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Feminismos
Las invisibles y los náufragos del sistema
Ante el cierre del Centro para mujeres Geranios, me gustaría alzar la voz y destacar que supone un nuevo ataque a la esfera de lo público desde este gobierno neoliberal. Para ello le robo el nombre a la película francesa de Louis- Julien Petit porque parece retratar perfectamente lo que se está viviendo. Esta película está protagonizada por una serie de mujeres en situación de calle y por las trabajadoras sociales que ven acercarse el cierre de su centro por los recortes institucionales y que se autoorganizan para buscar una salida al margen de un sistema que les da la espalda, que no ve en ellas más una cifra y que las juzga desde una mirada paternalista y neoliberal. La película es un canto al empoderamiento de dichas mujeres, una crítica a un sistema en el que cuentan más los números que las personas, en el que se cataloga a la gente según su nivel de productividad, como si fuéramos piezas de una gran máquina.
Lo que cuenta la película es lo que se está viviendo ahora en el barrio de Tetuán con el cierre del Centro Geranios, el único centro solo para mujeres en situación de calle y vulnerabilidad. Lo que esconde de fondo este cierre es la invisibilización con la que juega el neoliberalismo de aquellas personas que están en una situación más vulnerable, aquellas que han quedado en el margen de este sistema, llamado por Amaia Pérez Orozco “esa cosa escandalosa”. Escandaloso es un sistema que va dejando en sus márgenes los cuerpos y las vidas de aquellas personas que nacieron sin privilegios, sin el privilegio de haber nacido varón, blanco, burgués, hetero y con, lo que la sociedad considera, una funcionalidad normal. Y así normalizamos que las personas mueran en el Mediterráneo por tratar de alcanzar este falso paraíso que es Europa o normalizamos y justificamos que se cierre un centro para mujeres en situación de calle, dejando a esas personas sin medios para seguir adelante. Todo porque el mercado, esa gran máquina que está arrollando todos los derechos y las vidas a su paso, sobreviva.
¿Quién ha elegido estas reglas de juego donde la vida de las personas, su libertad y sus derechos están subordinados a los mecanismos del mercado? ¿Quién decide qué vidas son dignas de ser tenidas en cuentas y hay que salvaguardar y defender de ese colapso, ese abismo al que nos acercamos cada vez a mayor velocidad, producido por el propio sistema? ¿Y qué vidas, como las de las mujeres de este centro, no merecen ser rescatadas ni consideradas?
En este juego, que vemos cada día en las pantallas de nuestras televisión, en los periódicos y redes sociales, cada vez más vidas son marginadas son dejadas de lado, como les ocurre ahora a las mujeres del Centro Geranios
Se produce así una apropiación de la vida de ciertas personas, que no es más que un esclavitud encubierta, con la que juega constantemente Occidente, lazándose como juez y verdugo de todo el mundo, tratando de disfrazar sus decisiones de éticas para crear una legitimación frente a la sociedad, cuando la realidad es que la vida, la libertad y los derechos de la mayoría de la población mundial no cuentan, solo importa la mal entendida libertad de las clases privilegiadas y la justificación del neoliberalismo. Y en este juego, que vemos cada día en las pantallas de nuestras televisión, en los periódicos y redes sociales, cada vez más vidas son marginadas son dejadas de lado, como les ocurre ahora a las mujeres del Centro Geranios.
La clausura de este centro esconde unas estrategias que muestran la mercantilización de la vida. Al parecer se plantea abrir un nuevo centro solo para mujeres en noviembre, quizás como estrategia política al ver acercarse el 25N, pero ¿qué ocurre con la vida de estas mujeres durante estos meses? Desde esta perspectiva son solo un instrumento político, una herramienta con la que sumar votos en una “democracia” vendida a la economía, una “democracia” que ha dejado de lado los derechos humanos para hablar de rentabilidad, de producción, de eficiencia, una “democracia” que ya no merece ese nombre, porque no es el gobierno del pueblo ni la defensa de unos derechos inalienables, sino la ley del más fuerte. Este sistema tiene poco de democrático y se asemeja cada vez más al estado de naturaleza hobbesiano, donde triunfa el más fuerte y el débil es despedazado.
