Iraq
Las caras de Sadam

Dictador sanguinario o custodio de la llave de la liberación de Palestina. 20 años después de su caída, el expresidente de Iraq permanece en la memoria de Jordania, hogar de más de dos millones de refugiados palestinos.
Ammán
22 nov 2023 06:15

En este 2023 que enfila su recta final con Oriente Próximo en llamas, se cumplen 20 años de la caída en 2003 de Sadam Huseín Abdulmayid al Tikriti. Aquel año el régimen dictatorial en Iraq fue derrocado a consecuencia de la invasión de una coalición internacional, encabezada por Estados Unidos. Dos décadas después, en Bagdad no queda ni rastro del hombre que dominó con mano de hierro las tierras de la antigua Babilonia durante casi un cuarto de siglo.

Sin embargo, no muy lejos de la capital iraquí, los rasgos de Sadam se conservan nítidos. Ocurre en la vecina Jordania. El Reino Hachemita mantiene frontera con la República de Iraq por el este, en una línea recta entre las gobernaciones de Mafraq (Jordania) y Ambar (Iraq) de 181 Km de largo. Esta división fronteriza, hecha con escuadra y cartabón, solo altera su monótono discurrir rectilíneo en una pequeña sección cóncava resultado, quizás, del famoso Hipo de Churchill, que inspiró el trazado de la también errática frontera jordana con Arabia Saudí que atraviesa zigzagueante las arenas del desierto hasta el golfo de Aqaba, a las orillas del Mar Rojo.

En Jordania la mirada de Sadam observa la vida cotidiana mimetizada en el paisaje y en el imaginario colectivo. Un símbolo distintivo tan reconocible, como el gusto ácido del jameed (yogurt de leche de oveja o cabra) en el plato nacional jordano (el mansaf) o los incontables selfies que retratan a los turistas con el tesoro de Petra de fondo. La cara de Sadam aparece en la rutina en múltiples formatos y tamaños. En furgonetas, camiones, escaparates, fundas de móviles, carteles publicitarios, estampas, calcomanías y en un sinfín de soportes, sobre los que la efigie del dictador se mantiene siempre erguida y desafiante.

En Jordania, y también en otras zonas de Oriente Próximo, Sadam Huseín evoca sentimientos ligados a la heroicidad y al orgullo por un líder carismático que encarnó como nadie el ideal panarábico

¿Dictador? Así es visto comúnmente Sadam Huseín en Occidente en donde acumula acérrimos detractores. Y no es para menos. Se le atribuye la muerte o la desaparición forzada de más de 250.000 personas durante su gobierno, según datos de la ONG internacional Human Rights Watch. En su largo expediente en el poder figuran, entre otras, atrocidades como el genocidio kurdo ocurrido entre 1986 y 1989 (durante la guerra Irán-Iraq) que provocó que unas 4.500 aldeas y poblaciones en el norte iraquí fueran literalmente borradas del mapa. Pero en Jordania, y también en otras zonas de Oriente Próximo, la otra cara de Sadam evoca sentimientos, más bien inspiradores, ligados a la heroicidad, a la hombría y al orgullo por un líder carismático que encarnó como nadie el ideal panarábico. Múltiples voces lo confirman.

Muad, repartidor de comida a domicilio que roza la treintena, lleva una imagen de Sadam pegada en la parte trasera del pequeño utilitario que utiliza para el reparto. Es un Sadam joven, posiblemente de la época de la guerra entre Iraq e Irán en los años ochenta. “Fue un hombre justo y viril. Después de Sadam, ya no quedan más hombres”, dice. Eid, que trabaja como gerente en uno de los muchos campamentos de alojamiento turístico que florecen en el desierto del Wadi Rum, al sur del país, piensa lo mismo. “Ha sido el mejor presidente que ha habido en el mundo árabe. Un líder absoluto”, asegura, mientras una estampa de Sadam colgada del retrovisor interior de la destartalada furgoneta sobre la que sorteamos las dunas golpea una y otra vez contra la luna delantera del vehículo.

