En el margen
Marco Motta: “Cuando contorsionas un hombro, sabes que lo están sintiendo, que están contigo y es ahí donde entra la magia del Circo“

Bailarín, acróbata de suelo y aéreo, artista y director circense, Motta estrena su primer espectáculo, “Blackbird” con el que quiere reivindicar la presencia negra y afrodescendiente en el circo.
Marco Motta
Marco Motta en su espectáculo Blackbird. Foto: Laurent Leger Adame (Melancolie Mag)
14 may 2022 06:00

Nacido en Salvador, la capital del Estado de Bahía en Brasil, que cuenta con “la misma extensión que España”, Marco Motta empezó en el baile cuando su madre llegaba del trabajo y bailaban juntos para, como niño hiperactivo que era, cansarle y que durmiese bien por las noches.

Bailarín, acróbata de suelo y aéreo, artista y director circense, empezó con la capoeira y el breakdance en las calles de Salvador y Fortaleza y ha trabajado en diversos circos, con los que ha actuado por casi todo el mundo.

Consciente del origen colonial del Circo, en el que las personas racializadas han sido siempre deshumanizadas y tratadas como objetos de exposición, reivindica la presencia negra y afrodescendiente en él para contar también “historias de cuerpos en resistencia”.

En el primer espectáculo que dirige, “Blackbird”, y que estrenará el 18 de mayo en el Teatro Circo Price de Madrid, intenta responder a la pregunta constante que lanza Nina Simone en la canción del mismo nombre: “¿Por qué quieres volar?”

¡Brasil es inmenso! ¿Cómo fue tu infancia?
¡Claro! Yo no había escuchado otro idioma hasta que vine aquí, porque Brasil no hace frontera con nada. La frontera más cercana está a 3 o 5 días en coche sin parar, no recuerdo bien.

Mi infancia fue tranquila, mi madre siempre estuvo presente. Vivía cerca de la playa y siempre estábamos ahí. También tenía sus problemas, ten en cuenta que es una colonia y los problemas raciales siempre estuvieron, pero no los supe identificar hasta la adolescencia. Bahía es la ciudad con más población negra después del continente africano.

El 63% de la población de Brasil es afro, somos mayoría en el país.

Hubiera pensado que era mayor el porcentaje, del 80% o 90%... No sé por qué tenía yo esa idea en mi cabeza absurdamente.
Porque la cultura brasileña es la cultura afrobrasileña, en verdad. O que lo que se vende al exterior como cultura brasileña y como cultura autóctona son la samba, la capoeira, todo lo que proviene de la diáspora africana. Es como esta idea de “Spain is different”, vendemos lo exótico para que venga la gente. Pero Bahía, en verdad, es una burbuja donde el 80% de la población es afrobrasileña. Una vez se sale de allí, te das cuenta de que Brasil no es tan negro.

Después me moví a otra ciudad que se llama Fortaleza, que es otra gran metrópoli. Allí había menos negros y me ponían motes como “mono” y cosas así, que ya te traumatizan desde los 7 años.

La cultura brasileña es la cultura afrobrasileña, en verdad. Lo que se vende al exterior como cultura autóctona son la samba, la capoeira, todo lo que proviene de la diáspora africana. Es como esta idea de “Spain is different”, vendemos lo exótico para que venga la gente

Es verdad que en mi ciudad mi vecino de arriba, un señor rubio, me echó de su casa diciendo que no quería negros en su puta casa, cuando yo tenía 4 años de edad. O sea, que no es una cosa inocua, Bahía no era el paraíso afro, ¡ojalá! Pero no te das cuenta porque dices: “Serán gente mala...”. No lo tomas como algo sistemático y cotidiano y muchas cosas las normalizas, como el corte de pelo. Tener el pelo siempre corto en el caso de los hombres y en el de las mujeres el alisárselo constantemente. En mi familia era un trabajo arduo. No todas, pero el 90% de las mujeres de mi familia se alisaban el pelo porque tenían que trabajar y “presentarse bien hacia la sociedad”.

La imposición de un tipo de imagen y la estigmatización de la estética afro determina también, como estás diciendo, las posibilidades de inserción en el mercado laboral.
Y de sobrevivir también, porque allí tienen un concepto muy claro de lo que es un peinado de ladrón, de traficante, y lo que es un peinado de persona trabajadora.

