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En el margen
Zinthia Álvarez: “Se ha tenido la idea de que las mujeres negras no han pensado el mundo”
Nacida en Maracaibo, Venezuela, Zinthia Álvarez estudió periodismo y trabajó en el Ayuntamiento de su ciudad antes de migrar a España y verse obligada a repensarse a sí misma intentando deshacerse de los estereotipos que acompañan a las mujeres negras.
Co-fundadora de Afrogalegas y colabora con Afroféminas, cuenta con el proyecto “Mujeres negras que cambiaron el mundo” con el que, además de charlas y talleres en centros educativos y fundaciones, ha publicado el libro Mujeres negras en la Ciencia al que seguirá Mujeres negras en la Filosofía. Volúmenes con los que ha visibilizado a científicas y pensadoras silenciadas. Además, es impulsora, coordinadora y coautora del libro Yo, mujer migrante, en el que once mujeres narran sus historias de vida y procesos migratorios.
¿Dónde naciste?
En Venezuela, en Maracaibo. Una de las cosas que he descrito en el libro Yo, mujer migrante es el recuerdo que tengo de mi infancia y de ese territorio que he dejado. Maracaibo lo recuerdo como un lugar con muchísima luz. Siempre estaba con mi familia. Mi familia es muy grande, muy numerosa, porque nosotras no consideramos como familia a la familia nuclear, sino que tías, abuelas y primas también forman parte de esa familia.
¿En Maracaibo hay predominancia de población afro?
Sí, en Maracaibo hay población afro y población indígena.
¿Consideras que había racismo?
El racismo es un problema sistémico, todas vivimos en sociedades construidas sobre sistemas racistas. Venezuela, y específicamente la ciudad de Maracaibo, donde nací, no es una excepción. El proceso de colonización estableció reglas y jerarquías raciales sustentadas en el poder que han dejado una huella duradera en la sociedad. En el sistema de castas que se impuso, las personas blancas eran consideradas superiores.
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Ahora resides en Galicia, una tierra de personas tradicionalmente migradas. ¿Consideras que Galicia es una tierra de acogida para las personas migrantes?
No creo que sea así, porque el problema del racismo es estructural. Una sociedad donde las personas no tienen los mismos derechos dentro del sistema sanitario, educativo o electoral, por ejemplo, no puede considerarse un lugar acogedor, no para todas.
Aunque haya personas que reconozcan los procesos migratorios y se sientan identificados porque ellas o algún miembro de su familia fuera migrante, en la práctica cotidiana los estereotipos y prejuicios compartidos y reforzados por los medios de comunicación y el sistema educativo español son más fuertes y solo se acepta de buena gana la migración de ciertos países.
¿Tienes alguna relación con Afrogalegas?
Sí, fui una de las cofundadoras de Afrogalegas, pero ahora mismo el colectivo no está en activo, está en período de pausa. Pero sí, trabajé con ellas e hicimos varias actividades para sensibilizar a la sociedad. Fui la impulsora de la campaña “No me llames negrita, llámame negra”, que buscaba visibilizar el racismo en el lenguaje y los estereotipos aún existentes en la sociedad asociados a las personas negras, especialmente a la mujer negra o afrodescendiente.
¿Cuál fue su objetivo inicial como colectivo?
Buscaba reivindicar a las mujeres negras y de la diáspora de una manera positiva, porque entendíamos que éramos mal vistas y queríamos romper con todos esos estereotipos, ya que hablamos de terceras o cuartas generaciones que aún se siguen sintiendo migrantes y fuera de la sociedad. Intentábamos romper con eso a través de diferentes actividades.
Eres colaboradora de Afroféminas, ¿verdad?
Sí, soy colaboradora habitual de Afroféminas.
¿Cuál es su objetivo?
Afroféminas es un proyecto impulsado por Antoniette Torres Soler en 2014 como una plataforma colectiva en la que colaboraban un gran número de mujeres de diferentes partes del mundo a través de textos o de charlas de sensibilización. Luego, con el paso del tiempo y debido a diferentes circunstancias, Antoniette decidió hacer un espacio mucho más pequeño y volver casi a los inicios. Yo conozco a la directora desde hace muchos años y he trabajado con ella de manera habitual. Ahora nos centramos básicamente en charlas de sensibilización y compartir contenido que invitan a la reflexión sobre el racismo, la xenofobia y la discriminación hacia las personas negras y afrodescendientes.
