We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Inteligencia artificial
IA y crisis climática: las grandes tecnológicas escogen España para instalar sus gigantescos centros de datos
“Mi interés por esto viene porque ya lo he vivido”, dice Aurora Gómez mientras pasea por el parque Madrid Río, junto al río Manzanares. Gómez, activista por los derechos digitales y medioambientales, recuerda un momento concreto de su infancia al hablar del proyecto que el gigante de internet Meta —antes Facebook— está a punto de construir en Talavera de la Reina, provincia de Toledo.
Cuando tenía 15 años, Gómez escuchó las primeras noticias sobre los planes para construir un aeropuerto al lado de su pueblo natal, Ballesteros de Calatrava. Corría la segunda mitad de la década de 1990 y el Gobierno de Castilla-La Mancha de entonces decidió expropiar a su abuelo unas tierras agrícolas muy fértiles. Su familia fue a juicio y ganó. Pero para entonces el aeropuerto de Ciudad Real, hoy un elefante blanco en manos privadas del que no despegan aviones, ya estaba en pie.
El Gobierno castellano-manchego ha declarado el proyecto planeado por Meta para construir un enorme centro de datos en Talavera de la Reina como de “singular interés” para la región
Igual que ocurrió en su momento con este aeropuerto fantasma, el Gobierno castellano-manchego ha declarado el proyecto planeado por Meta para construir un enorme centro de datos como de “singular interés” para la región. Una figura legal que facilita los trámites que la compañía estadounidense ha de cumplir para levantar el que será su cuarto centro de este tipo en Europa, el más grande hasta la fecha.
El aspecto exterior de los centros de datos puede variar mucho. Pero en su interior hay pocas sorpresas: hileras de servidores colocados unos encima de otros funcionando día y noche. Una especie de granja de la era digital que almacena y procesa datos para que todo tipo de aplicaciones online puedan funcionar. En estos lugares, la nube se hace física.
En los últimos años las preocupaciones sobre el coste medioambiental de estas infraestructuras han ido en aumento. Sobre todo al hablar de los centros más grandes, conocidos en inglés como hyperscale, un tipo de centro especialmente atractivo para las grandes empresas tecnológicas debido a sus enormes necesidades de computación. Países como Irlanda, Países Bajos o Singapur han aplicado recientemente diferentes tipos de moratorias a su construcción.
Diversas investigaciones señalan en los últimos meses un incremento sostenido de la demanda de agua de gigantes de internet como Google o Microsoft por el auge de la IA
La Comisión Europea ha puesto también su foco en este tipo de complejos con su nueva directiva de eficiencia energética, que pronto obligará a los propietarios de centros con una capacidad mínima instalada de 500 kW a informar sobre su gasto energético.
Pero la electricidad no es la única preocupación que rodea a estas infraestructuras. Los racks de servidores que se almacenan en los centros de datos necesitan sistemas de refrigeración que eviten un calentamiento excesivo de los equipos. A pesar de que las soluciones técnicas varían entre instalaciones, hoy es habitual el uso de tuberías con agua fría para mantener a los servidores a una temperatura constante.
Agua, ¿pero cuánta?
Saber cuánta agua consume un centro de datos no es sencillo. Hasta ahora, las grandes compañías tecnológicas han evitado en muchos casos ofrecer números precisos. En otros, los datos revelados han resultado poco útiles: en Países Bajos, en 2021, en plena sequía nacional, una investigación periodística reveló que un centro de Microsoft consumía cuatro veces más agua que la que había anunciado la empresa.
El actual boom de la inteligencia artificial (IA) está escalando este problema a otro nivel. Los productos de IA generativa, como los chatbots o las aplicaciones para crear artificialmente contenidos, precisan de capacidades de computación nunca vistas hasta la fecha. Y por tanto de unos sistemas de refrigeración todavía más potentes. Como resultado, diversas investigaciones señalan en los últimos meses un incremento sostenido de la demanda de agua de gigantes de internet como Google o Microsoft.
En 2022, al calor de la explosión de este tipo de tecnología, Meta rediseñó la estrategia global para sus centros de datos, al mismo tiempo que cancelaba varios proyectos que ya tenían trabajadores sobre el terreno. El nuevo plan de la empresa de Mark Zuckerberg incluye el uso de un chip de silicio propio —diseñado para el entrenamiento de modelos de IA— y de miles de procesadores gráficos (GPU), que requieren una altísima demanda de energía y, por tanto, mayores necesidades de enfriamiento.
