Flores y barcos de papel para los migrantes en la isla de los nichos sin nombre

El Hierro es el último territorio al que pueden aferrarse las personas que migran por la ruta canaria antes de perderse en la inmensidad del Atlántico. Es también la isla donde descansan los cuerpos de 72 migrantes, la mayoría sin identificar.
Inmigrante muerto El Hierro
Lápida de los migrantes enterrados en el cementerio de El Pinar. Foto: Alicia Justo.
El Hierro, Islas Canarias.
15 nov 2025 06:00

Fallecieron a miles de kilómetros de sus casas y sus cuerpos fueron enterrados en la distancia. La mayoría, reposa en nichos cuyas lápidas no reflejan ni un nombre, un apellido o una fecha de nacimiento. Las personas migrantes fallecidas en El Hierro o en el trayecto hacia la isla yacen en sus cementerios, identificadas con placas que solo contienen la palabra ‘migrante’ y una referencia alfanumérica. 

En sus sepelios no pudieron estar sus familiares, pero no se fueron solos. Peluches, flores y barcos de papel adornan sus nichos todo el año y en sus despedidas los vecinos rezaron, leyeron poemas e intentaron reconstruir sus historias. “El Hierro ha demostrado ser una tierra de acogida y una tierra de despedida”, declara Haridian Marichal, periodista y vecina de la isla.

Hacer de la despedida un momento digno

En El Hierro hay cuatro cementerios que albergan los cuerpos de los migrantes fallecidos en su intento de llegar a la isla, la segunda menos poblada del archipiélago canario, con 11.806 habitantes censados según el Instituto Canaria de Estadística (ISTAC). Además, es el último territorio que alberga la esperanza de sobrevivir para los migrantes de la ruta canaria. Pasarla de largo, implica sumergirse en el abismo del océano Atlántico. En total, 72 migrantes descansan entre los cementerios de El Pinar, El Mocanal, Valverde y El Golfo, en La Frontera, de los cuales 50 están sin identificar, de acuerdo con datos proporcionados por los ayuntamientos de estos municipios. La mayoría han sido enterrados en 2023 y 2024, años en los que la isla se convirtió en el principal punto de llegada en la ruta migratoria canaria.

El camposanto que alberga más migrantes es el de El Pinar, municipio de 2.000 habitantes, al que pertenece el puerto de La Restinga y al que llegan gran parte de los cayucos. Para entender la dimensión de este fenómeno, su alcalde, Juan Miguel Padrón, explica que durante un año, se entierran una media de entre 15 y 20 vecinos. En este cementerio hay 44 migrantes enterrados y se ha llegado a dar sepultura en un solo día a seis fallecidos procedentes de la ruta migratoria canaria. También apunta que acaban de finalizar la construcción de otros 78 nichos. “Para estar prevenidos cuando vengan. Aunque Dios quiera que no haya muertos”, revela.

En total, 72 migrantes descansan entre los cementerios de El Pinar, El Mocanal, Valverde y El Golfo, en La Frontera, de los cuales 50 están sin identificar

Esta realidad no es desconocida para la isla. Hay migrantes inhumados en 2005, 2006, 2008 y 2009. También sus tumbas tienen flores perpetuas. En los últimos años, un grupo de vecinos y vecinas se ha organizado para hacer de la despedida un momento digno. Haridian, uno de ellas, cuenta que en los sepelios de los migrantes, sencillos y breves, se leen algunas frases del Corán, se cantan canciones o se guarda silencio. Relata que también ella suele acudir al poema A la mar fui por naranjas, de Pedro García Cabrera, poeta de La Gomera y que transmite “una esperanza de buscar un mundo mejor”. También depositan flores, peluches y pequeños barcos de papel, realizados por la artista Joke Volta, recientemente fallecida. “El cementerio ha sido la mejor muestra de tolerancia, de solidaridad y de diversidad cultural y religiosa, y eso habla también mucho de una sociedad”, recalca Haridian.

En los últimos años, un grupo de vecinos y vecinas se ha organizado para hacer de la despedida un momento digno

El empeño por completar el puzzle de vida de los que la perdieron en la isla ha llevado a este grupo de vecinas y vecinos a colocar la primera placa consensuada con la familia de uno de los jóvenes fallecidos en El Hierro, de quien todos sabían su nombre pero que fue enterrado con siglas y números. Era Papa Mousa Diouf, y fue enterrado como J15, tenía 22 años y era de Senegal. “Papa Mousa llegó aquí con su tío y su primo. Cuando su tío fue a buscar el desayuno, dijo que su sobrino estaba mal, que no se podía levantar y que le dolían mucho las piernas. Mi madre se acercó y vio que tenía una infección muy grande, el pie de patera”, recuerda Indira, una voluntaria de la ONG Corazón Naranja, en la que también colabora su madre.

