Metro Moncloa
Una mujer mira su teléfono a la espera del metro en Madrid. David F. Sabadell

Los últimos nueve segundos

La nueva normalidad es la entrada a un laberinto. Las multinacionales de internet determinan un porvenir político en el que la aceleración se impone a la reflexión. Las redes sociales construyen ese presente continuo en el que las emociones prevalecen y dificultan la organización colectiva. 

David F. Sabadell Una mujer mira su teléfono a la espera del metro en Madrid.
27 jun 2020 06:37

El autor de este artículo se levantará el sábado 27 de junio poco después de las nueve de la mañana. Antes de desayunar mirará por primera vez cómo está funcionando su texto. Primero, en la red social Twitter; casi inmediatamente después, en las estadísticas de Google. A lo largo del día, con alguna variación, hará el mismo recorrido unas 50 veces. Si, como es previsible, el artículo no despega en las redes sociales, al final del día se extenderá sobre el autor cierta decepción. Una comezón que sabe irracional y que tiene un trastorno asociado. Se llama atazagorafobia. Lo explica Bruno Patino en La civilización de la memoria de pez (Alianza, 2020). Es el miedo a ser olvidado por sus pares, algo que no ocurre solo en el contexto de las redes sociales pero que se ha visto multiplicado por la absoluta dependencia de los medios de comunicación y sus trabajadores respecto a ellas.

Este trastorno se ha convertido en compañero de viaje de periodistas y comunicadores, pero no solo. Afecta a los usuarios de las redes, populares, poderosos o anónimos. “Como una sombra, el atazagorafóbico consulta su teléfono con la esperanza de obtener un corazón, un like, un retuit, una mención que pueda desmentir su convencimiento de ser un individuo de segunda categoría que merece el olvido en el que le ha sumido su grupo”, explica Patino. 

El listón está bajo. Todo lo que sea acaparar la atención de la audiencia durante más de nueve segundos supera la capacidad de concentración de los cientos de miles de personas que pasan los días con el móvil pegado a la palma de sus manos. Pasados esos nueve segundos, el cerebro se desengancha. Las manos, a sus órdenes, buscan otro estímulo, otra notificación, otra aplicación.

Lo importante, como es evidente, no es si el autor encuentra satisfacción, un fav o un retuit más de los que esperaba. Eso apenas cuenta para esta historia. Este artículo es solo un pretexto para hablar de la dependencia de la dopamina que genera el enganche digital y cómo eso funciona a escala colectiva y se extiende y determina todas las ramas de la política, el periodismo y la sociedad. Lo fundamental es que no es una excepción sino que es algo perfectamente consecuente con el tiempo que nos ha tocado vivir. Es antes que nada un negocio. Ni siquiera la adicción a las estadísticas o los favs es una rareza, sino que está determinada por el diseño de unas aplicaciones que, como recuerda la periodista Marta Peirano, han sido diseñadas con la misma estructura de estímulos y recompensas que las máquinas tragaperras.

Los hábitos del autor son la introducción para explicar por qué las teorías desquiciadas de Miguel Bosé son un acontecimiento, mientras que las estadísticas sobre costes laborales del Instituto Nacional de Estadística no le importan a nadie. En menos de tres clics de Youtube podemos pasar del directo del pleno del Congreso a las teorías más bizarras sobre el origen extraterrestre del virus sars-covd2. La verdad es irrelevante en la competición permanente en la que vivimos, que, por el contrario, tiende a favorecer lo exagerado, lo hiperbólico o lo más extremo. “Cuanto menos sabemos más afirmamos, y cuanto más afirmamos más visibles somos en la estructura asimétrica de las redes sociales”, concluye Patino. 

