Líbano
“Nunca olvidaré el olor a muerte”: 40 años de Sabra y Shatila

Un grupo de supervivientes se reúne en los antiguos campos para conmemorar la masacre que tuvo lugar entre el 16 y el 18 de septiembre de 1982.
Aniversario Sabra y Shatila
Foto: Inés Gil / Hans Lucas Inés Gil
Beirut
1 oct 2022 06:30

“¡40 años y no hay justicia para las víctimas!” Con aspecto serio, Leila camina con paso decidido por la calle de El Imam Mousa El Sader, al sur de Beirut. Un keffiyeh blanco y negro rodea su cuello. En una mano, sostiene un enorme cartel con la foto de una mujer en apuros. “Esta foto fue tomada el día después de la masacre”, dice Leila, “cuando esta mujer descubrió a los muertos en el campo”.

Cementerio al aire libre

Leila encabeza la procesión de cientos de personas que han venido a honrar la memoria de las víctimas de la masacre de hace 40 años. La procesión entra en el campo de refugiados de Shatila y se para en un pequeño cementerio aislado: “Aquí es donde están enterrados algunos de los asesinados”, dice Mohammad, un refugiado palestino. Están presentes testigos de la masacre, familias de las víctimas, representantes políticos palestinos, pero también algunos activistas libaneses y europeos. Decenas de banderas palestinas ondean en el espacio. El sonido de “Mawtini”, melodía nostálgica e himno no oficial de Palestina, resuena en el aire.

Al fondo del cementerio, Bahija coloca sus manos marcadas por el tiempo sobre una estela decorada con flores en memoria de los asesinados. Esta palestina de Jaffa, que se refugió en Líbano cuando era niña, vive en Sabra. Durante las masacres, perdió a su hermano: “El 16 de septiembre, los vecinos nos dijeron que había una masacre. Con mi familia, fuimos a la entrada de Shatila. Allí vi soldados israelíes. Los falangistas [milicianos afiliados a Kataeb, una milicia cristiana] nos separaron, las mujeres y los niños por un lado, los hombres por otro. Les dijeron a las mujeres que fueran hacia el estadio. Los hombres tuvieron que seguirlos. Le vendaron los ojos a mi hermano Walid y lo metieron, junto con decenas de hombres, en un coche militar. Nunca lo volví a ver”. Bahija cierra los ojos, hace una pausa para recuperar el aliento: “Nos quedamos durante horas esperando, hacia el estadio. Vimos luces en el cielo. Cuando volví a Sabra, había muertos por todas partes. Las cabezas estaban separadas de los cuerpos... fue terrible —dice con la mirada perdida—, lo peor fue el olor... hacía calor, nunca olvidaré el olor a muerte”.

La complicidad de Israel

La masacre de Sabra y Shatila tuvo lugar en plena guerra libanesa (1975-1990). Otras masacres ensangrentaron el país durante los 15 años de conflicto. Pero si Sabra y Shatila constituye uno de los episodios mortales más resonantes es sobre todo porque los civiles no murieron en combate. Un mes antes, la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) abandonó Beirut rumbo a Túnez, expulsada por el ejército israelí. Israel había invadido el Líbano con la operación “Paz en Galilea” en junio de 1982. Las fuerzas internacionales que debían proteger a la población palestina también abandonaron el país a principios de septiembre. Los civiles fueron abandonados a su suerte.

Entre 1.000 y 1.200 milicianos, en su mayoría afiliados al Kataeb, masacraron a parte de la población civil en Sabra y Shatila. Durante dos noches, los cómplices israelíes iluminaron los barrios con bengalas

El 15 de septiembre, los soldados israelíes invadieron el oeste de Beirut, donde se encontraban Sabra y Shatila, y tomaron el control de los campos, que rodearon. Al día siguiente, 16 de septiembre de 1982, las Fuerzas Libanesas, una coalición de varias milicias cristianas, entraron en los campos de Sabra y Shatila con el acuerdo de los israelíes, mientras no había más combatientes palestinos. Los milicianos estaban especialmente molestos con la población palestina porque su líder y presidente de Líbano, Bashir Gemayel, acababa de morir en un atentado masivo. Querían vengarse, aunque resultara que el asesino era un miembro cristiano del SNSP (Partido Social Nacionalista Sirio), no un palestino. Entre 1.000 y 1.200 milicianos, en su mayoría afiliados al Kataeb, masacraron a parte de la población civil. Durante dos noches, los cómplices israelíes iluminaron los barrios con bengalas. La zona se convirtió en una fosa común al aire libre. La gran mayoría de las víctimas eran palestinos, principalmente hombres. Pero también murieron sirios y libaneses, especialmente chiíes que vivían en los barrios adyacentes.