Sadam Fotos - 4

En uno de los barrios más transitados del noreste de Amán, la capital de Jordania, que encierra entre sus límites un aeropuerto y un campo de refugiados palestinos, se encuentra la cafetería de Sadam Hilal Huseín. Llama la atención ver, desde la carretera embotellada por el intenso tráfico, las enormes dimensiones de la cara en blanco y negro de un Sadam maduro y barbudo, quizás su retrato más icónico, coronando el enorme cartel publicitario que anuncia la presencia del negocio para los conductores. “El dueño no está. Se ve que quiere mucho a Sadam. Pero yo no sé nada”, echa balones fuera un discreto empleado, parco en palabras, que regenta la tienda mientras se afana en servir a la clientela tés humeantes en vasos de cartón para llevar. Estos, planos, genéricos, sin imágenes, sin caras.

Shadi Yamil Had, a sus 45 años, se gana la vida como fontanero y haciendo arreglos de todo tipo a domicilio en la gobernación de Zarqa, aunque es originario de Irbid, la región más al norte del país vecino con Siria. Durante veinte años fue militar, aunque prefiere no hablar demasiado de esta etapa. El señor Had, no lleva nunca consigo imágenes de Sadam. Tampoco las hay en su automóvil ni en su domicilio. Su opinión no desentona con las anteriores, aunque se define como una persona moderada. “Preservó la dignidad de los árabes y resucitó la dignidad del panarabismo”, explica de manera pausada y prosódica como si entonase su discurso para una gran audiencia. “Sadam fue el corazón latiente de Oriente Próximo, pero también cometió errores al optar demasiado a menudo por la confrontación”, matiza al recordar la cruda represión sufrida por los movimientos chiitas durante el régimen iraquí.

Que muchos jordanos veneran a Sadam, 20 años después de su descenso a los infiernos, parece claro. Pero también entre las supuestas mayorías existen opiniones para las que el recuerdo del dirigente guarda tintes más oscuros. “Fue un dictador. Los jordanos le aprecian por los suministros de combustible, pero nada más. Hoy, solo le recuerda la gente mayor que vivió su primera etapa en el poder cuando sus políticas tenían éxito”, cuenta Nader desde la trastienda de su peluquería en Zarqa, sin esconder el regusto amargo que le suscita la figura de Huseín. La familia de Nader, de origen palestino, residía en Kuwait hasta que fue expulsada, perdiendo propiedades y mucho dinero, a raíz de la invasión y anexión iraquí del país, que daría pie a la segunda guerra del Golfo en 1990. “Todos los kuwaitís odian a los palestinos por su culpa”, añade.

Durante la misma conversación en la trastienda, no tarda en llegar la réplica. “Para mí fue un héroe. Decía las cosas que los demás callaban y no tenía miedo a nadie. Ni a Israel, ni a Estados Unidos, ni a los enemigos del islam”, interrumpe Rami con vehemencia. Rami tiene 35 años y conduce un camión de distribución de alimentos por toda la gobernación. Nader y Rami son cuñados. “Antes los iraquís vivían mucho mejor que ahora, por eso le recordamos. Rezamos por él especialmente durante la Fiesta del Cordero, porque fue ejecutado el primer día de Eid al-Adha de aquel año”, puntualiza. A pesar de sus opiniones antagónicas, ambos bromean y coinciden en que, si hay un líder político en la actualidad que pueda generar, salvando las distancias, controversias como las que aún aviva Sadam, ese es el presidente turco Tayyip Erdoğan.

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El extraño caso del Dr. Sadam y Mr. Huseín

El escritor escocés Robert Louis Stevenson escribió en 1886 una de las novelas góticas más célebres de la historia de la literatura, El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde. La obra ha llegado a nuestros días como una representación vívida del desdoblamiento de personalidad y de la convivencia de polos opuestos en una misma persona. Así es también la identidad dual de Sadam Huseín, sobre todo en Oriente Próximo, fluctuando entre el héroe y el villano, entre el líder carismático y el dictador sanguinario.

Una de las razones para que un gran porcentaje de jordanos vea con nostalgia en Sadam la cara amable del doctor, en lugar del rostro desfigurado del monstruo que impera en Occidente, es que el Reino Hachemita es el país que más refugiados palestinos acoge, tras los éxodos desencadenados a partir de la Nakba (1948) y la Naksa (1967). Según datos de la UNRWA, la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo, en Jordania hay registradas más de 2.200.000 personas refugiadas con este origen. Prácticamente todos gozan de ciudadanía plena y estatus legal en el país, salvo los 140.000 provenientes de Gaza para quienes Jordania no expide pasaportes.

