Guerra en Ucrania
Tensión en la frontera: Serbia, a medio camino entre Occidente y Rusia

El país balcánico se debate entre el pragmatismo y la supervivencia en su posicionamiento ante la guerra de Ucrania.
Aleksandar Vucic
Aleksandar Vucic, actual presidente serbio. (CC BY-NC)
26 sep 2023 06:00

En enero de 2019, en un acto de esos que marcan época, se produjo la consagración del Templo de San Sava, la joya de la corona de la Iglesia ortodoxa de Serbia. Curiosos y feligreses se congregaron en el corazón de Belgrado bajo las estrellas para ver finalizado un proceso de construcción que se había alargado más de un siglo. Entre los allí presentes se encontraba un invitado para nada inesperado, el Presidente de la Federación de Rusia Vladimir Putin.

Su presencia no era casualidad. Desde el colapso de la URSS y la disolución de la República Federal Socialista de Yugoslavia, Serbia y Rusia habían tejido lazos de cooperación a nivel político, económico y de relaciones internacionales. Del voto negativo del país ruso a considerar el genocidio de Srebrenica como tal en 2015 a los acuerdos con la empresa gasística Gazprom, que posee el 51% de la principal compañía de Serbia (NIS) desde 2008. Con la presencia de Putin en la Ciudad blanca pocos días después de la Navidad ortodoxa el presidente ruso reforzaba sus relaciones con un socio estratégico clave a nivel geopolítico. Y es que la finalización de las obras en el Templo de San Sava habían sido posible gracias a una cuantiosa inyección de dinero proveniente del norte a través de la Rossotrudnichestvo.

La eterna relación de amistad y hermandad entre ambos pueblos eslavos pareció enfriarse desde que Rusia invadiese Ucrania, desencadenando una guerra que parece haberse enquistado

Sin embargo, la eterna relación de amistad y hermandad entre ambos pueblos eslavos pareció enfriarse desde que Rusia invadiese Ucrania, desencadenando una guerra que parece haberse enquistado a día de hoy. Sí, en agosto de 2022 ambos países alcanzaron un acuerdo económico por la compraventa de gas a bajo precio. Pero dada la presencia de Gazprom en la república balcánica, Serbia tampoco tenía muchas otras opciones.

Tiempo después de que gran parte del mundo occidental y europeo hayan dado la espalda a Rusia, la estrategia serbia continúa siendo toda una incógnita. Ambivalente es una manera de resumir su posición, así como equidistante. Aunque contradictoria es, quizá, el mejor modo de aproximarse a los posicionamientos del país balcánico.

Del pragmatismo oficialista al paneslavismo de la Iglesia ortodoxa

Desde hace más de una década el Gobierno serbio lleva intentando acceder a la Unión Europea sin éxito. Por otro lado, pese a querer mantener su neutralidad militar, desde 2006 colabora estrechamente con la OTAN. Todo ello mientras ha seguido mejorando sus relaciones diplomáticas y comerciales con la mencionada Rusia o China , aliado clave en su particular batalla contra la independencia de Kosovo.

No obstante, de un tiempo a esta parte Aleksandar Vucic ha ido alejándose progresivamente de la clara línea pro-rusa que pareció seguir al comienzo del conflicto en Ucrania. De hecho, en agosto de este año se reunió con Volodímir Zelenski en un acto para ratificar el apoyo del pueblo serbio con la causa ucraniana. Así como con declaraciones claras y contundentes. “Para nosotros Crimea es Ucrania, el Donbáss es Ucrania y así seguirá”, dijo a comienzos de 2023.

La batalla por el sentido ideológico está más que abierta en Serbia. Mientras Vucic criticó duramente el intento del Grupo Wagner de reclutar a serbios para su causa, el propio batallón de mercenarios publicó un vídeo donde se podía ver a ciudadanos serbios participando en el frente de Ucrania. Aunque descabezado el Grupo Wagner recientemente, el poder movilizador del movimiento paneslavista y ortodoxo es notable y pese al apoyo con el que cuenta Vucic no puede permitirse ningún paso en falso en este asunto.

