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Historia
Enric Juliana: “Había más democracia interna en la cárcel de Burgos que en las organizaciones digitalizadas de hoy”
Enric Juliana es autor del ensayo Aquí no hemos venido a estudiar, un libro en el que pone el retrovisor y se aleja momentáneamente de la velocidad a la que obliga su trabajo como periodista.
El delegado de La Vanguardia en Madrid, Enric Juliana (Badalona, 1957), es una de las figuras relevantes del panorama periodístico actual. Tiene intuición, información de primera mano y, lo más raro de todo, un interés por la historia —y también por las corrientes subterráneas de la historia— que lo diferencian de otros cronistas. Fruto de esa pasión, Juliana ha escrito Aquí no hemos venido a estudiar (Arpa, 2020), un ensayo sobre la disputa ideológica entre la reflexión y la acción en los años centrales del franquismo.
La historia de Manuel Moreno Mauricio, mentor de Juliana y figura importante en el PCE durante la Guerra Civil y especialmente en el trabajo clandestino de los presos políticos del penal de Burgos, es el hilo narrativo de ese trabajo. En los dos últimos escritos del libro, sin embargo, Juliana adopta un tono más íntimo. Hila una serie de reflexiones sobre el tiempo en el que vivimos en esta “modesta España”. Un país frágil, con una serie de cuentas y revoluciones pendientes —las del independentismo, las de la profundización de la democracia pero también la contrarrevolución pendiente que hoy encarna Vox—, que está dentro, por momentos parece que sin saberlo, de un vendaval de dimensiones aún desconocidas.
“No he perdido la salud, pero de alguna manera he enfermado”, le confiesa Juliana a su editor en uno de esos episodios. “El nuevo siglo se está afirmando de forma descarnada, salvaje”, explica. Es posible que la cultura, la historia y el estudio no nos salven de esa reafirmación del presente, a pesar de todo, pero no hay posibilidades de escapar del vendaval sin ellos.
Como sociedad, ¿estamos escapando de nuestra historia?
A medida que iba escribiendo me di cuenta de que el siglo XX se ha acabado. El libro lo acabé a finales de enero, y a principio de marzo ya empezaba la situación en que estamos ahora. Y me di cuenta de que el nuevo siglo ya está avanzando solo. En estos últimos años y quizá con más énfasis ahora, en la situación que se está viviendo a nivel mundial, está cristalizando una situación nueva, que ya solo depende de las dinámicas que se han generado en estos últimos años. Por lo tanto, los referentes históricos del siglo XX son ya referentes históricos, aunque es evidente que una buena parte del mundo de los vivos se han formado sentimentalmente, culturalmente, políticamente en el siglo XX y, por lo tanto, seguimos utilizando las categorías del siglo XX para intentar entender lo que está pasando. Esto nos podría conducir a la sensación de que sí, efectivamente, esta sociedad, en este momento tan confuso para la mayoría, es como si estuviese escapando de los marcos históricos. Pero no, está escapando de los marcos históricos del siglo XX.
El libro, desde su título, desde su concepción, es una llamada a la reflexión y, quizá, a la pausa, ¿hay un gusto por ir a contracorriente?
Para mí es un auténtico placer hacerlo así, llevar la contraria a la velocidad, sobre todo porque una buena parte de mi trabajo está en el interior de la velocidad, porque el periodismo es velocidad. Siempre lo ha sido, pero hoy una velocidad todavía más acelerada.
En su ensayo Eurotaoismo, Peter Sloterdijk venía a decir lo siguiente: “Occidente está transportando su aceleración a Oriente, y Oriente está exportando sus técnicas de relajación a Occidente”. En estos momentos en cualquier ciudad de España, por ejemplo, hay más centros de relajación basada en las técnicas orientales —las que sean: yoga, Tai Chi, etc. que parroquias católicas—. Forma parte del paisaje, cada x metros hay alguna oferta de relajación oriental. A su vez, la industrialización masiva de China ha introducido una fuerte aceleración a unas sociedades que funcionaban con lentitud. Sloterdijk en ese ensayo dice “a partir de ahora todo pensamiento crítico va a tener como base la crítica a la aceleración”, a la velocidad. Creo que efectivamente, hoy no puede haber pensamiento crítico sin una cierta lentitud.
