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“Las elecciones no han salido mal, pero no tenemos la mínima idea de por qué”. El exitoso tuit de una cuenta parodia muy seguida por la izquierda italiana resume bien el estado de ánimo, entre la incredulidad y el alivio, de los progresistas en un país que hasta hace poco se ponía como ejemplo de que la desaparición de las opciones electorales de izquierdas es una opción factible en un Estado de Europa Occidental.
El Partido Democrático logra un 24% de los votos, cuatro puntos menos que los Fratelli d´Italia de Giorgia Meloni, y sus aliados, la Alianza Verdi e Sinistra, consiguen un respetable 6,7%
La llamada “italianización” no se ha consumado en Italia y todo apunta más bien a una salida de la UVI de los partidos de izquierdas. El bloque reaccionario gana, pero la victoria no es por goleada. El Partido Democrático logra un 24% de los votos, cuatro puntos menos que los Fratelli d´Italia de Giorgia Meloni, y sus aliados, la Alianza Verdi e Sinistra, consiguen un respetable 6,7%. A esas dos listas, que de algún modo podríamos homologar con el PSOE y Sumar, habría que añadir el 10% obtenido por el Movimiento Cinco Estrellas, un partido que no se reivindica como de izquierdas, pero que en la práctica se ha convertido en un socio estable del centro-izquierda, y el 2% de Paz, Tierra y Dignidad, una coalición que incluye al Partido de la Refundación Comunista, que se ha quedado fuera del Europarlamento al no haber logrado el mínimo exigido por la ley electoral.
El espejo español
La movilización juvenil en favor de los partidos de izquierdas parece haber sido clave en unas elecciones en las que no obstante la participación ha sido muy baja, sobre todo entre las clases populares, las más abstencionistas. Aunque el partido de Giorgia Meloni ha sido el ganador, la historiadora Paola Lo Cascio considera que las elecciones han supuesto un balón de oxígeno para la nueva líder del centro izquierda, Elly Schlein, que se jugaba aquí su discutido liderazgo. “Es una candidata que no gusta al partido, pero sí a sus votantes”, apunta Lo Cascio sobre esta joven abogada que en 2015 llegó a participar en el movimiento Occupy PD para exigir un giro a la izquierda en el partido surgido, grosso modo, de la fusión de las cenizas del Partido Comunista Italiano, el Partido Socialista y la Democracia Cristiana, tres de las grandes corrientes de la política italiana de la Guerra Fría.
Joven, mujer, bisexual y ascendencia paterna judía, Schlein representa un perfil muy novedoso en la muy conservadora política italiana. “Es una especie de anti-Meloni” explica el escritor Giovanni Dozzini sobre esta política que quiere ser a la vez Pedro Sánchez y Yolanda Díaz. Formó parte del PD, se rebeló contra su dirección, perdió, probó suerte fuera del partido con el experimento Possibile, ubicado más a la izquierda, y finalmente regresó a la nave nodriza del centro-sinistra para disputar la secretaría general, que ganó contra todo pronóstico. Su viraje “sanchista” parece haber reconectado con un electorado cansado de un PD soso y aburrido, incapaz de ser percibido como antagonista a Meloni y su bloque de ultraderecha.
Schlein ha hecho del establecimiento del salario mínimo, inexistente en Italia, una de sus principales banderas, al tiempo que ha afirmado su compromiso con el Estado palestino
Con la vista puesta en el Gobierno de coalición español, Schlein ha hecho del establecimiento del salario mínimo, inexistente en Italia, una de sus principales banderas, al tiempo que ha afirmado su compromiso con el Estado palestino, el derecho al aborto y los derechos LGTBI. Su aparición la pasada semana en el multitudinario Orgullo de Roma ha sido muy significativa en un país en el que las parejas del mismo sexo no pueden ni casarse ni adoptar hijos, y cuya situación está empeorando con Meloni en el Gobierno.
La otra lista que ha dado alegrías a la izquierda italiana es Verdi e Sinistra, la coalición entre la filial italiana del Partido Verde Europeo, e Izquierda Italiana, organización aliada del Partido de la Izquierda Europea. Dozzini, organizador de un festival de literatura en Perugia, “Encuentro”, señala que los rojiverdes “no tienen una gran militancia ni implantación territorial, pero pero sí han sabido escoger bien los candidatos y los temas: libertades democráticas, antifascismo y una Italia solidaria con los migrantes”. Dos de sus candidatos, Domenico Lucano, alcalde de Riace, Calabria, condenado a 13 años de cárcel por su política de acogida de inmigrantes, e Ilaria Salis, militante italiana arrestada en Hungría por el régimen de Viktor Orbán, han atraído mucho voto progresista e incluso liberal.
“La izquierda alternativa italiana tiene la tendencia a romperse y cambiar de nombre en cada elección. Lograr estabilizarse como alianza y con un mismo nombre les ha favorecido”, explica Dozzini, sobre los relativamente buenos resultados de una coalición que ha duplicado sus apoyos en comparación con las elecciones nacionales de 2022, en las que tan solo consiguió un raquítico 3,5% de los votos. No aspiran a ser un partido de masas, pero podrían consolidarse como un socio del PD que se preocupa por aquello que queda fuera del radar del centro-izquierda.
