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La semana política
Entre amigos
Esta semana ha salido a la luz un nuevo y presunto caso de corrupción que afecta a la Casa Borbón. Un ex de Goldman Sachs, Allen Sanginés-Krause, habría pagado los gastos del rey emérito de unas tarjetas no declaradas.
Un supersticioso diría que lo que pasó aquella mañana desencadenó lo que estaba por venir. Como los mejores encuentros entre amigos, la cita ocurrió muy lejos de Twitter y tampoco pasó por los muros de Facebook, aunque alguien cometió la indiscreción de grabarlo con su teléfono móvil y subirlo a Youtube y eso pudo estropearlo todo. El escenario era un castillo bicentenario. Algo estrafalario aun para la época en que fue construido, el castillo de Killua se encuentra dentro de una finca de 36 kilómetros cuadrados e incluye un obelisco que recuerda el lugar donde sir Walter Raleigh plantó las primeras patatas que llegaron a Irlanda. También integra una capilla, llamada de St John, cuya rehabilitación fue lo que reunió aquel fin de semana a varios principales del mundo, entre otros Juan Carlos I. Hay que suponer que el anfitrión, Allen Sanginés-Krause, proporcionó todos los detalles de la historia del castillo a sus invitados. Al fin y al cabo es notoria su afición por la historia y las artes. Hay que suponer, por último, que la velada fue deliciosa.
El verano de 2017 dio paso a un otoño menos alegre para la familia Sanginés-Krause. Su nombre apareció vinculado a los Paradise Papers
Pero el vídeo subió a Youtube. El embrujo de la velada se convirtió en un nuevo quebradero de cabeza para la comunicación de la Casa Real. El rey Juan Carlos ya había abdicado —el viaje a la campiña irlandesa fue en 2017— pero su vida sentimental seguía siendo material comprometedor para la institución. Porque el vídeo había mostrado fugazmente la presencia de Marta Gayá, relacionada desde hace décadas con el hoy rey emérito. En aquel entonces, y pese a toda la literatura que corría sobre los negocios del rey, la vida de Juan Carlos era seguida en primer lugar por los escándalos como el playboy internacional que siempre fue. La indiscreción de un ‘frame’ en un vídeo casero estropeó ese momento de relax en la vida del emérito y, de rebote, alteró la tranquilidad de su amigo Sanginés-Krause. Sin embargo, los negocios siguieron.
El verano de 2017 dio paso a un otoño menos alegre para la familia Sanginés-Krause. Su nombre apareció vinculado a los Papeles del Paraíso. El fondo Rasa Land Investors, propiedad del mexicano, apareció en el Registro Mercantil de Malta. Y con su nombre —aunque en los titulares siguió siendo “el amigo mexicano del emérito”— aparecieron los de un puñado de integrantes de la jet set: los Oriol, los Castellano, los O’Shea. O sea, no fue una exclusiva de esas que algunos periodistas llaman “la mundial”, pero ya no era un vídeo inconveniente dentro de un fin de semana delicioso. Pasar de las páginas rosa a la crónica criminal no es un paseo por la campiña.
Un mes después de que el Telegraph publicara la vinculación de la Casa Borbón con las fundaciones Zagatka y Lucum, BK Partners vendió su participación en RLH Properties
Un año y medio después del encuentro en Killua, Sanginés-Krause aterrizó en Madrid. La razón fue la compra del hotel Villa Magna, a razón de 1,4 millones de euros por habitación. El precio más alto pagado en España por un hotel. El vehículo para la adquisición fue RLH Properties, pero el fondo que lo compró se llama BK Partners, una empresa de capital-inversión que nació “con un ligero empujoncito” de Goldman Sachs, el mostrenco financiero para el que trabajó el amigo del rey durante más de dos décadas.
Es plausible suponer que los amigos volvieron a reunirse con motivo de esa operación pero, si lo hicieron o no, es intrascendente. Cuando se conoció la venta del Villamagna, los medios de comunicación titularon con los mismos ingredientes: “El amigo mexicano del rey Juan Carlos y Corinna compra el hotel Villamagna por 210 millones de euros”, resumió El Economista. Gayá salía de la ecuación y entraba Corinna Larsen o (o Zu Sayn-Wittgenstein), conocida en España como amiga o amiga entrañable oficial del rey emérito, en realidad, a esas alturas, su expareja.
De nuevo “el amigo” no merecía su nombre en el titular, ni siquiera por el hecho de ser quien desembolsaba 210 millones de euros para comprar un hotel en franca decadencia en el Paseo de la Castellana, que en ese tramo es una de las avenidas más aburridas del mundo.
Los días más tranquilos de Allen Sanginés-Krause tocaron a su fin. En abril de 2020, un mes después de que el Telegraph publicara la vinculación de la Casa Borbón —padre, hijo y heredera— con las fundaciones Zagatka y Lucum, BK Partners vendió su participación en RLH Properties. En mayo, el amigo “salió” del hotel Villa Magna. En un nuevo ejemplo de “condena de la memoria”, los responsables de RLH Properties declararon que el amigo del rey nunca estuvo realmente allí pero que “por mala información, cuando se adquirió el hotel madrileño, se dijo que era él quien lo había comprado”. Dos años después, el nombre de Sanginés-Krause se iba a instalar definitivamente en la trama policiaca del capitalismo español. Estaban por llegar tiempos peores.
