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Extrema derecha
Un miembro de una banda de moteros, detrás del apuñalamiento a un militante antifascista en Barakaldo
El 4 de julio, de acuerdo con una nota publicada por el Ayuntamiento de Barakaldo, la Policía Local detuvo a un hombre por un delito de homicidio en grado de tentativa tras asestar una puñalada a otro en el barrio de San Bizente. “El presunto agresor”, dice la nota, “había huido, pero fue interceptado por los agentes y confesó haber apuñalado al herido”.
Andeka se recupera ahora de una incisión en el costado izquierdo que “por suerte no es nada, porque tuve la habilidad de retirarme”, explica a El Salto Diario. Según su relato, en el momento de la agresión se encontraba en un bar con sus hijos y su expareja —que presenciaron lo ocurrido— cuando se fijó en tres moteros, dos de los cuales entraron en una tienda contigua. El otro se quedó fuera observándole fijamente, a lo que él respondió con una risa y sosteniéndole la mirada. El motero reaccionó entrando al bar airadamente, interpelándolo y amenazándolo: “Te voy a matar, puta maricona”.
A continuación, se enzarzaron en una reyerta en la que el motero fue la parte peor parada. Tras desistir en su actitud amenazante y pedir una tregua, Andeka dejó de golpearlo ya que, sostiene, su intención solo era defenderse. El motero aprovechó ese momento para abrir una navaja automática y dirigirla al corazón de Andeka, aunque finalmente no llegó a afectarle ningún órgano vital.
Pues nada, ayer un motero muy cobarde que iba con otros dos amigos , me intento quitar la vida. Por suerte pude casi esquivarlo. Por cierto que ya sabéis de que palo van los moteros estos verdad? pic.twitter.com/vcAPv3VdxI
— Andekaos (@Andekaosss) July 5, 2023
Andeka milita en Ezkerraldea Antifaxista. Asegura que no conocía al hombre que lo apuñaló, pero tiene la convicción de que la motivación de la agresión tiene un componente ideológico: “Ellos me miran mal a mí por mis pintas y yo los miro mal a ellos por las suyas. Nos distinguimos”. Las imágenes emitidas en TeleBilbao muestran que en el momento de la detención el confeso agresor vestía un chaleco de Outlaws MC, un club de moteros fundado en los suburbios de Chicago en 1935 que guarda vínculos con el nazismo.
Andeka comenta a El Salto Diario que, pese a investigársele por tentativa de homicidio, el motero se encuentra en libertad con medidas cautelares: “Este tío está libre, ysegún la información que manejo vive aquí al lado”. A raíz de lo sucedido, se ha enterado por “gente de mi entorno que ha ido con él a clase” de que su agresor reside en el mismo barrio, donde también el hermano de éste —ya fallecido— era conocido por su ideología fascista y su pertenencia a una banda de moteros de características similares, aunque mejor establecida en el Estado español: los Ángeles del Infierno.
Clubs de moteros en España
Algunos clubs de moteros (MCs por motorcycle club) son conocidos en España por su historial de violencia e implicación en el crimen organizado. En 2015 cinco miembros de Comanchero MC fueron condenados por propinar tres años antes una paliza a un integrante de Ángeles del Infierno en Oviedo. Ese mismo integrante sería detenido al año siguiente por tráfico de drogas y se enfrenta junto a otros 17 acusados de dicho club a una petición fiscal conjunta de 176 años de prisión.
Se prevé que la celebración del juicio sea este año, aunque la mayor atención la capta el juicio, celebrado en febrero y todavía a la espera de sentencia, que sentó a la filial mallorquina de la banda en el banquillo. En él, se juzgó a varios de los cabecillas internacionales por organización criminal, blanqueo de capitales, tráfico de drogas, prostitución coactiva, extorsión, y así hasta 29 delitos. Una finca valorada en 2,5 millones de euros obraba a nombre de dos integrantes de la red, además de grandes cantidades de dinero en paraísos fiscales. La instrucción también comprobó que las mujeres a las que explotaban sexualmente y que fueron sometidas a operaciones estéticas para producir más y enjauladas como castigo cuando no cumplían los objetivos de la red, eran usadas como testaferros, figurando a su nombre coches de alta gama y otras propiedades.
