Instituciones culturales
José Luis Pérez Pont: “Mi destitución fue una acción política”

El gestor cultural José Luis Pérez Pont fue cesado en sus cargos de director gerente del Consorci de Museus de la Comunitat Valenciana y director artístico del Centre del Carme Cultura Contemporània de València en cuanto Vox llegó a la Conselleria de Cultura.
José Luis Pérez Pont, gestor cultural cesado por Vox
José Luis Pérez Pont, gestor cultural cesado por Vox. Eva Máñez

El 21 de noviembre de 2023, centenares de personas se congregaron a las puertas del Centre del Carme Cultura Contemporània (CCCC) de València para protestar por el cese disciplinario dictado por el nuevo conseller de Cultura, el extorero de Vox Vicente Barrera, del hasta entonces director gerente del Consorci de Museus de la Comunitat Valenciana y director artístico del CCCC, José Luis Pérez Pont. De nada servían las buenas cifras —y el éxito— conseguidas por la institución cultural, ni que el contrato firmado en 2016, y renovado en 2021, a través de una convocatoria pública estuviera en vigor. José Luis Pérez Pont (Alicante, 1972) licenciado en Derecho y doctor en Bellas Artes, es el “agitador cultural” que convirtió un museo vacuo en un lugar de encuentro de la ciudadanía: durante su gestión en el CCCC se programaron un total de 686 exposiciones, 7.309 actividades o 523 proyectos educativos.

En el CCCC se realizaron proyectos para concienciar sobre el cambio climático, la memoria democrática, el feminismo o la cultura LGTBI. Los actuales gestores políticos de Vox argumentan que ha habido mala praxis en su gestión y presuntas irregularidades administrativas. ¿Por qué cree que le han destituido realmente?
Siento que fue una acción política, no entienden que pueda haber profesionales independientes. No entienden que se haya trabajado con libertad y sin injerencias políticas. Porque ha sido así, no es lo habitual, pero en este caso los responsables políticos del gobierno anterior han dejado trabajar con libertad, independencia y sin injerencias políticas. En la única ocasión en la que me pude reunir con la actual Secretaría Autonómica de Cultura, esta manifestó un nivel de desconfianza enorme hacia la gestión que yo había realizado, y ello a pesar de que mi gestión había sido reiteradamente aprobada por los diversos representantes políticos de las entidades integrantes del Consorci. Quien instrumentaliza lo público para intereses partidistas cree que todos lo hacen y no entienden que hay profesionales que son independientes y que trabajamos priorizando los objetivos del interés general, del bien común y de lo público.

Ante el cese ¿qué medidas va a tomar? ¿Ya tiene planes de futuro?
Primero, recurrir el despido. Solicité un acto de conciliación que se celebró a finales de enero en el que no se presentaron y la demanda está interpuesta en el juzgado. En mis planes de futuro hay proyectos que se están gestando y estoy dispuesto a seguir escuchando propuestas. Mi mirada está puesta desde lo más local hasta lo internacional, me gustan los retos y creo que puedo seguir aportando.

El Observatorio de la Cultura (Fundación Contemporánea) incluye al CCCC entre las diez mejores iniciativas culturales del último año. ¿Qué siente cuando ve los resultados este ranking?
Nunca he trabajado pensando en rankings, he trabajado pensando en la ciudadanía y en el sector cultural. El reconocimiento al trabajo realizado es la consecuencia y se agradece, el CCCC encabeza la lista de imprescindibles en la categoría de centros culturales en España y ocupa la sexta posición de proyectos ejemplares en su compromiso social y con el desarrollo sostenible. Cuando llegué a la dirección de la institución en 2016, el CCCC, que ahora está en el octavo puesto del ranking estatal, ni tan siquiera aparecía en esa lista de más de 100 instituciones.

José Luis Pérez Pont
José Luis Pérez Pont posa para El Salto. Eva Máñez

¿Cuál ha sido el peor y el mejor momento en estos siete años?
El peor momento, sin duda, es la falta de recursos humanos, que es un peor momento prolongado en el tiempo. En estos años, el presupuesto se ha multiplicado por cuatro, la actividad se ha multiplicado por 15 y los públicos se han multiplicado un 450%. Todo eso pone de manifiesto la necesidad de dotar mejor de personal a esa institución. Lejos de eso, hemos tenido 13 trabajadores y durante varios años hemos contado solo con nueve. Ha habido que hacer un sobreesfuerzo, que agradezco a esos trabajadores que se han implicado para que las cosas salieran adelante, y ha habido un sobrecoste personal por mi parte, que me he visto obligado a trabajar por encima de lo exigible, entre 12 y 16 horas al día. Lo más satisfactorio, sin duda, ha sido conseguir dar un apoyo efectivo y eficaz al sector cultural, y por otra parte lograr conectar con los públicos de una manera amplia y poder demostrar que otros modelos de gestión son posibles y funcionan. Hemos roto con los cánones de la gestión cultural tradicional y hemos incorporado fórmulas de innovación en el funcionamiento habitual de los museos.

