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Francia
Las remontadas de Le Pen y Mélenchon ponen en aprietos a Macron
El suspense agita la recta final de la campaña presidencial en Francia del domingo (primera vuelta), cuya segunda vuelta se celebrará el 24 de abril. Los 48 millones de electores franceses son llamados a las urnas en medio de una de las carreras hacia el Elíseo más extrañas que se recuerdan. La guerra en Ucrania ha eclipsado mediáticamente esta contienda, pero también la ha marcado políticamente, sobre todo por sus consecuencias económicas.
Las remontadas en los sondeos de la ultraderechista Marine Le Pen y del insumiso Jean-Luc Mélenchon han puesto contra las cuerdas al presidente Emmanuel Macron, cuyo favoritismo no ha parado de desgastarse. El dirigente centrista no solo se tambalea por su campaña errática y menguante, sino que también sufre los efectos de la inflación (de un 4,5% en marzo) en un país en que el poder adquisitivo es la principal preocupación —muchos franceses trabajan, pero viven mal—. “Hay un suspense muy superior a lo que parecía hace un par de semanas”, declara a El Salto el politólogo Jean Petaux.
Según los últimos estudios de opinión, Macron quedaría primero con el 27-25% de los votos, pero seguido de cerca por la candidata de la Reagrupación Nacional (RN) con el 25-20%
Según los últimos estudios de opinión, Macron quedaría primero con el 27-25% de los votos, pero seguido de cerca por la candidata de la Reagrupación Nacional (RN) con el 25-20%. En tercera posición quedaría el líder de la Francia Insumisa (socios de Podemos en Francia) con el 18-16%. Estos sondeos deben cogerse con pinzas, puesto que suelen fallar. No se descartan sorpresas el domingo a las ocho de la tarde cuando se anuncien los resultados preliminares. Podría haber un sorpasso por parte de Le Pen, ubicándose primera. Pero tampoco resulta del todo descabellado imaginar a Mélenchon clasificándose para la final electoral, tras beneficiarse de un potente efecto de voto útil por parte de los votantes de izquierdas.
Una campaña apática en una democracia exhausta
“Desde 2017, casi todos los sondeos dieron a la RN unas intenciones de voto superiores a su resultado final”, advierte Jean-Yves Dormagen, director del instituto Cluster 17, cuyo último estudio de opinión pronostica un 21% para Le Pen y el 18% para Mélenchon. La aspirante ultra, que depende de un volátil electorado popular, teme las repercusiones de una de las grandes incógnitas de los comicios: la abstención.
Celebradas en medio de un país agotado por la pandemia y crispado por la presidencia de Macron, marcada por sus reformas neoliberales y su ejercicio autoritario del poder, la campaña resultó apática durante semanas. La negativa del dirigente centrista de participar en ningún debate televisivo antes de la primera vuelta —ningún presidente saliente lo había hecho antes, pero esta decisión generó más críticas en plena era de las redes sociales y del espectáculo político televisivo— ha desembocado en la ausencia de este tipo de programas. Todo esto hacía pensar que la abstención batiría el récord del 29% de la primera vuelta de 2002.
“Lo que me parece más significativo es que la abstención no para de aumentar en función de las clases sociales, creciendo cada vez más las disparidades entre los niveles de participación entre las clases medias y superiores y las clases modestas. Nos acercamos a una situación parecida a la de Estados Unidos”, explica Patrick Lehingue, profesor en la Universidad de Picardía (norte) sobre la crisis democrática en Francia, convertida progresivamente en una democracia censitaria. No por ley, sino por el abandono político de las clases trabajadoras.
Una movilización in extremis de la Francia de las “banlieues” —favorable a Mélenchon—, así como de la rural —más cercana al lepenismo— podría desembocar en un escenario catastrófico para Macron
Sin embargo, en los últimos días se observaron signos de un mayor interés de la población por las elecciones. Hasta el punto de que no se puede descartar que la participación se acerque al 77% de 2017 o incluso la supere. Una movilización in extremis de la Francia de las “banlieues” —favorable a Mélenchon—, así como de la rural —más cercana al lepenismo— podría desembocar en un escenario catastrófico para Macron, en que quedaría tercero, eliminado de la segunda vuelta. Una hipótesis muy poco probable, pero comentada de manera incipiente en los platós en la última semana.
