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Gentrificación
Berlineses versus Google: último episodio de la resistencia contra la gentrificación
Los vecinos del barrio de Kreuzberg, en Berlín, muy afectado por la gentrificación, empiezan a organizarse para que Google no establezca allí su 'Google Campus'.
“Google significa gentrificación. Cuando vengan, los alquileres subirán –la voz del hombre de pelo blanco surge del centro de la repleta habitación–. Hay que tomar de nuevo nuestro futuro y construir algo por nosotros mismos”. Junto a él, una mujer también de avanzada edad: “Ya hay actividades organizadas por otros temas, como contra Amazon. Hay que juntar las protestas contra Google a iniciativas que ya estén en marcha”. Mientras, entre los asistentes circula un papel con sugerencias, rimadas en su original alemán, para consignas en manifestaciones: “¡Desmontar Google, vivir en tiempo real!”, “¡Google Campus nunca, por la anarquía!”.
Unas 50 personas se reúnen para compartir información e ideas, y tratar de encontrar maneras de evitar la creación de un Google Campus en una vieja fábrica de Kreuzberg, uno de los barrios más golpeados por la vertiginosa subida de precios generalizada en toda la capital de Alemania.
La multinacional y omnipresente compañía norteamericana va a desembarcar en la ciudad con el beneplácito del Gobierno local (socialdemócrata en coalición con La Izquierda y Los Verdes). El alcalde, Michael Müller, describió el día del anuncio como “un buen día para Berlín”.
El plan inicial de Google era abrir sus nuevas instalaciones a finales de 2017, aunque la fecha se ha pospuesto a “mediados de 2018”, según un portavoz de la compañía. Para ello ya ha alquilado una parte de la Umspannwerk (la vieja subestación eléctrica situada a orillas de uno de los canales del río Spree) para poner en marcha un ‘Campus’ para startups, eso que la Fundación del Español Urgente se empeña en traducir como empresas emergentes. El objetivo es que allí puedan trabajar y formarse emprendedores, además de entrar en contacto con la vasta red de negocios digitales de la compañía repartidos por todo el mundo.
El barrio más deseado
Google ve en Kreuzberg su hábitat natural. El antiguo barrio obrero, habitado principalmente por población de origen turco, es ahora una zona de moda, atractiva para el joven cosmopolita amante de la música electrónica y la ropa de segunda mano, del Café Latte y los productos bío. Sin embargo, Kreuzberg sigue siendo al mismo tiempo el punto de encuentro de la izquierda berlinesa, donde numerosas asociaciones civiles organizan sus actividades. Los activistas creen que la apertura del Google Campus inclinaría la balanza política y social del barrio a favor del primer grupo.“Cuando llegue Google, van a pasar muchas cosas. Expulsarán a las tiendas, pues los trabajadores de Google y la gente del sector de las startups no necesitan las que están aquí en estos momentos”, explica a El Salto Stefan Klein, de la organización vecinal GloReiche. “Y los caseros, los propietarios, van a aprovechar la llegada de trabajadores con más dinero para implementar otro concepto: tiendas de alta calidad, viviendas caras…”.
GloReiche es, junto a la librería anarquista Kalabal!k, la organización que más se ha involucrado en la protesta contra la llegada de Google a Kreuzberg, pues Klein opina que “no hay nada positivo” de lo que los vecinos puedan beneficiarse. “Kreuzberg no es un lugar apropiado para Google, lo que tendrían que hacer es irse al parque tecnológico de Adlershof (a las afueras de Berlín), donde están otras empresas como Ebay”, añade.
Desde la multinacional, por supuesto, se ven las cosas de otra manera, y no se plantean instalarse en otro lugar que no sea la vieja subestación. “Queremos ser buenos vecinos en Kreuzberg. Todo lo que pedimos a la comunidad local es que, simplemente, sean abiertos y conozcan más detalles sobre el Campus y su concepto –explica a través del correo electrónico Ralf Bremer, portavoz de Google en Berlín–. Nosotros también vivimos aquí, entendemos las preocupaciones y sabemos cómo se ha desarrollado Kreuzberg durante los últimos años. Pero, para aclarar, solo hemos alquilado una parte de la Umspannwerk y allí no van a trabajar más de 10 personas de Google”.