El vínculo entre la causa palestina y el dirigente iraquí viene de largo. En 1991, el nombre de Sadam Huseín quedó tatuado a fuego en la piel de varias generaciones de palestinos, incluso aquellas que no han pisado nunca su tierra. Aquel año, durante la Primera Guerra del Golfo y con el apoyo del presidente de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Yaser Arafat, Huseín ordenó el lanzamiento de 39 misiles scud contra el Estado de Israel. Desde entonces, ningún otro dirigente árabe de la región se ha atrevido a apuntar en dirección a Tel Aviv con el número 40. Más tarde, en tiempos de la Segunda Intifada, entre 2000 y 2005, el gobierno de Bagdad apoyó económicamente a las familias de los jóvenes palestinos que cometieron atentados suicidas contra objetivos militares y civiles israelís en la escalada que vivió el conflicto a principios de siglo.

El vínculo entre la causa palestina y el dirigente iraquí viene de largo. En 1991, el nombre de Sadam Huseín quedó tatuado a fuego en la piel de varias generaciones de palestinos, incluso aquellas que no han pisado nunca su tierra

Murad, es profesor. Nació en un campo de refugiados de Palestina en Amán. Desde hace años enseña inglés en una escuela de preparación elemental de la UNRWA. Es, además, imán en una mezquita situada en el barrio de Abunser, por lo que la conciliación de sus dos responsabilidades le permite estar en contacto diario con personas de todas edades y condiciones. A Murad le cuesta posicionarse. “La figura de Sadam es muy problemática en el mundo árabe y también en el islámico. Ha sido bueno y malo al mismo tiempo. Prendió la mecha de guerras innecesarias que segaron la vida de muchos inocentes e hicieron que Oriente Próximo retrocediese un siglo en el tiempo. Pero para los palestinos fue también una esperanza. Creyeron que, con sus luces y sus sombras, Huseín tenía la llave de la liberación de Palestina”, explica a través de una llamada telefónica en manos libres con el zumbido del coche en marcha de fondo.

Murad también le creyó. Cuando era adolescente se manifestó, junto con otros jóvenes, y sumó su voz al grito de “a Shamir no le dejes dormir”, para apoyar al líder iraquí en su confrontación con el gobierno de Isaac Shamir, el primer ministro israelí de aquel entonces. Con el paso del tiempo, Murad y muchos otros adoptarían una postura más templada y equidistante al reconocer que las agresiones de Sadam contra Israel, “tenían como único fin perpetuarse en el poder y fortalecer su régimen totalitario”.

El catedrático de lengua española de la Universidad de Jordania y traductor, Moayad N. Sharab, señala algunas claves para entender mejor por qué Sadam Huseín, en Oriente Próximo, fue un hombre con dos caras. “Una cara buena, la del hombre que desafió a Estados Unidos y lanzó misiles contra Israel. Una cara mala, la del villano, el invasor de Kuwait y el violador de los Derechos Humanos”, expone el Dr. Sharab, apelando al famoso dicho de que “el enemigo de mi enemigo es mi amigo” para explicar porque el exmandatario, mantiene fervientes admiradores, sobre todo, en el mundo árabe.

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Tan solo 40 días después del inicio de las operaciones militares, Bush afirmaba desde un portaviones que las principales operaciones de combate en Irak habían terminado. Aún era pronto entender lo que se desencadenaría a partir de ese momento.

Otro elemento a tener en cuenta fue su ejecución en la horca, tras haber sido condenado por crímenes de lesa humanidad, en el primer día de la Fiesta del Cordero (o celebración del Sacrificio), la festividad mayor de los musulmanes. “Fue humillante. El mensaje que Estados Unidos envió al mundo aquel 30 de diciembre de 2006 fue que, si los musulmanes sacrifican cabras y corderos, entonces nosotros sacrificamos a Sadam Huseín”, apuntilla el profesor jordano.

La cara de Sadam se ha convertido en un auténtico talismán. Para quienes la acoplan a sus pertenencias, aporta hombría, virilidad y fortaleza. Escenificación que el líder iraquí llevó incluso hasta los instantes previos a su muerte, manteniendo una actitud altiva, sin mostrar miedo ni emociones, y rechazando incluso la capucha antes de ser colgado por su verdugo para que su rostro permaneciese visible. Para que la cara de Sadam fuese siempre recordada, al tiempo que las imágenes y videos que mostraban su final por pena capital corrían como la pólvora por internet, para luto de muchos y regocijo de tantos otros. Al igual que Stevenson en su novela, Sadam derribó el mito del hombre unidimensional y cultivó el género del terror.

