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Parques temáticos: se acabó la diversión

Auge y caída del modelo de entretenimiento asociado al ladrillo. La crisis ha frenado los planes de expansión de esta unión de empresas del entretenimiento y de la construcción, planes que buscan ahondar en el modelo del turismo de élite.


Terra Mítica
2 ago 2010 11:56

Algo más de 35 euros dan acceso a los grandes parques temáticos del Estado español. Por ese dinero uno puede disfrutar de sus atracciones, pero también visitar los mundos artificiales que han costeado los impuestos recaudados por ayuntamientos y comunidades autónomas. La recalificación y permuta de suelo, junto a las inyecciones de crédito de las cajas de ahorro, han permitido hasta ahora mantener en funcionamiento estos centros. La crisis ha frenado los planes de expansión de esta unión de empresas del entretenimiento y de la construcción, planes que buscan ahondar en el modelo del turismo de élite.

“Un monumento typical spanish en el que las cajas de ahorro sirven para financiar las ambiciones de los políticos”. En esta definición de Terra Mítica que hizo el portal económico Bloomberg hay cuatro factores que sirven para ilustrar qué son y cómo se han construido los principales parques temáticos españoles. En primer, lugar la noción de espectáculo y sus emociones asociadas: conceptos como magia, ilusión o diversión, que, para el arquitecto y miembro de Ecologistas en Acción Josep Crosas, apelan a una “diversión adocenada y banal que se da en un medio completamente artificializado”. En segundo lugar, el modelo español al que se refiere Bloomberg es la dependencia de la economía del ladrillo y del turismo. Estos centros de ocio han contribuido a este modelo, a través de “la puesta en valor de suelo terciario de poco valor económico anterior”, apunta Fernando Sabín, del Observatorio Metropolitano. También completan una oferta vacacional reproducida miméticamente en otros países como EE UU, Dubai o China, indica Crosas. La tercera pata de esa proposición es el papel de las cajas de ahorro, fundamental para entender cómo se han sostenido los parques temáticos: a través de la inyección continuada de créditos, como señala el profesor de la Universidad de Alicante, Fernando Díaz Orueta. En último lugar, los parques han servido como buques insignia de un tipo de política basada en la proyección de infraestructuras y construcciones faraónicas.

La atracción del ladrillo

En la consolidación de este modelo de ocio han quedado al margen las consideraciones sociales, políticas y ambientales. Pero, lo que es más llamativo, también quedan fuera las razones económicas. Parque Warner (San Martín de la Vega, Madrid) y Terra Mítica (Benidorm, Alacant) tienen un millón de visitas menos de las que previeron sus constructores al proyectarlos. Ni siquiera el parque más visitado, Port Aventura (Salou, Tarragona), se ha librado de una caída libre del número de visitas, que en 2009 se redujeron un 10,7% en relación con el anterior.

Desde el estallido de la burbuja inmobiliaria, las cajas han optado por limitar su participación en estos centros. Caja Madrid se desprendió de sus participaciones de Warner en 2006. Por su parte, La Caixa cedió en 2009 el 50% de sus participaciones en Port Aventura. En julio, Bancaja y Caja de Ahorros del Mediterráneo han dado los últimos pasos para alquilar Terra Mítica a la gestora de parques Aqualandia SA. También Unicaja y Cajasol, bastiones del parque Isla Mágica (Sevilla), han movido ficha para que la Junta de Andalucía permita su salida del accionariado de ese parque.

Como indican desde el Observatorio Metropolitano, la construcción de este tipo de centros de ocio “forma parte del ciclo urbanístico y está íntimamente relacionado con la burbuja inmobiliaria”. La situación económica actual ha frenado los proyectos de desarrollo asociados a este modelo, como la construcción de resorts, chalés y campos de golf en los alrededores de Port Aventura o el Parque Warner. Sin embargo, apunta Díaz Orueta, “el discurso de los dos grandes partidos es que se debe aguantar hasta que las expectativas vuelvan a ser buenas”. Josep Crosas tampoco cree que la crisis haya puesto el punto final a este tipo de prácticas: “La confluencia de intereses mafiosos alrededor del urbanismo y la construcción es un en- tramado que espera que se reactive la economía para continuar sus negocios”. Para este arquitecto, los parques son parte de un negocio voraz que “si hace poco se ofrecía como fuente de rentabilidad ahora se vende como creador de empleo”.

