Literatura
Editar para niños y niñas, ¡respect!

‘Cómo puede ser la democracia’; ‘1, 2, 3… ¡Culos!’; ‘Soy la muerte’; ‘Así es la dictadura’; ‘Tetas’… Son títulos de libros infantiles, pero ¿tocan temas infantiles? ¿Cuáles lo son? ¿Y cuáles no lo son? Y, sobre todo, ¿quién lo decide?

La escena no es desacostumbrada: un adulto lee un cuento a un niño, a una niña, señalándole un ‘guau-guau’ y la reacción de la criatura es preguntarle si es que nunca ha visto un golden retriever. La describe Vicente Ferrer —editor de Media Vaca junto con Begoña Lobo— ofreciendo un punto de vista que lo es de partida: “A muchos niños les interesan los animales y están muy informados. Con los libros pasa igual: tratamos a los niños como si no fueran expertos en razas caninas y nos llevamos luego grandes sorpresas. Desconfiamos de sus capacidades y, por eso mismo, cuando exhiben sus conocimientos pueden llegar a parecernos unos superdotados. No lo son, son niños y niñas, tan perspicaces, tan curiosos y tan frágiles como son los niños y las niñas”. Ni tontos ni superdotados; una horquilla lo suficientemente ancha como para dejarnos entrar a todos. ¿Qué sentido tiene entonces esa especialización?

“En nuestra editorial —prosigue Ferrer— no tenemos una gran fe en la clasificación de los libros por temas o por edades; es un asunto que conviene al comercio, pero no guarda relación con el mundo real, donde las cosas se dan mezcladas, ni con la realidad de los lectores, ya que muchos niños leen más que sus padres y hay niños pequeños que entienden bastante más que otros que son mayores, pero no es fácil hacer generalizaciones”.

La muerte y el sexo no tienen edad

En ese mundo real y revuelto donde nada se da de forma exenta, sino mezclada, resulta que hay temas que tradicionalmente no han sido considerados apropiados para el público infantil. La muerte, junto con el sexo o la política, era uno de esos temas tradicionalmente vetados a la hora de tratar con los niños y que también quedaba excluido a la hora de editar. Si hace tres décadas apenas había libros infantiles sobre esta materia —uno de los escasos ejemplos era Birgit, historia de una muerte, de la alemana Gudrun Mebs, reeditado en 2011 en España por El Jinete Azul con el título recortado a Birgit— hoy ya han dejado de ser una extrañeza. Existen numerosos y algunos tan conocidos como El pato, la muerte y el tulipán, de Wolf Erlbruch o Soy la muerte, de Elisabeth Helland Larsen y Marine Schneider, ambos en Bárbara Fiore o Una casa para el abuelo, de Grassa Toro e Isidro Ferrer, en Libros del Zorro Rojo.

Lo curioso es que, remontándonos más atrás, cuando se moría en las casas y la muerte formaba parte no solo de la vida sino del día a día de la vida, más allá de la tristeza natural, no existía tanto trauma ni tabú. Es como si los adultos hubiéramos levantado un muro para luego afanarnos en la manera de horadarlo o saltarlo, encontrando en los libros un aliado o una pértiga. Utilitarismo a tope. Sofisticada autoayuda.

Quizá en este punto sea preciso levantar la mano: ¡stop! Los libros no sirven para cosas. Y menos los libros infantiles. Primero es el placer y bienvenido lo que venga después, sobre todo si trae comprensión, complicidad, debate o más preguntas, pero así de primeras, ¡respect!: los libros para los niños y niñas no están ahí para externalizar los marrones de los adultos o sus fallas en la comunicación.

Otro ejemplo clásico es el sexo. No el de “papá, mamá, ¿de dónde vienen los niños? Mira este libro te explica cosas”, que ha quedado un tanto superado, sino del sexo que se goza a sí mismo. Niños y niñas lo conocen desde muy pequeños y lo practican: se frotan, se rozan, sí, se masturban cual Diógenes en la plaza cuándo y dónde menos lo esperas para atoramiento, según la situación, de sus progenitores. Para normalizar o naturalizar este comportamiento, Mamen Giménez, La Psicomami, escribió e ilustró Gustirrinín. En su blog recalca algo tan importante como obvio y olvidado en ocasiones: “Nuestros peques son seres sexuados (todos lo somos) desde el nacimiento. A veces vemos que hacen cosas y no sabemos si son ‘normales’, o no tenemos claro cómo abordarlo para que, precisamente, no entiendan que nos parece algo malo. Es importantísimo que sepáis que es absolutamente normal que los peques se toquen, forma parte de su desarrollo afectivo-sexual esperable. Así que, de entrada, ¡tranquilidad!”.

