Historia
Titomanía: Así se forjó el mito de Yugoslavia

El 4 de mayo de 1980 murió el que fuera considerado arquitecto de Yugoslavia tras la segunda guerra mundial. Carismático y de un liderazgo arrollador, dejó tras de sí un rastro de dolor inenarrable y una reacción diplomática sin precedentes.
Tito
Retrato de Josip Broz Tito
4 may 2021 09:02

“¡De ningún modo! ¡De este mundo me quiero ir entero!”. Cuentan que esto dijo Tito a su médico cuando este le sugirió que había que cortar la pierna para frenar la gangrena. Genio y figura. El líder comunista más carismático del último medio siglo agonizó durante tres largos meses, y finalmente murió, un 4 de mayo de 1980. Dejó tras de sí un rastro de dolor inenarrable y una reacción diplomática sin precedentes. Los yugoslavos hicieron cola durante más de 15 horas frente al Parlamento Federal en Belgrado, donde estuvo expuesto su cadáver, y a su funeral asistieron 4 reyes, 6 príncipes, 31 presidentes de Estado, 22 presidentes de Gobierno y 47 ministros de Exteriores, tanto del bloque comunista como del capitalista. Entre ellos, el presidente de la URSS, Leonid Brezhnev, el primer hombre de China, Hua Guofeng, la primera ministra británica Margaret Thatcher, y el presidente de los Estados Unidos, Walter Mondale.

Fue aquel el último triunfo de un dirigente en torno al cual había crecido una irresistible fascinación. Tito lo fue todo: sindicalista, revolucionario, líder antifascista, caudillo militar, jefe de Estado y figura internacional al mando de los no-alineados. Su dimensión mística permitió, primero, convertir una pequeña secta comunista en el partido de masas; luego, conducir a esas masas hacia una victoria épica sobre el fascismo; y finalmente, consagrar el logro nada desdeñable de la ruptura con la URSS. A partir de entonces, la vía yugoslava al socialismo pasó a conocerse como “titoísmo”, diferenciado del estalinismo y el maoísmo.

En los albores de la segunda guerra mundial, llegó incluso a circular el rumor de que Tito no existía, y que en realidad su mote era el acrónimo de la Organización Terrorista de la Tercera Internacional

Josip Broz, nacido en una familia de campesinos pobres de la Croacia austrohúngara y forjado como comunista en la acción sindicalista, ganó prestigio en la militancia del partido durante el proceso judicial de 1928 por tenencia de explosivos y sus años en la cárcel. Pero su carisma creció definitivamente en los albores de la segunda guerra mundial, a medida que se cernía la incertidumbre sobre su verdadera identidad. Llegó incluso a circular el rumor de que Tito no existía, y que en realidad su mote era el acrónimo de la Organización Terrorista de la Tercera Internacional.

La confusión y las teorías conspirativas sobre la identidad de Tito abundaban también entre las filas partisanas. Algunos decían que Tito era Kosta Nađ, otros que era Moša Pijade. Corría la teoría de que era un brigadista internacional con experiencia en la guerra civil española —Tito sí que estuvo en España, pero nunca llegó a entrar en combate— y muchos le conocían como “el viejo camarada”. Los alemanes habían puesto precio a su cabeza desde el inicio de la guerra —100.000 marcos alemanes— y los ustaša advertían de su peligro como espía y maestro de la conspiración. El propio Broz decidió poner fin al misterio y descubrir su identidad el 2 de diciembre de 1942.

A partir de entonces se empezaron a cantar en las unidades partisanas y en los pueblos canciones inspiradas en Tito. La más conocida, el Druže Tito, mi ti se kunemo, que se convirtió casi en un himno y que en 1980 versionó el artista de moda en Yugoslavia, Zdravko Ćolić. En la Yugoslavia socialista se recopilaron 40.000 canciones de guerra, en la mayoría de las cuales se mencionaba a Tito. El mito que se fue forjando a su alrededor, como padre de la nación en marcha y depósito de los mejores valores revolucionarios, asistió al agotado ejército de liberación nacional durante los momentos más críticos de la guerra, como las batallas de Neretva y Sutjeska en 1943. Y a medida que la Yugoslavia antifascista logró ir consolidando la revolución y la victoria, se pasó del mito al culto a la personalidad.

Durante la segunda sesión del Consejo Antifascista (AVNOJ), momento fundacional del Estado socialista, los partisanos entonaron el “Con Tito y Stalin” ante un gran retrato de Josip Broz. En las conferencias regionales y locales, cada vez que sonaba su nombre se respondía con ovaciones cerradas al grito de “¡Tito! ¡Tito!”. Y era habitual que los comités y las organizaciones de base se dirigiesen a él a través de cartas y telegramas donde le saludaban como “el hijo más grande de nuestros pueblos”.