Guerra en Ucrania
Guerra en Ucrania Disidentes rusos en Serbia, un exilio en campo contrario
Ante la negativa europea a conceder visados a ciudadanos rusos, quienes se oponen a la guerra se ven forzados a buscar refugio en el único país que les concede visados, pero que es también el más cercano aliado de Putin en el continente.

Este progresivo cambio en el posicionamiento de Serbia es llamativo en comparación con los diferentes contrapoderes que funcionan en el espacio cultural serbio, donde el punto de vista es muy diferente. Quizá el ejemplo más evidente de esta tensión entre poder ejecutivo y sociedad civil se dio al comienzo de la invasión rusa. Poco después de que la UE restringiese la señal de Rusia Today, en Serbia arrancó un nuevo proyecto llamado RT Balkan, de nuevo amparado bajo el paraguas de la Iglesia ortodoxa serbia.

Los tentáculos de la institución religiosa llegan mucho más lejos de lo que al ejecutivo de Vucic le gustaría, pues su influencia cultural y política traspasa fronteras y cuenta con un poder convocatoria mayúsculo. Sin ir más lejos, la Iglesia serbia es junto a la georgiana las únicas dentro del mundo ortodoxo que se han mantenido fieles a la línea marcada por la rusa en términos doctrinales.

Si bien la Iglesia ortodoxa de Serbia es independiente del resto de esta parte del mundo cristiano desde el siglo XIII, históricamente ha seguido una línea muy similar a la rusa. Ambas instituciones se necesitan. La congregación rusa por supervivencia en un mundo como el ortodoxo cada vez más influenciado por el neoliberalismo, la pérdida de influencia y el empuje de las tradiciones occidentales como el calendario gregoriano. Mientras, la serbia, necesita de sus hermanos del norte en su cruzada por el territorio de Kosovo, eje central del relato histórico por la mítica batalla del siglo XIV.

La resistencia de la institución eclesiástica serbia a apoyar al lado occidental tiene que ver con el paneslavismo, pero también con un progresivo declive de ciertas tradiciones y el miedo a que una potencial entrada en la UE acabe por socavar sus posiciones en la sociedad y el Estado.

Geopolítica y deporte

A la influencia de la Iglesia ortodoxa hay que añadir otro de los pilares de la sociedad civil en el imaginario colectivo serbio como es el deporte.

Los grupos ultras como Grobari (Partizán) y especialmente Delije (Estrella Roja) han apoyado la invasión rusa con tifos, pintadas y mensajes de apoyo en reiteradas ocasiones. Algunos incluso con melodías muy similares a canciones de la División Azul como Primavera. Y, lejos de ser algo propio de unos fans independientes, el propio Estrella Roja está manteniendo su particular pulso a la UEFA y la comunidad internacional al mantener el patrocinio de la sancionada Gazprom. Todo lo contrario que el Schalke 04 alemán, que tardó poco en eliminar sus vínculos con la compañía rusa.

Tal es el nexo de unión entre el submundo ultra que se han reportado casos de miembros o simpatizantes de uno de estos dos grupos extremistas con presencia activa de serbios en el propio conflicto armado como el batallón Rusich.

El deporte, como mecanismo de articulación colectiva, tanto de las pasiones como en términos ideológicos, ha sido el mejor aliado del movimiento paneslavo que une a los pueblos serbios y rusos

Más grave incluso fue el suceso acontecido en febrero de 2023 en lo que parecía un simple partido de fútbol entre el Partizán y el Sheriff. Junto al conjunto blanquinegro pretendían viajar un número considerable de ultras que, según el Ministerio de Interior y el Servicio de Inteligencia Moldavo, podían incentivar las protestas pro-rusas en el país, “todo en un intento de derrocar a un gobierno legítimo y crear un gobierno ilegítimo bajo el control de la Federación Rusa”. La decisión fue salomónica: encuentro a puerta cerrada y negativa de acceso a Moldavia de los ultras serbios.