Las proyecciones de uso de agua potable de Meta para el proyecto (665,4 millones de litros anuales) dejarían muy poca agua disponible para otros usos en esta comarca de Talavera de la Reina
Conscientes de la creciente preocupación global en torno al agua, Meta y otros actores de la gran industria tecnológica llevan años buscando soluciones técnicas innovadoras para reducir su consumo de agua. Aunque algunas de ellas, como el enfriamiento por inmersión, se han descartado por las dificultades que conlleva.
El gobierno de Castilla-La Mancha publicó en marzo de 2023 una primera evaluación, abierta a consulta pública, del complejo que Meta construirá en Talavera de la Reina. Dos meses después la Confederación Hidrográfica del Tajo, responsable de la gestión de los recursos hídricos en esta zona del interior peninsular, lanzó un aviso: las proyecciones de uso de agua potable de la compañía para el proyecto (665,4 millones de litros anuales) dejarían muy poca agua disponible para otros usos en esta comarca.
Como en otras regiones españolas, la falta de lluvias y el aumento de las temperaturas ha provocado en los últimos años periodos de sequía recurrentes en la cuenca del Tajo, que riega el territorio donde Meta instalará su nuevo centro de datos. Aunque estas tierras no viven una situación tan límite como otras zonas del país, en el último lustro las autoridades de la región han activado varias veces planes de acción especiales contra la sequía.
Ante las advertencias del organismo responsable del suministro de agua, Meta presentó el año pasado un nuevo plan en el que redujo un 24% el consumo de agua del proyecto, tras aplicar varias medidas de eficiencia. Entre ellas el uso de enfriadores de aire seco para los servidores. Pero algunas voces creen que los últimos números presentados por la compañía no son suficientes para estar tranquilos.
Miguel Ángel Hernández, de Ecologistas en Acción, señala que los cálculos sobre la disponibilidad de agua se han hecho en un “escenario promedio”, teniendo en cuenta tanto las épocas de sequía como las de abundancia de los últimos años. “Pero resulta que vamos hacia un escenario en el que cada vez hay menos recursos disponibles en la cuenca del Tajo. Y en el que las situaciones de crisis, por episodios de altas temperaturas o baja precipitación, son cada vez más graves”, analiza Hernández.
Las dudas mostradas por algunas voces no impidieron que el gobierno regional tramitase oficialmente en marzo pasado la evaluación de impacto ambiental del proyecto, al considerar el consumo previsto de agua por la empresa dueña de Facebook, Instagram y Whatsapp como “adecuado” para la zona.
“Vamos hacia un escenario en el que cada vez hay menos recursos disponibles en la cuenca del Tajo”, dice Miguel Ángel Hernández, de Ecologistas en Acción
Expertos como Hernández, sin embargo, creen que no se está teniendo en cuenta los escenarios de sequía extrema que, como otras zonas de España, podría sufrir esta región a apenas hora y media de Madrid en coche. “¿Cómo se van a resolver entonces los problemas que se produzcan?”, se pregunta Hernández, quien asegura que el “consumo de agua del proyecto lleva al límite la capacidad de dotación que tiene Talavera”.
Buscando un trozo de tierra en el sur
Susan Schaap vive en Zeewolde, una pequeña localidad en Países Bajos. Schaap recuerda que la primera vez que oyó hablar del centro de datos que Meta planeaba instalar en su pueblo fue durante una videollamada organizada por el ayuntamiento. En la reunión, hecha online por culpa del covid-19, había unas 50 personas, entre concejales y vecinos. En ella se les informó que el complejo proyectado ocuparía una enorme parcela de terreno hasta entonces dedicada a la agricultura.
Para cuando Schaap y sus vecinos se enteraron de esos detalles, los enviados de la compañía estadounidense llevaban meses negociando con las autoridades locales. La opacidad que rodeó el proyecto sentó muy mal entre la población local, recuerda Schaap. “Meta decía que la participación de la comunidad era importante, pero mientras tanto escondían todo bajo la mesa”. Igualmente, sus dimensiones —el centro iba a ser el más grande construido hasta entonces en el país— y su alta demanda de energía acabó por poner en contra a una mayoría de vecinos.