Un hombre derrotado

Donald Trump recorre la pista de aterrizaje de la Casa Blanca tras un mitin fallido en la ciudad estadounidense de Tulsa. Trump recorre esos metros despeinado, deshecho el nudo de la corbata. Es el joker o bufón que ha influido decisivamente en la política en la era de las redes sociales. En su escala megalómana parece encarnar el mismo sentimiento de haber sido abandonado por sus pares que atenaza a un usuario cualquiera de Facebook o Instagram. Esta misma semana, Twitter ha decidido sancionar como noticias falsas algunos de los tuits del presidente de Estados Unidos. 


Se sabe, por el escándalo de Cambridge Analytica en las elecciones de EE UU y el referéndum del Brexit, que las técnicas de pastoreo digital y manipulación son hoy determinantes para determinar el signo de una votación. Las redes sociales son el vehículo principal del llamado “relato” necesario para dominar la comunicación política. La adhesión ha sustituido al compromiso, la emoción a la coherencia. 

A partir de los fragmentos sueltos en las redes sociales, mejor cuanto más chocantes, se obtiene la atención de una audiencia de miles de millones de personas. No es necesario organizar un programa político, solo surfear una tras otra la ola de lo popular, lo llamativo, lo ostentoso. Los medios de comunicación convencionales solo siguen esa inercia fragmentada, en una carrera desquiciada por generar clics, por captar a una audiencia de memoria frágil, compuesta, en un porcentaje significativo, por bots. Los “zascas” son infinitamente más rentables que los reportajes.

Nuestros relatos

Hace cuatro meses, este iba a ser un año como cualquier otro. Las redes sociales nos enseñarían zapatos, abrigos y nuevos ordenadores porque nos conocen y nos leen (o, mejor dicho, nos perfilan). Y porque con ello ganan mucho dinero. En términos generales, la sociedad se iba a mover bajo el viejo relato de un nuevo Gobierno: reducir la desigualdad, reducir en mayor medida la pobreza infantil. Bajo los fuegos artificiales de la comunicación política, el ala tecnocrática del Gobierno se había propuesto que no se modificara la estructura de poder y de rentas. Había una promesa tácita de dejar la búsqueda de la justicia social “para más adelante”, algo que equivale a nunca.

Los hechos, sin embargo, han interrumpido ese ritmo de mecedora. Ya no ha sido posible hablar de confianza y estabilidad sino que el concepto clave es la reconstrucción. Parece una ocurrencia hablar de reconstrucción cuando aún no ha terminado el primer golpe del coronavirus, en medio del temor al rebrote y ante una situación en la que el Gobierno ha asumido los salarios de un 13% de la fuerza de trabajo, pero ese empeño de situar un marco de reconstrucción es más bien una obligación en los tiempos de la memoria de pez. Es la promesa de un futuro menos incierto de lo que realmente es, de un futuro en el que no seremos adictos a la novedad y al shock. La promesa de estabilidad remite a ese otro tiempo en el que, teóricamente, las estadísticas de gasto sanitario tenían más importancia, y más espacio en el debate público, que las chifladuras de Miguel Bosé. 

Porque, paradójicamente, a medida que nos introducimos por nuestro propio pie en el mundo acelerado, a medida que nos dejamos caer en los brazos de los algoritmos, aumenta la necesidad de pertenencia y de pausa. Esa tendencia fue entendida por Dominic Cummings, el ideólogo de la campaña del Brexit. El lema que consiguió imponer en 2016 fue “recuperar el control”. La realidad es que, cuatro años después, Reino Unido está descontrolado. Todo parece posible en un país que ha vivido bajo el mandato delirante de que nada cambie al mismo tiempo que la sociedad pasa a estar dominada por la economía de la atención, por Google, Amazon y Facebook. Por la sentimentalización radical de la política y la supresión de su capacidad para proporcionar formas de organización colectiva. 