Afroféminas es una plataforma que nació a raíz del sentimiento de Antoniette de no hallarse acogida en esta sociedad y decidió crear un espacio en el que todas nos pudiésemos encontrar para poder narrar lo que nos estaba pasando y cómo nos estábamos sintiendo a través de artículos de opinión y, a partir de ahí, hacer incidencia. Hay varias campañas en las que Antoniette, como directora de Afroféminas, se ha pronunciado directamente, como “No al 8M”, la campaña contra el blackface o alguna denuncia que se dio hace poco contra actitudes racistas hacia niñas en una escuela.
En todo este proceso migratorio vuelvo a rehacer mi identidad, me doy cuenta de la posición que ocupa la mujer negra dentro de la sociedad española y no me gusta
Tienes un proyecto que se llama “Mujeres negras que cambiaron el mundo”, ¿en qué consiste?
El proyecto nace porque en el momento en el que llego a España —yo salí de Venezuela siendo ya una mujer independiente, teniendo mi carrera y habiendo trabajado en el Ayuntamiento de mi ciudad en el área de periodismo y comunicación— me doy cuenta de que todo el bagaje con el que contaba parecía haber cambiado. Toda mi experiencia y todo lo que yo era se pierde por completo. No entendía el motivo y empecé a darle vueltas y a interesarme por saber por qué la gente me leía de una manera totalmente diferente y no me asociaba para nada a una persona intelectual o profesional. A partir de ahí, empiezo a descubrir parte de la historia y todo el racismo y los estereotipos que hay asociados en esta sociedad a las mujeres negras y afrodescendientes. Entonces empiezo a cuestionarme y repensarme. En todo este proceso migratorio vuelvo a rehacer mi identidad, me doy cuenta de la posición que ocupa la mujer negra dentro de la sociedad española y no me gusta. Por eso decido cofundar Afrogalegas.
Producir contenido y conocimiento es importante. Los libros para mí han sido una herramienta fundamental en mi proceso de aprendizaje a lo largo de los años y decidí desarrollar el proyecto Mujeres negras que cambiaron el mundo, que aúna herramientas educativas, como libros en los que se presenta a la mujer negra en diferentes áreas de manera positiva en lugares en los que no tienen un reconocimiento, con charlas educativas y talleres.
El proyecto busca que se visibilicen esas aportaciones que mujeres negras y afrodescendientes han realizado a la sociedad con la idea de que, poco a poco, vayan cambiando esos estereotipos asociados a la mujer negra, intentando mudar la imagen negativa que se tiene de ella para que así las nuevas generaciones puedan crecer con una idea de la diversidad étnica y cultural diferente y con menos sesgos. Además de tener una segunda versión de la historia.
Dentro del proyecto “Mujeres negras que cambiaron el mundo”, Mujeres negras en la Ciencia sería el primer libro, ¿no?
Exactamente. Luego también tenemos la línea de sensibilización con charlas. Colaboro con algunas universidades, como la Universidad de Barcelona, con diferentes proyectos, algunos de ciencia inclusiva en los que pongo en valor la perspectiva étnico-racial.
El segundo libro se llama Mujeres negras en la Filosofía.
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¿Cómo ha sido el proceso investigativo y qué has descubierto sobre estas mujeres negras que no supieses en la elaboración de estos dos libros?
Con “Mujeres negras en la Ciencia” me fue difícil porque empecé investigando en castellano y, al ser el primer libro en esta categoría que se realizaba en España, no encontraba prácticamente información. Me di cuenta de que tal vez en inglés fuese más fácil encontrarla y, aunque hay mujeres que no son de habla inglesa, algunas sí estaban recogidas por otros autores y autoras en inglés. Eso me sorprendió mucho, pues en castellano no estaban ni siquiera de manera aislada.
