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La escritora María Bastarós presenta ‘Criaturita’, su segunda novela. David F. Sabadell

María Bastarós: “Hay muchísimos clubs de lectura y talleres de escritura donde la inmensa mayoría son mujeres”

Con ‘Criaturita’, su segunda novela, la escritora María Bastarós indaga en la idea de que los monstruos pueden ser cualquier cosa y que, más que en un lago, suelen vivir en nuestro interior.

De Nessie, el monstruo que supuestamente habita en las profundidades del lago Ness en las Tierras Altas de Escocia, a La Cosa del Pantano, el personaje de cómic creado en 1971 por Len Wein y Bernie Wrightson, los fantasmas de la ciénaga han protagonizado numerosas narraciones orales, escritas y visuales de la cultura popular. La existencia de criaturas acuáticas extrañas ha alimentado mitos y ficciones, se ha discutido sobre ella y también se ha hecho negocio.

En ese terreno entre la creencia fantástica y la curiosidad científica sitúa María Bastarós (Zaragoza, 1987) la acción de su nueva novela, Criaturita (Seix Barral, 2025). En el valle Milagro y los pueblos en torno al lago del mismo nombre, la desaparición de varias mujeres reactiva la antigua leyenda de que en sus aguas vive algo sobrenatural y terrorífico. Siguiendo los movimientos de Kaila, una adolescente afectada por la pérdida de su padre, un reputado biólogo que daba crédito a la existencia del bicho, Bastarós retrata de manera divertida cómo estas conjeturas alteran la vida de una comunidad y los diferentes mecanismos que esta pone en funcionamiento para protegerse. La escritora, autora de la novela Historia de España contada a las niñas (Fulgencio Pimentel, 2018) y del libro de relatos No era esto a lo que veníamos (Candaya, 2021), elogiado en The Guardian, también plantea una fábula sobre las presencias y ausencias dentro de una familia y lo que estas significan.

Al final, como con los reyes magos, en Criaturita el monstruo son los padres.
Sí, un poco. Para mí, en realidad, el monstruo es más bien la relación con los padres o lo que les hacemos a los padres, en este caso sobre todo a la madre. Porque es verdad que el libro se ha definido desde fuera como una novela de misterio, como un thriller, pero en realidad para mí eso es la excusa para hablar de relaciones familiares. Entonces, es más un libro sobre este personaje que es Kaila, que tiene 19 años. En realidad, es un coming of age [género de novelas formativas] que normalmente están protagonizados por gente más joven como de 14, pero realmente yo creo que los 19 son como los nuevos 14, los 30 son los nuevos 19 y así vamos, ¿no? Y entonces para mí, en realidad, el libro trata de la evolución de Kaila y de cómo ella finalmente se da cuenta, o no, tampoco quiero decir exactamente de qué se da cuenta, pero ella aprende a poner el foco en lo importante y lo importante no suele ser un monstruo de ciencia ficción, sino los monstruos que llevamos dentro.

¿Hasta qué punto la criatura es una metáfora de las diferentes violencias que enfrentan las mujeres? 
En realidad este libro podría ser un poco un giro o una revisión de estas novelas típicas. Todos los thrillers empiezan con el cadáver de una mujer en el bosque, ¿no? Y esto es un poco un giro de tuerca a ese tipo de género, porque aquí lo que están desapareciendo son mujeres mayores, no están desapareciendo adolescentes que vuelven de fiesta ni chicas jóvenes que hacen autoestop, sino madres de familia que, de alguna manera, eso es lo que se va un poco tratando a lo largo del libro, ya habían desaparecido. Para mí también el fondo del libro es si hace falta que alguien te secuestre o que te entierre en una cuneta o que te suceda algo terrible, explícitamente terrible, para desaparecer, porque puedes desaparecer de otras maneras mucho antes. Entonces creo que habla de ese tipo de violencias que no son unas violencias truculentas, pero que al final sí que definen la vida de muchas mujeres.

¿Has tenido esa intención más metafórica que literal? 
Siempre quise que fuera una fábula, que fuera un cuento, y que tuviera un monstruo. Esto no es un libro de terror, así como otras cosas que he hecho sí que tienen más que ver con el terror, pero creo que en toda la literatura y en todo el cine en el que aparece un monstruo, el monstruo no es un monstruo, siempre quiere decir cosas. Entonces, sí, este es el monstruo de mi fábula y esto es un cuento de 360 páginas, pero yo lo entiendo como un cuento.