Estas mujeres en situación de calle, a las que no se les está encontrando una salida y que han vivido muchas de ellas abusos y acosos sexuales, se asemejan a los náufragos de los que habla Proudhon. El autor anarquista pone el ejemplo de una isla en la que los habitantes rechazaran a los náufragos que tratan de alcanzar la orilla para salvarse. En este momento tenemos muchos náufragos, tantos que parece que no hay otra cosa en el mundo, tenemos a los inmigrantes jugándose la vida en el Mediterráneo, pueblos como el colombiano saliendo a luchar por sus derechos, tenemos a un precariado engordado por las sucesivas crisis que vivimos y tenemos a estas mujeres, a las que se les está echando al mar. Pero ante esto cabe preguntar: ¿qué clase de civilización hemos construido y defendemos que pone precio a las personas, que valora el capital por encima de la vida?
Dirán algunxs que el sistema público no puede mantenerse, que cómo esperamos que el Estado pueda con todo con las crisis vividas. Y entonces, como los ecos de la sirenas, se entonan de nuevo los discursos, que ya se vieron en la crisis del 2008, que hablan de recortes y de que hay que hacer sacrificios. Pero estos sacrificios los pagamos siempre las mismas personas, estos recortes afectan a nuestras vidas, eliminando poco a poco los derechos que se han conseguido con siglos de luchas. Los recortes no van encaminados a contener el consumismo de esta sociedad, que se apoya en el expolio de los recursos, la explotación laboral y la contaminación globalizada, sino a eliminar lo público. De ahí los recortes que sufren los ambulatorios de atención primaria en la Comunidad de Madrid, las deficiencias que se vieron en los centros de mayores la primavera pasada, que llevó a dejar morir a nuestrxs ancianxs en una situación de abandono, o el recorte que lleva al cierre del Centro Geranios.
Cabe preguntar dónde quedan las pancartas que se veían en los balcones durante el encierro producido por el covid que pedían la defensa de la Sanidad Pública. Cuando hemos vuelto a las urnas hace unas semanas la gente ha votado al mismo partido que ha hecho posible estos recortes, que favorece la privatización de la sanidad, la educación o cualquier otro aspecto de la vida, del que puedan lucrarse las empresas y clases privilegiadas. La memoria y la conciencia crítica se han disuelto frente a un emblema vacío, el de la Libertad. Pero esta libertad es la libertad del neoliberalismo, que se entiende sólo en un sentido consumista e individualista, mientras privatizan más ámbitos de la vida y permiten que este monstruo racista, machista, capacitista y un largo etcétera, siga engullendo más vidas a su paso. Esta libertad es sólo para algunxs, para que aquellxs que salen ganando, mientras la libertad real, que vendría de la mano de una igualdad y de unos derechos para todxs queda olvidada.
¿Por qué los recortes implican que las clases privilegiadas vivan cada vez mejor, mientras aumentan las vidas que naufragan? ¿Por qué no hacemos nada cuando son nuestros derechos fundamentales los que se están viendo vulnerados? ¿A qué esperamos para reaccionar? Quizás cuando nos demos cuenta de lo que supone este ataque a la esfera de lo público, ya sea tarde y muchas vidas se hayan perdido por el camino, como las de lxs ancianxs que murieron víctimas del covid y de los recortes en sanidad o la de estas mujeres del Centro Geranios. ¿A qué esperamos para darle la vuelta a este sistema antes de que quedemos todxs arrolladxs por él? Retomemos los eslóganes de hace un año y gritemos que lo público se defiende, no se vende.
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Yo soy un desaparecido. Consto. Pero no estoy.
Yo soy un automarginado. Tengo amigos. Pero no los veo.
Yo soy un superviviente. Estoy atrapado. Pero soy libre.
Yo soy la típica persona a la que desprecias. Pero he hecho todo por ayudarte.
Yo no soy tu enemigo. Pero tú lo crees.
Mi crítica:
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No seria mas igualitario que el centro sea de PERSONAS y así no se discrimina a nadie?
Nadie dice que no lo sean, solo que es discriminatorio para quien no sea mujer. Es mas inclusivo que contemple a todas las personas desfavorecidas
Es un centro para mujeres que han sufrido abuso, acoso e, incluso, agresión sexual. Se sienten más seguras en un lugar en el que no pueden cruzarse con sus maltratadores. Esa suele ser la razón de los espacios no mixtos, crear lugares seguros para las mujeres en una sociedad patriarcal.