Hace poco, discutía con un compañero que la situación más problemática en la década por venir ya no será tanto una carencia material absoluta —aunque siga existiendo la pobreza—, como se ve en los años 40 o 50 del siglo XX, sino problemas que afectan a la salud mental, que es uno de los grandes temas de este siglo. Son concepciones que probablemente no se entenderían en el penal de Burgos donde se desarrolla Aquí no hemos venido a estudiar.
En otro de sus libros, Sloterdijk, refiriéndose a esta sociedad acelerada, la sociedad de las redes digitales, se plantea que quizá la pregunta deja de ser aquella que formuló Kant, es decir, “¿qué podemos esperar?” —y eso tiene que ver con lo que tú señalas, que quizá unos mínimos de subsistencia están asegurados— sino “¿dónde estamos cuando sabemos que estamos en la inmensidad?“ Es decir, dónde estamos, a qué pertenecemos. La cuestión de la identidad.
Para ir al libro, que es mucho menos abstracto que el pensamiento de Sloterdijk, creo que hay un elemento importante: los presos de Burgos, en primer lugar, sobrevivieron. La base de la construcción política que lograron hacer en el interior de la cárcel de Burgos, que fue verdaderamente importante, se basaba en un sistema de supervivencia.
Ese sistema eran las comunas. ¿Cómo funcionaban?
Las comunas se organizaban en grupos de seis o siete personas, que ponían en común todo lo que recibían del exterior. Podían recibir de las familias comida, ropa de abrigo y dinero para gastarlo en el economato de la cárcel. Evidentemente no todos recibían lo mismo, algunos recibían más porque sus familias podían enviarles más ayuda, y otros —o bien porque no tenían familia o porque en sus familias habían caído en la miseria— no recibían nada o muy poco. Eso lo ponían en común. El responsable de intendencia de cada comuna, significativamente recibía el nombre de “la madre”, y este repartía “a cada cual según sus necesidades y de cada cual según sus posibilidades”. Los médicos que estaban presos habían establecido el mínimo de calorías necesarias para poder sobrevivir bien, para no contraer enfermedades, y se aseguraban de que todos pudieran tener acceso a este mínimo alimentario que les permitiese una salvaguarda de su salud; y también atender mejor a los que estaban enfermos.
A mi generación le pasa una cosa, corremos el riesgo de, en momentos como los actuales, enfadarnos mucho con el mundo y con los jóvenes y con todo lo que se está haciendo
Era entonces una “sociedad” frente a la individualización que promueve el sistema carcelario.
Los libros biográficos que he consultado escritos por presos que estuvieron en las cárceles del franquismo, y particularmente en Burgos, son muy dispares, porque la memoria es algo extraordinario; pero hay algo en común, que es la pasión con que todos ellos explican el funcionamiento de las comunas porque realmente era lo que les permitía sobrevivir. En una situación muy adversa, el hombre aislado es absolutamente vulnerable. Esto creaba un sentimiento de comunidad muy fuerte, un sentimiento que estrechaba los vínculos políticos y convertía a los presos comunistas en un grupo rocoso, que contrastaba con los presos de otras filiaciones políticas, los socialistas que también los había en Burgos, anarcosindicalistas que operaban con vínculos de grupo menos intensos. Aunque las comunas no eran exclusivamente de presos comunistas, estaban abiertas a presos de otros partidos.
Esta es una cuestión importante, en un momento en que todo se desdibuja, los sentimientos de pertenencia, de grupo, adquieren mucha fuerza. Se está expresando de maneras muy diversas, con traducciones políticas diversas, pero es algo a lo que estamos asistiendo hoy en día, en todos los países.
Esa fuerza de la organización, sin embargo, tiene una serie de fallas históricas. Una es no reconocer ideas que posteriormente son aceptadas. El caso de Joan Comorera que tiene un capítulo propio en el libro es uno de los más paradigmáticos de esa ceguera.
Una organización rocosa presenta riesgos. Uno de ellos es el sectarismo. La disciplina, por lo tanto, era un factor esencial, y la jerarquía en la toma de decisiones era también muy acusada. Hemos de partir de la base de que en el interior de la cárcel una parte de sus actividades era de carácter clandestino y, si eran descubiertos, podían ser procesados de nuevo y sus penas verse alargadas. Esta verticalidad absoluta podía conducir, y condujo de hecho, a comportamientos claramente sectarios en bastantes ocasiones, a equivocaciones importantes, pero con todo ello, quiero señalar, y en el libro se explica, mantuvieron vivo siempre un método de discusión que contrasta también con las formas actuales de la política, o de las organizaciones políticas.
¿Qué tipo de discusiones?