En este sentido, la profesora de sociología de la Universidad de Alicante, María Teresa Molares, indica que, a pesar de las grandes cantidades de dinero público que se han inyectado a los parques, esto no ha revertido en empleos de calidad sino en ofertas de trabajos efímeros y mal pagados. Molares denuncia que apenas han transcendido datos sobre la siniestralidad en la construcción de Terra Mítica. La baja calidad del empleo no es exclusiva del parque benidormense. En 2007, trabajadores de Parque Warner se encerraron en el Ayuntamiento de San Martín de la Vega para protestar por sus condiciones laborales y los asalariados de Isla Mágica han tenido en varias ocasiones problemas para cobrar.

pORT aVENTURA

A finales de los ‘80, Disney anunció que buscaba trasladar el modelo de parques temáticos de Orlando y Los Ángeles a Europa. La Generalitat de Catalunya, entonces dirigida por Jordi Pujol (CiU) optó a ser la elegida por Disney, que finalmente optó por instalar a Pluto y el resto de la tropa Disney a las afueras de París.

Grand Tibidabo era la empresa del “empresario modelo”, en palabras de Pujol, Javier de la Rosa. En 1992 esta compañía puso en marcha el proyecto, para lo que recurrió a la financiación pública. Antes de su detención, de la Rosa tuvo tiempo para gastarse 1.000 millones que la Generalitat había concedido como aval en el reparto de dividendos de Grand Tibidabo. Después, el Gobierno catalán entregó el control del parque temático a Criteria, grupo inversor de La Caixa. En 2009, Criteria cedió el 50% de la gestión del parque al grupo inversor italiano Investindustrial, aunque La Caixa mantiene el 100% de la gestión del desarrollo urbanístico asociado, que incluye la construcción de tres campos de golf y terrenos para la construcción de residencias. Ese proyecto se encuentra ahora en punto muerto.

TERRA MÍTICA

Terra Mítica o “la cueva de Ali Babá”, como la definió el periodista Alfredo Grimaldos, es el emblema de la gestión de Eduardo Zaplana en el Ayuntamiento de Benidorm, la Comunitat Valenciana y durante sus etapas como ministro. María Teresa Molares explica cómo se gestó el parque, que se inauguró en 2000. “Cuando se empezó a mover el parque, se produjeron dos incendios en la zona forestal donde hoy se asienta”, explica Molares. Después, el Gobierno de Zaplana modificó el reglamento para facilitar un cambio de calificación del suelo que permitiese la construcción de bienes de interés cultural.

Para financiar el proyecto, el ex president de la Generalitat se ha apoyado en Bancaja, fusionada recientemente con Caja Madrid, y Caja de Ahorros del Mediterráneo, que poseen más del 40% del capital de Terra Mítica, el Gobierno autonómico tiene una participación del 20%. Terra Mítica ha recibido diversas ayudas y subvenciones como la que le exime de pagar el 95% del impuesto sobre construcciones del Ayuntamiento de Benidorm. La construcción de este parque se presupuestó en 240 millones de euros, pero el coste final fue de 376 millones. La presunta malversación llegó a los juzgados aunque las denuncias por fraude fiscal, estafa y falsificación de documentos fueron anuladas por el Tribunal Superior de Justicia por un error de procedimiento de Hacienda. El proceso salpica a uno de los principales inversores del parque, el constructor Enrique Ortiz, que aparece también en el sumario del caso Gürtel. En mayo de 2004, el parque suspendió pagos, pero tres años después la suspensión se levantó, después de que Ortiz comprase los terrenos adyacentes al parque por más de 200 millones de euros.

PARQUE WARNER

Fernando Sabín, del Observatorio Metropolitano, explica que frente a modelos de ocio comercial que se incluyen en el espacio público, la apuesta de los Gobiernos madrileños ha sido diferenciar las zonas privadas de ocio, de forma que no se entre a ellas “si no es a consumir”. Proyectos como la Warner o la ciudad del rock en Arganda buscan, en palabras de Alberto Ruiz Gallardón, el “reequilibrio territorial”. A la construcción del parque del Pato Lucas y compañía iba a seguirle la creación de un vasto complejo de chalés, campos de golf, centros comerciales y resorts que, en el proyecto ideado por Gallardón y su entonces consejero de Obras Públicas, Urbanismo y Transporte, Luis Eduardo Cortés, se iba a extender hasta el casino de Aranjuez e iba a atravesar el futuro centro de ocio acuático de Valdemoro, un complejo de 970.000 metros, parado por la crisis, que iba a costar 750 millones de euros.