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María Bastarós, escritora poliédrica. David F. Sabadell

Criaturita tiene una virtud: es una novela un poco imprevisible, difícil de adscribir a un género. 
Pues me alegro muchísimo de que digas eso porque es verdad que yo creo que este es un libro más de club de lectura que de presentaciones, porque tiene esa cosa de que es un poquito inclasificable, ¿no? A la hora de definirlo me entran muchas dudas. No puedo llamarlo thriller porque entonces quien vaya buscando un thriller de verdad, un thriller de género, no se va a sentir acompañado porque no tiene estas narrativas como de tramas, de pistas, de revelaciones todo el rato. No, no se trata de eso. Tampoco es exactamente un drama familiar, aunque tiene muchísimos componentes de drama familiar. No es exactamente un coming of age, aunque para mí quizá lo que más es es precisamente eso, lo que pasa que servido de otra manera, un poco disfrazado. Pero sí es verdad que a nivel de género es un auténtico pastiche. 

Los clubs de lectura son como las nuevas asambleas feministas, a lo mejor no tan políticas, no con esa intención de cambiar el mundo, pero sí, desde luego, de contarnos nuestra vida, de compartirla y de entender qué pasa a un nivel más colectivo que plenamente individual

¿Crees que Criaturita puede dar pie a que haya mujeres que hablen de su vida después de leerlo? 
Yo voy a un club de lectura que surgió, además, con un grupo de chicas a las que les di un taller y estoy convencida de que los clubs de lectura son como las nuevas asambleas feministas, a lo mejor no tan políticas, no con esa intención de cambiar el mundo, pero sí, desde luego, de contarnos nuestra vida, de compartirla y de entender qué pasa a un nivel más colectivo que plenamente individual. Y creo que los clubs de lectura y muchos libros están sirviendo de disparador para este tipo de diálogos. Sí creo que este libro puede puede suscitar ese tipo de diálogos. De hecho, creo que estamos en un momento en el que la gente lee mucho, o por lo menos las mujeres leen mucho. Hay muchísimos clubs de lectura y talleres de escritura donde la inmensa mayoría son mujeres. Y sí que están funcionando mucho quizá no exactamente como asamblea feminista, pero sí, por ejemplo, como estos grupos feministas de los años 70 en los que se ponían a hablar en común de cuáles eran sus problemas o sus asuntos o sus inquietudes, y resulta que todas acababan hablando un poco de lo mismo. Y creo que sí, que está siendo un espacio total para eso.

¿Te molestaría que se entendiese Criaturita como una novela ligera?
No, no me molestaría para nada porque en realidad quería hacer algo que fuera entretenido, que fuera ameno, un libro que te pudieras leer en la piscina y que a la vez no fuera un libro puramente de trama en la que hay que resolver un misterio, este género que se llama whodunit. No es eso, es otra cosa. Yo estoy muy contenta con el libro de cuentos anterior que saqué, pero sí tenía muy claro que había mucho público que lo iba a cerrar antes de terminarlo porque te llevaba a lugares muy perversos y muy incómodos. Creo que este libro no te lleva a esos lugares perversos, con lo cual es un libro que puede leer un público a lo mejor más amplio, que no tiene ese nicho tan restringido. Y creo que la incomodidad que puede haber en este libro, que sí que pienso que la hay, es que no juega a lo perverso, sino a lo patético. Y me parece que, en general, los seres humanos tendemos más a ser patéticos que a ser perversos. Entonces sí que creo que, sobre todo entre mujeres, puede haber ahí una identificación que no te deje muy contenta porque este personaje, Kaila, es un personaje patético, bastante patético, que además no para de cometer errores, que todo el rato cuando piensas que por fin va a hacer algo bien, tampoco lo hace. Siempre está cayendo, tropezando con la misma piedra. Y creo que eso sí es más incómodo, pero por patetismo y no por perversidad.

¿Qué quieres transmitir con la ausencia del padre, sin embargo muy presente?
Las dinámicas familiares aquí, y en el mundo en general, esa noción que tenemos de qué son los hombres y qué son las mujeres, están muy reflejadas a través de los padres de Kaila. La madre de Kaila está presente, pero le resulta un personaje poco interesante, un personaje mediocre que, en realidad, lo que está haciendo es cuidarla todo el rato. Pero digamos que no resulta un personaje fascinante. Y sin embargo, vamos viendo que el padre que está ausente y que, incluso aunque se cuenta a través de la mirada de Kaila, que lo tiene totalmente idealizado, era un hombre que no estaba a lo mejor del todo en sus cabales o que cometió muchos errores como padre, pese a que ella lo tenga en un altar. Es un hombre muy ligado a la aventura, a la fantasía, a lo desconocido y a todo lo que no es doméstico. Entonces, para la mirada de una niña es algo muy arrollador. Es un poco lo que una quiere ser, ¿no? Pero lo cierto es que a nivel paternal resulta un poco negligente.