La aparente contradicción entre los actos del poder ejecutivo y los contrapoderes culturales en Serbia ha ido a más conforme la guerra en Ucrania se ha ido desarrollando. El deporte, como mecanismo de articulación colectiva, tanto de las pasiones como en términos ideológicos, ha sido el mejor aliado del movimiento paneslavo que une a los pueblos serbios y rusos.

¿Cómo lo han hecho? A través de partidos amistosos.

El 4 de julio de 2023 el Estrella Roja de fútbol puso rumbo a San Petersburgo para disputar un encuentro ante el Zenit dentro de la Pari Premier Cup. Un torneo donde, además de los dos clubes mencionados, se dieron cita el Fenerbahce turco y el Neftchi azerí. Estos partidos no han hecho más que levantar cejas entre otros clubes europeos por brindar un apoyo tan directo en contra del aislamiento ruso en el deporte profesional.

Serbia
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Más curioso todavía fue el duelo que enfrentó al Partizán de baloncesto con el CSKA de Moscú, privado desde 2021 de competir dentro de la Euroliga, a comienzos del mes de septiembre. En esta ocasión los Crno-beli no viajaron a lejana Rusia, sino que tomaron un vuelo de poco más de 30 minutos. ¿Su destino? Probablemente el lugar más favorable a la invasión de Ucrania de todo el continente europeo: la autoproclamada República Srpska de Bosnia y Herzegovina. Este particular Estado dentro de un Estado cuenta con Milorad Dodik como presidente que, como analizó en profundidad recientemente el balcanólogo Miguel Roán, se trata de un socio estratégico del Kremlin en los Balcanes occidentales. Bajo el amparo de la República Srpska y con la excusa del 50 aniversario del KK Igokea ambos clubes se dieron un homenaje bajo la atenta mirada del presidente Dodik. No es casualidad que eligiesen un lugar como este dos de los clubes más importantes del baloncesto en el Viejo continente, pues de este modo se evitaba jugar en uno de los dos países involucrados, encontrando así el escenario perfecto para el hermanamiento.

Geopolítica y deporte dándose la mano una vez más.

Un horizonte indescifrable: ¿Neutralidad o agilizar su camino a la UE?

La impunidad con la que ciertos sectores del espacio serbio han actuado desde el inicio de la guerra en Ucrania con la complacencia del Gobierno de Vucic tiene mucho que ver con la estrategia internacional de este último. Consciente de que el eje occidental no puede correr el riesgo de perder a un socio estratégico en la región como es este han preferido mirar hacia otro lado. Por ejemplo, permitiendo que Serbia sea el único país europeo que no ha apoyado las sanciones a Rusia.

Si bien la internacionalización y expansión del conflicto fuera de las fronteras ucranianas no parece posible a día de hoy, algo que obligaría al país balcánico a tomar partido por un bando, ahora mismo se están poniendo los cimientos de las relaciones internacionales de los próximos 30 años. Y ese es el juego que está tratando de llevar a término Serbia. En otras palabras, se están tomando posiciones en el cambio de la hegemonía estadounidense a la preponderancia asiática con China a la cabeza.

 El juego a dos bandas le puede resultar muy ventajoso a la Serbia de Vucic. Por un lado mantiene su candidatura a la Unión Europea, y por otro se asegura el apoyo de potencias como Rusia y China

Es por ello que este juego a dos bandas le puede resultar tan ventajoso a la Serbia de Vucic. Por un lado mantiene su candidatura a la Unión Europea, sirviendo como frontera y muro de contención de los migrantes y refugiados, y por otro se asegura el apoyo de dos potencias como Rusia y China en su litigio por el no reconocimiento de Kosovo como Estado independiente, así como firmando acuerdos de libre comercio con Asia.

El riesgo de quedar aislado por ambos contendientes o diluído en ese juego de poder es alto y la confianza no suele ser un buen aliado en política internacional. Pragmatismo o supervivencia, esa es la pregunta clave a resolver en el corto plazo.

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