Un episodio interesante es cuando detienen a Julián Grimau. Todo el mundo sabía, con seguridad, que Grimau iba a ser condenado a muerte. En Burgos discutieron qué hacer ante la inminencia de esa condena. Ahí empezó verdaderamente la discusión que es uno de los ejes argumentales del libro. Había una posición que decía, “lo que debemos hacer ya, es poner toda la cárcel en huelga de hambre”, otra posición que dijo “no, no podemos arriesgar tanto, hay que hacer protestas de carácter gradual. Lo que tenemos que hacer es solicitar a una serie de personas relevantes de la sociedad española que se pronuncien contra esta pena de muerte”. En el comité de la cárcel no hubo acuerdo y decidieron hacer una consulta a todos los militantes comunistas de la cárcel de Burgos. Esto de consultar en una estructura de carácter leninista…. digamos, no era habitual. Los comités superiores decidían mediante la norma del centralismo democrático. La consulta, significativamente, dio como resultado el apoyo a la línea más gradual. Más adelante la línea más activista acabó ganando la discusión. Pero este hecho me llamó la atención, el hecho de que en el año 62, en pleno franquismo, en el interior de la cárcel de Burgos, una organización clandestina sometiera una decisión difícil a la base.
¿Cómo se trasladaron esas dudas al comité central del PCE?
En el interior del PCE la discusión tuvo lugar de forma más convencional. Fue en torno al diagnóstico de lo que significaba en términos reales y en términos políticos el plan de estabilización del Franquismo en el año 1959. Discurrió casi a lo largo de dos años; es decir, fue una discusión sujeta a una metodología en la que incluso las tesis que fueron calificadas de heterodoxas o disidentes fueron publicadas por la prensa del partido. Si esto lo comparamos con cómo funcionan hoy las deliberaciones en las organizaciones políticas, creo que había más democracia interna en la cárcel de Burgos que en algunas organizaciones digitalizadas de la actualidad.
Si nos fijamos bien, en términos reales, las líneas maestras fijadas en el Plan de Estabilización de 1959 no se han modificado desde entonces
En este momento de desfallecimiento de esos partidos de masas, con organizaciones líquidas, o como dices digitalizadas, ¿hay que pensar que las ideas han sobrevivido mejor que las organizaciones?
Vuelvo al principio de la entrevista: la situación a la que nos enfrentamos es que las dinámicas del siglo, en el fondo, lo que nos están diciendo es que todo esto que yo cuento en el libro es historia y que, a partir de ahora, hemos de ser muy conscientes de que lo que va a ocurrir va a hacerlo a partir de las dinámicas que se generan en los tiempos actuales. El peso de lo anterior irá disminuyendo. Yo tengo en este momento 63 años, para mí, constatar esto causa una cierta impresión interior. A mi generación le pasa una cosa, corremos el riesgo de, en momentos como los actuales, enfadarnos mucho con el mundo y con los jóvenes y con todo lo que se está haciendo. Porque quizá lo que nos esté ocurriendo es que estamos empezando a no entender el mundo. Y este es un momento doloroso. El mundo se puede no entender por dos motivos, o bien porque te faltan instrumentos de navegación, o bien porque has acumulado muchos instrumentos de navegación pero estos empiezan ya a no servir.
Pienso que en algunas discusiones, y en algunos comportamientos actuales, hay un cierto peso de eso. Hay ahí todo un problema generacional. Como lo que venga nacerá de las dinámicas actuales, no van a volver los partidos de masas del siglo XX. Ahora, es interesante seguir estudiando cómo funcionaban los partidos de masas del siglo XX porque del estudio de su funcionamiento pueden salir ideas útiles para el presente y para el futuro. Lo que no estoy de acuerdo es con la mitificación fácil de los partidos de masas del pasado desde las plataformas digitales del presente. Vamos a estudiar un poco.
Sin embargo, este sigue siendo un país de revoluciones pendientes.
Sí, en Francia, cada vez que las cosas se desencuadran un poco hay barricadas en París, y en Italia unos líos fenomenales. En España es la revolución pendiente. Ahora parece que la actual revolución pendiente es la revolución democrática. Volver a refinar las instituciones, de reajustarlas al funcionamiento real de la sociedad. En la historia de España ha habido momentos en que se ha intentado y ha habido sucesivos fracasos. Yo no creo que el 78 sea un enorme fracaso histórico, lo que está claro es que el 78 pertenece al siglo anterior, y posiblemente ahora lo que se planteen son ajustes que obedecen a otras lógicas. Hay una cuestión que hace muy difícil la navegación política en España: no sabemos cuál va a ser el alcance real en la economía de esta situación que estamos viviendo. Y pienso que ahí está el pivote del asunto.