El propio Sadam, lejos de cualquier comparación justa con el autor de La isla del tesoro en cuanto a repercusión en la literatura universal, llegó a publicar cuatro novelas, la última de ellas a título póstumo, y varios poemas. Además, en un ejercicio insólito de instrumentalización del islam y la religión al servicio de sus intereses políticos y estratégicos, a finales de los años 90 mandó escribir un Corán con su propia sangre. Desde la primera a la última sura.

Una curiosidad histórica más une, de algún modo, al escritor escocés y al expresidente iraquí. Robert Louis Balfour Stevenson, comparte apellido con Sir. Arthur James Balfour, el ministro de relaciones exteriores británico que en 1917 le envió una carta al barón Lionel Walter Rothschild, líder de la comunidad judía en Gran Bretaña. Aquella misiva pasó a la historia como la Declaración Balfour y significó el primer reconocimiento de una gran potencia internacional del derecho del pueblo judío a establecer su hogar nacional en Palestina y, por consiguiente, el inicio del conflicto palestino-israelí.

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El hipo de Winston y la tensión en Gaza

El pasado 7 de octubre el potente ataque, sin precedentes, del grupo armado Hamás en territorio israelí, y la brutal respuesta de Israel sobre la población de la Franja de Gaza, ha supuesto la enésima escalada de tensión en la zona que deja a su paso un inasumible reguero de víctimas civiles, desencadenando un nuevo episodio del desplazamiento forzoso de miles de personas desde el norte de la Franja tras el ultimátum de Israel, en la que parece ser una nueva entrega del éxodo palestino.

Mientras tanto, en la otra orilla del río Jordán y del mar Muerto, las manifestaciones en apoyo al pueblo palestino se siguen sucediendo, a pesar de que el rey Abdalá II de Jordania, al igual que Egipto, se ha mostrado contrario a acoger refugiados palestinos en su territorio. ¿Qué hubiera ocurrido de mantenerse en pie en el tablero geopolítico de la región una figura con el poder y la influencia de Sadam? “Para muchos árabes es el líder que falta. La mayoría creen que sus presidentes son simples títeres manejados por los hilos que mueven Estados Unidos, Europa o Rusia”, responde el profesor Sharab.

Tras la Primera Guerra Mundial, rota la promesa de Lawrence de Arabia de la creación de un gran Estado árabe y ante la necesidad de comunicar Iraq con Palestina, ambas bajo mando británico, Winston Churchill dibujó en el mapa un nuevo país. Tras la Guerra del Yom Kipur, firmados los Acuerdos de Camp David consumando la fractura del mundo árabe y enterrando el liderazgo egipcio en favor de la emergente Iraq como referente y potencia militar en la región, Sadam Huseín coloreó en el interior del contorno jordano la silueta de su rostro con los tonos del baazismo (partido del que formó parte) para ornamentar una nueva resurrección de la unidad árabe ante la “invasión europea”.

A pesar de que, con motivo de la boda real el pasado mes de junio, la imagen repetida del rostro del príncipe heredero al trono del Reino Hachemita, Hussein bin Al Abdalá, haya sido vista hasta la saciedad por todos los rincones del país junto a la de su esposa, la princesa Rajwa Al Hussein (nacida Rajwa Al Saif), las caras de Sadam Huseín siguen tan presentes como siempre. Al tiempo que las generaciones más jóvenes, quizás, han ido perdiendo interés en su figura, en la ciudad jordana de Ar Ramtha, situada a escasos kilómetros de la ciudad siria de Daraa (uno de los puntos calientes de la interminable crisis del país vecino), cada año grupos de nostálgicos sacrifican un camello por su alma durante la Fiesta del Cordero. Dos décadas después de su caída, los recuerdos del ignominioso tirano y del líder inquebrantable conviven en las calles Jordania, y más aún en los estrechos callejones de los campos de refugiados.


*El autor agradece a todas las personas entrevistadas que colaboraron amablemente con su tiempo y su opinión en la preparación de este reportaje y en especial al Dr. Moayad Sharab por su inestimable ayuda en la interpretación y traducción.
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