Italia
¿Qué votar? La izquierda y las elecciones italianas

¿Te abstendrás o bien votarás por alguien? Más allá de la oferta electoral, hay un problema de fondo que concierne a la democracia italiana y a los otros países de la Eurozona, con la excepción de Alemania y de sus satélites.

Potere al Popolo
Pegada de carteles de Potere al Popolo.

Es profesor de Economía Política en la Universidad de Siena.

1 mar 2018 07:01

¿Y tú qué harás? ¿Te abstendrás o bien votarás por alguien? Se pregunta la gente de izquierdas estos días en Italia.

Más allá de la oferta electoral, que describiremos más adelante, hay un problema de fondo que concierne a la democracia italiana y a los otros países de la Eurozona, con la excepción de Alemania y de sus satélites.

En democracia se vota fundamentalmente por dos órdenes de cuestiones: las propuestas socio-económicas y los derechos civiles.

1. Yo voto a la izquierda de Phillips

Con respecto a la primera cuestión, a los estudiantes de economía se les cuenta que hace un tiempo, en época keynesiana, existía un menú para hacer elecciones macroeconómicas llamado la curva de Phillips: tal curva ponía en relación el nivel del paro con el de la inflación.

La idea era que a niveles bajos de paro, a la izquierda de la curva [sic], la consolidación del poder contractual de los sindicatos conduciría a un aumento de los salarios reales, pero también de los precios; viceversa, a la derecha de la curva, el precio de una baja inflación era un elevado número de parados.

En aquel tiempo ya pasado, los trabajadores, representados por la izquierda, privilegiaban la plena ocupación y los salarios elevados, mientras que la pequeña y mediana burguesía (preocupada por sus ahorros) privilegiaba la baja inflación y la paz social votando el centroderecha.

En las pequeñas y afortunadas socialdemocracias nórdicas y en Alemania se logró conseguir lo mejor de los dos mundos, plena ocupación y baja inflación. El truco fue basar el crecimiento de la demanda agregada en la demanda externa y no en un rápido crecimiento de la demanda interna basada en los salarios: la moderación salarial se tradujo así en crecimiento de la demanda externa, de la ocupación y de la productividad y por lo tanto, a largo plazo, también de los salarios reales.

En los países "keynesianos" como Francia y Reino Unido, y en los Estados Unidos, la demanda interna, que incluye el gasto público, desempeñó en cambio un papel más importante, con los consiguientes desequilibrios de las cuentas exteriores (permitiendo así el neo-mercantilismo socialdemócrata del primer grupo de países).

En los años cincuenta Italia siguió un modelo "export-led" a la alemana (tanto que en 1959 el Financial Times nombró a la lira como la moneda más estable del mundo). La burguesía italiana no fue tan inteligente como la alemana en hacer participar a las grandes masas populares en los frutos del milagro económico, por lo que los avances sociales no fueron conseguidos mediante el acuerdo social sino a través del conflicto (o la redistribución clientelar de marca democristiana). Italia se deslizó así por un desordenado keynesianismo.

En cualquier caso, en los diversos países predominaba la idea de la elección entre políticas económicas más orientadas a los trabajadores o a la burguesía. En los años ochenta, en la universidad se empezó, sin embargo, a enseñar a los jóvenes que la curva de Phillips de los años setenta había desaparecido (si es que alguna vez había existido) pero que la economía, si se la dejaba operar libremente, habría conducido a un equilibrio "natural" donde habría plena ocupación y estabilidad de los precios.

En este contexto la política fiscal debía estar limitada por el equilibrio presupuestario, mientras que la política monetaria tenía como único objetivo la estabilidad de los precios. De aquí la idea de la independencia de los bancos centrales del poder (democrático).

Siempre hubo, sin embargo, el peligro que algún presidente del banco central, demasiado sensible a los temas sociales, siguiera creyendo en la compensación paro-inflación, la vieja curva de Phillips, e incluso favoreciera la ocupación al precio de la inestabilidad de los precios. En los años setenta, un economista sabio y demócrata, Paolo Baffi, gobernó la política monetaria en este sentido: mejor una lira débil a un paro elevado.

Dos sagaces economistas de la privada Universidad Bocconi de Milán (Giavazzi y Pagano, 1988), dieron, sin embargo, cobertura académica a otra elección: la de atarse las manos con la moneda única, de tal modo que, privados de la soberanía monetaria, no se podía conservar más el modelo italiano de alta inflación, defensa de la ocupación y los salarios mediante la devaluación externa para conservar la competitividad.

Con la pérdida de la soberanía monetaria se pierde la facultad de elegir sobre en qué lugar de la curva de Phillips colocarse. La democracia está limitada. La Europa monetaria es el instrumento con que el capital ha vaciado la democracia nacional de la propia esencia, es decir del conflicto social y distributivo que, si está bien regulado (Hirschman, 1994), es el corazón de la democracia.

