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Incendios
El fuego en el barrio de Campanar: un modelo urbano de especulación, ladrillazo y degradación
El pasado jueves a las 17:00 horas, un incendio devoró por completo dos bloques unidos de viviendas residenciales en el barrio de Campanar, en València, donde vivían cerca de 500 personas. Las llamas se propagaron a una enorme velocidad y en apenas media hora llegaron a todo el inmueble, construido en el año 2005, cuando Rita Barberá estaba al frente de l’Ajuntament de Valencia y Francisco Camps de la Generalitat. Habría hasta diez víctimas mortales y multitud de heridos, según informó la Policía Científica.
Por el momento, el juzgado de guardia de la ciudad, tras recibir un avance del atestado policial, ha considerado oportuno abrir diligencias por la tragedia y ha decretado el secreto de las actuaciones por un mes con el fin de facilitar la investigación de los hechos o condicionantes que motivaron el fuego y su rápida expansión. Si bien el origen del incendio es desconocido, muchos periodistas y expertos de la construcción señalan que los materiales usados eran inflamables y de baja calidad. Otras visiones apuntan a la historia de degradación del barrio, especulación inmobiliaria y un modelo urbanístico del ladrillazo.
Primera operación: expulsión en el Campanar
El lugar donde han ocurrido los hechos, Campanar, ha sido históricamente una zona con un gran tejido comunitario que supo conjugar en su seno lo rural y lo urbano. Había huerta, alquerías, y otros espacios comunitarios que experimentaban de manera incipiente con la soberanía alimentaria. En 1897 llegó su integración forzosa para convertirse, junto a Poble Nou y Vilanova del Grau, en lo que actualmente es un barrio. Más de un siglo después, en la época de la burbuja inmobiliaria, cuando se hacían negocios a base de ladrillos y telefonazos, políticos y empresarios pusieron sus ojos en la zona.
El modelo urbanístico que trataba de imponer el Partido Popular valenciano, tanto en la Generalitat como en l’Ajuntament, se podía resumir por aquel entonces con la siguiente máxima: desinvierte, degrada, expulsa, construye y especula. El ejemplo más ilustrativo esel Cabanyal, un antiguo pueblo marinero que también pasó a convertirse en un barrio insertado en la ciudad. En este caso, los planes de la entonces alcaldesa pasaron por la prolongación de la avenida Blasco Ibañez hasta el mar, para lo que quiso demoler más de 1.600 hogares.
El modelo urbanístico que trataba de imponer el Partido Popular valenciano, tanto en la Generalitat como en l’Ajuntament, en el barrio de Campanar: desinvierte, degrada, expulsa, construye y especula.
Pese a que la movilización popular lo evitó, nadie pudo detener el proceso de desinversión y degradación al que el Partido Popular de la Comunidad Valenciana (PPCV) sometió a Cabanyal, y que sirvió para abaratar los costes a inversores que se enriquecieron con operaciones de compra-venta inmobiliaria.
Algo similar ocurrió en el Campanar hace cerca de 30 años: l’Ajuntament empezó a destinar cada vez menos recursos con el objetivo de degradar el barrio y expulsar a sus vecinos. A esto se le sumó, como añadido, el problema de la droga, que contó con la pasividad de los dirigentes populares, quienes miraron hacia otro lado. Tal fue el caso de la zona de Las Cañas, también conocida como “Híper de la droga”, donde diariamente se juntaban una gran cantidad de heroinómanos para obtener su dosis.
Los problemas de convivencia y seguridad, sumados a la falta de infraestructuras y servicios, motivaron que buena parte de los vecinos abandonaran paulatinamente el barrio. Literalmente llevaron allí a los yonkis de la ciudad para que la gente quisiera irse. Y después, el pelotazo. De paso, consiguieron criminalizar a algunos sectores de la clase trabajadora y hacer que se enfrentara entre sí, al tiempo que dañaron la imagen de algunos barrios. Además, “el problema de la droga” sirvió para tapar algunos problemas existentes en los barrios. Al PP le interesaba que la gente hablase de los yonkis y los conflictos que generaban en la zona en lugar de hablar de la falta de servicios públicos o de precariedad laboral, entre otros.
