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La imagen tiene un valor simbólico innegable. Decenas de inmigrantes africanos hacen una sentada delante de la estatua de la Convención Nacional, decorada con el lema “vivir libre o morir”, que conmemora el parlamento de la Francia revolucionaria que en 1794 aboliría la esclavitud por primera vez en la historia.Son conocidos como los “chalecos negros”. Y su ocupación parcial del Panteón en París dio la vuelta al mundo.
Unos 700 migrantes se adentraron el pasado 12 de julio en el emblemático monumento de la capital francesa para denunciar la hipocresía de un país que exalta la memoria de sus grandes figuras que defendieron la libertad, la igualdad y la fraternidad, como Victor Hugo o Aimé Césaire, al mismo tiempo que condena en la miseria a miles de migrantes y refugiados. “Somos los sin papeles, los sin voz, los sin rostro de la República francesa. Venimos a la tumba de vuestros grandes hombres para denunciar vuestras profanaciones. La de las memorias de nuestros camaradas, nuestros padres, madres, nuestros hermanos y hermanas en el Mediterráneo”, afirmaban en un panfleto distribuido durante la acción de la semana pasada.
Estuvieron concentrados en el interior del Panteón durante más de tres horas. Pero con la llegada de los agentes antidisturbios, se produjeron cargas, lanzamientos de gases lacrimógenos y los manifestantes fueron evacuados. Detuvieron a 37 miembros de los “chalecos negros” y encerraron a una veintena de ellos en centros de retención administrativa (el equivalente de un CIE en Francia), aunque todos ellos ya han sido liberados, indican desde la asociación Droits devant que apoya a este colectivo.
“Decidimos ocupar el Panteón porque queremos que los medios hablen de nosotros y que el gobierno atienda finalmente nuestras reivindicaciones”, asegura a El Salto Yaya Diallo, miembro de los chalecos negros. Según recuerda este inmigrante senegalés, que vive y trabaja en Francia desde hace más de diez años sin haber obtenido un permiso de residencia, esta iniciativa forma parte de una campaña más amplia conocida como “Los chalecos negros buscan a su primer ministro”. Desde el pasado mes de mayo, han organizado varias protestas y enviado una carta colectiva al gobierno en la que piden reunirse con el primer ministro francés, Édouard Philippe. Su objetivo: lograr regularizar la situación de los inmigrantes sin papeles en Francia.
Contra las deportaciones y la explotación laboral
¿Pero quiénes son los chalecos negros? Es el nombre con el que se apodaron a finales de noviembre colectivos de inmigrantes sin papeles, apoyados por asociaciones más veteranas como Droit devant y La Chapelle debout! Entonces, se inspiraron en el movimiento de los chalecos amarillos, que irrumpió de forma casi espontánea el pasado 17 de noviembre. “Los chalecos amarillos nos apoyan”, presume Diallo. Sin embargo, más allá de jornadas de movilizaciones puntuales en las que coincidieron manifestaciones de migrantes contra la violencia policial con las protestas tradicionales de los indignados franceses, casi no ha habido ninguna convergencia entre ambos movimientos. El hecho de circunscribirse en la defensa de la justicia social y fiscal para la comunidad nacional francesa ha sido uno de los límites de los chalecos amarillos, que contaron con un escaso apoyo entre los habitantes de origen extranjero de la “banlieue”.
“[Chalecos negros] Está formado por los inquilinos de una cincuentena de residencias de migrantes de la región parisina”, precisa Diallo. Prácticamente, todos ellos son de origen africano, pero hay de 17 nacionalidades distintas. Muchos de ellos proceden del África subsahariana, otros del Magreb. No obstante, se presentan como los chalecos negros porque “la mayoría de nosotros nos vemos obligados a trabajar en negro”, explica Diallo.
La mediática ocupación del Panteón no fue su primera acción. En enero, este movimiento ya organizó una protesta delante de la prefectura de policía de París. Centenares de ellos ocuparon una de las terminales del Aeropuerto Charles de Gaulle,en el norte de la región parisina, para denunciar "la participación de Air France” —la principal aerolínea francesa— en las expulsiones de inmigrantes. Hace un mes también se concentraron en la sede del grupo de restauración colectiva Elior, en el distrito financiero de París, para alertar ante “la explotación de los sin papeles y sus condiciones laborales” en esta empresa que apuesta por un modelo de negocio basado en emplear a extranjeros en situaciones muy precarias.
El altavoz de los inaudibles
“Para nosotros, es fundamental organizarse y movilizarse porque los sin papeles no tenemos derecho a nada. No podemos acceder al paro, ni a las ayudas para pagar el alquiler ni a ninguna otra ayuda social”, asegura Diallo. Según recuerda este senegalés, que alterna trabajos en el sector de la restauración, “nos dijeron que la esclavitud había sido abolida, pero lo que vivimos los sin papeles es la esclavitud moderna”. Desde los chalecos negros, impulsaron una recogida de dinero a través de internet para pagar sobre todo los servicios de los abogados. En una semana, han reunido más de 26.000 euros.
Menos presentes en los medios que los refugiados, los sin papeles representan uno de los principales colectivos de extranjeros en Francia. Unas 300.000 personas sin permiso de residencia vivían en este país a finales de 2017, según datos estimados del Ministerio del Interior. Estas cifras resultan parecidas a las de mediados de los noventa,cuando se calculaba que había entre 200.000 y 400.000 inmigrantes “ilegales” en territorio francés. Una coincidencia que contradice el fantasma ultra de la invasión migratoria, pero que refleja cómo se perpetúa la presencia de estos ciudadanos de segunda o tercera categoría.
Manteros
Muerte causal de un mantero
Según la normativa francesa, un inmigrante económico debe justificar unos cinco años de residencia y haber trabajado durante al menos ocho meses para regularizar su situación. No obstante, muchos de los extranjeros que cumplen con estas condiciones no pueden demostrarlo, ya que sus empresarios prefieren hacerlos trabajar en negro y “ni siquiera nos dan una nómina que certifique nuestro empleo”, critica Diallo. “Si nos quejamos, amenazan con despedirnos”, lamenta.
Desde mediados de los noventa, se han sucedido en Francia las acciones de protesta contra la situación de los sin papeles. Por ejemplo, con la huelga de hambre en la iglesia parisina de Saint-Bernard en 1996. Pero estas acciones tampoco tuvieron un seguimiento masivo. Una realidad que ahora esperan cambiar los chalecos negros. Si el chaleco amarillo visibilizó el malestar francés, los chalecos negros pretenden hacer oír la voz de los inaudibles.
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Genial la información, pero creo que estaría bien ir cambiando el lenguaje de "trabajar en negro". Una opinión.