Entre las 47 personas contra las que se instruyó la causa figuran un sargento de la Guardia Civil y también dos policías locales de Palma que habían sido exonerados del caso Cusarch gracias a un muy cuestionable criterio de la Fiscalía. Además, la rama canaria de los Ángeles del Infierno se encuentra asimismo bajo investigación por cultivo, elaboración y distribución de drogas y extorsión a prostíbulos.
También en el pasado mes de junio, otros dos miembros de Ángeles del Infierno relacionados con la introducción de 3,5 toneladas de hachís desde Dinamarca fueron detenidos en Málaga, donde tienen varias causas acumuladas y con frecuencia protagonizan episodios de violencia.
Pero en la Costa del Sol tienen una fuerte competencia: hace dos años varios miembros de Bandidos MC fueron detenidos en una urbanización de lujo de Marbella por el envío de 11,5 toneladas de cocaína desde Bélgica, incautándoseles vehículos valorados en 700.000 euros y joyas tasadas en 300.000. Allí también tienen presencia clubs que han sido objeto de operaciones contra el narcotráfico en España como Caloh Wagoh, Comanchero o Satudarah. A ellos se suma el reciente aterrizaje en Málaga de Outlaws MC.
En el norte de Europa los clubs de motos han logrado una mayor expansión que en España. En Suecia se pueden poner ejemplos atribuidos a Bandidos como la detonación de explosivos producida en un edificio residencial en el que vivía un líder de No Surrender en Linköping en junio de 2019; el asesinato a tiros de dos de sus integrantes en diciembre del mismo año, o la bomba que produjo una enorme explosión en Estocolmo en septiembre de 2020.
En Malmö, un menor de edad, de 15 años, asesinó a disparos en agosto de 2022 al líder de Satudarah MC, que a su vez estuvo encausado por ordenar varios atentados, aunque no pudo demostrarse su implicación. Aunque es difícil acotar la parte que corresponde a las bandas de moteros, tan solo en la ciudad de Malmö, de 317.000 habitantes, se registraron 29 ataques con bomba y 50 tiroteos en los 10 primeros meses de 2019, habitualmente ligados al narcotráfico. Ese año el número de ataques con explosivos en todo el país fue de 257. El país escandinavo ha contado 90 ataques con explosivos y 61 víctimas mortales como resultado de 388 tiroteos a lo largo de 2022.
Los clubs de moteros cuentan con más de un siglo de historia, pero fue a finales de los años 40 y las posteriores décadas cuando experimentaron un verdadero auge en Estados Unidos
Outlaws MC y su support Black Pistons, por su parte, cuentan con numerosos antecedentes por violencia, asesinatos y narcotráfico en Estados Unidos y Canadá. Una operación por narcotráfico contra Black Pistons en Cabo Bretón intervino en 2020 pertenencias con simbología nazi. En Europa, no obstante, están mucho menos arraigados. España, Inglaterra, Bélgica y sobre todo Alemania, son los países europeos que cuentan con el mayor número de filiales. Aunque han protagonizado reyertas multitudinarias como la de 2021 en Le Havre contra los Ángeles del Infierno y se conoce que en sus filas cuentan con miembros procedentes de clubs vinculados al crimen organizado, su escaso historial delictivo a este lado del Atlántico no permite concluir que, al menos por ahora, constituyan en España una organización dedicada a la extorsión, la explotación sexual o el tráfico de drogas y armas, aunque sí comparten estructura organizativa y cultura con las bandas que sí lo hacen y guardan fuertes vínculos con el nazismo.
Tan solo hace un mes, un registro efectuado en Austria en propiedades de varios miembros de Bandidos MC encontró más de 100 armas, más de 1.000 componentes de armas, unos 10.000 cartuchos de munición y parafernalia nazi.
Clubs del 1%
Los clubs de moteros cuentan con más de un siglo de historia, pero fue a finales de los años 40 y las posteriores décadas cuando experimentaron un verdadero auge en Estados Unidos a consecuencia de la Segunda Guerra Mundial. Por un lado, debido al esfuerzo productivo en fabricar decenas de miles de motos para el transporte de tropas en Europa, particularmente de la marca Harley-Davidson, y por otro lado, debido al retorno de soldados jóvenes con dificultades para encontrar trabajo, formar una familia y cumplir con las expectativas sociales, con huellas psicológicas de la guerra y con una sensación de desarraigo. Hacer aquello en lo que habían adquirido destreza —rodar— les devolvía la percepción de control sobre sí mismos y la acción que necesitaban, y la camaradería de los MCs les ofrecía la sensación de pertenencia que echaban en falta.