El joven fue trasladado al Hospital Nuestra Señora de los Reyes de Valverde, donde falleció al día siguiente. Tiempo después, según relata Indira, llegó a la isla el primo de Papa Mousa pidiendo ver la tumba de su familiar. Desde ese momento, se iniciaron los trámites para sustituir la referencia de letras y números por el nombre. Después de dos años, Papa Mousa ya tiene su lápida con su nombre y su apellido, fecha de nacimiento y fallecimiento, una foto y una frase elegida por su familia: “Que Allah lo reciba en su misericordia y le conceda entrar en el paraíso. Amén”.

“A la mar fui por naranjas, cosa que la mar no tiene; metí la mano en el agua, la esperanza me mantiene”

El proceso de identificación comienza con una denuncia por desaparición. En este caso, el primo de Papa Mousa lo hizo en la Guardia Civil. Después, según cuenta Indira, el cuerpo tuvo que ser exhumado, ya que no se le había extraído muestra de ADN. Con la ayuda de Indira y otras personas vecinas de la isla, se aportaron fotos, la partida de nacimiento del joven y reconocieron el cuerpo. Después del caso de Papa Mousa, a los fallecidos en el Hospital de Valverde también se les toma una muestra genética. Aunque no fue el caso del joven senegalés, la principal causa de fallecimiento de los migrantes en la isla es la deshidratación asociada a hipotermia, según indica el Instituto de Medicina Legal. El Instituto señala que la gran mayoría de las autopsias se llevan a cabo a las pocas horas de la llegada del cuerpo, que se practica un reportaje fotográfico del mismo y de las pertenencias y que se guardan aquellas de relevancia en el juzgado competente.

La principal causa de fallecimiento de los migrantes en la isla es la deshidratación asociada a hipotermia, según indica el Instituto de Medicina Legal

Una vez que el juzgado único de El Hierro autoriza el entierro, se activa la maquinaria de acompañamiento para el sepelio del migrante fallecido. Haridian apunta que les ayuda ser una red cercana e informal que se comunica por Whatsapp o Facebook. “Una vez el juzgado da el visto bueno para el enterramiento, contamos con unas pocas horas; tres, o como mucho cinco, para organizarnos, para adquirir flores, para ver quién puede ir y si tenemos que recoger a alguien en coche”.

Al principio de la iniciativa, eran unas cuatro personas, la mayoría mujeres; y ahora son un gran grupo, como señala la periodista, de distintos ámbitos y edades. Al grupo de voluntarios y voluntarias también se han sumado personas pertenecientes a los dispositivos de personal humanitario y sanitario de primera atención en el puerto de La Restinga y voluntariado del Centro de Atención Temporal de Emigrantes (CATE).

La implicación de los municipios

Por normativa sanitaria, en el Hierro está prohibido dar sepultura en la tierra. En cualquier caso, de una parte importante de los migrantes se desconoce su credo. El entierro es de beneficencia, el que se destina a las personas sin recursos económicos, cuyos costes asume el municipio donde se ha certificado el fallecimiento. Los tres alcaldes apuntan que actualmente solo se encargan de la cesión del nicho, ya que han logrado que la Federación Canaria de Municipios (FECAM) asuma los gastos fúnebres: la preparación del cuerpo, el ataúd, los traslados, la placa, el acondicionamiento del nicho y el trabajo del sepulturero. Los regidores de los municipios se han implicado también en los propios entierros, acudiendo, en la mayoría de los casos, al sepelio y contribuyendo de algún modo a la despedida: “Son personas que no conoces, pero te llega al alma. Por ejemplo, a una de las niñas que falleció en mayo le compré un osito para ponérselo allí”, recuerda Carlos Brito, alcalde de Valverde. Se refiere a Fatoumata, una de las menores fallecidas en el accidente del puerto de La Restinga de este año.

No hay, en ninguno de los cuatro cementerios, una zona específica para las personas migrantes fallecidas en la ruta, sino que sus tumbas se encuentran intercaladas con las de los vecinos herreños. “Nosotros damos sepultura a los migrantes tal y como le damos sepultura a los vecinos de aquí”, sostiene el alcalde de El Pinar. También han intentado que si los fallecidos son familiares, sus nichos estén uno al lado del otro: “Tras el accidente de mayo dimos enterramiento a una niña con su madre e intentamos que estuvieran en dos nichos pegados uno al otro”, recuerda Pablo Rodríguez Cejas, alcalde La Frontera.

Los actores implicados en la gestión de las migraciones deben ser conscientes de que los familiares o personas cercanas tienen derecho a estar en el cementerio e iniciar el duelo

Este accidente, en el que el cayuco volcó durante la maniobra de desembarco en el mismo puerto de la Restinga, ha dejado una huella muy profunda en los vecinos y vecinas de la isla. Fallecieron cuatro mujeres y tres niñas. Entre ellas estaba Aissatou, de 12 años. En su tumba en el cementerio de El Pinar, un peluche de cebra recuerda su infancia truncada por las fronteras. Al entierro de la menor acudió su madre, que también viajaba en el cayuco accidentado.