La policía cuando te para, que eso empezó a ser algo ya muy cotidiano en mi adolescencia, ni siquiera te pregunta. Te golpean la cara y preguntan si llevas algo, pero ya dan por hecho que llevas algo, preguntan por protocolo.

Es la diferencia entre sobrevivir y morir. Llevar un look como lo que ellos llaman “peinado de ladrones” es básicamente todo lo relacionado con la cultura afro: los dreadlocks, las trenzas, los twists porque se relaciona directamente con las drogas y las drogas con la comunidad negra. Un blanco con dreadlocks es cool y un negro es un “fumeta”, un marihuanero que vende drogas en la esquina. Hay una importancia muy grande en ser bien visto, porque no es una cuestión solamente estética, es una cuestión meramente vital.

A los 17 llegaste a España con tu madre, eras muy joven, pero sé que empezaste con la danza mucho antes, ya de pequeño en Bahía.
Sí, siempre he bailado porque es el modo muchas veces de interactuar entre nosotros, en familia. Mi madre siempre llegaba del trabajo y, por más cansada que estuviese, bailábamos porque era su modo también de gastar mi energía. Yo soy hiperactivo y sabes que los niños tienen una energía vital tan brutal que hay que gastarla para que duerman. O sea, bailaba con ella.

Luego, cuando volví de adolescente a Bahía, lo tomé con fuerza porque era el modo de ocupar mi tiempo libre, yo estaba en la calle con mis colegas y hacíamos un poco de capoeira, pero por diversión, tampoco íbamos a una academia. Después empecé con el breakdance porque estaba de moda. Llegaban los videoclips y nos gustaban. Bailábamos también por no estar siempre en la calle.

Durante unos cuantos meses, un maestro de capoeira nos dejó su espacio de trabajo, que a su vez era su casa, para que entrenáramos por las tardes.

El breakdance debe ser uno de los bailes más difíciles de aprender, ¿no? Me da la impresión de que al principio te tienes que hacer mucho daño.
Es muy difícil. Me vino muy bien la capoeira para saber algunos golpes que hay, pero sí, es de los bailes y ahora también deportes más difíciles que existen. Va a estar en las Olimpiadas de 2024 en París, ahora es deporte olímpico.

¿Por qué selección nacional apostarías tú en esas próximas Olimpiadas?
Lo que pasa es que el arte es una cuestión de inversión estatal. En Corea del Sur invierten mucho dinero en sus artistas. En el breakdance, por ejemplo, ellos están pagados por el gobierno. En Alemania hay también muy buenos breakers. En Estados Unidos hay breakers. Pero claro, ten en cuenta la estructura que hay allí, básicamente sobreviven. Una lesión son miles de dólares. Una operación para un atleta es endeudarse. Hay cuestiones que hacen que ciertos países sean pobres, en la cuestión del breakdance, no por falta de calidad sino por falta de inversión del Estado.

En España hay gente muy buena. De hecho, tienen un grupo y ya están entrenando para competir. Pero en España no hay inversión, la gente sobrevive de lo que puede, de los teatros, como bailarines profesionales… Sigue en esto quien tiene el dinero para hacerlo. Muchas veces, o comes o compites, es muy difícil llevar un nivel de competición y trabajar de cajero o estudiar una carrera.

Además, en España hay algunos raperos blancos haciendo ahora mismo rap para Vox. Recordemos que el rap es una contestación al sistema opresor blanco racista y esta gente se apropia de eso como algo cool. En verdad, es una estrategia más de la supremacía blanca. Lo decía Frantz Fanon, que el racismo no se atreve a salir sin sus máscaras, es exactamente lo que están haciendo ahora, lo están diciendo como entre comillas, está de moda la cultura negra, se visten de y propagan sus discursos xenófobos, racista, homófobos, tránsfobos…

¿Qué significa que esté de moda la cultura negra y que implicaciones tiene?
A ver, entendamos la cultura negra como todo lo que viene de la diáspora. Estamos siendo colonizados por Norte América a nivel cultural, así que todo lo que viene de allí se consume y se reproduce aquí. Por eso digo que está de moda. El sistema lo entiende como algo factible para ganar dinero y lo pone de moda. La calidad siempre estuvo, pero ahora mismo es lo que vende, porque se han dado cuenta de que los pobres también consumimos y de que los negros creamos cosas interesantes. Pero el sistema utiliza nuestro arte sin nosotros, o sea, que está de moda la cultura afrodiaspórica, pero no estamos de moda los negros. Desde luego que nunca lo estuvimos y espero que no estemos porque las modas se pasan, pero sí que respeten nuestros cuerpos en resistencia. A eso me refiero con moda, ellos quieren lo nuestro, pero sin nosotros.