Tu cuerpo es tuyo (y es maravilloso como es)

La curiosidad por el sexo es una versión de la curiosidad por el propio cuerpo y por el de los otros; tan distintos, tan iguales. Hace siete años, Tora Alhström, Jenny Forss y Leticia Esteban creaban la editorial Gato Sueco con el propósito de ser espejo y ventana donde se refleja el mundo. A ese propósito responde su éxito 1,2,3… ¡Culos! en el que una niña se encuentra en el vestuario de una piscina con la inmensa variedad en formas, tamaños y colores de los culos. No se juzga, no se critica ni se alecciona. Sí se contrarresta el sesgo prieto y redondeado que suele llegar desde todo tipo de pantallas y soportes publicitarios y se normaliza y se tira para adelante: la protagonista sale a nadar y a echar a una mano al papá que parece haberse quedado sin bañador en un salto demasiado impetuoso…

“Vivimos en una sociedad que nos impone, sobre todo a las mujeres, unas reglas estéticas cada vez más tiránicas y justo por eso es fundamental que empiecen a ver cuerpos reales desde muy chiquitos”, dice Leticia Esteban, de la editorial Gato Sueco

“Conocimos el título casi por casualidad, gracias a los procesos de trabajo que la ilustradora compartía en redes sociales —explica Leticia Esteban—. Yo llevo la dirección de arte de la editorial y me fascinaron las ilustraciones de los vestuarios; todas esas mujeres desnudas con características corporales normales. Pechos caídos, culos grandes, cuadrados, pequeños, vello, vulvas... Nos enamoraron a las tres. Después conocimos la historia y el libro nos pareció aún más divertido porque toda esa normalidad corporal no se mostraba en el centro de la narración, algo que nosotras siempre buscamos. Hay una historia que divierte a los y las peques. Además, se utilizan con naturalidad términos relacionados con el cuerpo tales como ‘vulva’ o ‘culo’. ¡Por fin!, nos dijimos, un libro que muestra a los y las peques cómo es el cuerpo de las personas, y no es un libro divulgativo o científico. No es necesario decir lo importante que es mostrar a los niños y niñas que su cuerpo es maravilloso tal y como es. Vivimos en una sociedad que nos impone, sobre todo a las mujeres, unas reglas estéticas cada vez más tiránicas y justo por eso es fundamental que empiecen a ver cuerpos reales desde muy chiquitos. Que se llamen a las partes del cuerpo por su nombre. No hay nada de que avergonzarse, no hay nada que transformar”.

La política, ¿un aburrimiento?

Hay libros —va habiendo— sobre la muerte, el sexo y también sobre el drama de los refugiados, la vejez y la soledad, el cambio climático, el feminismo, el acoso... Casi todas las realidades que forman parte de la actualidad informativa son objeto de revisión por parte de la literatura infantil. Pero existe una grandísima y llamativa excepción: la política. ¿Por qué? ¿Politics is different? ¿O quizá es un mantra interesado eso de que a niños y niñas no les interesa la política? Eso le interesa justamente a la política y, más bien, a los políticos que no ven ningún rédito en términos electorales. Pero hay grandes, y grandiosas, excepciones. En Media Vaca tienen la experiencia de su colección Libros para mañana que, de alguna manera, comenzó en los años 1977 y 1978, cuando la editorial barcelonesa La Gaya Ciencia publicó una colección destinada a primeros lectores. Sus títulos: Cómo puede ser la democracia, Así es la dictadura, Hay clases sociales

“Un par de años antes, la colección ‘Biblioteca de Divulgación Política’ se vendía en los kioscos. Aparecieron más de 20 números —prosigue el editor de Media Vaca, Vicente Ferrer—: Qué es el socialismo lo firmaba Felipe González; Qué es el anarquismo, Federica Montseny; Qué son las derechas, Ricardo de la Cierva; etc. El éxito de estos libritos animó a su editora, Rosa Regàs, a publicar estos Libros para mañana dedicados a los niños. La propuesta vino seguramente del Equipo Plantel, y fue apoyada por la editorial. Por desgracia, los cuatro libros tuvieron una vida comercial breve, ya que la editorial cerró al poco tiempo de su aparición. Decidimos reeditarlos porque nos pareció que seguían estando vigentes. Por desgracia vigentes, debemos añadir”.

