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Independencia de Catalunya
Carta a mis amistades no independentistas
Lo que cuestiono es el “no soy independentista”. ¿Por qué os parece tan importante hacer esa aclaración? Claro que no lo eres, no puedes serlo, pero tampoco no serlo.
Profesor de veterinaria en la Universidad Autónoma de Barcelona
Quienes escribimos nos equivocamos mucho y no me refiero a la ortografía o la gramática, que también. Yo, por ejemplo, poco a poco he ido aprendiendo de los movimientos feministas a desobedecer el uso del lenguaje oficial que invisibiliza —pareciera que intencionadamente— al género femenino y por extensión a la presencia de mujeres en la sociedad, a sus pensamientos, a sus posiciones. Quizás por esta importancia que doy al lenguaje, presto (demasiada) atención a algunos modismos que parece que van cuajando en nuestras expresiones. Me refiero cuando compañeras y compañeros no catalanes iniciáis un texto con la premisa “no soy independentista, pero...”.
Después de ese pero llegan posicionamientos muy valiosos y muy valientes. Cuando la corriente mayoritaria fuera de Catalunya es cargar contra el proceso que aquí se está viviendo, lo que hay después de ese pero, por ejemplo, en favor de la desobediencia en el proceso judicial, sobre la injusticia de la prisión para las políticas y políticos o el rechazo de la violencia utilizada por las fuerzas del estado durante el referéndum, insisto, son magnificas oleadas de buena energía.
Lo que cuestiono es el “no soy independentista”. ¿Por qué os parece tan importante hacer esa aclaración? Claro que no lo eres, no puedes serlo, pero tampoco no serlo. Igual que tampoco yo puedo ser o no ser independentista gallego, castellano o andaluz. Igual que yo no me puedo poner en la piel de la población de Escocia o del Quebec. Y no es una queja caprichosa, igual que detrás de un picor se puede esconder una pulga, creo que detrás de esta expresión hay que revisar no se esconda un sentimiento a trabajar. Un sentimiento de propiedad que, como el machismo o el antropocentrismo, casi casi parece que nacemos con ellos, o en cualquier caso es muy predominante.
¿Os habéis preguntado alguna vez si estáis a favor del derecho a decidir? Del derecho a decidir de las mujeres sobre sus cuerpos, del derecho a decidir las personas migrantes a migrar o no migrar, del derecho de los pueblos a decidir o no su independencia
Entiendo bien lo que queréis decir las compañeras que utilizáis esta expresión, porque con algunas de vosotras lo he hablado. Mayoritariamente me decís que no os gusta pensar en Catalunya fuera del Estado español, una postura legítima, que juntas estamos mejor y todas salimos ganando con una gobernanza común. Igual me ocurrió a mí sobre si me gustaba o no ver marchar a mi hija de casa, ¡con lo bien que hemos estado junta toda la familia! Quizás por eso sé bien que la pregunta que tuve que hacerme es ¿puedo yo decidir por ella?
Tenía ganas de compartir esta reflexión. ¿Os habéis preguntado alguna vez si estáis a favor del derecho a decidir? Del derecho a decidir de las mujeres sobre sus cuerpos, del derecho a decidir las personas migrantes a migrar o no migrar, del derecho de los pueblos a decidir o no sus políticas, y del derecho de los pueblos a decidir o no su independencia. Si estáis a favor, entonces, corregid la expresión. Si la mantenéis entenderéis que aquí, los catalanes y catalanas, independentistas o no, pensaremos —tal vez equivocadamente— que no estáis a favor de nuestro derecho a decidir.
¿Y por qué os explico esto? Porque creo que sitúa muy bien de qué hablamos cuando hablamos de independencia en el Estado español. De algo pequeño, minúsculo, de muy poca relevancia global, pero con mucha importancia emocional. Que Galicia, Castilla, Andalucía, Asturias o Catalunya, un pueblo, sea o no sea independiente, no es nada más que una situación administrativa, un papel firmado. Lo esencial nunca se define ahí, es más profundo.
El amor y la energía para encontrar lugares comunes —en un Estado, en dos o en tres; en una confederación; en un hermanamiento... no importa, en un mundo igualmente siempre conectado— donde abordar juntas los grandes problemas del mundo, el cambio climático, la pobreza, el hambre, solo se fortalece y se hace sincero y poderoso cuando no se impone. Es una ley de la física, como las de Newton, la fuerza de un cuerpo que actúa sobre otro (imposición) es la misma que este cuerpo siente recibida (opresión), y ambas se anulan.
Aprender a no imponer, tal vez, es la fuerza más radical para cambiar el mundo.
PD: Ya que estoy con esto del lenguaje os cuento otra cosa. Siento el idioma castellano como algo propio, y si a un conjunto de palabras se le puede tener amor, reconozco abiertamente que estoy enamorado del castellano. Nadie me lo impuso, fue mi madre que durmiéndome con sus nanas, riñiéndome con sus vocales y consonantes, enseñándome con él mil cosas, quien me hizo castellanoparlante, castellanopensante y castellanoamante. Lo mismo ocurrió con el catalán a través de mi padre. Dos regalos de nacimiento.
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Claro que estoy a favor del derecho a decidir, pero que decida quien corresponda, en este caso toda la nación española que es una realidad, no asi el proyecto de nación que os habeis montado y que tras 200 años de sobrerepresentación - mintiendo al electorado que siempre fue español - mientras excluiais lo español de Cataluña no habeis conseguido más que el 48 % de adoctrinados.
