen perspectivas de más de seis meses. Porque todo se va al carajo cada lunes y nos hemos convencido de que es lo que toca, no hay nada que hacer.

El sábado en La Paloma (Barcelona), un lugar ciertamente de otra época, alguien se subió al escenario durante la presentación de la campaña ACTxPalestine y nos recordó, micrófono en mano, que la movilización esta vez sí que había servido de algo. Que juntarse en la calle y actuar todas a la vez, podía tener consecuencias, pero había que hacerlo, sostenerlo, estar allí. Desgraciadamente, y ante la dimensión apocalíptica de lo que sucede al otro lado del Mediterráneo, apenas habrá sido un grano de arena. Pero existe y sobre esa piedra diminuta se puede levantar una muralla, si juntamos la manos que buscaba aquella canción de otra generación. La posibilidad de existir como triunfo, así estamos.

A estas alturas del campeonato, es evidente que Gaza, y Palestina entera, no son solo un territorio martirizados, sino una metáfora evidente de nuestro futuro común. Sin embargo, vienen a nuestra memoria otras fabulosas movilizaciones, con motivo de la guerra de Irak, que han ido perdiendo gente por bocacalles y plazas, y desangrándose hasta quedarse prácticamente en eso, en una fotografía nostálgica.

Como hace dos décadas, sobrevuela la sospecha de que sin telediarios no habríamos llegado a ser miles en las calles. Focos y micrófonos, por cierto, que faltan para la ocupación del Sáhara Occidental, una injusticia de la misma categoría en la que sí tenemos responsabilidades directas como país y que no parece importarle a nadie, a 50 años de la firma de los Acuerdos de Madrid. O se está por construir y preservar un orden internacional justo, o no se está, dicho sea de paso.

En la edad de las pantallas, esas escenas que aparecen ante nosotros son como una serie más que buscamos en nuestra plataforma preferida y que consumimos, esta vez con angustia más que con placer. Si coincide ese fin de semana que estamos por aquí, si esa tarde podemos salir un poco antes, nos unimos al río. Si no, ya tal. No sé hasta qué punto la gente piensa que esas manifestaciones, las ruedas de prensa, los conciertos, las acciones ante empresas cómplices y muchas cosas más, en cualquier lucha, aparecen de la nada. Que hay otra gente que, por arte de magia, encuentra tiempo para organizarlas, para estar ahí, para seguir. Que esa performance que aparece en la tele no es un producto, algo que alguien nos ofrece para comprarlo y sentirnos un poco mejor.

Ahora que la cooperación internacional se va al garete, en ese nuevo orden mundial que parece el guion de un western de serie B, las ONG deberíamos reflexionar qué hacer con la gasolina que nos queda. Antes de que llegara el sheriff de la gorra y sus cuñados a Bonanza, a este lado del charco ya se había empezado a recoger cable: hasta 2025, un tercio menos de ayuda oficial al desarrollo en todo el mundo. Solemos centrarnos, lógicamente, en las consecuencias trágicas que ya está teniendo sobre millones de personas en todos esos lugares, solamente con el recorte provocado en la asistencia sanitaria en muchos países del Sur global. Pero quizás no vemos que en este momento nuestro papel, nuestras estructuras, nuestra cabeza, nuestros brazos, tienen que estar al servicio de esa movilización mundial por la democracia y los derechos humanos, hecha carne en tantas Gazas y Tindufs. Hay que salir de las pantallas, coger la mano de jóvenes y viejos, y dejar de contarles no sé qué vaina de la Agenda 2030 o de que no llegamos (tampoco este año) al 0,7 de los presupuestos.

Y que llegar el sábado a La Paloma solo fue posible porque un puñado de personas, cada vez más, están organizadas, para que siga existiendo la más mínima posibilidad de existir dignamente. ¿Quedamos después de la mani?

Sobre este blog
Un blog desde la convicción de que la cooperación internacional es política con letras mayúsculas, lo otro se llama caridad. El internacionalismo nos hizo así, es la única manera de vincular las luchas en las que creemos, aquí y en todas partes.
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