El 5 Estrellas pierde apoyos y frena su consolidación como partido nacional y a la vez regional del sur empobrecido, y el PD y la alianza rojiverde crecen sin hacerse la competencia entre sí
Drenaje del 5 Estrellas y la izquierda rupturista de Potere al Popolo al rincón de pensar
¿Hay motivos para mucha alegría? Lo Cascio explica que “la izquierda italiana ha recuperado pulso, pero no ha aumentado demasiado el perímetro”. Más bien se ha producido una reordenación del voto dentro del bloque progresista liderado por el centro-izquierda. El 5 Estrellas pierde apoyos y frena su consolidación como partido nacional y a la vez regional del sur empobrecido, y el PD y la alianza rojiverde crecen sin hacerse la competencia entre sí. “Los partidos del bloque progresista coinciden en Palestina y discrepan con respecto al envío de armas a Ucrania, pero no parece que eso importe demasiado en las elecciones. La gente ha votado en clave nacional y de derechos sociales y civiles” explica Dozzini, que se muestra prudente a la hora de extrapolar los resultados europeos a un escenario nacional, en el que Meloni sigue gozando de buena salud política.
Surgido en la crisis de 2008, el Movimiento Cinco Estrellas logró en las elecciones de 2013 el 25% de los votos. Fue un año antes de Podemos, que supo tomar nota de aquella formación política digital, airada y anticasta, que se proclamaba “ni de izquierdas ni de derechas”. El lenguaje del primer Podemos contenía trazas del partido fundado por el cómico Beppe Grillo, y es que mientras en los laboratorios de la izquierda española post15M se seguía con interés la experiencia del M5S, en los centros sociales de la izquierda movimientista italiana la oportunidad de irrumpir en la escena política pasaba de largo.
Ante la incomparecencia de la izquierda rupturista italiana, replegada en su formidable red de cuarteles de invierno, centros sociales autogestionados, radios libres, editoriales y librerías, cooperativas de economía social y organizaciones de base, serían unos desconocidos Cinco Estrellas quienes lograrían capitalizar el malestar. “En algunos barrios populares de Nápoles el 5 Estrellas sacó en 2018 más de la mitad de los votos sin pegar un sólo cartel”, rememora Salvatore Prinzi, militante del partido Potere al Popolo, que no se presentó a las europeas ante las grandes dificultades que presenta la legislación electoral italiana, y optó por un “voto táctico” a Verdi Sinistra para sacar de la cárcel a la antifascista Ilaria Salis.
Potere al Popolo ha tratado de ser tanto una alternativa a una izquierda rojiverde “casi sin sedes ni militancia”, como a otra izquierda muy replegada sobre la identidad comunista o movimientista
Para Prinzi las izquierdas italianas llegaron a la crisis de 2008 muy debilitadas, lastradas en su vertiente institucional por “el pragmatismo sin ideales” y “la infructuosa participación en gobiernos de centro-izquierda que hicieron las peores reformas neoliberales”, y en la más radical por “la rigidez ideológica sin consecuencias reales”. Potere al Popolo, la organización en la que milita, ha tratado de ser tanto una alternativa a una izquierda rojiverde “casi sin sedes ni militancia”, en la órbita de un renacido PD, como a otra izquierda muy replegada sobre la identidad comunista o movimientista, o refugiada del mundanal ruido en el trabajo social de ámbito estrictamente local. El partido, nacido en 2018 bajo la inspiración de Podemos y La Francia Insumisa, pero también del Partido de los Trabajadores de Bélgica, la izquierda latinoamericana y el confederalismo democrático kurdo, cosechó un 1,13% de los votos en su primera convocatoria electoral, y volvió a quedarse sin representación en 2022 cuando se presentó dentro de la coalición Unione Populare, liderada por el juez y ex alcalde de Nápoles Luigi de Magistris. A pesar de los malos resultados el partido ha seguido trabajando en el ámbito social, cuenta con varios miles de militantes, una veintena de cargos públicos y una red de casas del pueblo implantada en las principales ciudades del país.
Prinzi reconoce que han intentado construir esa alternativa de izquierdas que faltó en la anterior crisis, pero muy a contracorriente, cuando el hueco de la impugnación al sistema ya había sido ocupado por el Cinco Estrellas y el viento de la extrema derecha comenzaba a soplar con fuerza. Su núcleos más fuertes están en Roma y Nápoles, donde tiene una pequeña representación institucional y lideran el Ex-OPG Je So Pazzo, antiguo hospital psiquiátrico de la ciudad, ocupado en 2015 y hoy uno de los centros sociales más grandes y dinámicos de Italia. Potere ha construido un partido muy militante que aliada a la Unione Sindicale di Base y otras organizaciones de su área política es capaz de impulsar movilizaciones importantes, pero encuentra su crecimiento electoral bloqueado. Este agosto reflexionarán sobre su futuro en Paestum, antigua colonia griega ubicada el golfo de Salerno. Prinzi, filósofo, autor de un breve ensayo sobre la paciencia, aconseja el cultivo de esta virtud cardinal a la izquierda alternativa italiana.
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Es verdad que la izquierda crece, pero hay que coger con pinzas las políticas de los partidos socialdemócratas o verdes, que de transformadores tienen mas bien poco.
De todas maneras, más allá de la vía electoral, esa capacidad de movilización y lucha que demuestran los partidos y sindicatos revolucionarios italianos, es admirable.
Si “el pragmatismo sin ideales” y “la infructuosa participación en gobiernos de centro-izquierda que hicieron las peores reformas neoliberales” hunden el espacio de la izquierda, debemos recordar que la creación de SUMAR como sustituto de Podemos mediante la aniquilación, jaleada por los medios de comunicación, solo conduce al desastre. Si no se genera un entusiamo o ilusión -creíbles-, será difícil conseguir el apoyo de las clases más desfavorecidas que pueden inclinarse entre la ultraderecha y la abstención. El paciente trabajo de base de mucha gente, como pueden ser las Asociaciones vecinales, sindicatos de inquilinos, defensa de la sanidad y educación públicas, etcétera, debe ser el camino a seguir para revertir las enormes desigualdades sociales por la justicia social, aquí y en cualquier parte del mundo global.