El favorito Macron se tambalea
Parecen haber pasado siglos desde aquellas primeras semanas de marzo en que Macron se catapultó hasta el 33% de intención de voto. Entonces, se creía que las urnas resultarían un puro trámite para el joven presidente, de 44 años. La invasión rusa de Ucrania había comportado un efecto de “unidad nacional”. Pese a un balance en política internacional en que abundaron las argucias comunicativas así como los numerosos fracasos (desde retirada francesa de Malí hasta el intento fallido de apaciguar las criminales intenciones de Vladimir Putin, pasando por Libia, Líbano o Siria), los franceses valoraban positivamente su apuesta por hablarle tanto al ucraniano Volodimir Zelenski como a su homólogo ruso. Pero esta vía de interlocución no ha aportado, de momento, ningún resultado.
Además de presentarse como el jefe del Estado que ha resistido a la actual sucesión de crisis, Macron también basa su campaña en reivindicar la supuesta buena salud económica de su país. El PIB francés creció un 7% el año pasado (en 2020 cayó un 8%) y el desempleo disminuyó hasta el 7,4%. “Francia va bien”, dicen los macronistas. Pero la realidad de las clases de trabajadoras resulta otra, con unos niveles de vida que apenas mejoraron y unos servicios públicos degradados. “Esta situación me recuerda a lo que sucedió en España en diciembre de 2015, cuando Mariano Rajoy hacía campaña presumiendo de una supuesta recuperación económica, pero luego sufrió un batacazo”, explica Romaric Godin, un reputado analista económico del digital Mediapart.
Uno de los puntos de inflexión en la campaña menguante del dirigente centrista fue la presentación a mediados de marzo de su nuevo programa electoral, claramente de derechas
Uno de los puntos de inflexión en la campaña menguante del dirigente centrista fue la presentación a mediados de marzo de su nuevo programa electoral, claramente de derechas. Con el anuncio de duras reformas como alargar la edad mínima de jubilación a los 65 años (tras haber cotizado 42 o 43 años) o condicionar el RSA (equivalente galo del Ingreso Mínimo Vital) al hecho de estudiar o trabajar durante 15 o 20 horas, volvió el Macron de los primeros años. Entre 2017 y 2019 se había ganado la reputación del “presidente de los ricos” debido a su ofensiva neoliberal, con disminuciones de impuestos a los más ricos o desregulación del mercado laboral.
Sin embargo, ante el malestar generado por estas medidas, se dedicó en su único mitin a hacerles guiños a los votantes de izquierda, que necesita para imponerse a Le Pen. Su candidatura también se ha visto lastrada por el “caso McKinsey”. Un informe del Senado denunció en marzo el gasto excesivo del ejecutivo macronista en consultorías. Puso, además, el dedo en la llaga al revelar que McKinsey, que dirigió la controvertida estrategia francesa de vacunación contra el covid-19, no había pagado impuestos en el país vecino desde 2010. La fiscalía nacional financiera anunció el miércoles la apertura de una investigación por “blanqueo agravado por fraude fiscal” contra esta multinacional estadounidense, que cuenta con algunos directivos con estrechos vínculos con Macron.
La inteligente (y peligrosísima) campaña de Le Pen
Todas estas dificultades explican la rapidez con la que Le Pen le ha recortado distancias al dirigente centrista en las últimas semanas. En el caso de una hipotética repetición del mismo duelo de 2017, algunos sondeos pronostican una pírrica victoria de Macron con solo el 52% o el 51%. La amenaza de una victoria ultra debe tomarse en serio. La líder de la RN ha llevado a cabo una inteligente campaña basada en el principio cervantino de hacer de la necesidad virtud.
“La irrupción de Éric Zemmour la ha ayudado mucho a mejorar su imagen”, recuerda la politóloga Christèle Lagier, profesora en la universidad de Aviñón y experta en el electorado de la extrema derecha. El contraste entre la bilis islamófoba y ultranacionalista del polemista y la retórica insulsa de la dirigente de la RN ha beneficiado a esta última, puesto que le ha servido para dar menos miedo. A pesar de esta imagen aparentemente más moderada, Le Pen mantiene la misma radicalidad ideológica de siempre. Su programa incluye medidas neofascistas como la “prioridad nacional”, que dejaría sin derechos básicos (como acceso a la vivienda o el trabajo) a los extranjeros que residen en Francia.
