Fronteras
Macron y Salvini coinciden en Ventimiglia

El número de migrantes que pasan por Ventimiglia cada año ha aumentado a casi 23.000, la mayoría de los cuales huyen de la guerra y la pobreza en el norte de África.

Ventimiglia durmiendo
Decenas de personas duermen bajo el puente de Ventimiglia a la espera para cruzar Miguel M. Serrano
Traducción: Pilar Gurriarán
16 may 2019 06:24

Ventimiglia es una pintoresca ciudad portuaria en el norte de Italia, situada a cuatro millas de la riviera francesa. Además de ser un importante destino turístico, repleto de ruinas clásicas y una catedral románica, se ha convertido en un punto de paso vital para los migrantes que intentan entrar en Francia. La afluencia comenzó durante la primavera árabe, con montones de refugiados libios y tunecinos que llegaron a la ciudad costera tras un peligroso viaje a través del Mediterráneo. Desde entonces, el número de migrantes que pasan por Ventimiglia cada año ha aumentado a casi 23.000, la mayoría de los cuales huyen de la guerra y la pobreza en el norte de África.

La población migrante de Ventimiglia suele oscilar entre 600 y 800 personas, la mayoría de las cuales son hombres jóvenes y menores no acompañados. Tras su llegada, se han restablecido los controles de migración formales a lo largo de la frontera franco-italiana, que fueron retirados en virtud del Acuerdo de Schengen. La policía antidisturbios italiana se ha desplegado para bloquear su paso, mientras que el gobierno francés ha colocado vehículos blindados a lo largo de su frontera sur.

Un informe de Oxfam describe cómo la policía francesa roba y maltrata regularmente a los migrantes que intentan entrar en Niza, a veces cortando las suelas de los zapatos de los niños antes de enviarlos de vuelta a Italia

La mayoría de los migrantes en Ventimiglia reportan haber experimentado violencia y discriminación a manos de estas fuerzas fronterizas, junto a condiciones de vida insalubres y escaso acceso a tratamiento médico. Un informe de Oxfam publicado el pasado mes de junio describe cómo la policía francesa roba y maltrata regularmente a los migrantes que intentan entrar en Niza, a veces cortando las suelas de los zapatos de los niños antes de enviarlos de vuelta a Italia.

En el verano de 2015, unos 200 migrantes intentaron rechazar este trato estableciendo un campamento en la ciudad fronteriza de Balzi Rossi. A ellos se unieron miembros de la Red No Borders (Sin Fronteras), un colectivo internacional que busca combatir las restricciones a la libre circulación. Migrantes y activistas vivían juntos en esta comunidad totalmente auto-organizada, equipada con agua limpia, un sistema de cañerías eficiente, electricidad e internet.

El campamento se organizaba a través de asambleas nocturnas en las que los residentes podían votar sobre cuestiones de gestión y organización. Las comidas se cocinaban en una cocina comunitaria, los voluntarios se turnaban para cuidar a los menores, y se creaba una vida cultural vibrante a través de actuaciones artísticas regulares, grupos juveniles y proyecciones de películas.

La red Balzi Rossi permitía a los migrantes encontrar rutas de transporte más seguras hacia Francia, mientras que la comunicación con los activistas pro-migrantes franceses les permitía acceder al transporte, la protección y el alojamiento una vez que llegaban. El aumento de la cooperación con los residentes locales dificultó que las autoridades acosaran a los migrantes, ya que los activistas emprendieron operaciones de copwatching (contravigilancia) para vigilar las acciones de la policía. Mientras tanto, las manifestaciones masivas del campo de Balzi Rossi en honor de los migrantes asesinados por los servicios de seguridad sentaron un precedente que se extendió a Bolonia, Milán y Brescia, reforzando las demandas de una investigación independiente sobre la brutalidad policial.

Este movimiento antifronterizo impulsó a gente de toda Italia a viajar a Ventimiglia y prestar apoyo. Se presentaron abogados para asesorar a los migrantes sobre sus derechos y sugerir estrategias de resistencia. Se convocaron grupos de debate para tratar temas que van desde la política económica de la UE hasta la red ferroviaria de Ventimiglia, combinando el análisis estructural con la planificación en base a la realpolitik. Estos foros también se utilizaron para organizar acciones directas contra la frontera cerrada, que a menudo se veía acosada por protestas pacíficas.

En agosto de 2015, más de cien migrantes abordaron el tren Ventimiglia-Niza en un gesto de desafío contra los guardias fronterizos. Sus aliados de Balzi Rossi también lanzaron un boicot contra los explotadores traficantes de personas, que se vieron obligados a bajar los exorbitantes precios que habían estado cobrando por el tránsito transfronterizo a un precio asequible.

