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Energía
El gas no es un combustible tan limpio como los gobiernos dicen
La Federación Europea de Transporte y Medio Ambiente exige a los gobiernos que terminen con las políticas de exenciones fiscales para el gas fósil en el transporte, al considerar que no aporta beneficios significativos sobre el medio ambiente.
La utilización del gas como alternativa al petróleo y los combustibles fósiles no supone, como señalan los gobiernos europeos, un impacto tan positivo ni tan favorable sobre el medio ambiente, según el estudio GNC y GNL para vehículos y buques: los hechos elaborado por la Federación Europea de Transporte y Medio Ambiente, una coordinadora de organizaciones y colectivos que promueven el transporte sostenible en Europa.
El informe analiza el papel de la utilización del gas natural como combustible y el impacto de las políticas fiscales, y presenta como conclusiones principales que el gas fósil usado en el transporte no tiene ningún beneficio significativo, que tampoco se aprecian mejoras climáticas reseñables y que no existe ninguna razón para que los responsables políticos apoyen su uso en el transporte a través de medidas como las exenciones fiscales.
Por ello, la Federación —en la que participa Ecologistas en Acción— considera que “los gobiernos deberían poner fin al apoyo fiscal y, en particular, a las exenciones fiscales para el gas fósil en el transporte. Al igual que los demás combustibles fósiles, el gas debería gravarse en función de su contenido energético y en carbono”.
Esta recomendación se opone a la tendencia actual en la Unión Europea —encaminada a la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI)— donde se apoya el uso de gas en el transporte a través de regulaciones, exenciones fiscales y subvenciones, según recuerda el informe, que también señala que “la industria del gas, que se enfrenta a una demanda estancada o decreciente en otros sectores de Europa, percibe en el transporte un mercado creciente importante”.
Según el estudio, el gas natural comprimido (GNC), utilizado en vehículos, y el gas natural licuado (GNL), en buques, disfrutan de tipos impositivos por debajo del mínimo de la UE y muy por debajo de los equivalentes para el gasóleo (de media 9,51 euros por gigajulio menos que el gasóleo y 16,21 euros por gigajulio menos que la gasolina). También establece una correlación entre el consumo de gas fósil y los impuestos, de modo que se utiliza más allí donde los tipos son más bajos. Como ejemplo, el informe señala el caso de Italia, donde se vende el 68% de turismos a GNC y donde el precio del gas fósil en las gasolineras es de “aproximadamente la mitad del precio del gasóleo debido a una tasa impositiva del GNC del 0,5% de la tasa impositiva del gasóleo”.
Un rendimiento similar y algunos riesgos
“Los vehículos y buques a gas tienen un rendimiento similar al de los vehículos y buques que utilizan combustibles fósiles”, se puede leer en el trabajo firmado por Transport & Environment, el nombre en inglés de esta federación. También señala que no se ha encontrado “ninguna prueba” que respalde el teórico ahorro energético de los vehículos a gas supuestamente debido al menor contenido de carbono del combustible.
El texto recuerda que el metano, principal componente del gas natural, es un gas de efecto invernadero “muy poderoso”. En un período de 100 años es 28 veces más potente que el CO2. En 2010, el metano representó el 20% de las emisiones mundiales de GEI.
Las fugas de metano, es decir, el metano no quemado que se escapa a la atmósfera, se producen a lo largo de toda la cadena de suministro (extracción, transporte, repostaje) y tienen un importante efecto negativo en el impacto climático del gas fósil. Actualmente, el promedio de emisiones fugitivas de metano en la cadena de suministro de gas fósil es del 2,2% del gas fósil producido, oscilando entre el 0,2% y el 10%.
Como resumen, la Federación apunta que el cambio hacia el gas en el transporte requeriría la creación de nuevas infraestructuras, una transición en el sector de la fabricación y un apoyo fiscal continuado, en particular mediante subvenciones y exenciones fiscales; y también advierte de un horizonte poco halagüeño: “La producción interna de gas fósil en la UE está disminuyendo y depende cada vez más de las importaciones, en particular de Rusia. La creación de un nuevo mercado para el gas fósil en el transporte aumentará la dependencia de la UE de las importaciones de energía”.
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