En ocasiones, el club sustituía a la familia tradicional, y se iba configurando en torno a las motocicletas, accesibles a precio de ganga, una manera alternativa de posicionarse en el mundo, un espíritu de ruptura con lo establecido. La lealtad al grupo adquiría así un valor fundamental. Poco a poco, tanto algunos de los clubs que ya existían como muchos de nueva formación fueron replicando la estructura jerárquica y autoritaria del ejército. Sus miembros exhibían su patriotismo vistiendo trofeos de guerra como cascos de soldados alemanes, cruces de hierro y otros emblemas nazis. La guerra había violentado el carácter de los retornados y el desarraigo los empujaba con frecuencia al alcoholismo. Esto, sumado a la notoriedad que alcanzó en algunos clubs el uso y reivindicación de las armas, hizo de los MCs un caldo de cultivo de altercados entre clubs o con cualquiera con quien tuviesen un encontronazo.
Estos clubs de moteros acabaron por atraer a fascistas a sus filas y fueron convergiendo y encontrando espacios comunes con ellos
Algo así ocurrió en una congregación de moteros de diferentes clubs durante los festejos de Hollister (California) en 1947 por el Día de la Independencia. Se le atribuye a la mayor federación de MCs, la American Motorcycle Association (AMA), haberse pronunciado, frente a la mala fama que estaban adquiriendo estos clubs, en el sentido de que solo el 1% de moteros estaba provocando problemas, mientras que el 99% era respetuoso con las normas. Algunos clubs, que veían las sanciones de la AMA como una imposición inaceptable para quienes buscaban en las motos desprenderse de lo establecido, rompieron entonces con la asociación y se declararon outlaws, es decir, al margen de la ley, reivindicando pertenecer a ese 1% que no se atiene a normas.
Entre estos clubs figuraba Outlaws MC, cuyos miembros lucen a día de hoy un parche que parodia el logo de la AMA como forma de respuesta, sustituyendo la ‘M’ por una ‘O’: American Outlaws Association. Un año después, un grupo de veteranos militares fundaría los Ángeles del Infierno MC, otro club ‘1%er’, como lo son actualmente Paganos, Bandidos, Mongols o Comancheros, por citar algunos de los de mayor tamaño. Todos ellos, y solo ellos, portan en la parte frontal de sus chalecos otro parche con un ‘1%’ inscrito en un rombo. A pesar de ello, cabe reseñar que el 1% indica un enfoque y no necesariamente todos los integrantes de estos clubs, en absoluto representativos de la totalidad de MCs, son violentos o se dedican a actividades delictivas.
Reacciones
Desprenderse de las normas se convertía, a ojos de los outlaws, en una seña no solo de identidad, sino de autenticidad de los valores que asociaban a las motocicletas. El 1% representaba el don’t tread on me (“no me pises”) de la época. Estas bandas percibían que, de alguna manera, desafiaban los valores burgueses, o al menos sus modales, declarándose en rebeldía contra la corrección. Esta ruptura los llevó a alimentar el mito: apropiarse de la etiqueta de violentos y encontrar su espacio en la infusión de temor. Buscaban definirse así. Era el estilo de vida que habían escogido.
Uno de los parches que llevaba el agresor de Andeka en su chaleco rezaba “God forgives, Outlaws don’t” (Dios perdona, Outlaws no), uno de los slogans del club
Estos clubs de moteros comenzaban a tomar forma de clubs de matones. Durante las décadas siguientes empezarían a encargárseles, a título individual o como organización, trabajos de seguridad en empresas, en eventos —como el concierto de The Rolling Stones en 1969 en que los Ángeles del Infierno, encargados de la seguridad, asesinaron a un asistente— o en prostíbulos —vía de acceso para algunos moteros a las redes de proxenetismo—. Uno de los parches que llevaba el agresor de Andeka en su chaleco rezaba “God forgives, Outlaws don’t” (Dios perdona, Outlaws no), uno de los slogans del club.