La situación actual, marcada por el covid-19 y por la crisis climática impide un regreso al tiempo en el que todo era “normal”. La distancia social, además ha exacerbado la tendencia a la creación de burbujas y al individualismo promovido por las multinacionales de Silicon Valley. La propia idea de la “nueva normalidad” nos hace adentrarnos en un laberinto que, en buena medida, está diseñado por los algoritmos que, al mismo tiempo, controlan la información y la intoxicación informativa. Retirarles esa potestad para intervenir sobre nuestras vidas debe ser una prioridad. También gravar sus beneficios en relación al valor que obtienen de nuestros datos. Es imprescindible, por último, organizarse fuera de esas burbujas, aprovechando las facilidades que da internet pero sin la servidumbre de hacer más grande las burbujas dentro de las redes sociales.

Como muestra el caso extremo de Trump, estos ya no trabajan para sí mismos, ni trabajan para sus votantes, sino que están metidos en la misma rueda en la que estamos todos, generando valor para los grandes monopolios de la atención. Poderosos y mierdecillas, moviéndonos cada vez más rápido para permanecer exactamente en un mismo punto. Sin posibilidad de avanzar.

Pensamiento
William Davies: “La mentalidad de la guerra se ha convertido en una forma habitual de organizar la sociedad”

El autor de Estados nerviosos, William Davies, estuvo en Madrid presentando un libro que explica cómo las redes sociales se están convirtiendo en un campo de batalla de emociones y sentimientos antes que de ideas o hechos.

Cargando valoraciones...
Ver comentarios 7
Informar de un error
Es necesario tener cuenta y acceder a ella para poder hacer envíos. Regístrate. Entra en tu cuenta.

Relacionadas

Cargando relacionadas...

Asturias
Las Seis de la Suiza consiguen el tercer grado penitenciario a la espera del indulto prometido por el Gobierno
Las sindicalistas podrán cumplir su condena en régimen de semilibertad y durmiendo en la cárcel. Se prevé que las manifestaciones continúan a la espera del indulto prometido por la vicepresidenta Yolanda Díaz, aún sin fecha de posible aprobación.
Laboral
Legislación laboral en condiciones de calor extremo: existe pero ¿se aplica?
Los sindicatos y expertos demandan mejoras en los reglamentos, que muchas veces dejan en manos de la buena voluntad de las empresas aplicar medidas de protección en alertas meteorológicas.
Portugal
La derecha y la extrema derecha portuguesas acuerdan una ley antimigrantes sin precedentes
El Parlamento luso aprueba una ley que endurece los requisitos para la obtención de nacionalidad a los extranjeros, incluyendo a los lusófonos, y limita extraordinariamente los supuestos de reagrupación familiar.
El Salto n.79
Galicia dice 'no' al capitalismo verde y en el último número de la Revista El Salto te lo contamos
Ya está disponible el número 79 de nuestra revista, en el que destacamos la investigación y el rechazo social que encuentra el proyecto de macrocelulosa de la multinacional Altri.
Euskal Herria
La transferencia a Euskadi de los subsidios de desempleo se atasca
La reunión entre Pradales y Sánchez ha servido para pactar el traspaso de algunas prestaciones familiares, pero aún no ha prosperado la negociación sobre los subsidios de desempleo con el Ministerio de Trabajo y Economía Social.
Incendios
El vecindario de la Cañada responsabiliza del incendio a Ayuso y denuncia la actuación de Emergencias
Un total de 19 dotaciones de Bomberos acudió a sofocar un incendio en el sector 6, afectado por cortes de luz desde 2020, como vienen denunciado vecinos y organizaciones.
Grecia
Grecia muestra su peor cara ante el aumento de llegadas de personas migrantes a Creta
El país heleno suspende, durante los próximos tres meses, los procedimientos de asilo para las personas migrantes que lleguen por mar desde el norte de África.
Torrejón de Ardoz
Torrejón clama justicia por Abderrahim un mes después de que muriera asfixiado por un policía de Madrid
La plataforma Justicia por Abderrahim ha querido sacar músculo en las calles de la ciudad y honrar la memoria del vecino magrebí fallecido estrangulado por el agente municipal.
Palestina
El ataque de Israel a una iglesia indigna al Gobierno francés, que sigue sin hacer nada contra el genocidio
Eslovenia se convierte en el primer país europeo en prohibir la entrada y en imponer sanciones contra jerarcas del régimen de Tel Aviv.