El creciente poder de la población migrante alarmó a las autoridades italianas, que decidieron destruir el campo a finales de 2015 tras una campaña inicial de intimidación que no logró expulsar a los residentes. El 30 de septiembre, 200 policías con equipo antidisturbios desmantelaron la infraestructura del campamento con excavadoras y detuvieron a decenas de personas, obligando a los migrantes restantes a vivir en las calles o a unirse a las superpobladas instalaciones de la Cruz Roja de la ciudad.

Mientras Macron y Salvini han intercambiado agudas palabras sobre el enfoque de la UE en materia de migración, ambos comparten una posición sobre los migrantes que pasan por Ventimiglia

Una amplia presencia policial dentro del campamento de la Cruz Roja impide efectivamente la actividad política, ya que se disuelven las asambleas y los actos de solidaridad. Los voluntarios que intentan entregar ayuda a los residentes han sido arrestados y atacados con gases lacrimógenos, lo que ha provocado que grupos locales pro-migrantes escondan comida en los arbustos de toda la ciudad.

El requisito de que los migrantes proporcionen sus huellas dactilares al entrar en el campamento de la Cruz Roja también disuade a un gran número de migrantes de fijar su residencia, por temor a que cualquier registro formal ante las autoridades italianas los deje atrapados dentro del país (de acuerdo con el Reglamento de Dublín de la UE, que otorga a los Estados miembros el derecho a deportar a los migrantes de vuelta a su primer punto de entrada a la Unión Europea). Esto hizo que cientos de antiguos residentes de Balzi Rossi se reunieran en espacios públicos o centros comunitarios durante 2016-17. Sin embargo, desde la elección del gobierno de extrema derecha de Salvini, su capacidad de reunirse en cualquier lugar sin persecución ha sido limitada.

Durante el último año, los activistas han informado de un aumento en la elaboración de perfiles raciales por parte de la policía de Ventimiglia. Con frecuencia se detiene a las minorías étnicas en la calle y se les pide que presenten pruebas de su condición de ciudadanos o solicitantes de asilo. Si no pueden hacerlo, son enviados directamente al campamento de la Cruz Roja o a centros de detención en el sur de Italia. Esta operación se conoce como allegerimento (aligeramiento) y es percibida por muchos sobre el terreno como un intento indiscriminado de limpiar Ventimiglia de personas no blancas: un temor confirmado por los ciudadanos de minorías étnicas que denuncian haber sido presionados para unirse al campamento a pesar de su derecho legal a vivir y trabajar en la ciudad.

En los meses posteriores a la elección de Salvini también ha aumentado el número de detenciones arbitrarias, acusaciones y palizas contra personas sospechosas de ayudar a los migrantes o colaborar con ellos. Al mismo tiempo, el nuevo fortalecimiento de los traficantes de personas ha llevado a los migrantes a emprender viajes transfronterizos peligrosos y extenuantes: caminatas por senderos de montaña, escondiéndose en la parte trasera de los camiones o en los compartimentos eléctricos de los trenes. Estos peligrosos intentos de entrar en Francia se han cobrado al menos 22 vidas desde finales de 2016.

Mientras Macron y Salvini han intercambiado agudas palabras sobre el enfoque de la UE en materia de migración (con el primero descrito como un globalista de puertas abiertas y el segundo como un populista de fronteras cerradas), ambos comparten una posición sobre los migrantes que pasan por Ventimiglia. El presidente francés se ha negado a crear centros de tramitación para los solicitantes de asilo en la frontera, prefiriendo utilizar la fuerza militar contra las personas que huyen de los conflictos y la persecución. En la misma línea, su homólogo italiano ha aprovechado los poderes represivos del Estado para asegurar que estas personas sean acosadas y deshumanizadas hasta que regresen a sus países de origen.

Macron se apoya en el Reglamento de Dublín para hacer retroceder a los inmigrantes, al igual que Salvini moviliza a sus servicios de seguridad para deportarlos. El mes pasado, los dos países firmaron un acuerdo que mejorará la cooperación entre sus fuerzas fronterizas, eliminando cualquier fricción de su enfoque conjunto hacia los migrantes. Este acuerdo franco-italiano sobre la crisis de Ventimiglia deja claro que, cuando se trata de personas de color que huyen de guerras de origen occidental, las políticas del neofascismo y del neoliberalismo son similares: disuadirlas, ponerlas en peligro, deportarlas.

red pepper
Artículo publicado originalmente en Red Pepper: The Deadly Border Politics of Ventimiglia. Traducido por Pilar Gurriarán para El Salto.

 


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