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La historia del colonialismo moderno está signada por el uso y abuso de la voz blanca frente al silenciamiento negro e indígena: de la implementación del bozal esclavista a la imposición de la voz baja y obediente en los andes y mesoamérica: “mande, patroncito”. La autoridad de la voz blanca ha intentado por siglos imponer una forma única de entender, gobernar y vivir en el mundo. Una forma occidental que ha mutado del catolicismo progre de jesuitas y franciscanos en los siglos XVI y XVII (1) al marxismo del siglo XIX e incluso las políticas LGTBIQA+ contemporáneas. Todas ellas se han mantenido alineadas al occidentalismo promoviendo subjetivamente, y carentes de “mala intención”, la autoridad de la supremacía blanca. La blanquitud habla, habla mucho, habla demasiado, habla de todo porque su ojo heredero de la conquista no tiene límites de mirada, y su vox funciona como el altavoz de la verdad única, científica, racional y progresiva de occidente, sea ésta de izquierdas o de derechas, una verdad que es y será estructuralmente racista.
Hace un par de meses Gadyola, una drag afroindígena peruana radicada en Madrid, se hizo artesanalmente un top con la frase CÁLLATE BLANCO para una actividad en los Teatros del Canal, inspirada en el texto viral de la activista antirracista trabajadorx sexual argentina Rebe Lope, CÁLLATE BLANCA. Las fotografías del Teatro madrileño con la frase CÁLLATE BLANCO fueron colgadas en Instagram. Allí fue que la escena drag y queer blanca española activó todo su racismo estructural para burlarse de ella, haciendo mofas de sus rasgos o su dentadura, y publicando respuestas con un CÁLLATE NEGRO. Un incidente de violencia racista que se ha seguido reproduciendo en espacios drag como el Reality Show Drag Race España con el menosprecio al traje de diablada que presentó Inti, la única participante racializada. La escena drag, la escena queer, la escena LGTBIAQ+ blanca es estructuralmente racista.
Hace cinco años venimos reivindicando con el Colectivo Ayllu que “lo queer no te quita lo racista”. No por nada, cuando fuimos invitadxs en 2016 como cuota migrante Leticia/Kimy Rojas y yo al proyecto El porvenir de la revuelta —en el marco de un World Pride y un Ayuntamiento de Madrid gobernado por Manuela Carmena—, se activaron múltiples formas de “fragilidad blanca”(2) simplemente por enunciar la diferencia racial que separa nuestras disidencias sexuales de toda blanquitud. Así narraba Kimy un incidente que tuvimos en este contexto: “Un cuerpo blanco dice de sí mismo que puede ser azul, amarillo, rosa o del color que quiera, ya que no es un cuerpo racializado. Este cuerpo ‘blanco’ transita como ficción por los colores de la bandera gay, pero es difícil que reconozca su propia hegemonía como gay euroblanco, así como su fragilidad y arrogancia”(3).
Nuestro estudio y señalamiento de la blanquitud como lugar de enunciación de poder ha sido un espacio duro de habitar en el reino de España en cuanto contexto que, desde el siglo XIX, se autoproclama como periférico, pobre o incluso “sur”
Nuestro estudio y señalamiento de la blanquitud como lugar de enunciación de poder ha sido un espacio duro de habitar en el reino de España en cuanto contexto que, desde el siglo XIX, se autoproclama como periférico, pobre o incluso “sur”, distanciado de sus hermanos europeos del norte. La fragilidad blanca española (y con esto digo también catalana, vasca, gallega, extremeña, castellana y andaluza) ha generado mucha violencia y exclusión por el simple hecho de enunciar la blanquitud; una identidad de poder que en el reino de España tanto necesita escuchar, como se plantea desde la historiografía mapuche (!…ESCUCHA, WINKA…! (4)), ya que estructuralmente la blanquitud “no se menciona”, como diría la pensadora y artista afroportuguesa Grada Kilomba. En base a textos suyos fue que en 2018 como Colectivo Ayllu elaboramos una instalación titulada Oro por espejos I. Confesionario para blancos, el cual incluía un audio que rezaba:
“El blanco es una posición política que representa los privilegios históricos de ustedes que tienen acceso a las instituciones dominantes de la sociedad.
Cuando hablamos de lo que significa ser blanco entonces hablamos de política.
Al igual que los términos negrxs, indixs, sudakas, son identidades políticas que se refieren a una historicidad.
Recordamos una larga historia de silencio impuesto a los pueblos no blancos, de muchos lugares en los que no pudimos entrar o no pudimos quedarnos para hablar con nuestras voces. Dentro del racismo la boca representa el órgano que ustedes, los blancos, quieren y necesitan controlar. Si el sujeto colonizado habla, el colonizador tendrá que escuchar.
El dominador blanco no quiere escuchar aquellas verdades latentes: las quiere rechazar y mantener en la distancia. Una solo puede hablar cuando su voz es escuchada. Aquellxs que son escuchadxs son ustedes, lxs blancxs, que pertenecen, y aquellxs que no son escuchadxs somos aquellxs no blancxs que nunca pertenecemos.
Cuando ustedes lxs blancxs hablan se supone científico, universal, objetivo, neutral, racional, imparcial. Cuando nosotrxs lxs no blancxs hablamos se nos impone que no es científico, es subjetivo, personal, emocional, parcial.