Si el patriotismo de los veteranos de guerra había servido de puerta de entrada para la parafernalia fascista, ahora habían encontrado un nuevo propósito para ella: asustar. Los clubs del 1% empezaron a ampliar el uso de iconografía nazi: esvásticas, emblemas de las Waffen-SS, el Totenkopf, el águila del Tercer Reich, las runas, etc. También empezaron a asimilar sus códigos, como la encriptación de mensajes en siglas —GFOD (God forgives, Outlaws don’t), SYLO (Support your local Outlaws), LPDP (Live Pagan’s, die Pagan’s)…— o en números: a No Surrender se asocia el 1419 por la posición de la N y la S en el alfabeto latino, a Ángeles del Infierno el 81 (Hell’s Angels), a Outlaws el 15 y el 35 (el segundo debido a la fecha de fundación)—. De manera análoga, el movimiento nazi codifica sus mensajes en cifras como el 18 (Adolf Hitler), 88 (Heil Hitler) o el 14, en alusión a las catorce palabras de David Lane. Si los Hammerskins, asociación de nazis skinhead, emplean como lema HFFH (Hammerskin forever, forever Hammerskin), los Ángeles del Infierno usan AFFA (Angels forever, forever Angels) y Outlaws OFFO (Outlaws forever, forever Outlaws).
Estos clubs de moteros acabaron por atraer a fascistas a sus filas y fueron convergiendo y encontrando espacios comunes con ellos. La primera gran evidencia de ello tuvo lugar en Berkeley (California) durante una protesta pacífica en 1965 contra la guerra de Vietnam, en la que los Ángeles del Infierno intervinieron como grupo de choque al grito de “idos a Rusia, putos comunistas”. Desde entonces, y hasta los años 2000, los vínculos no hicieron más que estrecharse. Hay registro de numerosas manifestaciones convocadas por el Ku Klux Klan con apoyo o presencia de moteros outlaws, e incluso de involucración conjunta en tráfico de armas.
En el 2008, la filial en Florida de Outlaws MC, liderada por un antiguo integrante de Hammerskin, organizó una fiesta en su sede con grupos estrictamente nazis como Volksfront, White Revolution, Aryan Nations y Nationalist Coalition. Ya en España, una operación contra los Ángeles del Infierno en 2009 descubrió que uno de sus integrantes era un ex de los Boixos Nois condenado por asesinar a un seguidor del Espanyol en 1991.
El local de los Ángeles del Infierno en el barrio sabadellense de Poblenou acogió, por el Día de la Hispanidad de 2011, un concierto nazi de Democracia Nacional que acabó con enfrentamientos con militantes antifascistas, uno de los cuales sería condenado por la Audiencia Provincial de Barcelona a dos años de prisión. Una reciente investigación de La Directa también desveló que un miembro de Boixos Nois y Último Bastión, detenido en una operación contra el narcotráfico y la explotación sexual, era un miembro de pleno derecho de los Ángeles del Infierno. Conexiones todavía más estrechas con el nazismo se pueden encontrar en la más prominente filial europea de Ángeles del Infierno, liderada por Frank Hanebuth desde Hanover (Alemania).
Aunque en las últimas décadas la propaganda nazi ha ido perdiendo peso en estos grupos, los Outlaws en España todavía emplean las águilas del Tercer Reich y cruces de hierro como parte de su merchandising.
Sin embargo, a pesar de los vasos comunicantes entre estos clubs y el fascismo y de que parte de sus integrantes sean fascistas, es aventurado deducir que bandas de moteros como Outlaws MC sean estrictamente nazis: no todos los miembros de Outlaws MC en España son blancos y la filial malagueña organiza anualmente entregas de ropa y alimentos con la asociación Ángeles Malagueños de la Noche de las que una parte importante de beneficiarios son extranjeros. Aparentemente, el denominador común de sus integrantes y lo que los motiva a unirse es la cultura asociada al 1%.
Crimen organizado
En las agrupaciones de moteros del 1% y en muchos clubs regulares de estructura jerárquica fue conformándose desde los años 40 una serie de códigos que llegan hasta nuestros días. De cuero o vaqueros, los chalecos, o ‘colores’ en su argot, identifican el club, rango y cargos que desempeñan los integrantes.
Si alguien viste un chaleco que no le corresponde probablemente le traiga problemas. En 2017 tres miembros de los Ángeles del Infierno propinaron una paliza mortal a Alex S. en Castellar del Vallès (Barcelona) y, cuando dieron la tarea por terminada, le quitaron el chaleco de Renegados MC como humillación. Los chalecos pueden llegar a tener más importancia que la motocicleta ya que, de hecho, hay constancia de miembros de clubs de moteros sin ella que se unieron a estas bandas atraídos por su cultura, su estética o el tipo de actividades que realizan.