Se han dado cuenta de que los pobres también consumimos y de que los negros creamos cosas interesantes. Pero el sistema utiliza nuestro arte sin nosotros, o sea, que está de moda la cultura afrodiaspórica, pero no estamos de moda los negros

Hay elementos, como los traperos españoles, que tienen un discurso político nulo con el que no defienden para nada los derechos de las personas negras, mucho menos los migrantes. Hay traperas que dicen: “Yo tengo alma de negra” y ponen acento cubano, pero en verdad son de Argentina o de Moratalaz.

Tenemos que unirnos contra un sistema que nos oprime en común y que crea narrativas alrededor de nosotros que no son reales para nada. No sé, creo que es una cuestión generacional también, nosotros ya estamos cansados de hacer un trabajo, yo ya me quedo viejo con muchas cosas y sé que soy joven, pero hay cosas que yo no alcanzo.

Marco Motta 1
Marco Motta en un momento de su espectáculo Blackbird. Foto: Laurent Leger Adame (Melancolie Mag)

Lógicamente, por tu profesión viajas bastante por Europa y por el mundo, aunque teóricamente no hay fronteras en la zona Schengen siempre está el “control aleatorio” ¿Has sufrido muchos controles policiales “aleatorios” en los aeropuertos? ¿Cómo los has vivido?
Yo llevo sufriendo eso toda la vida, he ido a terapia a veces y todo.

Hace tres semanas, llegué a Francia, yo estaba en mi casa en Madrid y vine aquí con todo en regla, tengo el documento que me permite viajar por la UE, el permiso de residencia y trabajo en España, mi pasaporte en regla y tengo, además, el contrato en Francia.

Llego al control y el tío me paró solo a mí, pese a que le enseñé que toda mi documentación estaba en regla, y me hizo estar allí dos horas más porque decidió que iba a leer un contrato de 4 páginas. El tío no pensaba ni siquiera hablar en inglés. Yo no hablo francés porque yo no vivo en Francia. Llego y me dice: “french” y le digo: “Soy un extranjero, caballero, ¿no ve que estoy llegando? Hablo tres idiomas, de los tres, cualquiera puedo hablarle con fluidez”. Idiomas que me sirven en cualquier sitio del planeta, el portugués, el español y el inglés.

He estado en Indonesia, en Nueva Zelanda y en Australia mucho tiempo trabajando, en casi toda Europa y en Arabía Saudita y en todos lados me he entendido.

Y en España ya no te digo, llegas a Barajas y la gente te grita en castellano para que te enteres. Una vez había unas chicas detrás de mí, no sé de dónde eran, diciendo en inglés: “No entiendo a este hombre, ¿qué está gritando?” y le dije: “Caballero, ¿puede hablar en inglés? Porque la gente no se entera”.

¿Qué has aprendido de todos esos viajes por el mundo?
Lo que aprendí es que no hay un lugar donde no haya racismo, no hay salvación en ningún continente del planeta Tierra, en todos ellos se da la discriminación racial hacia la gente de piel más oscura.

Háblame de tu espectáculo, “Blackbird”,” que estrenas en el Teatro Circo Price de Madrid, el próximo 18 de mayo.
“Blackbird” es mi primera creación como director porque me parecía fundamental no solamente ejecutar sino arquitectar. En el Circo es escaso, aunque no inexistente, el uso de directores racializados. Soy una persona inquieta y decidí que iba a hacer esa obra porque hay una manía en España de decir que el Circo es algo inocuo, naif, pero, en verdad, fue uno de los instrumentos más utilizados por la colonización para deshumanizar a las personas de raza negra y a los indígenas.

Yo quería apropiarme de este lugar del Circo que nos pertenece, porque hay jeroglíficos en Egipto de gente haciendo malabares desde hace 2.000 años atrás. Quería afro-centrar mi arte al 100% y contar una historia, como dije antes, como modo de terapia, porque me apetece exorcizar estas cosas que tengo dentro y sobre todo que la gente entienda que estas cosas pasan dentro y fuera de su territorio.