La búsqueda de terrenos para la construcción de estas enormes infraestructuras es hoy todo un reto para las grandes tecnológicas. En un contexto de creciente oposición en los países del centro y norte de Europa
“Si vamos a pagar por esto, como ciudadano tengo algo que decir”, argumenta esta comercial de profesión, reconvertida a activista, que lideró hace un par de años el movimiento vecinal contra el proyecto de Zeewolde, finalmente cancelado por la empresa. Resistencias similares se han dado también en países como Chile, Irlanda, México y Singapur, entre otros.
La búsqueda de terrenos para la construcción de estas enormes infraestructuras es hoy todo un reto para las grandes tecnológicas. En un contexto de creciente oposición en los países del centro y norte de Europa, las big tech están girando cada vez más su mirada más hacia el sur del continente. En una tendencia similar a la que se está viviendo al otro lado del Atlántico, donde los países latinoamericanos están acogiendo cada vez más infraestructuras de este tipo.
En el sur de Europa, Portugal se ha convertido ya en uno de los mercados con mayor crecimiento de esta industria. También España, donde además de Meta, otros grandes actores tecnológicos como Google y Amazon han construido en los últimos años nuevos centros de datos para satisfacer sus necesidades de almacenamiento y computación. Microsoft anunció en febrero una inversión millonaria en nuestro país que incluirá la construcción de varias de estas infraestructuras. Amazon acaba de hacer lo propio con una inversión para ampliar tres centros con los que ya cuenta en Aragón y construir uno nuevo.
Ana Valdivia es investigadora del Oxford Internet Institute (OII) y estudia los impactos de esta industria en el Sur Global. Valdivia anticipa que, en paralelo a la expansión del sector, la contestación ciudadana ante los grandes centros de datos crecerá también en países como España, sometidos ya a eventos climáticos extremos. “Cuando la gente sea consciente del verdadero impacto de estas infraestructuras, habrá más resistencia”, asegura.
Una vez terminado, el centro de Talavera será el más grande y también el más meridional de sus centros en Europa. Los otros tres están en países del norte del continente: Irlanda, Dinamarca y Suecia
El movimiento de Meta, que actualmente cuenta con 24 centros de datos en todo el mundo —la mayoría de ellos en Estados Unidos—, ejemplifica bien esta tendencia. Una vez terminado, el centro de Talavera será el más grande y también el más meridional de sus centros en Europa. Los otros tres están en países del norte del continente: Irlanda, Dinamarca y Suecia.
“[El almacenamiento y procesamiento de datos] es un problema para todas las grandes tecnológicas, todas están buscando dónde construir”, explica un antiguo ingeniero de Meta especializado en el diseño de centros de datos, que trabajó en la compañía seis años y prefiere mantener su anonimato. Esta fuente apunta que a día de hoy dar con regiones “receptivas para su construcción” es “el factor fundamental” que mueve a estas compañías a decidirse por una u otra ubicación. A ello se añaden factores propios de cada empresa como las necesidades de conectividad, de energía y un gobierno estable, explica.
“¿Cuántos centros son asumibles?”
En una soleada mañana de enero, desde la granja de Luis Miguel Pinero se ve al fondo la Sierra de Gredos nevada. Justo detrás de esta cadena montañosa al norte de Talavera de la Reina nace el río Alberche, que abastece de agua al área donde se instalará el centro de Meta. Este río afluente del Tajo también riega los terrenos de cultivo de Pinero, un agricultor de barba canosa y manos curtidas por el trabajo en el campo.
Apoyado en un tablón de madera en su granja, Pinero explica cómo en los últimos años en la zona han sufrido varias restricciones en el suministro de agua. Periodos en los que el caudal suministrado por el Alberche no era suficiente, que se solucionaron con el desvío de agua proveniente de otro caudal, el del Tajo, mucho más contaminado. “A mí esa agua no me sirve”, apunta este pequeño productor de tomates ecológicos y otras hortalizas.
Pinero hoy se muestra tranquilo porque “ha llovido muy bien este año”. No se trata solo de que llueva lo necesario para el campo, sino de que llueva cuando tiene que hacerlo, explica. “Pero cada vez ocurre menos. Llueve cada vez de forma más errática. El cambio climático aquí se nota”, asegura. Las restricciones en el suministro de agua que han afectado a su granja en los últimos años han ocurrido sobre todo a finales de agosto y septiembre, cuando las reservas del Alberche ya no daban más de sí.