Solo los miembros de pleno derecho pueden llevar a sus espaldas los cuatro parches, o rockers, representativos del club: el nombre en la parte superior, un pequeño parche cuadrado con las letras “MC”, el logo en la parte central y, en la parte inferior, el país o ‘capítulo’ que permite localizar al motero. Un capítulo es una filial del club, y es habitual que tome el nombre de la localidad en la que fue fundado, pero pueden ser más originales: aunque Outlaws utiliza en España el parche con el nombre del país y no del capítulo, el presunto agresor de Andeka pertenecería al capítulo Dirty North, con sede en Gasteiz —y su chaleco indica que es, además, un miembro de pleno derecho—.
A los prospects, es decir, los aspirantes a que se les haga entrega de los ‘colores’ completos (full-patch colors), habitualmente se les prohíbe portar el logo del club. En un nivel inferior se sitúan los hangarounds, o simpatizantes, que suelen vestir chalecos que tan solo muestran la localización y la “MC”, o bien un único parche que los identifica como probationary (“en pruebas”) junto al nombre del club. Los chalecos no se visten: los chalecos se ganan dándose a conocer, ayudando en la organización de eventos, dando muestras de lealtad y, en ocasiones, siguiendo órdenes superiores.
Cada banda ‘al margen de la ley’ fue creando sus propias redes de clubs de apoyo, los supports. Con frecuencia, los auténticos outlaws pueden ser exclusivamente hombres, mientras que a sus parejas y otras mujeres que compartan la misma afición se las relega, en el mejor de los casos, a un club de supports que suele reproducir la jerarquía de los clubs masculinos. Outlaws MC funciona precisamente así, al menos en España: las mujeres de los moteros del club principal tienen su espacio en Cobras Reales MC, no lucen el parche del 1% y su presidenta es la mujer del presidente de Outlaws MC.
Para ser miembros de pleno derecho en los clubs del 1% solían ser necesarias dos condiciones: ser hombre y ser blanco. La segunda fue desapareciendo en muchas de estas organizaciones en los años 2000, después de su esparcimiento por todo el mundo, especialmente en los años 80 y 90. Diversos informes de los años 90 realizados en Estados Unidos concluyen que entonces era habitual que los moteros forzasen a sus parejas a prostituirse para obtener ingresos o que fueran consideradas propiedad del club, de manera que debían acceder a tener sexo con cualquiera de sus integrantes. El capítulo de Florida de Outlaws MC, uno de los más destacados, era conocido precisamente por este tipo de prácticas, según el Tampa Bay Times, uno de los principales periódicos de dicho Estado.
Hoy estos clubs están particularmente presentes —además de en Estados Unidos— en Canadá, Países Bajos, Alemania, Austria, la región escandinava, Reino Unido o Australia, pero también abundan capítulos en el resto de Europa, Rusia, México, Turquía, el sudeste asiático o Sudáfrica. Muchos de estos países también fueron la cuna de bandas de moteros que lograron una expansión global, como los Comancheros australianos. Los clubs mejor establecidos superan con creces el millar de miembros de pleno derecho, repartidos en sus distintos capítulos.
Paulatinamente, la extensión de estas bandas de motos fue conformando mallas excelentemente conectadas, abarcando amplias áreas geográficas que pueden ir desde México hasta Canadá o desde Portugal hasta Rusia. Los clubs del 1% suelen organizar encuentros a gran escala, por separado o en conjunto, que pueden reunir a moteros llegados de los puntos más dispares del continente. Dicho con otras palabras: fueron constituyendo redes bien comunicadas de individuos que se caracterizaban por su movilidad y por declararse al margen de la ley, organizados en grupos piramidales cuyo eslabón más bajo debía demostrar su lealtad cumpliendo misiones ordenadas por la cúspide.
Las consecuencias son fáciles de predecir: muchos capítulos de estos clubs empezaron a traficar con drogas y armas, o a servir de correo humano de dinero ilícito. Además, empezaron a disputarse las rutas de tráfico y el territorio, y los ajustes de cuentas se sumaron a la tradicional violencia debida a cualquier riña insustancial en la que las dos partes buscasen demostrar ser la más fuerte. Los Ángeles del Infierno llevan traficando con droga desde los años 60. Un informe de la Oficina de Crimen Organizado e Inteligencia Criminal del Estado de California presentado en 1991 recoge que las bandas de moteros outlaws controlaban en la época, según estimaciones, el 40% del tráfico de drogas duras y el 75% del de metanfetamina en los Estados Unidos.
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