En agosto, la compañía organizó un día de ‘puertas abiertas’ con la intención de estrechar lazos con la comunidad local. En el acto, al que solo se podía acudir con invitación, hubo comida por parte de un grupo de cocina de refugiados. Es el mensaje que la compañía quiere transmitir: que están comprometidos con la sociedad y que, únicamente, un grupo de activistas ha malinterpretado el ‘Campus’ de Kreuzberg. “Hemos comenzado un diálogo fructífero con los vecinos, los propietarios de tiendas locales y ONG que continuará en los próximos meses”, señala el portavoz.
“No tenemos contacto con ellos. Nos invitaron, sí, pero tienes que poner esa invitación entre paréntesis”, matiza Stefan Klein, de GloReiche. “Nos decían que todo ha sido un malentendido, que nosotros pensábamos que iban a traer su sede a Berlín pero que no es así, que solo es un Google Campus… Eso ya lo sabíamos, nos trataron como si fuéramos estúpidos”, insiste. “Cuando llegó el día, fuimos y había guardias de seguridad y también un coche de policía en la esquina. ¡Nos tienen miedo! ¿Es esa una buena forma de invitar a tus vecinos? No, no lo es… Por eso no es la primera vez que digo que actúan como colonizadores que vienen a hablar con los nativos”.
Una vieja historia que empeora
El de Google no es más que el último caso surgido del vehemente proceso de gentrificación que vive Berlín. La planificación urbana de la ciudad, por su particular y convulsa historia reciente, siempre ha sido diferente a la del resto de principales capitales europeas. Los grandes espacios abandonados herederos de la frontera de la Guerra Fría permitieron la ocupación de edificios y el establecimiento de una cultura alternativa. Pero de aquel Berlín ya poco queda, y el proceso de transformación hace años que alcanzó antiguos barrios humildes como Kreuzberg.En febrero de 2013, por ejemplo, en la misma calle donde se reúnen los activistas para oponerse al Google Campus, a tan solo dos números de distancia, un inmenso despliegue policial llevó a cabo el desahucio de la familia Gülbol, en un caso que se convirtió en símbolo de la gentrificación del barrio.
Cuatro años después, el proceso “va a peor”, según Susanne, de la organización Lause Bleibt, también presente en la reunión. “Yo vivo desde hace 30 años aquí, y he visto de primera mano el gran cambio que ha sufrido Kreuzberg, sobre todo entre la comunidad migrante. En los colegios yo he oído a niños decir que tienen miedo de verse obligados a irse fuera del barrio, porque se lo escuchan a sus padres”.
Todos los activistas consultados coinciden en señalar que cada vez acude más gente a sus encuentros, que aumenta el interés en el tema de la gentrificación, puesto que es “un asunto que afecta a todos”, según las palabras de Stefan Klein. Sus acciones, en ocasiones, consiguen obligar a los propietarios a renegociar subidas de alquiler o cierres de comercios locales, como sucedió con la cafetería-panadería Filou de la calle Reichenberger.
Los activistas son conscientes de lo poco que pueden hacer contra Google, una de las empresas más poderosas del mundo, pero sí esperan que la oposición vecinal convenza a los responsables de la compañía de que Kreuzberg no es lugar para ellos. ¿Se sumarán la mayoría de los vecinos a la protesta? “La reunión del pasado jueves fue la primera. Y ahora estamos poniéndonos en contacto con grupos internacionales para preparar protestas –explica Klein–. Creo que, cuando todo el barrio se informe de lo que supone la llegada de Google, sí. Veremos. Y si no, al menos, les habremos plantado cara”.
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Primero llegaron los daneses, los suizos, los alemanes del Sur con sus sueldos astronómicos; después los canadienses, ya no recuerdo ni el orden.... Ahora parece que estamos en USA, quién sabe si por obra y gracia de Trump, tenemos el barrio lleno de "Amis". Cierto que ya estamos pendientes todos de una carta en el buzón que nos expulse a la periferia. Y que para hacerse los comprometidos pongan a cocinar a los sirios, ya les vale...