Para occidente ustedes —blancxs— tienen hechos, nosotrxs —no blancxs— tenemos opiniones.
Para occidente ustedes —blancxs— tienen conocimientos, nosotrxs —no blancxs— tenemos experiencias.
Blancxs: ustedes siempre nos han silenciado, ¡ahora les toca callar y escuchar! (5)
Si lo queer no te quita lo racista, ser de izquierdas tampoco te quita lo racista; y la izquierda española ha sido pionera en su neocolonialismo, su paternalismo racista y su whitexplaining. No solo el rey emérito Juan Carlos I se autorizó a gritarle en 2007 a un presidente afroindígena como Hugo Chavez y tú, ¿por qué no te callas?, sino que la izquierda blanca ha mandado a callar a la resistencia racializada en múltiples ocasiones. Recordemos por ejemplo la vez que, en 2018, el Sindicato de Mantero de Madrid fue silenciado por Rita Maestre al denunciar el racismo del Ayuntamiento entonces gobernado por Manuela Carmena, que lanzó una campaña contra la venta ambulante criminalizándoles (6).
Un par de años antes, en 2015, diferentes artistas de izquierdas de Madrid organizaron la exposición Arte y propaganda libertaria, en ABM (Vallecas) y en colaboración con la CNT, con una clara vocación anarquista-libertaria, inaugurando un 12 de octubre. La ceguera de la escena artística blanca de izquierdas no se daba cuenta de su racismo estructural con la ausencia de cuerpos y voces migrantes y racializadas. La izquierda blanca española —comunista, socialista o anarquista— lleva siglos practicando lo que Gloria Wekker llama la “ignorancia blanca” (7), es decir, la voluntad inconsciente de replicar, por supuesto desconocimiento, prácticas racistas herederas de la colonización iniciada en 1492 y que daría comienzo a su proyecto de evolución, innovación, progreso e incluso revolución. La única artista migrante invitada al proyecto fue Daniela Ortiz, quien fue fuertemente criticada por poner en cuestión la “buena intención crítica” de utilizar el 12 de octubre para inaugurar la exposición y que propuso como su aporte a la muestra un incisivo póster con la bandera de la CNT intervenido con la frase “Tengo privilegios por ser blanco y europeo”. Este gesto que en 2015 fue crítico con la blanquitud, en los últimos años se ha convertido en un “parche antes de la herida” de la izquierda blanca, que se protege preventivamente y sin ninguna autocrítica de cualquier acusación que una persona racializada pueda hacer de su racismo, y que les autoriza a partir de esta prevención (“yo sé de mis privilegios”) a volver una y otra vez a hablar de todo y a volver a promover los silencios racializados de siempre.
Muchas veces, este silenciamiento de las voces racializadas va de la mano de un discurso “bienintencionado” o de “cuidados”, pero que opera como verdad única autorizada por la blanquitud: “no hables de esto porque…”, “yo no soy racista, pero es mejor que ...”, “yo te diré por dónde y cómo debes dirigirte”. Esto se relaciona con un proyecto estructural de la modernidad colonial, fundado en la idea blanca de salvación y de caridad con las poblaciones subalternizadas, que remiten a la reproducción de lo que el historiador del arte negro Teju Cole llama el Complejo Industrial del Blanco Salvador (8), el prometeo moderno, que pretender salvar a los pobres subalternizados como parte de un proyecto universal, y que su acción —incluso de discursividad antirracista— es asumida como un espacio universal, neutro o, como diría Sara Ahmed, “no performativo”. Y con esto me refiero a múltiples acciones de solidaridad y cooperación blanca (para el desarrollo) que no sólo se encarnan en la caridad de las ONG —a lo Luna salvadora de Cruz Roja en los recientes movimientos migratorios desde Marruecos— sino que también a la intromisión de las izquierdas blancas en las formas en que se hace política antirracista.
Está más que demostrado que la revolución ha sido un proyecto que olvida la diversidad de cuerpos, memorias y saberes en aras de un objetivo único y unitario: un proyecto blanco de progreso para la abolición de de la burguesía blanca y el bienestar del proletariado blanco
Está más que demostrado que la revolución ha sido un proyecto que olvida la diversidad de cuerpos, memorias y saberes en aras de un objetivo único y unitario: un proyecto blanco de progreso para la abolición de de la burguesía blanca y el bienestar del proletariado blanco. El progresismo es un proyecto blanco, el desarrollo es un proyecto blanco, la innovación es un proyecto blanco, lo queer ha sido blanqueado, el ecologismo es un proyecto blanco para limpiar las malas conciencias del extractivismo colonialista; y al decir que se trata de proyectos blancos quiero decir también que son proyectos racistas y colonialistas. Salir de esta cárcel de la división racial del mundo moderno colonial, y las múltiples formas en que se reproduce la supremacía blanca a nivel global y a nivel local en el reino de España, es un proyecto fallido, pero el silencio blanco es al menos un espacio de pequeño descanso, de desviar el oído y la mirada, para que las personas racializadas podamos elaborar la pena perpetua del colonialismo y abrir tranquilamente la herida colonial cíclica, la herida colonial abierta e infectada que aún tenemos en nuestros cuerpos y necesitamos sanar.
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Creo que he sufrido un derrame cerebral después de leer esto