La constitución existe gracias a que los trabajadores españoles sacrificaron buena parte de su salario. Con una inflación del 30% no hay Constitución
Una de las cuestiones que desde el comienzo están presentes en el libro son los momentos de ajustes estructurales: el del 59, en el que se pierde el componente autárquico.
Quise explicar el plan de estabilización de 1959 porque, si el nudo argumental del libro es una discusión en los años 60 en la cárcel de Burgos y posteriormente en el interior del PCE sobre lo que significaba el desarrollismo, había que explicar muy bien en qué consistía éste y a través de qué mecanismo se puso en marcha. El artífice intelectual del plan de estabilización es otro hombre que —como Manuel Moreno Mauricio— podía haberse puesto de puntillas en la foto de la Transición y no lo hizo, puesto que hoy en día en España, poca gente, excepto determinados círculos economistas, saben quién fue Joan Sardá Dexeus, el principal intelectual de ese plan, que básicamente consistía en abrir la economía española a los capitales extranjeros para que invirtiesen en España. ¿Qué podía ofrecer en aquel momento España? Pues era un país en buena medida virgen, muy atrasado, pero que tenía una mano de obra que podía trabajar a precios más baratos y de manera más disciplinada que la mano de obra europea... por el hecho de que no había sindicatos y la organización social estaba prohibida. A su vez, tenía un potencial turístico muy importante, como luego se ha podido comprobar.
Esa entrada en la economía internacional fue la clave de supervivencia del régimen.
El plan buscaba apertura, posibilidad de que los capitales extranjeros invirtiesen en España, y creaba las bases para un desarrollo turístico del país, empezando por la construcción de una autopista que recorriese el litoral mediterráneo, para que los turistas —la industria del automóvil estaba acelerándose en todo el continente— pudieren llegar a España. Estas son las bases y, si nos fijamos bien, en términos reales, las líneas maestras fijadas en el Plan de Estabilización no se han modificado desde entonces. Una de las características que presenta España es una notable continuidad en la política económica. Para entendernos, no hubo nacionalizaciones en los años 70 como en Francia con el gobierno Mitterrand —aunque luego él mismo retrocedió—, o no hubo un momento de fortísima intervención pública en la economía, de redirección casi socialista de la economía, como hubo en Portugal inmediatamente después de la Revolución de los Claveles.
El segundo momento de ajuste son esos Pactos de la Moncloa en los que, dices en el libro, los comunistas son la pieza imprescindible.
La crisis del petróleo del 74 estranguló el crecimiento derivado del Plan de Estabilización. Aquella inversión de capital extranjero derivó en la proliferación de industrias y talleres en las zonas más industriales del país; una fuerte inmigración del campo a la ciudad, una hinchazón de las grandes ciudades con múltiples carencias sociales en las mismas. Pero el componente, digamos, tecnológico de estas empresas no era muy elevado, por lo tanto, su factor de rentabilidad estaba también en los salarios. La alteración brusca del precio del combustible provocó un auténtico drama. Provocó crisis en toda Europa, pero en España eso tuvo una incidencia muy fuerte, porque aquellas empresas no estaban preparadas para absorber un incremento súbito y fuerte del precio del combustible. Por lo tanto, España volvió a tener problemas muy serios. Básicamente, la solución fue un ajuste por la vía de los salarios, es decir, para evitar un galope descontrolado de la inflación —que se dirigía al 30%— se rebajaron los salarios ocho puntos por debajo del crecimiento de la inflación. Sobre esta base se consiguió aprobar la Constitución del 78. La Constitución existe gracias a que los trabajadores españoles sacrificaron buena parte de su salario. Con una inflación del 30% no hay Constitución.
¿No impugna eso el relato oficial acerca de la Transición?