Gran parte de la gente de izquierda, que está desengañada o bien poco interesada, ha caído plenamente en la trampa de la identificación de europeísmo e internacionalismo

Queda el voto sobre los derechos civiles, ciertamente importante, pero que acaba por representar una arma para esconder el vaciado de la democracia sobre los temas socio-económicos. El Partido Democrático de Matteo Renzi, por ejemplo, ha tratado de presentarse como, aún, de izquierda dando soporte a la aprobación de las leyes sobre las parejas gay o sobre el testamento biológico (el derecho a interrumpir terapias demasiado invasivas) y, más tímidamente, vista la oposición de la opinión pública, del ius soli a favor de centenares de millares de menores nacidos de padres inmigrantes, pero que han frecuentado las escuelas italianas, que son italianos efectivamente. 

2. Es la economía, belleza

La primera constatación es que la conciencia de la izquierda italiana sobre este tipo de problemas es escasa sino inexistente. En efecto, a pesar del intenso trabajo desarrollado en estos años por un grupo de economistas heterodoxos, que ha tenido un buen seguimiento por parte de la opinión pública, gran parte de la gente de izquierda, que está desengañada o bien poco interesada, ha caído plenamente en la trampa de la identificación de europeísmo e internacionalismo.

El trabajo de estos economistas ha intentado convencer a la izquierda de la imposibilidad de reformar la Europa monetaria en una dirección democrática y progresista, teniendo en cuenta, sobre todo, el modelo mercantilista alemán que es incompatible con unas correctas reglas del juego de una unión monetaria (desde el punto de vista incluso de la teoría económica convencional, (Cesaratto 2017, 2018).

También han tratado de explicar cómo la decadencia económica italiana ha estado justamente determinada por el autoimpuesto vinculo exterior de la moneda única (y del sistema monetario europeo anteriormente) (Bagnai, 2016). 

Naturalmente a nadie se le escapa el dramatismo de una eventual salida de Italia del euro, ni cree que ésta solucionaría automáticamente los problemas del país. Mi opinión es que si Italia llega a salir del euro será como consecuencia de una crisis financiera como en 2012, en la hipótesis que esta vez el país rechazaría los diktat europeos, políticos y económicos.

La izquierda radical adopta, sin embargo, la política del avestruz, creyendo que un proyecto progresista se identifica con el restablecimiento de una serie de garantías jurídicas en relación al trabajo y a una lista de vagos proyectos ambientales, sin discutir la jaula que significa el nuevo patrón oro que es el euro.

Las candidaturas en el M5S se parecen más a un abordaje a la poltrona por parte de una estrecha base de militantes, que un proceso de selección, democrático y participativo, de una clase dirigente

Nos tememos que, cuando queda bien, la redacción de los programas ha sido confiada a juristas y sociólogos del trabajo sin implicar a ningún economista radical serio. En la peor hipótesis, el proyecto es una lista de los gastos surgidos desde la base, como si el sumatorio de las demandas de la base pudiese dar lugar, sic et simpliciter (simplemente así), a un proyecto político.

3. La oferta política

Probablemente, el elector de izquierda considerará entre las opciones posibles el voto al Movimento 5 Stelle (M5S). Empecemos pues con éste. Los procesos de decisión de este partido/movimiento son, como mínimo, algo turbios. Las candidaturas se parecen más a un abordaje a la poltrona por parte de una estrecha base de militantes, que un proceso de selección, democrático y participativo, de una clase dirigente.

Esto es precisamente lo contrario de la lucha contra la casta política que es el caballo de batalla, más bien simplista, de esta formación.

El programa económico es vago ya que han oscilado entre un referéndum sobre la salida del euro y la emisión de una moneda paralela (una propuesta que se estrellaría con la obvia oposición europea). Mi impresión es que un gobierno M5S realizaría políticas de austeridad, justificando los recortes al gasto público como recortes a los privilegios de la casta.

Difícilmente el M5S alcanzará una mayoría parlamentaria, también como consecuencia de la pésima actuación que los alcaldes cinquestelle han hecho en el gobierno de algunas ciudades, en particular en Roma. Mucha gente de izquierda (incluido yo mismo en la segunda vuelta para el alcalde de Roma) votó M5S, y muchos no lo volverán a hacer.

EL M5S será probablemente el primer partido pero no superará 35% de los votos.

El elector de izquierda tiene la opción del Partido Demócrata, en nombre del realismo o de la moderación. Desgraciadamente, es difícil, rebus sic stantibus (en este estado de cosas), considerar el PD todavía un partido de izquierda.

Además, la perspectiva que el mismo Renzi propone es la de una Gran Coalición con Berlusconi, con Paolo Gentiloni (el actual Presidente del Consejo) como líder. Los números parlamentarios para esta propuesta no están asegurados.

A izquierda del PD se ha constituido recientemente un cartel electoral llamado Liberi e uguale fundado por el grupo de ex comunistas que dejaron el PD el pasado otoño, entre ellos De Alema y Bersani, y de exponentes de Sinistra italiana (muchos ex de Sinistra Ecologia Libertà) entre los cuales está Stefano Fassina.

La agrupación ha nombrado cómo líder electoral a Pietro Grasso, un magistrado exjefe de la agencia anti-mafia y expresidente del Senado.