Los textos se han mantenido, sin retoques, actualizando las ilustraciones e incorporando en un breve comentario el sentido de la nueva edición, con los cambios que se habían producido en cada uno de los temas abordados. ¿Y tienen éxito? Curiosamente, fuera de España más: “Nuestros Libros para mañana se han vendido a Rusia, Brasil, Taiwán y otros países, pero no han tenido el mismo eco en España. Provoca una cierta emoción pensar que del libro sobre la democracia, creado en la época de la Transición española, se va a hacer una edición en griego, siendo Grecia el país que la inventó”. Y sobre las causas: “Pienso que tiene que ver con que miramos lo que se hace fuera con una mirada distinta. A los editores españoles, en general, les atraen más los libros que triunfan fuera de nuestras fronteras, y están más interesados en comprar derechos que en la promoción de los autores propios. No sé por qué es así, si se trata de alguna especie de complejo, pero es lo que hemos observado”.

¿Propaganda comunista? Son las desigualdades, amigo

Aparte de ellos, Libros del Zorro Rojo y Errata Naturae pueden constituir otras excepciones que incorporan la política en sus catálogos infantiles. Y el adoctrinamiento, dirían muchos, al comprobar que ambas editoriales cuentan con libros protagonizados o escritos por Marx en sus catálogos. El Dios Dinero, de la primera, reproduce fragmentos de Manuscritos económicos y filosóficos ilustrados por Maguma, proponiendo una reflexión sobre el consumo, la responsabilidad y las falsas necesidades. En su colección pequeños lectores, Errata Naturae convierte al filósofo en protagonista de El fantasma de Karl Marx… que recorre Europa.

Su autor, el francés Ronan de Calan aporta un punto de vista muy interesante: “El Marx que he elegido es uno más próximo a su propia realidad histórica, la del siglo XIX, un Marx crítico con la modernidad y el capitalismo. Ese es el que resiste al tiempo. Cualquiera que sea el valor, al menos discutible, de la hipótesis comunista, la crítica de las injusticias sociales que llevó a cabo me parece muy actual. Y además, y volviendo a la infancia, se lleva bien en muchos aspectos con la sencillez de los razonamientos infantiles. La injusticia social es visible, flagrante. La distancia entre los principios reivindicados por todos y hacia todos, la escuela incluida, y la realidad de las conductas es simplemente monstruosa. Todos los niños (y yo tengo tres de 11, 7 y 4 años) son sensibles a eso y sus razonamientos respecto de estas contradicciones son, con frecuencia, muy categóricos, como lo eran los de Marx. Él habla a los niños porque su revolución es limpia, sincera, como la de los niños, aunque sus juicios sean medidos, calibrados como corresponde a un adulto. Quizá nos ayude a crecer sin perder el alma, a madurar sin corrompernos”.

De esa manera, atendiendo al Marx que denuncia las injusticias en vez de al Marx que reivindicaban quienes vinieron después, el libro sale airoso de las acusaciones de ‘propaganda comunista’. “He tenido muchas reacciones de niños y padres y la mayoría positivas —confirma el autor—. El libro se ha traducido a más de quince idiomas con distinta repercusión. A nuestros pequeños vecinos alemanes, por ejemplo, les ha gustado. Me han dado un premio y he de decir que no precisamente una asociación de nostálgicos de la Alemania del Este, sino justamente una de lectores de libros infantiles”.

“La política puede interesar a los niños como cualquier otro tema. Si algo interesa a los mayores, seguro que despierta la curiosidad de los niños”, afirma Vicente Ferrer, editor de Media Vaca

Si la curiosidad es la gran virtud que define la infancia, el papel de los adultos y de las editoriales de libros infantiles será fomentarla, agrandarla con preguntas en vez de limitarla a base de expulsar temas o parcelarla a golpe de etiquetas: “La política puede interesar a los niños como cualquier otro tema. Si algo interesa a los mayores, seguro que despierta la curiosidad de los niños”, concluye Ferrer.

De lo que no se puede hablar…

Entonces ¿habría que ir concluyendo que se puede hablar de todo y tocar todos los temas, incluidos los más escabrosos, con niños y niñas? “Sí y no”, responde Lola García, de Somos Libros: “Creo que debemos tratar todos los temas cuando toque. Proteger a la infancia y procurar su bienestar es una obligación social. Deberíamos tener más arraigada la idea de tribu, en el sentido de protegernos mutuamente. Los niños aprenden por socialización e imitación, de los adultos primero y de sus iguales en la adolescencia, lo que significa que el comportamiento de los adultos también debería ser cuestionado”.

Belén Gopegui y Natalia Carrero, autoras de Las nubesfuria —uno de los últimos títulos de Somos Libros— matizan ese siempre escurridizo ‘cuando toque’: “Dependería de cada entorno. Se trata de hablar y escuchar e ir resolviendo sus dudas sobre cualquier tema. Una buena relación que acompañara a los y las menores en su crecimiento y desarrollo como personas responsables no tendría por qué ser una en que se hable de todo sin filtros y sin venir a cuento, sino más bien una que se adapte a las necesidades de cada momento, sin censuras pero también sin desmesuras”.