A diferencia de lo que está ocurriendo en otras latitudes, hoy en Talavera de la Reina y sus alrededores prácticamente no existe contestación ciudadana al gran centro de datos de Meta
Además de la bajada de calidad del agua, otro problema en estos periodos de sequía ha sido las limitaciones de riego impuesta por las autoridades a ciertos días de la semana, explica. Las cuales provocan una merma en los cultivos que en esa época todavía no se han recogido, como las coles. “Si te pilla en agosto con poco agua, es problemático. Es un periodo en el que las coles todavía están pequeñas”, advierte. Lo mismo ocurre con los tomates tardíos de verano.
A diferencia de lo que está ocurriendo en otras latitudes, hoy en Talavera de la Reina y sus alrededores prácticamente no existe contestación ciudadana al gran centro de datos de Meta. Pinero, que sí se muestra escéptico sobre los beneficios del proyecto para la población local, cree que tanto los políticos de la región como la empresa se han encargado de apartar del debate público los posibles efectos negativos del proyecto.
“La gente está esperanzada porque va a traer puestos de trabajo. ¿Este tipo de proyectos se supone que va a traer eso, no?”, se pregunta Pinero, que cada semana viaja en su furgoneta hasta Madrid a vender sus productos a mayoristas, tiendas ecológicas y particulares. “Somos de las zonas más deprimidas de España”, incide. Con una tasa de paro del 24%, un descenso continuado de la población en las últimas décadas y un abandono sostenido de las instituciones, en esta comarca muchos ven la inversión de Meta como una posible salvación.
Pero otras voces creen que es el momento de replantearse la construcción de proyectos tan demandantes en recursos. “A pesar de que la empresa alega eficiencia, proyectos como este tienen consumos muy elevados”, explica Begoña Valero, técnica de conservación de la ONG SEO Birdlife, que ha seguido las diferentes fases de evaluación del complejo desde que comenzó a tramitarse, hace más de dos años.
Valero argumenta que es urgente una mayor toma de conciencia ciudadana sobre la huella medioambiental de los productos y servicios digitales. “Hay que trasladarle a la sociedad que todo esto, que parece tan etéreo, tiene una parte física. Que detrás de estas tecnologías están estas infraestructuras”. Y añade que “el consumo de datos no va a dejar de disminuir”. “¿Cuántos centros de datos son asumibles? A lo mejor hay que racionalizar el uso de estas herramientas”, reflexiona.
En términos similares se expresa Aurora Gómez, que hace unos meses creó como contestación al centro de Meta en Talavera la asociación Tu nube seca mi río, para concienciar sobre las contrapartidas de este y otros centros de datos en España. Para Gómez, centrar el debate en la cuestión de la eficiencia energética de los centros de datos es un error que sólo beneficia a las grandes empresas tecnológicas, las únicas capaces de aplicar técnicas innovadoras a escala para reducir el gasto de electricidad y agua.
Como contestación al centro de Meta en Talavera, la asociación Tu Nube Seca mi Río intenta concienciar sobre las contrapartidas de este y otros centros de datos en España
Y reclama hablar también de la amenaza a nuestra “soberanía tecnológica” que, valora, supone que estos grandes complejos pertenezcan a un puñado de actores privados, capaces de imponer una narrativa asociada al “progreso” social y económico de la zona — igual que ocurrió hace 25 años con el aeropuerto que construyeron sobre los terrenos de su familia, rememora—. “Escogen territorios despoblados y envejecidos, donde la contestación sea nula”, asegura Gómez. “Cuando una zona ya está despoblada es cuando puede aparecer una invasión del territorio. Y ahí ya da igual”, remacha.
Una versión inicial y en inglés de este reportaje se publicó en abril en el Green European Journal.
Relacionadas
Inteligencia artificial
Inteligencia artificial Los creadores rechazan las licencias ampliadas para el uso de sus obras en la IA: “Es un genocidio cultural”
Inteligencia artificial
PAN 06X02 Abrazar el ludismo, radicalizarse contra la IA
Inteligencia artificial
PAN 06X01 Vuelve el PAN, integral, pero sin IA
Es muy distópico todo esto al final van a quitar agua a los habitantes para dársela a las maquinas. Cada vez se parece todo un poco más a Matrix... Gran artículo, eskerrik asko!
Tenía por una buena noticia que viniera Google a montar su central de ciberseguridad europea en Málaga y ahora veo, gracias a este artículo, que se trata de chupar agua para refrigerar las torres de datos. A costa de la ciudadanía circundante. Natural selection: porque la vida es una lucha por engañar y no ser engañado, por comer y no ser comido, por vivir a toda costa. Vivir está sobrevalorado, pero como el programa del ADN manda, el instinto de supervivencia impera.