Soy un gran defensor de las convocatorias públicas que garantizan igualdad de oportunidades, transparencia en la gestión y democratización en el acceso

¿Cómo era la gestión del centro con apenas una decena de funcionarios y algunos de ellos quintacolumnistas o funcionariado gris? ¿Es algo que ocurre en general en todas las instituciones?
Habría que plantearse de qué forma llegan algunos trabajadores a esos puestos de trabajo. En el caso del Consorci de Museus primaron los procesos opacos, en los que no se valoraban los méritos profesionales en igualdad de condiciones. Por eso soy un gran defensor de las convocatorias públicas que garantizan igualdad de oportunidades, transparencia en la gestión y democratización en el acceso. Esa es la línea de trabajo que hemos desarrollado durante estos años en el Consorci de Museus y en el CCCC y que ha dado buenos resultados, diversificando la participación de profesionales y dando oportunidades también a aquellas personas a las que no tenemos por qué conocer personalmente, pero que sin embargo tienen talento y grandes capacidades, como se ha puesto de manifiesto en nuestra programación. Tener la oportunidad durante estos años de llevar a cabo una nueva fórmula de trabajo me ha resultado gratificante, sobre todo porque me ha permitido poner en práctica ideas que desde el sector profesional planteábamos. Por ejemplo, que es necesario remunerar a los artistas y reconocer el valor del trabajo intelectual y artístico, avanzar en materia de profesionalización, ser capaces de hibridar lenguajes impulsando la educación artística y que la cultura contemporánea tuviera una posición central para situarnos en el mapa internacional.

El Conseller de Cultura, Vicente Barrera, de Vox, ha declarado que quiere imponer una “cultura blanca, sin ideologías”, tras abrir una nueva línea presupuestaria de 300.000 euros a la Fundación Toro de Lidia en Madrid. ¿Es posible la cultura sin ideología?
Creo que se trata de ideologías que no respetan la pluralidad, especialmente en el ámbito de la cultura, que creen que su verdad es única y universal y se olvidan de que hay muchas verdades, muchas formas de ver el mundo. La sociedad se compone de una realidad rica, diversa y plural. No hay un solo punto de vista, pero hay personas que, posicionadas desde un determinado lugar, adoptan una mirada única y creen que por ser la suya está exenta de carga política e ideológica. En ese tipo de conductas lo que aprecio es una cierta posición excluyente.

De lo que se debería ocupar un conseller de Cultura de un territorio es de impulsar y apoyar a los profesionales y a las personas que tienen el talento para construir el relato de la cultura

El señor Barrera, continuamos con él, apenas ha dado dos ruedas de prensa desde que asumió como conseller de Cultura, la última para decir que iba a ser un dique de contención para el ministro Urtasun y la cultura woke. Parece que estamos en tiempo de guerra cultural.
Creo que de lo que se debería ocupar un conseller de Cultura de un territorio es de impulsar y apoyar a los profesionales y a las personas que tienen el talento para construir el relato de la cultura. La cultura no se crea en despachos ni en departamentos políticos, la cultura la hacen las personas y tenemos la suerte de tener un gran músculo cultural, con muchos profesionales valiosos.

¿Cree que estamos volviendo a una política cultural basada en despedir a los que estaban antes y poner a los que son afines? En definitiva, ¿una Conselleria para rendir cuentas al partido en el poder y no a la ciudadanía?
En el año 2007 se puso en marcha en España el Manual de Buenas Prácticas en Museos y Centros de Arte, con el acuerdo del Ministerio de Cultura y las principales asociaciones del sector con el propósito de contribuir a la despolitización partidista de la gestión de la cultura y del arte. Eso ha dado buenos resultados en cuanto que ha logrado que profesionales puedan acceder al margen de las vías de lo partidista a ocupar puestos de dirección y de gestión en las principales instituciones culturales españolas y valencianas. No respetar esto representa una pérdida de calidad democrática en el funcionamiento de las instituciones públicas. Creo que es un retroceso, cuando los políticos acceden a puestos de gobierno tienen que ser conscientes que trabajan para toda la ciudadanía, no sólo para quienes les han votado.