Y la madre sí está y es con la que tiene conflictos.
Es con la que tiene conflictos. Sí, también porque la madre es este personaje cuidador que ha abandonado un poco todo lo que podía haber sido su vida para encargarse de ella. Y eso en Kaila, en vez de despertar admiración, lo que despierta es una especie de rechazo por la madre y por todo lo femenino, lo culturalmente ligado a lo femenino, digamos. Porque, además, aunque no se dice de manera explícita, a lo largo de la lectura del libro te das cuenta de que Kaila es una persona que es incapaz de relacionarse con mujeres, que no tiene amigas, que, de hecho, cuando se da la desaparición de estas mujeres alrededor del lago, está usando esa desaparición un poco como una herramienta para poder de alguna manera volver a comulgar con el padre o hacer que la comunidad comulgue con él. Pero no tiene un afecto real por las mujeres porque es un personaje que es como misógino en realidad.

¿Y el enamoramiento apasionado de Kaila hacia el profesor de la universidad?
Ella es un personaje que, desde el principio, está midiendo su tiempo, o así lo cuenta la narradora, en hombres que se han interesado o no por ella, pero todo su tiempo está medido en lo masculino. Entonces, cuando por fin aparece el tutor, este en realidad es como un remedo del padre porque es una figura de autoridad, es una figura culta, una figura que ella cree que le puede enseñar el mundo y entonces el acercamiento a él es una necesidad de sentirse validada por una figura que ella considera como del mismo nivel que el padre. Aunque el padre está ausente, está también esa especie de espacio metafísico que es la sala celestial donde están todos los padres muertos vigilando a las hijas y que no los dejen en ridículo, etcétera. Tiene mucho que ver con eso de sentirte juzgada por una mirada externa y observada por una mirada externa, pero que siempre es esencialmente masculina.

Leyendo Criaturita me he acordado de dos libros: Hay un monstruo en el lago (Penguin Random House, 2024), de Laura Fernández, un ensayo periodístico sobre el mito del monstruo del lago Ness, y la novela Los guapos (Anagrama, 2024), de Esther García Llovet.
El de Laura Fernández no me lo he leído porque cuando vi el título dije “no te lo leas porque te puede influir de alguna manera”. Pero ahora sí que ya me lo quiero leer, porque además ella me encanta y le tengo muchas ganas. 

Los guapos me encantó. Además, claro, es en la Albufera…. Me encanta esa cosa como que parece todo el rato que hay algo fantástico que va a pasar, pero luego al final es un bakala dando vueltas con una moto. Eso me gusta un montón. Lo leímos en mi club de lectura con las chicas. 

¿De qué otros libros está cerca Criaturita?
No sé si de manera muy explícita, pero hay un libro que se llama La desaparición, de Julia Phillips, en el que el territorio también tiene mucha importancia. En este libro también hay desapariciones de mujeres, pero sobre todo lo que me recuerda es en que toma un poco el disfraz de un thriller para hablarnos de otra cosa y nos está hablando más de una cosa más puramente social, digamos, no tanto cultural. En realidad, mis referencias para este libro, o lo que yo sentía un poco más como que tenía que ver, eran más cosas audiovisuales como Doctor en Alaska, que es mi serie favorita de la infancia, que es un lugar al que quería volver un poco también a través del libro. Otra serie que me encantó que se llama Top of the lake, que es también alrededor de un lago, hay desapariciones y una comunidad de mujeres que vive junto al lago. Luego Twin Peaks, aunque este libro no tiene la parte de violencia de Twin Peaks, pero sí esa cosa como de la comunidad encantadora, con personajes un poco excéntricos, en la que suceden cosas, está un poco ahí.

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María Bastarós, durante la entrevista con El Salto. David F. Sabadell

¿Dirías que, sin mirarlo, se podría saber que quien ha escrito Criaturita es una mujer?
Sí. Bueno, a ver, igual me la juego un poco diciéndolo así, pero creo que sí. Por cómo es el personaje principal más que por una cosa de prosa. Es un personaje que muchísimas mujeres van a entender esos errores que comete y esas necesidades que tiene, que pueden parecer tan ridículas. Y creo, sin embargo, que para muchos hombres a lo mejor va a resultar un poco más difícil. A mí me pasó cuando leí Un amor, de Sara Mesa, que no quiero compararlo con este libro, pero me pasó que todas las mujeres que lo leyeron nos encantó y entendíamos al personaje perfectamente, aunque es un personaje que está todo el rato haciendo cosas que te resultan fuera de lugar. Y sin embargo, muchos hombres a mi alrededor que lo leyeron me decían que no entendían lo que le pasó a esta chica, por qué se mete en ese lío ella sola, sin que nadie la esté obligando, ¿no?

