Explotación laboral
Del ideal tecnológico al trabajo precario “desde dentro” del Mobile World Congress

Durante una semana trabajando a tiempo completo en la edición del Mobile World Congress (MWC) de 2022 pude vivir la precariedad laboral en el sector tecnológico en mis propias carnes.
Mobile World Congress 2019
Foto: Ian Hughes

Presentada como una industria moderna que representa el progreso humano hacia lo más elevado, estas ferias donde los capitalistas tecnológicos muestran sus últimas innovaciones empresariales revelan las paupérrimas condiciones de trabajo de muchas personas en este país.

El Mobile World Congress (MWC) refleja dos caras de la misma moneda. En un mismo espacio transcurren realidades que, aunque paralelas, eran antagónicas. Los trajes, las corbatas, los zapatos de vestir y cabellos engominados de ellos coexistían con los carros de limpieza que llevábamos nosotras, gorros de cocina de mujeres racializadas, o camisas con delantal francés entre las jóvenes, estereotipadas a través de su atuendo. Ambos estratos sociales, sus brechas sociales y de género circulaban por los mismos grandes pasillos de los ocho halls que integraban el recinto ferial barcelonés desde el 28 de febrero al 3 de marzo. Representan, si más no, un escenario curioso: mientras los primeros constituyen la viva imagen de la gran promesa tecnológica, las segundas, retratan la situación de precariedad laboral tras el telón, que queda maquillada por el espíritu empresarial pionero y masculino característico de las ferias tecnológicas.

No existe acumulación de capital en el sector tecnológico sin la expropiación de datos de los usuarios, pero tampoco sin la explotación económica de las personas detrás del algoritmo

En otras palabras: no existe acumulación de capital en el sector tecnológico sin la expropiación de datos de los usuarios, pero tampoco sin la explotación económica de las personas detrás del algoritmo, sea trabajando como camareras en ferias que expanden por el mundo la ideología dominante o en países del sur extrayendo los materiales que componen los teléfonos.

En efecto, el panorama tecnológico emprendedor, muy propio de estas ferias corporativas en las que se respira un cierto aire de majestuosidad y falsa utopía, contrasta con jornadas laborales interminables de 12 horas, contratos temporales de obra y servicio, descansos de poco más de 30 minutos, unos ridículos 9,87 euros brutos a la hora y trabajo extra que se paga a un único y mismo precio. Los compañeros, habituales en este tipo de congresos, señalan que hace unos años las horas extras se pagaban a un precio superior, unos 11 y pico euros brutos la hora, pero se dejó de hacer a raíz de la pandemia. Circunstancia que afecta, aproximadamente, a casi la mitad de los trabajadores, que acaban haciendo más horas de las que marcaba su contrato. En este contexto, ni las más desarrolladas tecnologías que hacen posibles espacios virtuales como el metaverso ocultan la realidad: las condiciones laborales no solamente distan de mejorar, sino que han empeorado.

El Mobile World Congress es un reflejo constante de la lucha entre trabajo y capital

Ciertamente, el Mobile World Congress es un reflejo constante de la lucha entre trabajo y capital. Mientras que en uno de los stands del Hall 3 se organizaban sesiones de yoga, mindfulness y música –con lemas como “Connecting Mind and Body” (Conectar mente y cuerpo), “Reconnect, recreate” (reconectar, recrear) o “Good morning, warm up session” (Buenos días, sesión de calentamiento)– para empleados, organizadores y visitantes del stand en cuestión, otros iban de arriba abajo para sacar el catering a tiempo y velar por la comodidad de los comensales de la sala-comedor. Mientras que a un lado se celebraban cursos/seminarios sobre cómo preservar la salud mental y se proponían prácticas para reducir el estrés laboral, quienes hacían posible la celebración de este congreso tenían jornadas que superaban las 12 horas. La realidad es que más allá de “términos que venden” y “suenan bien a oídos de los demás”, como señalaban distintos feriantes, la precariedad laboral sigue siendo una parte intrínseca y un problema estructural del sistema capitalista.

Desde el metaverso y la inteligencia artificial hasta la conectividad 5G y 6G, la gran Feria Mundial de los móviles dejó algunas de las innovaciones de los gigantes tech y “prometedoras” startups que utilizan la tecnología como punta de lanza del progreso social y que “auguran” un cambio en la forma de relacionarnos, movernos, trabajar y disfrutar de nuestro tiempo libre. A ojo desnudo, el MWC es un evento de lo más innovador y progresista, con una mirada abierta a un futuro tecnológico inclusivo y digital, en el que la tecnología se convierte en bastión y gran oportunidad para cambiar las tradicionales dinámicas del progreso social.

Bajo el lema “Meaningful technology for society” (tecnología significativa para la sociedad), en el stand del Pavellón 3, se orquestaron más de 15 conferencias repartidas en cuatro intensas jornadas, con la tecnología como protagonista y motor de cambio en todos los aspectos de nuestras vidas, entre ellas, la manera de entender el trabajo. La gran promesa de la revolución tecnológica: mayor agilidad de procesos, aumento de la eficiencia, automatización de las tediosas tareas manuales para gestionar “mejor” el talento humano, entre muchas otras. En definitiva, la tecnología como puerta de acceso para acabar con los tradicionales problemas que venía arrastrando la sociedad y el mundo laboral de nuestros tiempos.