Antes te he dicho que no considero que el 78 sea un fracaso histórico, pero cuando empiezas a oír garabatos de que la Constitución fue un acontecimiento casi mágico de la mano del rey Juan Carlos, hombre, pues no. La Transición fue un proceso muy complejo, muy tenso, con mucha tensión social, con víctimas; y fue también una sucesión de compromisos de pactos y de imposiciones, como suelen ser normalmente todos los procesos históricos. Entonces, reducir eso a una especie de vals vienés, en el que un día los españoles —dados por su naturaleza al enfrentamiento— decidieron caminar armoniosamente por los senderos de la historia, esto es falso absolutamente. Insisto, los Pactos de la Moncloa tienen un papel fundamental estabilizador porque ayudan a dotar a España de una Constitución y, por lo tanto, contribuyen a que España pueda entrar en la Comunidad Económica Europea. Son una llave de paso absolutamente necesaria para que la economía española se sitúe en otro contexto y eso nos ayuda a explicar los índices de crecimiento del bienestar económico y social en España.
Un bienestar que dura hasta la crisis de 2008. ¿Y desde marzo de 2020 en adelante?
Sí, en 2008 se produce otro estrangulamiento, en esta ocasión por la vía financiera. Nos estamos empezando a recuperar un poco, y ahora llega esta situación, que es absolutamente nueva porque el factor que está golpeando la economía viene desde fuera de la economía. Si en unos meses las condiciones de seguridad sanitaria aumentan y permiten restablecer las relaciones sociales y el funcionamiento de las actividades económicas, quizá se vuelva al sendero en el que estábamos, si no, ¿en qué sendero estaremos? Creo que nadie tiene una respuesta clara. La única respuesta es la que viene dada de Europa. Yo pienso que es enormemente positiva. Imagínate con el cuadro que tenemos este mes de septiembre política y socialmente, que no hubiese un horizonte dibujado por Europa. Este país estaría colapsando en estos momentos.
Ahora, ese cuadro ¿Cómo se desarrollará? ¿Cuál será su traducción material? Yo creo que en estos momentos no lo sabe nadie.
Desde el final de la II Guerra Mundial España ha sido un país netamente atlantista. ¿Se ha transformado ese mapa que nos vincula a los intereses de Estados Unidos?
En el libro hay un documento —que no es inédito, pero que creo que situado en el contexto adquiere mucho valor— que son algunos fragmentos de las actas de la conferencia de Potsdam. Aquellas actas no se publicaron en aquel momento. Si las hubiesen podido leer algunos, habría quizá reorientado alguna cosa. En Potsdam queda bastante claro que ni Inglaterra, ni Estado Unidos desean forzar cambios políticos en España. Truman y Churchill están frente a la posición de Stalin, que es partidario de crear un aislamiento fuerte del régimen de Franco y conducirlo a su caída. Hubo un cierto cerco, es verdad, pero no con la fuerza suficiente como para provocar esa caída. ¿Qué influyó para que se diera así? Seguramente varios factores. No hay que perder de vista el enorme prestigio que tenía la Unión Soviética en aquellos momentos entre los trabajadores de Europa Occidental. Estados Unidos e Inglaterra veían el mapa de Europa y decían “si no nos ofrecen una alternativa muy sólida, es temerario provocar la caída de Franco” porque se podía provocar una fractura política. Veían la posibilidad de un gobierno de Frente Popular que gobernase en España. Y no lo querían.
La economía española es como un barco en alta mar, si los vientos soplan favorables navega bien, pero tiene un punto de fragilidad, porque depende mucho de estos flujos internacionales
Aun así no se produjo una integración oficial en esa estructura atlántica hasta después de la muerte del dictador.
Una cosa es que los aliados decidiesen congelar la situación, que es lo que hicieron, y otra cosa era invitar a Franco, a un exaliado de Hitler a formar parte del Tratado del Atlántico Norte. En las actas fundacionales de la OTAN está Portugal —Stalin estableció en esa conferencia una diferencia con la dictadura de Salazar, que era anterior a Hitler y Mussolini— y España no. Pero lo que hizo Estados Unidos fue establecer unos acuerdos bilaterales con España para la utilización de las bases norteamericanas. Y eso en los años 70 derivó en la reclamación de que España pasase a formar parte de la OTAN, pero era necesario el paso democrático: no se podía pasar a la OTAN si España no se dotaba de una constitución democrática. Y así hasta nuestros días, que dirían las novelas.
¿Circunstancias como la elección de Trump o el Brexit influyen en que España pueda salir ahora de esa esfera de influencia de Estados Unidos?
Estamos en un momento muy complejo. De las cosas importantes que nos han de pasar, la más inmediata —bueno, la más importante es saber cómo salimos de los rebrotes— pero la siguiente son las elecciones norteamericanas de noviembre. Ahí nos jugamos también muchas cosas, nosotros y también todo el mundo, y en particular Europa. ¿Por qué? Creo que en estas elecciones ya no solo se decide el rumbo de la política en Estados Unidos, posiblemente se decidirá algo más profundo. Que es el rumbo de la propia civilización democrática en Estados Unidos, a mi modo de ver. Por lo tanto estamos ante un acontecimiento muy serio en un contexto muy muy crítico.
