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Libertad de expresión
La educación como práctica de la libertad
Las charlas educativas sobre educación sexual, lucha contra la homofobia, respeto a la diversidad y tolerancia las hacen personas con conocimientos, estudios y formación. Se hacen siguiendo la ley y la Constitución. El autor reflexiona sobre la importancia de la educación para formar a sujetos críticos.
Decía Paulo Freire que todo acto educativo es también un acto político. El pedagogo brasileño siempre concibió la educación como un arma de cambio social, entroncando su postura docente con el marxismo cristiano en la Latinoamérica empapada por la Teología de Liberación. En el actual siglo, sin embargo, ha surgido entre los laicos cristianos una nueva corriente. Es la denominada Teología de Liberación capitalista, donde, al contrario que su hermanastra, no son los pobres el centro de la atención, sino una aristocracia del conocimiento que niega la lucha de clases y normaliza la desigualdad socioeconómica como un bien necesario y lógico.
En España dicha postura está representada por la organización del Bien Común o el Yunque. Entre sus socios preferentes destacan HazteOír, España Educa en Libertad, Profesionales por la Ética, el Instituto de Política Familiar y, además, tienen un cierto poder de influencia en consejos de administración en el espectro mediático de la derecha.
Con el eje de su bando descompuesto, desde la organización se apostó por Vox como principal aliado para forzar al resto de fuerzas a aceptar sus postulados en diferentes frentes como el educativo. Como bien se puede observar en los últimos días, con los derechos LGTBIQ y la violencia machista puestos en duda por Rocío Monasterio como punto de partida, desde el partido iliberal se está siguiendo el mismo guion que en 2006 en la campaña contra la asignatura Educación para la Ciudadanía. Su primer éxito. Primero establece una serie de falacias mezcladas con medias verdades aprovechando el desconocimiento de las personas, para así expandir su mensaje por los medios que amplifican al mismo tiempo otros elementos de su discurso.
Las charlas sobre educación sexual, lucha contra la homofobia, respeto a la diversidad y tolerancia las hacen personas con conocimientos, estudios y formación. Igual que los docentes que impartimos nuestras lecciones cada día. Se hacen siguiendo la ley y la Constitución. Sin ir más lejos, la actual ley educativa, en su punto 23 sobre objetivos, asevera que la educación secundaria contribuirá a desarrollar capacidades que permitan a los alumnos “practicar la tolerancia, la cooperación y la solidaridad entre las personas y grupos”, todo ello dentro de una sociedad plural y democrática. Los Derechos Humanos no se negocian ni se duda de ellos. Nadie puede prohibirlos, ya sea al conjunto de la comunidad o a sus propios hijos. La verdadera libertad, palabra muy en boca de los que más le faltan el respeto, solo se da cuando existe un grupo de personas con capacidad crítica y con un amplio conocimiento del mundo que les rodea.
Todos los que trabajan con menores deben aportar un certificado de delitos sexuales, cumplir con unas normas establecidas previamente y se debe seguir el patrón de los derechos democráticos como eje central. Fuera de eso, solo queda oscurantismo. Reflexionar, enseñar y analizar nunca puede ser adoctrinamiento. El despotismo sí lo es. Ocultar información, también. Negar una realidad para sobreproteger solo conduce al desconocimiento y este al odio. ¿Qué sucedería si mañana una víctima del terrorismo fuera a dar una charla a un colegio de San Sebastián sobre el horror de ETA y hubiera padres en contra de que sus hijos acudieran, excusándose en que el relato de los hechos debe correr a cargo exclusivamente del ámbito familiar y no de partes implicadas? ¿Dejamos de analizar el poema de Federico García Lorca, el ‘Romance de la Guardia Civil’, porque puede ser un delito de odio contra la benemérita?