José Luis Pérez Pont, el día de su destitución
José Luis Pérez Pont, el día de su destitución. Eva Máñez

Usted programó a 4.000 creadoras en un claro compromiso feminista.
En la historia de la cultura valenciana, española e internacional ha habido un déficit de falta de presencia y participación de las mujeres en la construcción del relato histórico artístico. Hay que trabajar para cumplir con la Ley de Igualdad que existe en el Estado español, pero también para saldar la deuda histórica que existe con las creadoras y las intelectuales. Excluir la mirada de las mujeres es profundamente injusto y no responde a la realidad de la sociedad en la que vivimos. He tenido siempre claro que había que trabajar para ser justos en el funcionamiento de una institución pública, que tiene que tener la capacidad de mostrar las miradas diversas que existen en la sociedad y por supuesto integrar de una forma prioritaria la visión y la participación de las mujeres en la construcción cultural de nuestro tiempo.

Una institución cultural debe funcionar como un espejo del mundo, siendo una plataforma y un altavoz de lo que está sucediendo en la calle

También programó numerosas exposiciones sobre las luchas y reivindicaciones de los movimientos sociales o directamente cedió espacios a estos colectivos. ¿Qué ve de interesante en ellos? ¿Por qué el mundo del arte debería mirarlos con atención?
Los movimientos sociales están activados por personas que forman parte de la sociedad y que son a su vez agentes culturales. Personas que están conformando el relato del presente; sin ellas no podemos hablar de la realidad que nos envuelve. Es importante que eso tenga presencia en la programación de la institución y que su participación sea visible, sobre todo porque a veces esos movimientos no siempre pueden visibilizarse como merecen. Una institución cultural debe funcionar como un espejo del mundo, siendo una plataforma y un altavoz de lo que está sucediendo en la calle.

¿Qué es la cultura inclusiva que usted defiende en charlas y ponencias?
Siempre he creído que la cultura tiene la capacidad de mejorar la vida de las personas y desarrollar la capacidad crítica. Sin educación y sin cultura, el ser humano está realmente mucho más indefenso, es por ello que la cultura es una herramienta imprescindible para hacer una sociedad mejor, más pacífica y con valores. La cultura inclusiva es la que se gestiona y se programa pensando en todas las personas y no solo en especialistas o en las élites culturales. Hemos demostrado que en la sociedad valenciana había hambre de cultura y que cientos de miles de personas, en concreto 2.600.000, han respondido a nuestra programación y han conectado con nuestros contenidos. Ha supuesto pequeños grandes avances y me da mucha satisfacción la manera orgánica en la que los públicos, y especialmente la infancia y la juventud, han conectado con las expresiones artísticas de hoy. Ese es el reto para cualquier museo, y en el CCCC lo hemos logrado con esta fórmula de agitación cultural que se ha convertido en un caso de éxito.

Para eso hay que hacer un trabajo horizontal, permeable, cercano y convertir la institución en un espacio de vida cotidiana. Se trata de contribuir a seguir avanzando en materia de democratización cultural y hacer accesible la cultura a todas las personas. Ha sido gratificante comprobar que había un público amplio que estaba demandando silenciosamente esas propuestas y que lo han disfrutado sonoramente. Es la respuesta de la ciudadanía, las personas no pueden demandar lo que desconocen. Cuando lo ofreces y existe una respuesta masiva, quiere decir que existía esa necesidad que no estaba atendida y nadie tenía la sensibilidad de percibirla, de impulsarla y de acompañar a esos públicos para que descubran el disfrute de la cultura y la experiencia de las artes visuales y de otras disciplinas artísticas que hemos programado durante estos años.

¿Le ha pasado factura su protagonismo crítico contra la política cultural del PP entre 1995 y 2015? A usted le llamaban el azote de Consuelo Císcar.
Mi posición crítica siempre la he ejercido desde la independencia y la libertad, nunca bajo parámetros partidistas. Soy, hasta el momento, un profesional independiente y como tal ejerzo. En aquel momento, como presidente de dos organizaciones profesionales, la Asociación Valenciana de Críticos de Arte y del Consejo de Críticos y Comisarios de Artes Visuales de España, representaba la posición mayoritaria del sector artístico, que desde la crítica de arte y junto a los artistas visuales, los directores de museos, las galerías de arte, etcétera estaban alineados en esa opinión sobre la mala gestión de los recursos culturales y de una institución tan relevante como era el IVAM (Instituto Valenciano de Arte Moderno). Es cierto que, desde que llegué a la dirección del Consorcio de Museos, he recibido un hostigamiento constante por algunos, los mismos que actualmente parece que han sido recompensados.