Una vez finalizada la guerra, el proceso de mitificación se aceleró. En las escuelas se estudiaba la materia “Líder nacional —mariscal de Yugoslavia— camarada Josip Broz Tito”. Y a partir de 1945 era obligatorio que su retrato presidiese todas las aulas. Se comenzaron a publicar libros y se desarrolló toda una tarea propagandística en la que se le consideraba “arquitecto de la libertad y la hermandad de los pueblos de Yugoslavia.”

El culto a la personalidad de Tito experimentó un nuevo impulso tras la ruptura con la URSS, en 1948. A partir de entonces no era solo el líder de un país independiente, sino también el inspirador de una nueva vía al socialismo: la autogestión. Su victoria sobre Stalin revalidaba el mito de su invencibilidad, que había forjado durante los años de la guerra. Quienes estuvieron cerca suyo, como Milovan Ɖilas y Koča Popović, destacan su racionalidad, implicación, sangre fría, y la capacidad para motivar y hallar siempre una salida en las situaciones límite. Su carisma le dio autoridad, la autoridad llevó al personalismo, y este al autoritarismo.

Tito se forjó en el juego político durante los años treinta en Moscú, pero su prueba de fuego en el arte diplomático llegó con las conferencias de paz de 1944 y sus reuniones con Churchill y Stalin. Aquello le dio empaque y prestigio tanto en Yugoslavia como alrededor del mundo

Tito se forjó en el juego político durante los años treinta en Moscú, pero su prueba de fuego en el arte diplomático llegó con las conferencias de paz de 1944 y sus reuniones con Churchill y Stalin. Aquello le dio empaque y prestigio tanto en Yugoslavia como alrededor del mundo. Su persona adquirió un tono más protocolario y solemne, y por ejemplo, en las recepciones con las secciones infantiles del Partido —los pioneros— desapareció la costumbre de que los niños saludaran a Tito con un beso. Se da así la paradoja de que cuanto más carisma ganaba más se distanciaba del pueblo.

Quien mejor describe la evolución de Tito durante aquellos años fue Milovan Ɖilas: “El fiel militante de la Komintern de los años treinta y con gran ascendencia dentro del Comité Central se fue transformando en un líder autocrático debido a la bolchevización del Partido y el proceso revolucionario. Pero Tito no era un don nadie que aprovechó la ocasión para beneficiarse él y a sus amigos. Él no era solo el artífice de todo aquello, sino también la encarnación de determinadas tendencias, de determinadas facciones y de un determinado sistema. Para todos nosotros, la jerarquía era algo inevitable, una transición hacia un estado mejor de las cosas, y Tito estaba en la cúspide de todo”. No había duda de que el carisma de Tito tenía su origen en la naturaleza monolítica del partido, en su intrínseca necesidad de unidad y disciplina y de un árbitro que resolviera las luchas intestinas y eliminara la disidencia.

El propio Tito se encargó en varias ocasiones de despejar cualquier pretensión sobre su personalismo. “El culto a la personalidad no existe”, dijo en una entrevista, “porque nuestro pueblo ama a aquellos que le han sido fieles, los que en los momentos difícil han permanecido a su lado y que con sus acciones han contribuido a la victoria final. Y de esos hay muchos. El Partido ha jugado uno de los papeles más decisivos en la historia de todos los pueblos de Yugoslavia”. Ahí estaba la clave de su profundidad: Tito encarnaba a los pueblos de Yugoslavia con una dimensión física, geográfica. Tito era Yugoslavia, y una forma de representarlo era viajando a todos los rincones del país. En junio de 1846 empezó una gira que le llevó desde Užice (Serbia central) hasta Zlatibor (Sèrbia occidental) y Montenegro, de ahí hacia las ciudades croatas de Cavtat, Dubrovnik y Split, y hasta Eslavonia y Eslovenia. Allí donde iba era recibido con baños de multitud, como en su visita a Sisak (Croacia), en 1969: a pesar de haber viajado de forma improvisada, una masa de espontáneos le esperaban en la puerta del hotel donde se alojaba.