“Espero que mis hijos vuelvan”

En una pequeña casa de Ghobeiry, un barrio a unas decenas de metros al sur del campo de Shatila, Wadha llena pequeñas tazas con café árabe. Ha vivido en esta casa durante casi 50 años. Su familia huyó a Líbano en el momento de la Nakba en 1948, vivió de campo en campo y luego se estableció en el sur de Beirut. En las primeras horas de la masacre de Sabra y Shatila, el 16 de septiembre de 1982, aún Wadha no se daba cuenta del horror que estaba ocurriendo: “Mi hija fue a buscar agua a un pozo cerca de Shatila. Allí, vio cómo mataban a un hombre ante sus ojos. Cuando volvió a casa y nos contó lo que había pasado, no la creímos”.

Al día siguiente, hacia el mediodía, los vecinos le informan de que los israelíes llaman a los habitantes del barrio para que acudan a la entrada de Shatila para hacer un censo y comprobar sus identidades. Allí, los falangistas comienzan a separar a la población: “Se llevaron a los hombres mayores de 15 años. Mis dos hijos estaban entre ellos... Mohammad, que tenía 19 años, y Ali, 16. Les dijeron a las mujeres y a los niños que abandonaran el barrio, que se dirigieran al estadio. Nos alejamos un poco hasta que las cosas se calmaron. Estaba muy preocupada por mis dos hijos”. El 19 de septiembre, volvió a su barrio y empezó a darse cuenta: “La gente decía que había habido una masacre, una señora dijo que había visto gente asesinada... en este barrio encontraron a mi tío muerto, con un disparo. Unas quince personas más o menos lejanas a mi familia fueron encontradas muertas. Busqué a mis hijos, pero nunca los encontré. Desaparecieron durante la masacre. Hoy, todavía tengo la esperanza de que vuelvan”.

La ausencia de justicia contra los milicianos de las fuerzas libanesas, pero también contra Israel, refuerza el sentimiento de injusticia y las dificultades para olvidar estos terribles días para las familias de las víctimas

La guerra del Líbano terminó con un número no oficial de 150.000 muertos y 17.415 desaparecidos. Personas cuyos cuerpos nunca se encontraron, porque los asesinos querían que las pruebas desaparecieran. Al igual que durante la masacre de Sabra y Shatila. En 2004, el historiador libanés Bayan al-Hout realizó una investigación sobre el número de víctimas. Identificó 1.390 casos, 906 personas asesinadas y 484 “desaparecidas”. La cifra está infradimensionada, según el historiador, que argumenta que la autentificación era difícil debido a las fosas comunes, a los cuerpos arrojados al mar o transportados en camión a otras zonas.

La culpabilidad de las Fuerzas Libanesas es indiscutible. Y en los últimos años, la publicación de nuevos documentos pone de manifiesto la responsabilidad directa del ejército israelí, que permitió a los milicianos cristianos entrar en los campos y cuyos funcionarios de más alto nivel sabían que se estaba produciendo una masacre y no hicieron nada para pararla. La desaparición de cientos de civiles durante esos dos días de terror fue un gran obstáculo, no solo para la recogida de pruebas de la masacre, sino también para el proceso de duelo de las familias, como demuestra el caso de Wadha. Tanto más cuanto que los responsables nunca han sido llevados ante la justicia. La ausencia de justicia contra los milicianos de las fuerzas libanesas, pero también contra Israel, refuerza el sentimiento de injusticia y las dificultades para olvidar estos terribles días para las familias de las víctimas.

A medida que la conmemoración llega a su fin, los activistas y los supervivientes de la masacre comienzan a abandonar el lugar en masa. Los jóvenes palestinos que pertenecen a los scouts musulmanes siguen su camino. En medio del cementerio, Zohour mira un cartel dedicado a la memoria de la masacre. Esta refugiada palestina tenía 20 años durante la masacre: “Los responsables nunca han sido castigados. No hay justicia. Pero al menos, tenemos la memoria”.

Archivado en: Israel Palestina Líbano
Informar de un error
Es necesario tener cuenta y acceder a ella para poder hacer envíos. Regístrate. Entra en tu cuenta.