Segunda operación: especulación y ladrillazo
En efecto, tras el proceso de desinversión, degradación y expulsión de la clase trabajadora se puso en marcha la segunda parte de la operación popular: la especulación con el barrio y su uso para hacerse promoción. En el año 1996, la relativa proximidad de Cabanyal con el centro de València y su buena ubicación llamó la atención de un grupo de constructores, quienes presentaron a Rita Barberà la posibilidad de construir un barrio nuevo y exclusivo que encajaba con el proyecto de ciudad que defendía la entonces alcaldesa.
A pesar de iniciativas como “Salvem el Pouet”, los grandes constructores arrasaron con la huerta que había tenido históricamente Campanar. A inicios de los 2000, se había destruido buena parte del barrio, gestándose la “nueva centralidad” que los inversores querían para la zona.
A pesar de iniciativas como “Salvem el Pouet”, los constructores arrasaron con la huerta que había tenido históricamente y a inicios de los 2000 ya se había destruido buena parte de lo que el barrio había sido, gestándose la “nueva centralidad” que los inversores querían para la zona.
En aquella época se construyeron una elevada cantidad de edificios en el Estado español y también en la ciudad de València, entre los que se encuentra el inmueble arrasado por las llamas el pasado jueves. La responsable de esta construcción fue la promotora Fbex, que entró en concurso de acreedores en el año 2010 debido a que su deuda llegó a alcanzar los 640 millones de euros, por lo que todas las propiedades pasaron a ser de Banestro, que había financiado parte de las actuaciones.
Por eso, tras el horrible accidente, muchos vecinos y vecinas han rescatado el vídeo promocional de la inmobiliaria, que representa a la perfección el espíritu de época de un paísal borde de una crisis económica vinculada, precisamente, al sector de la construcción. La promotora construyó pisos nuevos y relucientes pero reduciendo al máximo sus costes. Luego, los puso a la venta por 600.000 euros en una zona en la que a pesar de la escalada de precios un piso así se vendía por cerca de 360.000 euros. No obstante, era la época de la burbuja y poco a poco fueron adquiridos por personas que pensaban estar comprando un piso “de lujo”. Hoy sabemos que no lo eran.
Ahora bien, a pesar de lo ocurrido, no parece haber dudas acerca de la legalidad de la construcción, que cumplió con los requisitos solicitados en la época. Evidentemente, lejos de implicar que el edificio contara con las garantías necesarias para vivir en él, ello expresa jurídicamente el dogma que la mayoría de políticos y empresarios se hartaron de repetir durante los años de la burbuja: se debe dar dar facilidades a las empresas para construir y a las familiar para comprar.
El modelo del reclamo para legitimar el caos urbanístico
Para conseguir la fama y el reconocimiento necesarios para legitimar estos proyecto, los inversores y promotores urbanísticos causantes de la expulsión del vecindario fundaron la falla “Pediatre Jorge Comin-Serra Calderona”, conocida con el nombre de “Falla Nou Campanar”. En otras palabras, utilizaron las fallas como una herramienta de marketing y como reclamo para atraer a personas que de otro modo no habrían visitado el barrio.
En el 2004 la falla incluso pasó a competir en la sección especial, ganando en esta categoría ininterrumpidamente hasta el año 2009. El ‘això ho pague jo’ que decían, un símbolo más de los grandes eventos y proyectos faraónicos de la época Camps-Barberá. Detrás del presupuesto de prácticamente un millón de euros, muy superior al de cualquier otra comisión fallera, se encontraba el promotor Juan Armiñana, quien años después se declararía en bancarrota tras no poder superar un concurso de acreedores. En el 2013 abandonó la falla y en el 2016, coincidiendo con la entrada del Botànic, la Comisión desapareció oficialmente.
No es casualidad que, tal y como contaba la periodista Raquél Andrés Dura, posteriormente naciera una ‘Falla participativa” llamada Ekklesia, que apostó por romper esa dinámica y permitir que los visitantes interactuaran con el monumento. La idea era integrar este monumento tradicional en el barrio, vinculándolo al uso del espacio público.
Historia popular de las fallas
Las fallas, que nacieron como sátiras a mediados del siglo XVIII, siempre han tenido un origen popular y transgresor. No obstante, el franquismo intensificó el control sobre ellas y estableció una serie de disposiciones e instituciones que operaron ideológicamente en favor del sentido común nacional-católico que promovía el régimen. Desde entonces, los poderes políticos y económicos de la ciudad han usado las fallas para sus propios intereses, como por ejemplo en el caso del Campanar para promover el “Nuevo Campanar” y animar a la ciudadanía a comprar casas allí.