A mí con Un amor me pasó que se rompió la confianza con el personaje narrador. Pensé que había cosas que no me contaba, que ocultaba.
Sí, puede ser, aunque yo no lo recuerdo así. Para mí la lectura fluyó completamente. Pero sí, de hecho si en algún momento con algún libro te das cuenta de eso, la lectura se te estropea un poco, a menos que sea una cosa muy consciente del autor, claro, entonces puede funcionar. Pero si no, parece que de repente le ves las costuras, claro.

¿Qué quieres ofrecer a las mujeres que lean esta novela?
Pues en realidad procuro no querer ofrecer nada a nadie cuando escribo porque procuro escribir desde la soledad máxima, no solo en cuanto a que no haya interferencias demasiado tempranas, de lectores externos o de editores o tal, sino un poco también como al margen de intenciones, al margen de ideología. Yo quiero contar una historia, que puede tener un mensaje, que puede tener una lectura, pero no quiero que sea esa lectura lo que guíe mi escritura, porque me gusta hacerlo de una manera más libre, más lúdica, más experimental. Entonces, en realidad, no creo que a través de este libro haya algo en concreto que quiera ofrecer. Ojalá que la gente que lo lea lo disfrute y ojalá que extraigan sus propias conclusiones de él. Pero no hay una intención concreta de “yo he escrito este libro para despertar este tipo de reflexión”... De hecho, los libros que hacen eso a veces me molestan un poco.

¿Qué te gustaría provocar en las personas que lean Criaturita?
Sobre todo, esa idea de que los monstruos pueden ser cualquier cosa, pero normalmente no son un monstruo explícito, sino algo que tenemos dentro. Yo creo que al final del libro va un poco de eso, de los miedos que situamos en lo externo pero que normalmente podemos rastrearlos en nosotros.

Como lectora, ¿qué lecturas te han provocado más?
Tengo varios favoritos. Oso, de Marian Engel, puede que sea mi libro favorito. Es de una mujer que se retira a la naturaleza… Los libros de gente que se retira a la naturaleza me encantan. Es una cosa sobre la que, además, yo también escribo y me gusta mucho. Y este es de una mujer que la mandan a un parque natural en Estados Unidos a que esté ahí trabajando ella sola y solo conoce a un oso que se acerca de vez en cuando. Es un libro de 1976. De alguna manera escalofriante y muy loca, inicia una especie de relación romántica con el oso, que no solo es emocional sino también sexual. Y es un libro que es súper bizarro y me gustó un montón. De los que he leído últimamente, por ejemplo, me ha gustado muchísimo Los hechos de Key Biscayne, de Xita Rupert, el último premio Herralde, que habla de los Cayos de Florida, que es uno de mis lugares favoritos de la Tierra, aunque la verdad es que los describe de una manera que no es como yo los he vivido. La invitada, de Emma Cline, bueno, todo lo que ha hecho Cline… En fin, no sé, millones.

Las ficciones, al final, son algo en lo que creer, y creer en algo, aunque sea un despropósito como la religión, por ejemplo, aporta un espacio de seguridad y también de sensación de saber cómo es el mundo y qué es lo que va a suceder

Hay una frase, cuando Kaila descubre los textos del profesor, en la que este dice “en tiempos de desolación las ficciones son un recurso tan humano como cualquier otro”. ¿Qué dirías que aportan las ficciones en esos tiempos de desolación?
Hay una frase muy guay del libro de Xita Rupert que dice “lo que creemos nos protege, lo que sabemos nos deja a la deriva”. Y yo creo que las ficciones, al final, son algo en lo que creer, y creer en algo, aunque sea un despropósito como la religión, por ejemplo, aporta un espacio de seguridad y también de sensación de saber cómo es el mundo y qué es lo que va a suceder. Creo que usamos las ficciones a nivel de creencia para eso. En cuanto a las ficciones culturales, que son otra cosa distinta, las usamos para expresar, para dialogar, para poner cosas sobre la mesa.