El programa tipo Corbyn de Liberi e uguale está en algunos aspectos bien articulado, pero evita afrontar con realismo el tema europeo: es, podemos decir, un programa microeconómico, ya que un programa macroeconómico serio implicaría afrontar el tema europeo.

Fassina parece haber renunciado a una batalla abierta sobre estos temas (como Alfredo D'Attorre anteriormente) y, en cualquier caso, está aislado. El resultado de Liberi e Uguale se estima que estará alrededor del 7-8%, y para después de las elecciones no excluye un acuerdo con el M5S (una posibilidad que por ahora oficialmente desdeña). Liberi e uguale podría dividirse en las decisiones que habrá que tomar después de las elecciones.

Finalmente, aún más a la izquierda, ha nacido una agrupación electoral llamada Potere al Popolo en la que han confluido, entre otros, Rifondazione comunista (la parte del partido comunista que no quiso adherirse al PDS-DS-PD en el 1991, que en su momento álgido alcanzó el 8% de los votos, pero que está fuera del Parlamento desde hace tiempo) y sobre todo Rete dei comunisti-USB. La Rete dei comunisti es el brazo político de USB (Unión Sindical de Base), un sindicado autónomo que tiene una importante influencia en algunos sectores de trabajadores.

Otras realidades de base relacionadas con los centros sociales se adhieren a la lista. Esto hace que Potere al Popolo sea más simpático que Liberi e Uguale, el cual se parece mucho a una carroza mediante la que una casta de notables de izquierda busca recuperar un puesto en el Parlamento.

La formación tiene un programa de "lista de los gastos" que surgen de la base, o bien una lista de reivindicaciones más o menos interesantes sin un diseño orgánico (es verdad que la lista es reciente, pero en la izquierda italiana falta desde hace décadas un trabajo intelectual a largo plazo).

Sobre Europa, Potere al Popolo es más radical que Liberi e uguale, pero privilegiando siempre el europeísmo del "cambiemos los Tratados" en sentido progresista. Potere al Popolo difícilmente superará el umbral de la barrera del 3% para entrar en el Parlamento. Muchos militantes esperan que, según cómo vaya, la experiencia pueda desembocar en un partido más consistente y genuino de la izquierda radical.

Esta es la elección para el elector de izquierda, que es, en todo caso, una no-elección en cuánto que cualquier programa que se proponga seriamente la plena ocupación y el restablecimiento de los derechos laborales y sociales implica un choque con Europa y requiere medidas económicas muy radicales. No se es consciente de ello.

La gran fábrica, que era central en el paisaje político-social italiano de los años sesenta, ha desaparecido con el eclipse de la gran empresa

Muchas veces me pregunto si, en lugar de invocar improbables rupturas con Europa, no sería más serio trabajar en un programa reformista en el marco de las realidades existentes. La cuestión es que, como keynesiano genuino, creo que sin el crecimiento de la demanda agregada la economía italiana no tendrá posibilidades de recuperación, y que no se pueden hacer reformas (que son cosas bien distintas de las contrarreformas sustentadas por Europa) sin recursos económicos. 

4.- ¿Por quién votar?

En conclusión, la izquierda se presenta con programas económicos inadecuados, y no es ajeno a ello que la intelectualidad económica de izquierda no haya sido implicada en la formulación de los proyectos políticos ni de Liberi e Uguale ni de Potere al Popolo. Esto es grave y es también el fruto de una tara cultural italiana ya que la cultura filosófico-jurídica prevalece sobre la más analítica.

Los temas europeos se dejan en manos de la derecha, en particular de la Liga Norte que, por otra parte, no creo que haga mucho más que demagogia sobre este tema. También sobre el tema de la inmigración la izquierda no ha logrado hacer propuestas equilibradas y tranquilizadoras frente a lo que personalmente creo es un justificado desconcierto de la opinión pública. 

Last but not least, la base tradicional de la izquierda está más fragmentada y dividida en Italia que más allá de los Alpes. La gran fábrica, que era central en el paisaje político-social italiano de los años sesenta, ha desaparecido con el eclipse de la gran empresa, víctima de un conflicto social desordenado y de la fallida previsión tecnológica de los empresarios. Lo que ha quedado está, en gran parte, en manos extranjeras. Así, la clase trabajadora está fragmentada y dispersa, mientras que el trabajo precario y la ausencia de derechos domina las vidas de la juventud italiana, también de aquella cualificada.

Teniendo en cuenta todo esto, mis simpatías personales están por defecto con Potere al Popolo, con la esperanza que se liberen de los elementos de demagogia "de la base" y de la verborrea extremista para avanzar en la constitución de una formación de izquierda radicalmente reformista que sepa conjugar las instancias y el trabajo de base con un proyecto político-intelectual.

Naturalmente, espero muy sinceramente que tanto Alberto Bagnai como Stefano Fassina salgan elegidos, ya que, en realidad, son los únicos dos candidatos realmente competentes sobre los temas que cuentan. Ad maiora pues.

créditos
La traducción de este artículo, aparecido en el blog del autor ha sido realizada por Antoni Soy.

 

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