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Opinión
Si no tú, ¿quién? Si no ahora, ¿cuándo?
Hace tiempo que varias ideas me hierven la cabeza, como en un cajón de sastre. Diversas ideas y sentimientos rebotan dentro de mi cerebro con una mezcla de nostalgia, de frustración y de ansiedad, pero, sobre todo, de sentido de responsabilidad. Voy a ver si soy capaz de plasmarlo de alguna manera.
Somos un grupo de personas que vivimos de forma militante el final de siglo pasado y/o el principio de este. En nuestro “currículum activista” podemos destacar que fuimos capaces de crear numerosos centros sociales muy politizados por todo el Estado. En todas las ciudades existían uno o varios centros sociales, algunos ocupados y otros no, la mayoría con un cierto nivel de coordinación entre ellos. Incluso había bastante interacción entre centros sociales de diferentes ciudades. En estos centros, durante décadas, fuimos capaces de acercar las ideas antiautoritarias a las más jóvenes, con limitaciones, pero no hemos de infravalorar lo que supusieron. Las pocas personas con inquietudes políticas al margen del sistema, tuvieron referentes de horizontalidad y antiautoritarismo, donde buscar información, relacionarse con personas con inquietudes semejantes y formarse ideológicamente.
Creamos entre todas, unas estructuras que supusieron un tejido asociativo, aunque insuficiente para un cambio social que anhelábamos, sí fue el germen de muchas luchas contemporáneas y futuras
Supimos llevar adelante proyectos de edición y distribución de material cultural, artístico y literario. Numerosas distribuidoras alternativas crearon y difundieron música y literatura con la máxima de “haztelo tú mism@”. En este contexto, numerosos grupos de música militante entraron en las casas de jóvenes, acercando nuestras ideas, al mismo tiempo que ayudaban a la financiación de muchos proyectos.
En definitiva, creamos entre todas unas estructuras que supusieron un tejido asociativo, aunque insuficiente para el cambio social que anhelábamos, sí fueron el germen de muchas luchas contemporáneas y futuras.
Las más veteranas vivimos de cerca lo mas parecido a una victoria social: el movimiento antimilitarista llevó una lucha incansable contra el servicio militar obligatorio. El movimiento de objeción de conciencia también se nutrió de las ideas libertarias. El asamblearismo se convierte en la forma natural de organizarse, los objetores son capaces de dar con sus huesos en la cárcel por sus convicciones. Cuando se normaliza la Prestación Social Sustitutoria se da un paso más, la insumisión. Los insumisos son juzgados y en muchos casos pisan la cárcel. Muchos libertarios deciden dar un paso más no reconociendo al Estado, la Insumisión Total, donde no se reconoce al Estado y muchos jóvenes anarquistas pasan a la clandestinidad. Esta lucha toca de cerca a los jóvenes y, en ese momento, es conocida por todo el mundo.
En la medida de nuestras posibilidades, creamos cientos de colectivos de muchos ámbitos: feminismo, ecologismo, antimilitarismo, anarquismo, etc. Nos hemos curtido en muchas luchas, muchas derrotas y alguna victoria, pero siempre conscientes de que este movimiento no era un fin, si no un medio que pretendía vertebrar estructuras y crear tejido social para acercarnos al verdadero objetivo: un cambio social profundo.
Fuimos parte de multitudinarias movilizaciones antiglobalización que, como mínimo, resonaron en los oídos del poder. Hicimos saltar a la palestra que había muchas personas que sabíamos qué era y qué buscaba el neoliberalismo y que, como mínimo, íbamos a hacer pública nuestra oposición. Nunca tuvimos a los medios de comunicación de nuestro lado pero, aún así, personas de todo el mundo nos hicimos oír y muchas sufrieron la represión.
Tomamos las plazas, fuimos indignadas, aportamos nuestra experiencia y nuestro análisis a este movimiento, que fue popular y horizontal y que supuso que muchas de nuestras ideas llegaran a las calles y, por primera vez, se hicieran eco en la sociedad. Convirtiéndose, posiblemente, en el movimiento con más posibilidad de suponer un cambio real que hemos vivido.
Pero ahora hay un sentimiento de derrota permanente, sentimos que no existe un horizonte emancipador ni se espera que llegue. Pero, sobre todo, esperamos que sean otras personas quienes busquen un cambio, porque eso parece que ya no es cosa nuestra. Cuando éramos jóvenes defendíamos ser dueñas de nuestra vida, vivirla en primera persona, ahora esperamos que otras personas sean las que luchen por un cambio social. ¿Qué ha cambiado? Ahora que saltan las costuras del sistema, que cada vez se hacen más evidentes sus contradicciones, cuando nos estamos viendo abocados a una crisis climática, energética y, en definitiva, sistémica, ahora que vemos al fascismos salir de la cueva donde ha estado esperando tanto tiempo, ahora cuando más sentido tiene crear y vertebrar estructuras horizontales, es cuando más nos sentimos vencidas por el sistema, justo cuando este más se tambalea.
Ahora es la ultima oportunidad para intentar cambiar algo, porque la inacción y la pasividad solo nos llevan al desastre.
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Tengo 60 años, soy de esa misma generación que cabalga entre el siglo pasado y éste. Conocí la transción la violencia fascista en las calles con toda la impunidad, el ansiado escenario de salir de la clandestinidad muchas militancias hartas de tener miedo, la decepción del cambio a medias, los comités anti-otan, el movimiento ciudadano de las asociaciones de vecinos, las luchas por presevar trozos de zona verde en el centro de mi ciudad… y muchas otras. Y las nuevas generaciones cogieron el testigo con el 15 M.
Me identifico profundamente con el artículo, pero en la mayoría de los movimientos sociales en los que he participado se pone el énfasis en la idea de que es el Estado el responsable de solucionar los problemas que él mismo provoca (sabemos que que no es más que un mero instrumento del verdadero poder). A lo mejor deberíamos reorientar las luchas y los eslóganes a “El Estado no lo va a hacer, hagámoslo nosotras”. Es parecido a lo que dice el artículo, pero no es lo mismo.
Una nueva sociedad debería nacer dentro, pero sin esperar nada de la que hay ahora, las luchas son necesarias, pero una mentalidad anarquista tiene que aspirar a dar el paso y pasar a la acción directa, no sólo en acciones de denuncia sino en todo lo que es la vida de las personas.
He estado en asambleas que se han pasado todo el tiempo explicando y debatiendo sobre la falta de voluntad política del Ayuntamiento, de la Comunidad Autónoma o del Estado en uno y otro tema. Esto ya lo sabemos. Tenemos que formar otra sociedad al margen donde se ponga en práctica todos esos ideales de participación y democracia directa. Nunca vamos a vencer a unos Estados que tienen toda la maquinaria de poder, con los medios de comunicación incluidos y su capacidad anestesiante, tenemos que empezar a andar sin esperar a nadie, sin medios, sin vientos que nos sean favorables. ¿Cómo? Periódicos como éste, bancos éticos, compra de productos con garantía de comercio justo, sostenible, relaciones igualitarias….
Propongo que se potencie más la información en medios como éste, de todas aquellas iniciativas que cumplan estos requisitos para aquellas que queramos viajar, comprar, colaborar, hacer un trabajo de voluntariado, y podamos participar o consumir o visitar y poder crear un tejido alternativo sin racismo, sin machismo, sin explotación… y poner en práctica lo que pensamos, en definitiva, vivir aquí y ahora ese mundo que soñamos.