“El fiel militante de la Komintern de los años treinta y con gran ascendencia dentro del Comité Central se fue transformando en un líder autocrático debido a la bolchevización del Partido y el proceso revolucionario”

Los pueblos y las ciudades de Yugoslavia obsequiaron a Tito con todo tipo de condecoraciones. Fue ciudadano honorífico en Split, Zagreb, Ljubljana, Bihać y Skopje. En 1947 fue nombrado miembro honorífico de la Academia Yugoslava del Conocimiento y las Artes (JAZU) de Croacia, en un acto solemne con los grandes intelectuales croatas —Vladimir Nazor y Vladimir Bakarić— y el presidente de la academia, Andrija Štampar, que le agradeció “haber llevado el pensamiento de nuestra liberación política y cultural hasta la victoria, en todo el sentido del ideal yugoslavo”. En todas partes del país se bautizaron lugares con su nombre (Korenica, Drvar, Užice, Velenje, Veles, Mitrovica) y Podgorica pasó a llamarse Titograd. Las plazas y avenidas de las principales ciudades tomaron su nombre (la más emblemática, la avenida del mariscal Tito en Sarajevo). En 1945 se acuñaron las primeras monedas con su efigie.

A lo largo de su presidencia recibió regalos de toda Yugoslavia y del mundo entero. Serbia le entregó en 1952 el moderno y lujoso vagón-coche que años más tarde integraría el famoso Tren Azul, con el que recorrió medio país. El rey Pavlos I de Grecia le obsequió con un casco corintio de bronce del siglo VII a.C. Del rey afgano Mohammed Zahir recibió una escultura de Buda perteneciente al fondo del Museo Nacional de Kabul. El presidente norteamericano, Richard Nixon, le regaló una roca de Marte. Se calcula que llegó a recibir más de 200.000 presentes, algunos de los cuales se expusieron en el Museo 25 de Mayo, construido en Belgrado con motivo de su 70 aniversario, en 1962.

El símbolo de su carisma y su conexión con el pueblo fue el “Relevo de la Juventud”. En 1945, las Juventudes Comunistas (SKOJ) y Juventudes del Frente Popular (USAOJ) organizaron el “Relevo de Tito”, una carrera de relevos en la que participaron 2.830 corredores y que acabó en Zagreb con la entrega de la antorcha al mariscal Tito. En agosto del año siguiente, la segunda sesión del Comité Yugoslavo de Gimnasia aprobó celebrar la carrera de relevos anualmente, coincidiendo con el cumpleaños de Tito, el 25 de mayo.

Durante el acto, las juventudes y los pioneros entregaban la estafeta al mariscal después de recorrer decenas de pueblos y ciudades de todo el país. Era la viva expresión del amor del pueblo hacia Tito. El 25 de mayo de 1956 pasó a llamarse el “Relevo de la Juventud” y consagró el día del cumpleaños de Tito en un día festivo para los jóvenes. Aquel año, por primera vez, el relevo se celebró en un acto de masas en el Estado del Partizan de Belgrado y con un momento apoteósico, cuando el joven escogido entrego el relevo a Tito. Mucho tiempo después, con Tito ya fallecido, aquel joven declaró haber sentido de una forma casi mística como encajaba la mano a todos los pueblos yugoslavos unidos en uno de solo. Pero sus palabras eran ya solo nostalgia. La yugonostalgia...

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#89030
6/5/2021 14:19

Como Enlace debo decir que no. Que no todo está enlazado. Que nunca todo podrá estar enlazado.

Como Oráculo debo decir que todo fluye en el Universo.

Y como "Guardián de La Noche" debo decir que la memoria está a salvo.

Como "Guardia Nocturno" debo decir que no hay guerra.

Y como "Guardia de Los cuerpos de Alcón" debo decir que La Solidaridad está ebullendo.

Eso es todo.

Mäk Mömàk Mämîk

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#88819
5/5/2021 12:00

1846.... yugonostalgia?? enserio?? dejanado aparte las masacres contra italianos y colaboracionistas justo al fin de la guerra supo mantener y liberar yugoslavis enteta a pesar de todos los nacionalismos coss que una vez muerto el ya sabemos que ocurrio sino se le de la importancia que merece es simple y llanamente porque era un rojo pero lo logrado por el durante la segunda guerra mundial y despues manteniendo su pais siempre al margen de la guerra fria un logro mas que excepcional para cualquier estadista

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#88784
5/5/2021 4:50

walter mondale no fue presidente de los estados unidos.

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#89656
11/5/2021 0:28

Creo que fue Vicepresidente

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#88769
4/5/2021 22:25

Pero era dictador o n

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#88864
5/5/2021 15:23

Efectivamente , la fecha de 1846 es incorrecta y Walter Mondale fue vicepresidente con Carter .

Era bueno revisar los artículos antes de darles el visto bueno pues la prensa tenéis una obligación profesional que os obliga a exponer vuestros trabajos con exquisito cuidado.
No hablo de opiniones que cada cual es libre de tener la que considere sino de la manera de exponerlo .

Yo soy calefactor y mi obligación es que las instalaciones calienten y no fugen , excusas pocas .

Lo menos que se puede pedir a un.periodista es que revise su trabajo.

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