Haridian subraya que el siguiente paso en su lucha es que los familiares de los fallecidos que viajaron con ellos puedan asistir al sepelio. Detalla que lo lograron por primera vez en diciembre de 2024 con el entierro de una persona de Mali, identificada como R62, al cual pudo asistir su sobrino. Por eso reivindica que los actores implicados en la gestión de las migraciones deben ser conscientes de que los familiares o personas cercanas tienen derecho a estar en el cementerio e iniciar el duelo.

Violencia post mortem en las personas migrantes

De las 72 personas migrantes enterradas en El Hierro, solo 22 están identificadas. Hay siete migrantes que, además, llevan cerca de 20 años sin que nadie los haya reclamado. Muchos salieron sin comunicárselo a sus familias y, ante la sospecha de desaparición, no hay organismos públicos que se encarguen del registro e identificación de las persona desaparecidas. Las familias se suman así en lo que se ha denominado como ‘pérdida ambigua’, y que se caracteriza por la imposibilidad de iniciar el duelo por la inexistencia de un cuerpo que certifique el fallecimiento. Además, sin certificado de defunción, las familias no pueden acceder a ayudas o a pensiones de viudedad.

Moreau recurre al concepto de jerarquización de las vidas de Judith Butler para entender que hay una estructura que asigna un valor menor a unos cuerpos, en el que se encuadrarían los de las personas migrantes

Este recorrido final del migrante, desde su fallecimiento hasta su desaparición para siempre, se inscribe en un tipo de violencia. Sidonie Moreau, geógrafa social y que investiga sobre las personas fallecidas en contextos migratorios para la Universidad de Grenoble, sostiene que la no identificación del migrante y la desaparición “total” de sus vidas, como su historia y política, se trata de una violencia post mortem. Se materializa en la repetición de estas prácticas, en la falta de datos sobre las causas de sus muertes y en la ausencia de registros que impiden la búsqueda de sus familias: “Sus vidas dejan de estar inscritas en alguna parte, y se reducen a simples cuerpos biológicos”, sostiene.

“Las personas muertas sin nombre y los desaparecidos son objeto de alterización incluso en la muerte” indica. Moreau recurre al concepto de jerarquización de las vidas de Judith Butler para entender que hay una estructura que asigna un valor menor a unos cuerpos, en el que se encuadrarían los de las personas migrantes. En esta línea, Liv Bang, integrante del proyecto SOLID (The Social Life of Dead Bodies), de la Universidad de Copenhague, ha llevado a cabo una investigación sobre la implicación de la sociedad civil de El Hierro en los entierros, lo que a su juicio le ha permitido “visibilizar las brechas existentes en los actuales sistemas de recepción e identificación, al mismo tiempo que muestra cómo podrían llenarse”.

En los entierros de los cementerios herreños, Haridian, Indira, su madre y el resto de vecinos y vecinas empiezan la composición de un puzle complejo, el de la historia de vida del fallecido, o por lo menos el de sus últimos momentos de existencia en El Hierro

Bang considera que en el proceso de identificación es fundamental la puesta en marcha de una serie de recursos, actualmente escasos o inexistentes. Esto también aplica a los familiares; algunos terminan recurriendo a fotografías, mientras que los que pueden, viajan para identificar a sus seres queridos. “El proceso actual para lograr una identificación es largo y administrativamente complejo, lo que significa que la tasa de identificación sigue siendo muy baja”, especifica la experta. Aunque el proceso de identificación mediante ADN es el primer paso, Moreau apuesta por no quedarse ahí: “La identidad no se reduce a eso; y por lo tanto, la identificación tampoco. Escuchar a los posibles supervivientes, a las familias que buscan, a los testigos y a las asociaciones permite reinscribir a la víctima dentro de una identidad social y política. Las huellas que deja una persona son más amplias que su ADN”, reclama. 

En los entierros de los cementerios herreños, Haridian, Indira, su madre y el resto de vecinos y vecinas empiezan la composición de un puzle complejo, el de la historia de vida del fallecido, o por lo menos el de sus últimos momentos de existencia en El Hierro. “Saber qué le pasó, quién es, en qué embarcación llegó o de dónde salió, te ayuda a reconstruir toda una historia y el contexto de esa persona”. Todo con el objetivo de intentar localizar a las familias para que puedan, por un lado, cerrar la parte administrativa, con el certificado de defunción y, sobre todo, iniciar el duelo para completar el círculo: ”Creo que, de alguna manera, si tú llegas a un cementerio en El Hierro y sabes que ahí está tu familiar, algo de alivio, algo de paz se debe encontrar”, concluye Haridian.

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