Este evento “pionero”, “moderno” y “progresista” traía arraigadas prácticas laborales del siglo pasado

Lejos de ser así, la tecnología como “elemento revolucionario”, a pesar de estar aparentemente presente en el ambiente que se respiraba durante estas largas jornadas, era un espejismo. Este evento “pionero”, “moderno” y “progresista” traía arraigadas prácticas laborales del siglo pasado, cuyos protagonistas no eran los avances tecnológicos y las innovaciones que se habían hecho eco durante estos últimos días en planas enteras de los medios, sino las trabajadoras y la situación de precariedad laboral que vivían. Muchas superan la jornada laboral mínima, no tenían garantizado el tiempo mínimo de descanso y el salario dejaba mucho que desear.

Por eso, una se pregunta a qué se referían los propagandistas de Telefónica con las iniciativas para impulsar el hogar digital que ha creado la compañía, un amplio ecosistema de dispositivos y servicios, no solo de comunicaciones, sino también servicios líderes para gestionar la línea, el control de la conectividad, almacenamiento en la nube o la música. ¿Servirá para acabar con las lógicas patriarcales dentro del hogar o solo para reificarlas? ¿No es la tecnología una forma de ponernos una venda sobre los ojos para que no contemplemos los problemas estructurales del capitalismo y sus efectos sobre nosotras? ¿Acaso la tecnología puede acabar con la cosificación femenina, la violencia de género y otras lógicas intrínsecas a este sistema o simplemente reproducirlas de manera inteligente?

No es que no existan suficientes mujeres liderando corporaciones tecnológicas, sino que la tecnología no puede existir sin mano de obra feminizada y precarizada

Es cierto que, en la última edición, el congreso tecnológico reunió a más de 1.000 ponentes de más de 150 países, de los cuales tan solo el 35% eran mujeres. Pero el problema es mucho más profundo: no es que no existan suficientes mujeres liderando corporaciones tecnológicas, sino que la tecnología no puede existir sin mano de obra feminizada y precarizada. No olvidemos, además, que este sector se encuentra intensamente dominado por los hombres y, como concluía una investigación sobre el sexismo en la industria publicada en 2020, hasta un 40% de las mujeres han vivido situaciones de hostigamiento laboral. Por tanto, el programa de inclusión del Mobile World Congress, ahora bajo el nombre Diversity4Tech que aboga por una mayor representatividad de las mujeres en el ámbito digital, no sólo es propaganda barata, sino una tremenda farsa.

Greenwashing del capitalismo digital

El MWC se instaló en Barcelona en 2006, y se realizará hasta el año 2023 en el recinto de ferias situado en l’Hospitalet de Llobregat, población aledaña a la ciudad condal. Y desde entonces no ha parado de vender una suerte de capitalismo verde altamente digitalizado. Entre los discursos de los ponentes del stand del Hall 3, un término no dejaba de resonar “sostenibilidad”. Con mensajes como “digitalization drives decarbonization” (la digitalización impulsa la descarbonización), “reinventing to reach the next level of sustainability” (reinventándonos para alcanzar el siguiente nivel de sostenibilidad) o “technology for sustainable ecosystem” (tecnología para un ecosistema sostenible), los speakers hacían hincapié a que el futuro de la tecnología avanzaba en sintonía con los valores de sostenibilidad. Parecía que todas las empresas del sector tech se reñían por ver quién se merecía más el título de “ecofriendly” o “committed to sustainability” (comprometido con la sostenibilidad).

Como en la mítica película “El diablo viste de Prada” mientras de cara a la galería se empuñaban términos que sonaban muy bien en boca de los ponentes, tras el telón, la realidad era otra. Toneladas de exquisitos platos, de un catering que ronda los 3.000 y 4.000 euros al día, acababan en la basura; colosales cantidades de comida para un número reducido de comensales; y ni hablar del reciclaje… que brillaba por su ausencia. Una verdadera cortina de humo, reflejo de la hipocresía de las grandes tecnológicas que de puertas para afuera nos venden su apuesta por la sostenibilidad, pero que la realidad no es la que se nos muestra a primera vista.

Las empresas españolas que organizan este evento han sufrido desde sus inicios las innumerables huelgas de sus trabajadoras, quienes denunciaban la precariedad en el sector

A este respecto, tampoco podemos olvidar que solo a causa de los cargadores de los dispositivos que se presentan en este Congreso cada año se acumulan entre 11.000 y 13.000 toneladas de residuos en la Unión Europea. En este sentido, Apple, Microsoft y Google son las empresas que más trabas ponen a la reparación de dichos aparatos. Como recogía Climática, además, en 2019 se generaron unos 53,6 millones de toneladas de desechos eléctricos y electrónicos en todo el planeta, un aumento del 21% respecto a los cinco años anteriores, según un estudio auspiciado por la ONU.

En salones tecnológicos, como el Mobile World Congress, que en apariencia reflejan un panorama de innovación tecnológica junto a un espíritu emprendedor -muy valorado en las actuales sociedades competitivas-, la situación “desde dentro” dista de ser la “burbuja idealizada” que se proyecta y nos llega habitualmente. Y no digamos desde fuera: pues las empresas españolas que organizan este evento han sufrido desde sus inicios las innumerables huelgas de sus trabajadoras, quienes denunciaban la precariedad en el sector. Mientras se hacía eco del avance tecnológico propio del siglo XXI y de sus oportunidades para mejorar nuestras vidas, el personal trabajaba sobre unas bases laborales del siglo pasado, donde no se respetaba ni la jornada laboral máxima de 8 horas ni mucho menos unas condiciones salariales dignas. La precarización laboral no solo es una realidad en el sector tecnológico, pero también una lógica sin la cual la tecnología no podría existir.

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