¿Qué poder tienen esas ficciones culturales frente a la realidad impuesta por multimillonarios chiflados que parecen empeñados en hacer realidad sus propias ficciones, que son completamente demenciales?
Yo creo que las ficciones pueden ser un espacio de resistencia, pero también son, al menos para mí, una manera de huida de todo lo que pasa afuera, como un refugio, aunque hay que tener un poco de cuidado con eso para no acabar viviendo en otro planeta que no es este, ¿no? Y desde luego pueden funcionar como catalizadores de diálogos. Los clubs de lectura son eso, empiezas hablando de un libro y acabas hablando de género, de la actualidad, de tu propia experiencia. Creo que el poder de las ficciones es mantener vivo el diálogo sobre distintas cosas, o más bien renovarlo, por eso normalmente los tiranos lo primero que hacen es eliminar determinados libros que pueden suscitar más diálogo del que conviene.

¿Qué se puede conocer de María Bastarós leyendo Criaturita?
Yo nunca escribo desde la primera persona, porque no es un lugar en el que me sienta cómoda. Tampoco he hecho nunca autoficción ni nada que se le parezca, pero es verdad que en tus libros siempre hay muchísimo de ti. Y, por ejemplo, todas las problemáticas que tiene Kaila que hacen de ella un personaje tan patético están sacadas un poco de mi adolescencia. Esa necesidad de ser validada, que al final son cosas un poco comunes dentro de la adolescencia femenina: todo lo que tiene que ver con la parálisis que provoca la belleza o la falta de belleza, en ambas direcciones, el no sentirte lista para el mundo hasta que no estés en un estado físico o incluso psíquico perfecto. Toda esa clase de cosas que están ahí me representan mucho, sí.

He sufrido algo que sucede muchísimo a las mujeres que crean que es que siempre todo tu trabajo se observa desde un prisma muy político y se entiende como una representación de lo que opinan las mujeres o lo que se les ocurre a las mujeres o el estado de la cuestión de las mujeres

En 2019 publicamos una entrevista que te hizo Marta Moreira titulada “María Bastarós, feminista poliédrica”. ¿Te reconoces en esa definición?
Sí, más en poliédrica. Y feminista también, claro. De hecho, creo que yo he sufrido algo que sucede muchísimo a las mujeres que crean que es que siempre todo tu trabajo se observa desde un prisma muy político y se entiende como una representación de lo que opinan las mujeres o lo que se les ocurre a las mujeres o el estado de la cuestión de las mujeres. Y creo que eso es muy peligroso porque la variedad que hay tanto de cerebros de mujeres como de creaciones de mujeres es inmensa. En ese sentido tenemos que tener un poco de cuidado de no realizar siempre los mismos análisis cuando la obra la ha hecho una mujer, que es algo que se nota mucho cuando estás en una mesa redonda: a los escritores les preguntan por sus libros y a las mujeres por cómo es escribir siendo una mujer, como que siempre acabas reduciéndote a hablar de identidad. Y creo que eso es una cosa que ya lo hemos hecho y que en un momento dado podía tener sentido, pero que ahora urgentemente tenemos que dejar atrás para que las mujeres puedan hablar desde la individualidad. 

¿Hasta qué punto escribir es una necesidad para ti?
Totalmente. Es una necesidad no tortuosa, porque es verdad que muchos escritores buscan esa lógica de la tortura y esa cosa de la peli Whiplash de si hay sufrimiento es que hay talento. Yo no lo entiendo así. Ni la escritura ni el mundo. A mí me gusta estar en paz y me gusta disfrutar y para mí es un poco una necesidad como de explorar e incluso de vivir aventuras. Porque cuando empiezas a crear un texto, es verdad que es una cosa un poco unilateral, pero llega un momento en el que, si la cosa está funcionando, es el texto el que te habla a ti, hay una especie de diálogo, una especie de guía, vas descubriendo cosas, te vas a otros sitios, descubres cosas que piensas que no sabías que pensabas, te pones en el lugar de otras personas… Entonces, para mí escribir es —esto es un poco ridículo, como un eslogan de Mayoral— un poco como una aventura. 

¿Qué te gustaría que pasara con Criaturita?
Bueno, pues me gustaría que le fuera fenomenal y que me diera mucho dinero, claro, que se tradujera a muchos idiomas y que me llevaran mucho de viaje. Eso es obvio, ¿no? Al margen de lo que uno sienta qué es el libro respecto al panorama literario o el libro respecto a él… Bueno, a lo mejor hay gente a la que no le importa el beneficio económico, pero a mí, desde luego, lo que me gustaría sería que le fuera muy bien y que me sirviera para poder dedicarme más a escribir, para poder extender mi carrera, para que me dieran becas, para poder irme a residencias de escritura, para poder viajar, en fin, como que sea un alimento para mi propia carrera.

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