Francia
Elecciones francesas Descifrando la burbuja Zemmour
“Nunca en la historia de la República una mujer ocupó el cargo de jefa de Estado como si una mujer no fuera capaz (…). Una mujer en el Elíseo, ¡este es el cambio!”, aseguró el jueves Le Pen en su último mitin en Perpiñán, la única ciudad de más de 100.000 habitantes gobernada por la ultraderecha en Francia. Ante un Zemmour, abiertamente machista y en cuyos mítines hay sobre todo hombres jóvenes bien engominados, Le Pen ha resistido gracias al apoyo femenino y de los territorios periurbanos y rurales.
La invasión de Ucrania podría haber resultado un obstáculo para Le Pen, debido a su afinidad ideológica con Putin y al hecho de haber recibido dos préstamos de bancos rusos
Al frente de un partido con una situación financiera muy delicada —investigado, y condenado, por numerosos casos de corrupción— y con una base militante poco movilizada, Le Pen ha efectuado una campaña discreta a nivel mediático. Se ha dedicado a visitar mercados de localidades pequeñas y medianas o explotaciones agrícolas. La invasión de Ucrania podría haber resultado un obstáculo para ella, debido a su afinidad ideológica con Putin y al hecho de haber recibido dos préstamos de bancos rusos. Pero ha terminado siendo casi una ventaja. La guerra ha acentuado la crisis de los precios de la energía y, por consiguiente, del poder adquisitivo, un asunto omnipresente en el discurso de la líder ultra.
Mélenchon, el voto para frenar a la ultraderecha
Ante el riesgo de una victoria ultra en la hipotética repetición de un duelo Macron-Le Pen, cada vez más electores de izquierdas están llegando a la misma conclusión: la mejor manera de pararle los pies a la aspirante de la RN es eliminarla desde la primera vuelta, con el voto a Mélenchon.
Francia
Francia Mélenchon, el “candidato de la paz”, se acerca a la segunda vuelta de las presidenciales francesas
En los últimos días se multiplicaron las llamadas a favor del líder insumiso desde horizontes diversos del progresismo, como la excandidata socialista Ségolène Royal, Christiane Taubira (exministra de Justicia de François Hollande y responsable de la legalización del matrimonio homosexual en 2013), el activista ecologista Cyril Dion o la feminista Caroline De Haas. Una de las esperanzas de los insumisos es que el electorado más indeciso se encuentra entre el resto de cinco candidatos de izquierdas, que pueden terminar con porcentajes raquíticos debido a este efecto de voto útil.
“¡Podemos llevar a cabo la mayor bifurcación política que nos podamos imaginar!, clamó Mélenchon, 70 años, el martes pasado en su último mitin en Lille, con un ambiente eléctrico y retransmitido en otras 11 ciudades a través de hologramas. Seguramente en su mejor discurso de esta campaña, comparó el hecho de votar por el programa del Futuro en Común —uno de los más interesantes en el espacio de la izquierda europea al proponer una ambiciosa “planificación ecológica”, reducir a 32 horas el trabajo semanal o aumentar a 1.400 netos el salario mínimo— con los procesos de construcción popular que supusieron las independencias de países africanos o las transiciones democráticas en América Latina.
“No olvidéis la fuerza del carácter. Es este el que permite en el invierno del mundo preparar el fruto de la primavera de los pueblos”, dijo tras citar a Camus en la conclusión de su discurso en la localidad norteña, aplaudido por unos 10.000 asistentes, entre ellos muchos jóvenes. El próximo 21 de abril, se cumplirá el vigésimo aniversario de la fatídica noche en que Jean-Marie Le Pen se clasificó para la segunda vuelta de las presidenciales al superar de manera inesperada al socialista Lionel Jospin. Un terremoto electoral que supuso un punto de inflexión en el auge de la ultraderecha en Francia. Veinte años después, la izquierda tiene la posibilidad de tomarse su revancha.