Unión Europea
Otra batalla que pierde el europeísmo: las listas transnacionales
Hay dos maneras de tomarse la Unión Europea: o como el club de países donde colaboramos con el interés propio por delante, o como un proceso de integración que nos salve a todos cuando ya no nos quede a quién recurrir. Las dos son válidas y están, en realidad, en constante enfrentamiento. Una de las últimas luchas ha sido la de las listas transnacionales para las elecciones europeas, en las que habría candidatos que podrían ser elegidos en cualquier país de la Unión Europea, aunque no fueran de allí. Quienes se declaran verdaderamente europeístas, querían implantarlas para fomentar el sentimiento de pertenencia a la UE. Pero perdieron. ¿Qué ha pasado exactamente?

El Parlamento Europeo votó a principios de febrero dos informes sobre su futura composición, ya que el Reino Unido dejará 73 escaños cuando abandone del todo la UE. De hecho, con el acuerdo de transición, los británicos ya no votarán ni tendrán representantes en Estrasburgo en los próximos comicios europeos que se celebrarán en mayo de 2019. El primero proponía que esos 73 escaños se repartieran dando 27 a los Estados infrarrepresentados, 19 a los nuevos miembros y 27 a listas transnacionales. No triunfó. Lo que sí lo hizo fue la propuesta de que cada partido político a nivel europeo propusiera un candidato principal a la presidencia de la Comisión Europea. Ya se hizo en las últimas elecciones, con las que el Partido Popular Europeo (PPE) ganó con Jean-Claude Juncker, pero ahora se formaliza.
¿Quién defendía qué? La idea partió del presidente francés, Emmanuel Macron, pero la ha tumbado el PPE, principalmente. Algunos de sus eurodiputados votaron a favor, pero también hubo miembros de los socialistas que se pronunciaron en contra. El resultado final fue ajustado: ganaron quienes estaban en contra con un estrecho margen del 54%. Ganan quienes ven la UE como una organización intergubernamental, más que como un proyecto de integración.
La disciplina del PPE la rompieron, sin ir más lejos, los eurodiputados españoles. También dos austríacos y cuatro franceses. El principal argumento del partido para estar en contra es, en palabras del húngaro Gyorgy Schopin, “otro proyecto impulsado por la élite”. Cuestionaba que no se había preguntado a los ciudadanos europeos si querían estar representados por listas transnacionales. Tampoco se les pregunta si quieren que los eurodiputados viajen sólo en primera clase y es así como lo hacen.
Pero el PPE solo no hubiera conseguido tumbar la propuesta. En los tres grupos que defendían la propuesta hubo fugas. A saber ALDE (liberales pero europeístas, donde se integran Ciudadanos o el PNV), los Socialdemócratas y los Verdes. De estos, todo el grupo de Suecia votó en contra. La ventaja de tener listas con candidatos de varios países hubiera ayudado a fomentar los debates sobre Europa en vez de nacionales. Algo que no a todos los que forman parte de estos partidos europeístas gusta porque tendrían que tejer muchas más alianzas dentro de sus grupos y no en todos los temas todos los verdes opinan igual, ni los socialdemócratas, ni los liberales en cada Estado miembro.
En el resto de los Verdes, que defendían las listas transnacionales, en su propuesta habían llegado a llevar 50 candidatos, en vez de los 27 que se acabaron votando. Josep-Maria Terricabras, vicepresidente de ese grupo en la Eurocámara, explicaba que una lista con candidatos de diferentes Estados miembros “hubiera ayudado a crear en el imaginario de la ciudadanía un sentido de interés general europeo y un sentimiento común de pertenencia”. Con ellas, los Verdes creen que aumentaría la solidaridad y se reforzaría la idea de una esfera pública europea.
No se dan por vencidos. Seguirán defendiendo esa propuesta como oportunidad para revitalizar el proyecto europeo que, cada vez más, necesita sueños en los que creer. Ernest Urtasun, eurodiputado del mismo grupo, criticaba que el Parlamento Europeo hubiera dejado pasar la ocasión para empezar a corregir “el déficit democrático de la UE (que) es cada vez más grande”. Pero claro, en esa lucha entre los europeístas y los realistas no suelen ganar los primeros. Y así nos va.
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