Me sorprendieron las aportaciones que han hecho mujeres como Alice Augusta Ball, que descubrió el antídoto contra la lepra a mediados del siglo pasado, y cómo nos hemos olvidado de estas aportaciones. En alguna ocasión, alguna persona asistente a una de mis charlas me ha dicho que había estudiado medicina y en la carrera le habían dicho que el descubridor del antídoto contra la lepra había sido el señor Arthur L. Dean, que es el compañero de investigación de Alice Augusta Ball y que, cuando ella muere, se queda con el reconocimiento y lo lleva durante muchísimos años.
En el caso de Mujeres negras en la Filosofía, me sorprende que asociemos mucho a la mujer negra activista a la Filosofía. Es como si por el hecho de ser mujeres negras activistas pensadoras ya fueran filósofas. No tenemos realmente claro las mujeres negras filósofas. Me sorprendió también mucho el hecho de que la filosofía yoruba haya sido desechada por ser una forma de pensamiento diferente a la hegemónica. Desde hace muchísimos años tenemos aportaciones procedentes de la filosofía yoruba y no se tienen en consideración y se conciben como algo de menor valor.
¿Por qué crees que se desechan estos otros sistemas de pensamiento no occidentales?
Desde hace mucho tiempo hemos pensado la historia como algo construido sólo por hombres, y sobre todo hombres blancos europeos, cuando realmente no es así. Hay muchos elementos que se cruzan aquí, pero básicamente responde a que se ha posicionado a las personas negras y afrodescendientes en una subjetividad de inferioridad en la que no se asocia para nada la intelectualidad a sus cuerpos porque históricamente no fueron personas sino animales o fueron utilizadas como objetos.
En el caso de las mujeres negras, no sólo fueron explotadas sexualmente por el hecho de que el esclavista tuviese un deseo sexual sobre ellas sino también como forma de poder. En todo este proceso hay una construcción de subjetividad de inferioridad asociada a la mujer negra, una mujer que simplemente es utilizada como objeto sexual, productora de mano de obra y esclava y para nada asociada a la intelectualidad, al conocimiento o a la posibilidad de crear algo positivo a través del pensamiento. A partir de ahí es que creo que se origina este vacío. A partir de los procesos de esclavitud y de trata, en los que se las posicionaba como objetos con cero intelectualidad, surgen muchas de estas ideas que se nos han quedado con el paso del tiempo arraigadas en el imaginario y no hemos hecho un análisis profundo de cuál es la información que estamos recibiendo y de dónde nos viene. Como no nos hemos cuestionado eso, hemos seguido bebiendo constantemente de un pensamiento único que se ha impuesto.
Además, y este es otro punto, este pensamiento se ha impuesto porque hay un poder que lo respalda. Si yo tengo el poder desde hace muchísimo tiempo es fácil que sea mi forma de entender el mundo la que predomine y que el resto parezca que no existe.
Las mujeres negras no sólo fueron explotadas sexualmente por el hecho de que el esclavista tuviese un deseo sexual sobre ellas sino también como forma de poder
La invisibilización de las aportaciones de las mujeres a la historia del pensamiento ha sido evidente. ¿Crees que han sido en mayor medida las aportaciones de las mujeres negras?
Sin duda. Yo siempre hago una pregunta que responde esta pregunta: “Si te digo que pienses en una mujer filósofa, ¿te viene alguien a la mente?” Seguro que sí, aunque nos cueste un poquito, aunque podamos mencionar sólo dos, pero tenemos de donde agarrarnos. Ahora bien, si te digo que me menciones a una filósofa negra, ¿qué nombre se te viene a la mente? Probablemente ninguno.
Sin duda, las mujeres en general hemos tenido una dificultad muy grande a la hora de entrar en lo que se entiende como el canon de la Filosofía, pero las mujeres negras lo han tenido mucho más difícil porque se ha tenido la idea de que ellas no han pensado el mundo y, como se supone que no lo han hecho porque no se les asocia intelectualidad, ¿por qué las vamos a tener como referentes o las vamos a reconocer?
¿Tienes pensado continuar la serie de libros de “Mujeres negras en…” con nuevas áreas del pensamiento?
Sí, la idea es que cada dos años más o menos salga un nuevo volumen.
También eres impulsora, coordinadora y coautora del libro “Yo, mujer migrante”, ¿cómo ha sido esa experiencia?