A veces, lo problemático de un tema es que de tan abstracto no tiene nombre. Pero esto es una dificultad para los adultos, no para los niños, capaces de inventar sobre la marcha palabras gloriosas y muy precisas para designar sensaciones, emociones que son bien conocidas. Las nubesfuria, escrita por Gopegui e ilustrada por Carrero, va por ese camino. Trata de ese vendaval imprevisible que a veces envuelve a pequeños y a grandes y les impulsa y nos impulsa a hacer cosas, a tomar partido, a alzar la voz, a movilizarse… a sacar de ellos y de nosotros mismos una fuerza y un ímpetu que no sabíamos que teníamos de no existir el impulso arrebatado de las nubesfuria. A veces, se trata simplemente de sentarse juntos para hablar de lo que no se sabe hablar o no se puede hablar porque, en ocasiones, tampoco hay un término que lo describa. Compartir vivencias y carencias.

“La infancia es más bien un proceso y cada individualidad —recuerdan las autoras— posee su propio ritmo de crecimiento, así como su nivel intelectual, por no añadir ahora las condiciones materiales de su entorno que a su vez intervienen en el proceso. Las narraciones y cuentos que se dirigen a los y las niñas también se dirigen a ese entorno familiar y social, sobre todo deberían aportar contenidos de interés con los que acompañar y alentar para bien su desarrollo como personas. Leer forma parte de su educación”.

De editar para a editar con: abajo el adultocentrismo

Lo comentaba Lola García: si se aprende por imitación, entre otras cosas, y queremos que niños y niñas crezcan con sentido crítico, es necesario empezar por nosotros mismos y revisar y criticar nuestras formas y métodos… en este caso de editar. Hasta ahora se ha obviado la igualdad: y es que, por muy arriesgadas y honestas que sean las apuestas aquí descritas, lo son de arriba abajo. ¿Es que tiene que ser siempre así? ¿No se puede intentar variar esa unidireccionalidad? Al final se trata de combatir hasta la médula el adultocentrismo, no de despistarlo o retocarlo.

Es difícil darle forma y arriesgado (las ventas, ¡ay!), pero también es apasionante, por ejemplo, la experiencia y el proceso de Así soy yo, una obra de Modernas El Embudo que es una oda a la literatura infantil no directiva. Sus autoras son Pía y Juliana Salcedo. Madre e hija. En sus páginas, un conjunto de frases de una niña de tres años, seleccionadas e ilustradas por su madre: preguntas, reflexiones, comentarios, deseos, quejas…

No es un álbum de recuerdos, no es una serie de estampas tiernas o graciosas, sino que es —porque quiere ser— la traducción de los esfuerzos de una niña por comprender el mundo que le rodea con sus palabras, su punto de vista y sus asombros. Es por todo ello, como explican desde la editorial “un llamado de atención para que advirtamos la complejidad del pensamiento infantil y el reto que constituye comprenderlo. En ese sentido, se trata de un libro cuya lectura que puede ser especialmente provechosa para los adultos que nos resistimos al ‘adultocentrismo’”.

Sería el último muro por derribar a la hora de editar libros infantiles respetuosos con su mundo. Las propuestas que aquí se reseñan apuntan hacia esa dirección porque definirlo así categóricamente resultaría difícil, ¿no? No si eres Vicente Ferrer, de Media Vaca, y llevas tiempo pensando en ello y haciendo libros que empujan en esa dirección: “Es respetuoso emplear en un libro un vocabulario sencillo y un tono afectuoso, e incluso puede estar bien decir alguna majadería de vez en cuando; lo que no está bien es que el libro diga solo majaderías. Si queremos que los lectores más jóvenes se tomen los libros en serio, quienes los hacemos hemos de esforzarnos al máximo. Pero esa seriedad no ha de ser solemnidad: los libros, que nos ponen en contacto con tantas cosas estupendas del mundo, deberían estar en la parte de la diversión y no entre las obligaciones”.

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27/5/2021 19:16

Como padre de una niña de 8 años me ha resultado muy pertinente el artículo. Refleja impresiones y dudas compartidas con más gente desde hace tiempo, sobre todo en los temas de la sexualidad y la muerte. Una reflexión: si sobre política pende la sospecha de adoctrinamiento podríamos pensar qué es lo que aporta a los niños la familiaridad con la terminología marxista. Si lo que nos interesa es que tomen conciencia de la injustica de las desigualdades, por ejemplo, incluso nuestra vilipendiada tradición religiosa cumplía ese objetivo de forma más efectiva, me temo.

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