Me gusta tu artículo, pero no estoy seguro de que tengas toda la razón. Yo soy manchego, con orígenes andaluces, y me considero independentista. No solo apoyo el derecho a decidir, sino que soy partidario de que Catalunya se independice de España (eso me produce una sana envidia, aunque también contemplo la posibilidad de marcharme a Catalunya). No sé si considerarás que mi argumento es válido, pero si lo es también podría serlo el que planteas en el artículo.
Que coño te piensas que soluciona una independencia hos creéis especiales todos los países europeos tienen sus independentistas pero ninguno da el paso por que moralmente es una de I ion que ipoteca muchas generaciones es un tema más serio de lo que se hos hace creer por allí te vas a hacer independentista y se te va a curar el cáncer como dijo el señor máx?
Estoy a favor del derecho a decidir, pero no quiero que ese derecho le desarrolle la derecha corrupta que llegaba a acuerdos con PP-P$OE y que buscó la autorrealización cuando les cortaron el grifo y se empezó ha juzgar dirigentes de CiU. No quiero que aquellos y aquellas que reprimen, recorta en sanidad y educación como en Madrid sean abanderados del derecho a la autorrealización.
En el juicio de estos días se ve que todo esto del Proces ha sido un juego de trileros. ¿Qué buscan? ¿Qué quieren lograr? Es la misma locura el Brexit, un cocktail de chovinismo, ideas imperiales, huida de un territorio más pobre que les roba y una irresponsabilidad ciega de unos dirigentes sin un verdadero plan de actuación. ¿Qué han conseguido hasta ahora? Una sociedad crispada, unos cuantos presos políticos, una excusa para el fascismo español y una cortina de humo para mantener las políticas neoliberales en Cataluña y por ende en España. En el siglo pasado fue Gibraltar, en el cambio de siglo fue ETA, ahora tenemos el Proces...
No soy independentista. Por qué no lo debo decir cuando los independentistas así lo hacen. ¿No se les aplica el cuento a ellos?
Estoy a favor al derecho a decidir, y tengo derecho a expresar mi opinión. No me gustaría que Cataluña se independizara.
No soy independentista, pero tengo sentido común.
Cataluña no es un a hija adolescente, si no un brazo derecho bien alimentado y entrenado que forma parte de un cuerpo del cual le llega la sangre y los nervios que lo hacen funcionar. El concepto de catalán no es más que un español afincado en Cataluña. Mañana podrían empadronarse 4 millones del resto de españoles en Cataluña e instantáneamente serían catalanes. Tot plegat, pajas mentales.
Para cuando un partido republicano y confederalista en el Congreso de los Diputados?
A diferencia de la mujer que tiene derecho pleno sobre su cuerpo o del migrante a migrar, por cada catalán con derecho a decidir sobre la independencia hay otro catalán que no tiene esa aspiración y que ve con temor un posible cambio del statu quo en el que ha estado inmerso hasta ahora, incluyendo el marco jurídico, derechos y las perspectivas económicas. Quizá, en este caso, el derecho a decidir, afecta de pleno a los derechos fundamentales de otros, a diferencia de los otros ejemplos mencionados.
Saquen el 70 u el 80 por cien de voto indepe y ya veremos, pero no fuercen con la mitad
independència per gestionar els nostres impostos i inversions, i per poder repartir el pastís del poder entre els polítics de casa nostra. Volem la independència com eina per poder catalanitzar plenament la nostra nació. Som racistes per la senzilla raó que els catalans som una raça, som un poble, una nació, i els nostres trets diferencials inclouen la raçaVolem la.
parla per tu. Els indepes sempre poseu dins del sac vostre a tots els catalans. Som molts els catalans no indepes.
Jugáis con el 50 %de un pueblo que no lo pide de unas jeneraciones futuras que no sabes si quieren independencia ipocritas vivir en un barrio no puedes atribuirle como propio y si vives en un pueblo por mucho que digas es mi pueblo no lo combierte en tuyo gestionar impuestos el día que se his caiga la venda de donde se va vuestro dinero le pagáis la fiesta a todos los que viven de discursos independentistas
Pero que vais a gestionar si el dinero se lo llevan siempre los mismos .ciegos es lo que estáis
No estoy a favor de que las partes económicamente más desarrolladas de un Estado se segreguen de él, pero... . Todas las personas que tenemos sensibilidad y empatía hacia el prójimo entendemos que la democracia es el mejor principio por el que se puede guiar una sociedad, el problema es el demos, ¿quien forma el demos que decide? Desde Cataluña se entiende (mayoritariamente) que el demos lo forman únicamente los catalanes, desde el resto del Estado se entiende (mayoritariamente) que el demos lo forman todos los habitantes del Estado. Ciertamente la respuesta no es ninguna de las anteriores, puesto que ante una voluntad clara del pueblo de Cataluña el resto del Estado no podría ignorar esa voluntad, pero sin esa claridad, parece sensato plantear que el resto del Estado tiene algo que decidir. En suma, este tipo de planteamientos como los del artículo, comparando a Cataluña con una hija que se va de casa o con el cuerpo de una mujer, aportan muy poco al debate sensato y mucho al amarillismo político. Pero bueno... la política, aunque no se quiera reconocer, son sentimientos.