Aunque en 2015 se pretendió democratizarlas, la tarea sigue estando en gran medida pendiente, puesto que las barreras de entrada económicas y sociales son una constante. En una sociedad en la que la lucha por el espacio público y el territorio es esencial, disputar el modelo de fallas también lo es. Con esto nos referimos a combatir la sátira basada en un humor reaccionario, pero también a plantear una alternativa popular y desmercantilizada a la hora de organizarlas y acceder a ellas, tal y como hacen las organizadoras de les Falles Populars i Combatives, nacidas en Ciutat Vella.
Edificios de baja calidad como los de Cabanyal, en los que muchos trabajadores viven, fueron construidos con materiales baratos para reducir los costes y optimizar los recursos debido al modelo urbano de la derecha
Poco tiempo después todo explotaría y los resultados serían devastadores. Miles de familias en la calle sin ningún tipo de ayuda, barrios destruidos con un tejido comunitario muy erosionado y edificios abandonados sin que nunca nadie haya vivido en ellos. Esta es la otra cara de la moneda del proceso de especulación que vivimos durante años. Pero también lo son los edificios de baja calidad en los que muchos trabajadores viven, construidos con materiales baratos para reducir los costes y optimizar los recursos. Este es un modelo, el de la derecha española, del que prácticamente todos los partidos participaron.
Frente a este modelo de ciudad, se debe defender un proyecto centrado en atender y cuidar a las personas sobre cualquier interés económico, recuperar los espacios públicos y volver a fortalecer el tejido comunitario que primero el franquismo y luego el Partido Popular han intentado destruir durante décadas. Hoy es evidente que el proyecto del “Nuevo Campanar” fue una farsa para especular y que todavía hoy seguimos viviendo algunas de sus consecuencias.
No obstante, a pesar de los esfuerzos de la derecha por individualizar a la ciudadanía, las redes de apoyo y las asociaciones vecinales están funcionando correctamente en este momento tan difícil. Bajo el “Nuevo Campanar”, sigue existiendo un Campanar real. En un contexto en el que el PP de Carlos Mazón Guixot eliminó la Unidad Valenciana de Emergencias, los profesionales y los vecinos y vecinas de los barrios colindantes están echando horas extra para tener bajo control una catástrofe que quizá podría haber sido de menores dimensiones.
El modelo urbanístico del PP se ha evidenciado como un modelo fallido. O mejor dicho, como un modelo funcional para grandes empresarios y políticos serviles, pero muy dañino para la mayoría. Frente a ste modelo del “sálvese quien pueda”, los cuidados como herramienta de autodefensa de clase son una herramienta de lucha que funciona. Quizá esta es una de las lecciones que debamos recordar en los próximos años. También que organizarse y trabajar por otro modelo de fallas también implica trabajar por otro modelo de ciudad y viceversa. Defender las fallas como elemento popular e inclusivo frente a la concepción del PP, que las entiende como un producto a rentabilizar y mediante el cual hacer(se) promoción.
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Bien, vayamos a lo evidente, a lo que es Pero Grullo.
"Ver lo que se tiene delante exige un esfuerzo constante", decía George Orwell. "Toda verdad es revolucionaria", decía también.
Todos estos megacrímenes como son "la burbuja financiera-especulativa del ladrillo", así como las megamafias tipo Sindicatos del Crimen del Chicago de Alfonso Capone "Al Capone", etc., etc., etc., absolutamente todo esto son megacrímenes absolutamente diseñados y planificados: se tratan de organizaciones megacriminales, con absoluta impunidad, alevosía, prevaricación.
Vuelvo a repetirlo: es que es de ABSOLUTO PERO GRULLO todo ello.
No sé si no se entiende o no quieren entenderlo, es decir, si los millones y millones y decenas de millones de víctimas de todos estos MEGACRÍMENES DISEÑADOS Y PERPETRADOS CON ABSOLUTA IMPUNIDAD, ALEVOSÍA, PREVARICACIÓN, ETC., ETC. no quieren entender nada de nada de lo que les ocurre en sus propias carnes y prefieren vivir su vida de víctimas como si fueran cretinos profundos, etc., etc, etc., esperando un milagro, esperando algún ser salvador-providencial, etc.
Insisto: es DE ABSOLUTO PERO GRULLO TODO ELLO.