Sí, el libro ya está publicado y hemos realizado distintas presentaciones. Somos once las coautoras que contamos parte de nuestra historia y de nuestro proceso migratorio y el libro ha tenido muy buena acogida, nos hemos sentido muy arropadas. La forma en la que se nos está recibiendo creo que va en la línea de lo que nosotras queríamos transmitir, porque a través del libro queríamos reivindicar amor hacia nosotras, esa importancia de narrar nuestras historias, pero también ese derecho de ser escuchadas y nos hemos sentido muy escuchadas y también muy celebradas y compartidas.
¿Cuál sería el punto en común de estas experiencias como mujeres migrantes?
Aunque todas son historias personales y por ello completamente diversas y únicas, es cierto que hay puntos que nos unen, como pueden ser las violencias sistémicas y administrativas que la sociedad española arrastra sobre los cuerpos de las mujeres migrantes. Hay violencias que nos cruzan y que nos atraviesan a todas por ser mujeres migrantes.
Antes has mencionado que cuando llegas a Galicia, después de tener tu vida adulta desarrollada en Maracaibo, te tocó repensar tu identidad por las experiencias que vives y los estereotipos a los que te enfrentas como mujer migrante. ¿Cómo sería ese proceso?
Primero, hay una pérdida. Luego tienes la parte de preguntarte: “¿Qué ha pasado aquí, por qué me estoy sintiendo de esta manera?’”. Después te das cuenta de que estás perdiendo parte de lo que eras y te toca rehacerte, volverte a construir para que esta sociedad te empiece a leer nuevamente desde tu posición, intentando que ese rehacerte corresponda con la lectura que tú quieres que hagan, aunque no depende completamente de ti y tampoco tiene que hacerse pensando en la mirada del otro o de la otra.
En esta lectura de los otros y las otras, ¿cuáles crees que son los estereotipos que permanecen sobre las mujeres migrantes negras y afrodescendientes?
Primero, la creación de una subjetividad de inferioridad que la posiciona en un lugar de no conocimiento. Luego estaría el estereotipo asociado a la corporalidad, al cuerpo en sí mismo, que termina convirtiéndose en un objeto. De ahí vienen estereotipos asociados a la sexualidad, a la cosificación del cuerpo de la mujer, desde el cabello hasta el tono de piel o la forma de su cuerpo. Si tuviera que resumirlo lo dividiría en la parte que cruza el intelecto y otra parte más asociada al cuerpo.
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¿Crees que el proceso migratorio tiene también un sesgo de género?
Sin duda. Hay muchas cuestiones que en la sociedad en general son mucho más difíciles para la mujer porque la mujer tiene una posición subalterna. Cualquier cosa que se quiera hacer partiendo de esa corporalidad va a ser mucho más compleja por los estereotipos o roles de género asociados. Por ejemplo; los cuidados y la familia están asociados a la mujer. En muchos de los procesos migratorios donde la madre emigra se termina sintiendo una “mala madre” porque ha dejado a su familia y en esta sociedad eso está mal visto. Ese sentimiento, aunque erróneo, no lo siente un padre de la misma manera, o por lo menos no lo expresa, porque socialmente los roles de género le han impedido esa forma de expresión de los sentimientos a la vez que le han puesto en una posición mucho más cómoda a la hora de decidir irse, porque no se le va a ver como un “mal padre” por dejar a sus hijos y emigrar, todo lo contrario; se le asocia valor y coraje.
Me has comentado que realizas talleres educativos, ¿cómo de abierto está el profesorado a la inclusión de los temas relacionados con la diversidad en el temario?
Desde mi experiencia, la apertura es mínima, aunque cada vez parece que hay más reconocimiento de la necesidad e importancia de incluir una mirada antirracista en las aulas.
De manera general, cuando comentas que en un acto hay un sesgo racista, la respuesta del profesorado suele ser la negación. Cuando hago talleres en algún aula los profesores y profesoras muchas veces se van, asumiendo que el tema no les cruza o no les interpela. No se dan cuenta de que forman parte de esta sociedad como educadores y educadoras y que también tienen que desmontar los propios estereotipos para poder luego implementar esa línea de diversidad étnico-racial dentro del aula. Porque de nada sirve que yo les cuente algo a los peques y luego ellos y ellas reproduzcan nuevos sesgos y nuevos estereotipos si al final son las personas que están allí, día a día con el alumnado. También niegan cuando haces un comentario que deja en evidencia un comportamiento racista interiorizado, notas que sienten que es algo personal sin darse cuenta de que estamos hablando de un sistema cuando hablamos de discriminación racial.