Cuando Esperanza Aguirre relevó en el cargo a Ruiz Gallardón, la Comunidad de Madrid inició su proceso de retirada del parque temático. El ex diputado de la Asamblea de Madrid, Eduardo Cuenca (IU) cree que la retirada del parque fue una buena opción porque “no tenía ningún sentido que la Comunidad interviniese en una iniciativa privada de ese tipo, que tenía pérdidas año tras año”. Antes llevó el tren al parque temático y permitió la edificabilidad de otros 275.000 m2 para uso terciario. Ahora controla Warner la primera empresa de centros de ocio del Estado Parques Reunidos, que forma parte del fondo de capital riesgo Candover.

EL PATITO FEO DE LA CARTUJA

Isla Mágica, en la Cartuja (Sevilla), fue el segundo intento de dar valor productivo al espacio de la Expo ‘92. Este parque cerró 2009 con 3,36 millones de pérdidas, algo que ha obligado a sus propietarios (Cajasol y Unicaja, principalmente) a vender 3.000 m2 de uso terciario en La Barqueta.

En 2009, Cajasol entregó una finca en Dos Hermanas a la Consejería de Economía y Hacienda para saldar parte de la deuda contraída por el impago de Impuestos como el de Bienes Inmuebles (IBI). En 2004, el Instituto de Crédito Oficial condonó otra deuda de 15 millones de euros que estuvo a punto de provocar el cierre de este parque.

EL NACIMIENTO A CODAZOS DE PORT AVENTURA, POR aDRIÁN cRESPO (bARCELONA)
A pesar de la crisis y del bajón del turismo extranjero, 15 años después de su inauguración el Dragón Khan sigue exultante.
Aunque no se haya vuelto a llegar a los cuatro millones de visitantes de 2007, Port Aventura Entertainment S.A. declaró beneficios de 4,5 millones de euros en 2009. La reciente adquisición del 50% de las acciones por parte de la familia Bonomi
supondrá además para la sociedad anónima una ampliación de capital de 94 millones.
El parque que en 1995 iba a suponer, según Jordi Pujol, entonces presidente de la Generalitat, un reequilibrio territorial del país, conllevó para empezar cambios importantes en la propiedad de los terrenos sobre los que se iba a construir. Tal como
cuenta Joan Manuel Olivella, presidente de la organización ecologista L'Escurçó, la mayoría de los terrenos se compraron a precio rústico a pequeños propietarios que desconocían la recalificación que se haría más tarde. Sólo unos pocos aguantaron y no cedieron a la presión de la venta de buenas a primeras.
Esa oposición no fue obstáculo suficiente para la empresa, que consiguió que la Administración declarara la expropiación forzosa de aquellos terrenos, amparándose en la utilidad pública del parque, a pesar de que su provecho siempre ha sido privado. El paso siguiente para los pequeños propietarios era llevar el caso a los tribunales.
Como de las 825 hectáreas que adquirió Port Aventura, hasta 2002 sólo estaba construida la superficie del parque de atracciones -apenas una décima parte del total-, a punto estuvieron los denunciantes de que les devolvieran las fincas, ya que, para que una expropiación forzosa sea efectiva, el terreno debe construirse y utilizarse en un plazo limitado. A toda prisa Port Aventura Entertainment S.A. levantó tres hoteles, un parque acuático, un campo de golf... un verdadero complejo turístico edificado a contrarreloj.
Aunque finalmente se les pagó la tierra a precio de suelo urbano, los denunciantes perdieron definitivamente las fincas.
Asimismo, la construcción del parque tuvo un gran impacto en la caza de la comarca. Según Olivella, a parte de lograr desviar la antigua cañada real, «se cargaron el área cinegética más importante de la zona», hasta ese momento rica en conejos y perdices.
La Societat Protectora de la Caça de Vilaseca denunció el aumento de la caza furtiva, la presencia de vigilantes que mataban conejos con pistolas e incluso el gaseo de los que entraban a los terrenos del parque. Port Aventura acabó también con una serie de centenarias construcciones de piedra (majanos), por los que la asociación recibió una indemnización simbólica.

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