El Brexit tiene unos efectos visibles de compactación de la Unión Europea. El acuerdo de julio va claramente en esta dirección... El interés de Alemania por el sur de Europa es creciente porque es un interés de carácter político, ya no exclusivamente económico. Fijémonos cómo han intentado intervenir también en la crisis del mediterráneo oriental. Alemania, que ha tenido unas inhibiciones importantes como consecuencia de su historia, que ha dejado que Francia jugase este papel, está empezando a intervenir para asegurar equilibrios continentales.
¿Qué diferencias hay entre los países del sur de Europa?
España es un país atlántico, esto viene dado por la geografía. Italia, si nos fijamos bien, tiene una vertiente oriental. Cuando la Europa Oriental cimbrea, esto llega a Italia. El declive de Matteo Salvini en Italia empieza el día que se publica que fue a negociar a Moscú la obtención de financiación. Evidentemente España tiene una fachada mediterránea importante, pero en el conjunto de la opinión española, los acontecimientos del Mediterráneo siempre se ven como aquello que pasa ahí detrás. Ahora, ¿qué puede pasar en el caso de que Trump fuese reelegido? Si se produjese un redoblamiento de estas líneas de hostilidad hacia la Unión Europea, España es uno de los países vulnerables porque está en situación de fragilidad.
Iríamos hacia un reequilibrio de ese papel histórico.
Hace unos meses salió en alguna publicación, creo que fue en El Español, una información que me llamó mucho la atención, sobre que Marruecos ofrece una base alternativa a Rota. También el puerto de Tetuán ha sido ampliado notablemente. Marruecos está muy interesado en el desarrollo económico. Muchas empresas automovilísticas españolas habrían recibido la oferta de trasladarse allí. El temor al terrorismo islámico desvió mucho turismo a España y evitó deslocalizaciones industriales al norte de África, concretamente a Marruecos. Pero hemos de entender ese pulso geopolítico para que nos hagamos a la idea de la fragilidad del momento.
Se corre el riesgo de perder esa posición que fue determinada en los años del Fordismo.
La economía española es como un barco en alta mar, si los vientos soplan favorables navega bien, pero tiene un punto de fragilidad, porque depende mucho de estos flujos internacionales, que a su vez dependen de factores muy diversos y cada vez más aleatorios, que te pueden favorecer o te pueden estrangular. Fue el caso de la crisis financiera. En cambio no dispone, en comparación con Italia o Francia —este es uno de nuestros puntos débiles—, de una base industrial propia. Es un buen barco velero pero está muy expuesto a los vientos de la historia. Esta creo que la cuestión.
¿Cómo se relaciona la crisis de las clases medias que empieza en 2008 con la crisis institucional —que incluye a la monarquía— en la que nos encontramos?
Las bases materiales sobre las cuales una buena parte de la población española estableció su confianza en el sistema democrático están desmoronadas, y por lo tanto el futuro en buena medida depende de la capacidad de repararlas. Es la gran incógnita. Para que España funcione medianamente bien ha de darse una constelación de acontecimientos en la política y en la economía internacionales. Que fluyan las inversiones del país, que vengan turistas, que las propias fuerzas internas españolas sean capaces de poder desarrollarse en un marco favorable. El sueño autárquico en España está condenado al fracaso. Tenemos fábricas de coches pero ninguna de ellas es española. En el plano industrial, Italia o Alemania están en un piso superior al nuestro. Entonces, lo veo todo muy vinculado a tener la ayuda europea.
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Es verdad. Probad a criticar a Podemos, correctamente, en su foro de Reddit. Duráis un día. Estos son los que venían a liberarnos. jajaj
Es cierto que los problemas de salud mental, mas que los de pura subsistència material, son los problemas dominantes en nuestra sociedad occidental. Sin embargo, es probable que este malestar tenga una base material no solamente donde es obvio, como el estrés o la anomia, sinó también en la malnutrición. Cada vez hay mas evidencia científica que correlaciona la comida nutricionalmente pobre con los problemas de salud mental. No es solo la cantidad, es también la calidad. El capitalismo nos está vendiendo espejitos de colores, vistosos, pero sin valor.