Relacionadas

Palestina
Palestina Una nueva Flotilla de la Libertad que se dirigía hacia Gaza, atacada con drones
El buque, en el que viajaban a bordo una treintena de activistas internacionales, se dirigía al enclave para romper el asedio y entregar ayuda humanitaria.
Palestina
Genocidio Israel asesina a cien personas en Gaza durante las últimas 48 horas
Esta semana comienza una vista oral en la Corte Internacional de Justicia que examina la ilegalidad de la decisión israelí de cortar la cooperación con la agencia de derechos palestinos de la ONU, UNRWA.
Genocidio
Genocidio Activistas crean la embajada de Palestina en Bruselas mientras Israel prosigue con su asedio en Gaza
Mientras los ataques de Israel sobre la Franja de Gaza ya han dejado más de 51.490 muertos, activistas han rociado de sangre un edificio que simula ser la embajada de Palestina, dejando un rastro de pintura roja hasta la embajada del Estado sionista.
Asanuma
1/10/2022 8:07

"En 1982 Jean Genet, que se encontraba en Beirut, fue uno de los primeros europeos en entrar en el campo de refugiados palestinos de Sabra y Chatila donde tan solo horas antes los falangistas (kataeb) libaneses acababan de asesinar a cientos de sus habitantes. El resultado de esta visita es su texto Quatre heures à Chatila (4 horas en Chatila), que fue publicado en una versión censurada en el número de enero de 1983 de la Revue d´Etudes palestiniennes". El libro se puede descargar en:
https://www.palestinalibre.org/articulo.php?a=57864

0
0
Tribuna
Tribuna La Lotte en Mont-roig del Camp: ¿Todo vale en nombre de la transición verde?
La construcción de una fábrica de componentes para baterías por parte de una multinacional se quiere imponer en una zona de Tarragona ya históricamente castigada.
Feminismos
Andrea Proenza “Debemos aproximarnos a nuevos horizontes feministas en nuestra forma de amar”
‘Cartografías del deseo amoroso’ es el título de un ensayo intimista sobre chicas que quieren ser Bravo y buscan no solo el amor, sino un buen relato.
Alimentación
Soberanía Alimentaria ¿Cómo hacer más accesible la alimentación sostenible a población en vulnerabilidad?
Existen proyectos en España que están intentado informar, sensibilizar y mostrar buenas prácticas en alimentación sostenible a personas en situación de inseguridad alimentaria, en los barrios o desde la infancia.

Últimas

Eventos
Evento Un Salto al periodismo desde el barrio: acompáñanos en un directo sobre periodismo situado
El Salto organiza un evento centrado en el potencial de los formatos sonoros para transmitir información veraz y fiable de forma cercana. Para hacer periodismo desde el barrio y barrio desde el periodismo.
1 de mayo
1º de Mayo ‘Contra la guerra y el capitalismo’ en este Primero de Mayo interseccional de Madrid
Decenas de colectivos exigen en la calle acabar con el militarismo creciente, las violencias transversales y un espacio para todos los colectivos en la lucha de clase.
1 de mayo
1º de Mayo Euskadi se moviliza contra la 'patronal explotadora' este 1º de Mayo
Además de los temas laborales, ha habido otras reivindicaciones y recuerdos a favor del Euskera, los presos o el genocidio israelí en Palestina.
There Is Alternative
There Is Alternative There Is Alternative #2: de supermercados, las cosas del comer y todo lo que no sea Juan Roig
Segundo episodio del podcast There Is Alternative de El Salto Radio sobre el lado oscuro de los supermercados, las grandes superficies y sus alternativas cooperativistas.
El Salto Radio
El Salto Radio 600 señales
Señales de Humo cumple 600 emisiones y hace memoria: propuestas, prioridades y gente que ha ayudado a mantener el sueño de una comunicación transformadora.
Laboral
1º de Mayo Inmigración y sindicatos: derechos universales o derrota colectiva
Los líderes sindicales no pueden ofrecer soluciones realistas para la situación de las personas migrantes, porque parecen asumir la vieja tesis de que la inmigración perjudica a la clase trabajadora en su conjunto.

Recomendadas

Cómic
Fabien Toulmé “Hablar de trabajo es menos sexy que hablar de amor o de guerra”
En su libro ‘Trabajar y vivir’, el autor francés recorre distintas realidades reflejando cómo las personas se relacionan con ese mandato ineludible de hacerse con un empleo para sostenerse económicamente.
Empresas recuperadas
Natalia Bauni “En este primer año del Gobierno de Javier Milei casi no hubo empresas recuperadas”
Natalia Bauni es coordinadora del Observatorio Social sobre Empresas Recuperadas y Autogestionadas del Instituto Gino Germani de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.
Eléctricas
Sistémica eléctrico Del lobby nuclear a la burbuja de las renovables: comienza la pugna por encontrar al culpable del apagón
Un crecimiento desmedido de las renovables guiado por intereses corporativos y una red eléctrica que no ha sido actualizada a la nueva realidad energética son algunas de las causas señaladas del apagón del 28 de abril.