Tener la oportunidad de construir es siempre mejor que criticar, pero a veces las vías para poder construir son inexistentes. En aquella época, en la Comunitat Valenciana todas las puertas estaban cerradas. Mantuvimos numerosas reuniones con los responsables de entonces para proponer, por ejemplo, que se remunerara a los artistas cuando hacían una exposición en un museo público y se negaron siempre. Nuestra crítica no procedía de la confrontación, pretendía construir a una realidad mejor, ante la imposibilidad de llevar a cabo avances en el ámbito cultural. Esto es importante dejarlo claro, nuestra crítica se debía a la reivindicación profesional de un sector que estaba agonizante y que, lamentablemente, puede que vuelva a ese lugar.

Entre 2016 y 2023 he tenido la oportunidad, accediendo a través de una convocatoria pública con un proyecto de gestión, de poner en práctica todas esas ideas que proponíamos, logrando buenos resultados. La fórmula ha sido acertada y ha funcionado.

La institución tiene que ser una plataforma de impulso y de visibilidad, un espacio facilitador, nunca fagocitador

Hay una cultura que se diseña para privilegiados, una cultura especulativa que muchas veces se hace desde la institución. ¿Tenemos que irnos al underground para poder ver una cultura desde abajo?
Se tiene que potenciar la capacidad de los agentes culturales, de los profesionales y de la ciudadanía para poder llevar a cabo iniciativas culturales desde cualquier ámbito, también desde el underground por supuesto, eso enriquece siempre. Pero, por otra parte, la institución pública que gestiona los recursos públicos y los espacios que son titularidad de todas y de todos no debe ser un coto privado de caza que solo unos privilegiados pueden utilizar, los recursos públicos se tienen que poner a disposición de la ciudadanía. La institución tiene que ser una plataforma de impulso y de visibilidad, un espacio facilitador, nunca fagocitador.

¿Cuál cree que ha sido el legado del CCCC?
Creo que lo más valioso que ha sucedido es la implementación de un nuevo modelo de gestión para una institución cultural pública, que ha dado resultados beneficiosos para el sector cultural y la ciudadanía al conectar con los públicos, con la infancia y con la juventud. Esto ha sido un objetivo principal para mí, hemos logrado que el 44% de las personas que visitaron el año pasado el Centre del Carme tuviera menos de 30 años, algo que no sucede en los museos habitualmente.

¿Para qué debería servir un Consorcio de Museos?
El Consorcio de Museos debiera ser una herramienta de vertebración cultural en el territorio. Es esa la línea en la que hemos trabajado. En estos años hemos llegado a 881 municipios con programación cultural, desde las capitales a las áreas rurales. Un modelo de trabajo que echo de menos a nivel estatal y que el Ministerio de Cultura podría abordar. A veces parece que han trabajado pensando solo en Madrid, pero España es bastante más.

Una de las críticas que le hacen es que usted en el CCCC no tenía un concepto de museo, sino un repartir para todos.
No es repartir para todos, es abrir cauces bajo parámetros de igualdad para quienes presentan proyectos, que son seleccionados por profesionales que integran los jurados de forma independiente a propuesta de asociaciones, universidades, etcétera. Por lo tanto, usando un nivel de transparencia como no ha sucedido nunca en este territorio, lo que hemos logrado es que profesionales con buenas propuestas puedan llevar a cabo sus proyectos sin necesidad de ser amigos de quien dirija, ni hacer la pelota a nadie, ni estar en la órbita de un partido político, ni formar parte de un círculo de influencia. Esa es la manera en la que se debe trabajar profesionalmente, frente a trabajar para lograr el favor de quien tiene el poder en un determinado momento. Esa es la gran diferencia. Entiendo que hay personas a las que este modelo les molesta porque posiblemente no tienen el talento necesario, pero sí tienen las relaciones o las influencias en determinados entornos y evidentemente este modelo que prima la igualdad de oportunidades les incomoda. A las personas que tienen capacidades este modelo les va muy bien, porque su talento se abre paso de una forma justa, libre e independiente.

¿Para qué sirve un museo?
Un museo es un contenedor de memoria, por una parte, pero también es una institución capaz de construir relatos. Y en esa construcción de relato se contribuye a dejar un testimonio del pasado, a contar el presente y abrir vías y a generar potencialidades para proyectar un futuro posible. Creo que los museos, en su concepto tradicional, tienen que avanzar hacia el modelo que hemos implementado durante estos años. Que toma lógicamente bases del modelo tradicional, pero plantea otras cuestiones que son mucho más avanzadas, sobre todo en cuanto a participación, igualdad, transparencia y horizontalidad. Todo eso da como resultado una institución más rica, porque se nutre de muchas más voces, en la que participan más personas y colectivos. Esa suma genera una galaxia mucho mayor que cuando lo restringimos a círculos concéntricos.

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