Desde la extrema derecha se busca eliminar el conocimiento epistémico y racional, incluido el humanismo cristiano. Son contrarios a todo desarrollo personal del individuo que lo lleve a percibir las injusticias que hay y se pregunte por qué está en esa situación y cómo salir de ella. Acuden el sector educativo para alcanzar sus logros; de ahí la importancia que le dan en su discurso a la libre elección de padres centrándose, obviamente, en la concertada religiosa. Empero, su fuerza crece y quieren alcanzar el Santo Grial —nunca mejor dicho— de la educación pública para implantar la moral evangélica más extremista.
En este cruce de caminos educativo se encuentran los planteamientos que se enfrentan en el discurso público. La denominada por el propio Freire como educación bancaria, aquella en la que el educando se adapta al orden establecido, impide el diálogo e impone sus reglas del juego a los demás para conseguir la invasión cultural. Por otro lado, la educación liberadora, donde educador y educando se enfrentan, mediante la exposición dialogada, al proceso de aprendizaje con una visión crítica del contexto socioeconómico en el que están, interpelados por la sociedad y la creatividad. El lobby ultracatólico español conduce a Partido Popular y VoX al primer orden educativo para decidir sus dogmas sobre cómo se debe vivir y qué convicciones morales son las correctas. Solo hay que recordar unas palabras del diputado de VoX en el Parlamento andaluz Rodrigo Alonso: “Los ricos lo son por naturaleza”.
Esta frase representa la esencia del futuro a medio plazo. A las nuevas élites el actual ‘statu quo’ les beneficia. De ahí que la educación pública, principal motor del cambio social desde su creación en favor de los más desfavorecidos, sea la diana contra la que la derecha dispara. Porque para que haya ricos es preciso que existan pobres. Convertir en un gueto a la educación pública es el objetivo para lograr, como pasa en los países más desiguales y con mayor segregación escolar, que un niño nacido en familia de renta baja tarde cuatro o más generaciones en alcanzar un nivel socioeconómico más avanzado que sus ascendientes. Todo ello con el beneplácito de la mal llamada clase media. Piensa alcanzar esa aristocracia con promesas de desarrollo personal y riqueza cuando en realidad están más cerca de perderlo todo. Cuando se den cuenta que sin una sociedad igualitaria los siguientes en caer serán sus protecciones, ya será demasiado tarde.
Se usa como arma arrojadiza la falacia de la libertad. Porque siempre es más difícil confrontar a quien utiliza como argumento la voluntad personal del individuo. En la gestión subrogada la mujer es libre para elegir sobre su cuerpo, un padre de familia es libre para hacer 60 horas en Uber a la semana, un universitario es libre para trabajar en Glovo por 200 euros. Pero la realidad es que una mujer en una situación desamparada no es de verdad libre para decidir si quiere vender a un hijo que ha gestado para que sus otros retoños no se mueran de hambre. Un padre con dos hijos que debe decidir entre vivir en un trabajo malo para su salud o ser desahuciado tampoco lo es. Ni lo es el universitario que debe llevar su cuerpo al límite porque ha menguado su beca y el alquiler ha subido proporcionalmente.
No existe tampoco libertad de elección de padres en educación. En la concertada, con las cuotas supuestamente voluntarias, solo van familias con el mismo perfil y dejan, como limosna y para la foto de la red social de turno, entrar a algunos de los sectores más bajos. Tampoco es cierto que un padre deba decidir sobre el contenido curricular que debe impartir un docente dentro del aula. Sobre todo porque atentaría contra un principio constitucional como es la libertad de cátedra. También porque la escuela no debe ser un espacio de sobreprotección. En la socialización educativa se busca que el alumnado vea más allá que aquello que recoge en el día a día.
Las sociedades nunca se estacan. O avanzan o retroceden. En las democracias solo se tiene derecho al conocimiento. En España se ha empezado contra la tolerancia sexual y la igualdad de género. Así es más fácil que los futuros votantes tengan miedo a lo que no comprenden y se refugien bajo la tiranía del misticismo. Una clase trabajadora que piensa y conoce siempre será más difícil de separar.
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