Excurso. La amiga
El día de difuntos otra información periodística había salpicado a una serie de nombres. Nada que ver con lo anterior. O quizá sí. “¿Quién acabó con el fiscal Stampa?” era una pequeña bomba periodística. El testimonio indirecto de un fiscal a quien el preso 2017014718 de la cárcel de Estremera había retado el viernes 23 de octubre. El reportaje ponía en boca del preso, el expolicía José Manuel Villarejo, la siguiente interpelación al fiscal Ignacio Stampa: “Eh, podemita, ¡no toques mis papeles! ¿Todavía no te ha echado tu jefa? Deben de tener muy acojonada a mi amiga Lola”.
Su “amiga” Lola es la Fiscal General del Estado Dolores Delgado —al menos nadie ha negado lo que dice la pieza periodística—. Delgado dirige la misma oficina que el pasado martes asumió la investigación de las tarjetas opacas, tal vez para contrarrestar el impacto de una acusación como la que quedaba en el aire tras la publicación de El País, quizá porque no quedaba más remedio. No importa.
El 3 de noviembre, la Fiscalía reconocía, a su manera y tras una información publicada por El Diario, que estaba investigando el uso de tarjetas opacas —a nombre de terceros— por parte de la familia del rey emérito (exceptuando al actual monarca y su familia nuclear). Al día siguiente, el mismo diario publicaba los nombres de un teniente coronel del Ejército del Aire afín a la casa como el testaferro, quien puso el nombre en el plástico de la tarjeta, y del pagador. El nombre de Allen Sanginés-Krause volvía a aparecer. Era el “amigo” que pagó gastos de la familia real durante los años 2016, 2017 y 2018. “La Fiscalía trata de determinar si el dinero era un regalo o donación de Sanginés-Krause o si se trata de fondos ocultos en el extranjero del rey emérito”, publicaban Ignacio Escolar y Pedro Águeda.
O sí, quizá sí haya algo que esté relacionado con lo anterior. Un nombre se repite en las dos historias. Corinna Larsen, “amiga” de Allen Sanginés-Krause, según algunas informaciones de la prensa del cuore que no ahondan al respecto. Expareja del rey. Larsen, que solo unos días antes había respirado con alivio tras el cierre por parte de la Audiencia Nacional del caso Carol. La mujer que dio la clave a Villarejo de que la pista del dinero por las comisiones del AVE Medina-La Meca conducía a un marqués. Juan Miguel Villar-Mir, otro íntimo amigo del rey emérito. Villar Mir, presidente de OHL, yerno de Javier López Madrid, también conocido como “compiyogui” por la reina Letizia y el rey Felipe VI —todo queda entre amigos— quien contrató, supuestamente, a Villarejo para amedrentar a la doctora Elisa Pinto, en un caso que ha quedado sepultado siete años después de la primera denuncia.
No son más que relaciones entre amigos, una teoría de seis grados de separación que se reduce a muchos menos grados. Uno o dos.
En 2016 —el primer año en que comienzan los pagos de las tarjetas que ahora investiga la Fiscalía— OHL consiguió salir momentáneamente del hoyo en el que está metido con la venta por 218 millones del proyecto Mayakoba, un complejo hostelero en la Riviera Maya. El comprador fue RLH Properties, propiedad de BK Partners.
Mucho tiempo atrás, en 2008, Sanginés-Krause fue el representante del grupo ruso Lukoil en el asalto a Repsol en 2008, según ha publicado esta semana el diario El Mundo. Corinna Zu Sayn-Wittgenstein ejercía entonces de intermediaria para Lukoil en el intento de compra de Repsol, al parecer un negocio que el rey emérito se tomó muy a pecho. Es irrelevante si Larsen y Sanginés eran amigos, los dos eran agentes financieros internacionales.
Excurso. En México se piensa mucho en ti
“Hubo favoritismo hacia Repsol y OHL en el pasado, denuncia López Obrador”, es un titular de EFE de hace un año. El presidente de México se refería a los tiempos felices de la Marca España bajo los mandatos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.
En enero de 2019, la revista mexicana El Proceso denunció el uso del Fondo Nacional de Infraestructura mexicano como “bolsa paralela” del Gobierno mexicano. Entre otras operaciones opacas o irregulares estaba la aportación “de más de 150 millones de dólares a los fondos de inversión Balam Fund I y Activos Turísticos de México (Actur) de la firma BK Partners”. Fondos con los que, según El Proceso, se compraron los cuatro hoteles del proyecto Mayakoba a OHL.
El código no escrito del decoro dice que es de mala educación dedicar demasiado tiempo a los negocios cuando se trata de pasar un buen fin de semana entre amigos en un castillo de la campiña irlandesa. La Fiscalía trata de determinar si el dinero con el que Sanginés-Krause pagaba, presuntamente, los gastos de la familia real era el regalo de un amigo o si se trata de fondos ocultos en el extranjero del rey emérito. El mismo código de conducta señala que entre amigos queda feo hacer esas distinciones. Pero la Fiscalía no está para cultivar amistades. O, al menos, no debería estarlo.
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Mientras tanto el gobierno de coalición aumenta las partidas de gasto a las casa Real y hace malabares para desvincular al rey. Republicanismo que se limita a indignarse un poquito por Twitter.
¿No me digan que un pocilga no está bastante menos infecto y putrefacto que el Estercolero Español?
La fiscalía no trata de determinar nada. La fiscal "afinadora" general, y amiga de Villarejo, puesta ahí por el gobierno de coalición unidas neo liberales se encarga de ello.