Últimas

Comunidad El Salto
El Salto estrena nueva página: una web como una casa
Después de un año de trabajo, lanzamos en julio la nueva web de El Salto, con un nuevo diseño, pero, sobre todo, con una nueva Zona Socias llena de ventajas para las personas que hacen posible El Salto con su apoyo.
Cómic
Simon Hanselmann y el arte de lo obsceno
Simon Hanselmann se ha convertido en el verdadero ‘enfant terrible’ del mundo del cómic ‘underground’. Un artista de lo obsceno, titiritero del universo gestado en torno a los incorregibles Megg, Mogg y Búho.
Región de Murcia
Más de mil organizaciones piden que se castiguen los discursos de odio que incentivan las agresiones racistas
Colectivos sociales, migrantes y antirracistas convocan concentraciones en decenas de ciudades para mostrar el rechazo ante las agresiones racistas y xenófobas en Torre Pacheco y exigir responsabilidades a los incitadores.
El Salto Radio
Yupanqui, la música en colectivo
Jóvenes con raíces latinoamericanas generan espacios de encuentros y formación en Madrid.
Región de Murcia
Bulos y algaradas: la estrategia internacional para promocionar el supremacismo
La campaña en redes de Torre Pacheco ha replicado el modus operandi que instigó los disturbios racistas de Inglaterra el pasado verano.
Estados Unidos
No es una guerra de Trump contra el fentanilo, es una guerra contra los pobres
Donald Trump revive la War On Drugs firmando una nueva ley que establece penas mínimas de diez años contra los traficantes del opiáceo.
Más noticias
Justicia
Organizaciones civiles y de derechos humanos piden protección para el hijo menor de Juana Rivas
Consideran la orden de entrega del hijo menor de Juana al padre como una grave desprotección infantil al ignorar el proceso penal italiano por presunto maltrato contra Arcuri y la minimización previa de las denuncias de violencia del hijo mayor
Francia
Francia se ensaña con los más desfavorecidos con su nueva batería de recortes
El primer ministro galo, François Bayrou, quiere congelar pensiones, ayudas sociales y salarios de funcionarios con un agresivo plan de austeridad que deja indemnes a los más ricos.

Recomendadas

Pensamiento
Nuria Romo
“Los procesos de medicalización no son neutros, se hacen sobre todo hacia las mujeres”
Catedrática de Antropología Social y Cultural, Nuria Romo Avilés lleva más de dos décadas compaginando la investigación con perspectiva de género acerca de drogodependencia con la docencia en la Universidad de Granada.
Comunismo
Jodi Dean
“Sin organización, los movimientos surgen y desaparecen como setas”
La politóloga e historiadora Jodi Dean ha estado en Barcelona para reivindicar el poder de las organizaciones políticas y de la camaradería. En la actualidad trabaja sobre el neofeudalismo y la reconfiguración de la clase trabajadora.
Arte contemporáneo
Palabras contra el poder: la vigencia radical de Barbara Kruger
La primera retrospectiva completa de Barbara Kruger en España presenta los distintos formatos y soportes con los que ha trabajado en las últimas cinco décadas: ‘paste-up’, instalaciones de vídeo, obras en LED y vinilos murales.
Málaga
Málaga, el punto de inversión para los fondos israelíes a pie de playa
Diversos fondos de origen israelí están presentes en proyectos urbanísticos de Málaga influyendo en la turistificación de la provincia mientras se enriquecen con la ocupación de Palestina
Comentarios 7

Para comentar en este artículo tienes que estar registrado. Si ya tienes una cuenta, inicia sesión. Si todavía no la tienes, puedes crear una aquí en dos minutos sin coste ni números de cuenta.

Si eres socio/a puedes comentar sin moderación previa y valorar comentarios. El resto de comentarios son moderados y aprobados por la Redacción de El Salto. Para comentar sin moderación, ¡suscríbete!

Cargando comentarios...