No está normalizado hablar de diversidad o de racismo dentro de las aulas, aunque es fundamental hacerlo no en una clase en concreto sino en los pasillos, en las reuniones, en todos lados
¿Y cómo lo recibe el alumnado y, sobre todo, el alumnado racializado?
Depende del centro y de cómo se haya tratado en el centro la diversidad étnico-racial. Muchas veces, cuando se tratan estas temáticas, hay educadores que lo plantean como algo que se hace porque hay una niña negra dentro del aula. Claro, cuando empezamos a hablar y todo el mundo mira a la niña negra o intenta preguntarle a ella, se siente incómoda. No por el hecho de que haya una niña negra dentro del aula tenemos que abordar la diversidad étnico-racial, sino porque la sociedad es diversa. En esos casos se sienten incómodas, porque no está normalizado hablar de diversidad o de racismo dentro de las aulas, aunque es fundamental hacerlo no en una clase en concreto sino en los pasillos, en las reuniones, en todos lados. Hay que normalizar el discurso antirracista.
¿Crees que es importante para los niños y las niñas negras encontrarse con referentes como los que muestras en tus libros?
Sí, claro. En todas las etapas es fundamental, pero sobre todo si estamos hablando de cuando tienen 4 ó 5 años, la etapa de la construcción de la identidad y el autoconcepto que tienen los niños y las niñas sobre ellos mismos. Si esa construcción de la identidad y el autoconcepto lo estoy creando con personas que físicamente no se parecen a mí, con las que no me identifico, ahí va a haber un sesgo y puede haber problemas de autoestima. Es fundamental que los niños y las niñas puedan reconocerse en personas que tengan algo positivo para luego poder proyectarse en un futuro de esa misma manera.
¿Crees que las nuevas generaciones de afrodescendientes podrán, a través de las luchas que se están realizando en el presente, encontrar un futuro menos discriminatorio para ellas?
Creo que sí. Todos los pasitos que estamos dando ahora mismo, aunque nos parezca que no trascienden y que sólo se quedan en nuestro entorno, son un cambio.
Hace poco hice una entrevista con una compañera que está a punto de finalizar Ingeniería Aeroespacial. Ella me escribió por Instagram porque había visto mi libro y me contó que se había emocionado porque siempre había querido estudiar ciencias, pero nunca veía personas en ese campo que se parecían a ella. Me dijo que decidió estudiar la carrera porque le gustaba pero que le habría gustado tener conocimiento de todas esas mujeres desde pequeña. Ahí te das cuenta de que no es una película que te has montado tú, sino que hay personas a las que les resulta importante poder verse reflejadas.
También me enviaron el video de una niña negra que estaba abriendo el libro y al ver la portada, en la que sale una mujer negra con distintas herramientas científicas en la mano, exclamaba: ¡Mira, es como yo! Eso es maravilloso porque ella se está sintiendo identificada y lo está haciendo con algo que la sociedad pone en valor, como es la Ciencia.
Aunque van a ser lentas, creo que sí que vamos a ver transformaciones y modificaciones.
¿Hay algo que quieras añadir?
Sí, me gustaría destacar que la exclusión de las mujeres negras del ámbito de la Filosofía no responde a una falta de interés por las mujeres negras en el pensamiento o la forma en la que construimos el mundo, sino que refleja una de las múltiples formas de violencia social hacia la mujer negra en la medida en la que se le ha excluido de ámbitos como la educación o la política, pero también del acceso al saber y a exponer sus pensamientos; a poder contarse y narrarse, en definitiva.
E invito a todas las personas que quieran tener una mirada más amplia sobre diversidad étnica y cultural a seguir la cuenta del proyecto.
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Me agrada que proyectos que visibilizan las luchas de las mujeres negras, tengan cada vez más cabida, destruyendo el lenguaje racista neocolonial.