Hay una manía en España de decir que el Circo es algo inocuo, naif, pero, en verdad, fue uno de los instrumentos más utilizados por la colonización para deshumanizar a las personas de raza negra y a los indígenas

En el show utilizo la metáfora de un pájaro para contar mi historia como persona negra por el mundo, pero principalmente mi etapa en Europa, donde tengo que perder mi identidad para poder encajar y que sean inclusivos conmigo en este sistema.

En ella cuento episodios que he vivido aquí en España y Europa, como mi encierro en el CIE (Centro de Internamiento de Extranjeros) de Aluche y otros episodios.

La música es toda en directo, tres músicos y yo. Yo toco tres instrumentos, la trompeta, el birimbao y la caracola marina. Al final se escucha la canción de Nina Simone llamada también “Blackbird” y en la que lanza una pregunta constante: “¿Por qué quieres volar?” Esto es lo que intento responder: por qué quiero volar yo, por qué tengo que volar y por qué la gente me corta las alas.

La estética sonora y visual es afro 100% y me parece esencial ponerlo en escena y en valor en el mundo del Circo, donde no se dan tanto este tipo de espectáculos. Hay mucha acrobacia y es muy entretenido. La gente va a escuchar y ver una historia intensa que estoy seguro le va a sorprender y gustar.

Me encantaría que la comunidad afrodescendiente me apoyase en ese estreno en Madrid el día 18, ya que será para mi muy especial.

Además de la capoeira y el breakdance, luego empiezas con la acrobacia aérea. ¿Cómo empiezas con eso, qué dificultades tiene y qué se puede expresar?
Empecé en el Circo a los 23 años trabajando en una compañía en la que había un dúo de cintas aéreas, que es mi especialidad hoy en día. Este dúo eran Miguel Ángel y Gema García , que son grandes amigos. Yo llegaba como 2 horas antes a entrenar todos los días, le pedía prestadas a Miguel Ángel las cintas y me las prestaba, porque es muy buena persona. Es algo que no suele hacerse, los aparatos aéreos no se prestan ni se dejan a nadie por seguridad. Aunque él lo hacía también porque se fiaba de mí.

Mi sueño siempre fue ser artista de Circo. Pero, ¿qué pasa? Volvemos a lo de antes. Es una cuestión de clase, de soporte, de dinero y de papeles. De los 20 a los 24 es la edad ideal para entrar en la Escuela de Circo. Conocí a unos muy buenos colegas que se iban al casting a la Escuela de Bruselas. Por ese entonces yo ni siquiera tenía papeles en España, así que no podía moverme del Estado español.

Hasta los 23 o así solo hacía break, porque hasta que conseguí los papeles, me estabilicé un poco y conseguí arrancar mi carrera como bailarín y acróbata de suelo… Yo en esa época ya hacia contorsionismo. En realidad, el estilo breakdance que hago se llama breakdance abstracto y mezcla el break con movimientos de contorsión y cosas de especialista de cine. Es bastante “raruno”, de hecho, es un estilo de personas bien freak, que se queda ahí en la esquina pensando cómo contorsionarse más. Pero, bueno, me gustaba y me gusta hasta hoy. Le he dedicado horas, ¡cómo para no gustarme!

¿Y una vez ya en la primera compañía sigues con el Circo?
Sí, en esa compañía, en la que mis compañeros me dejaban los aparatos, me propuse subir de nivel en un año y sacar un número para trabajar como artista circense 100% y no como bailarín acróbata. Me atraía este mundo por la libertad de creación y porque, en mi caso, me veía con más capacidad de innovar en el Circo que en la danza.

A los dos años me invitaron a París, al mayor Festival de Circo del Mundo, el 38 Festival Mondial Du Cirque de Demain. Eso fue un antes y un después en mi carrera, empecé a viajar por el mundo y a conocer también cómo funciona el sistema circense y los conceptos del Circo porque yo nunca he tenido profesor.

¿O sea, que eres autodidacta?
Sí, autodidacta total. Pero también el concepto autodidacta es un poco tramposo, porque da la impresión que uno puede todo solo y, en realidad, yo pude todo en comunidad. Porque mi compañero me enseñó a hacer muchas cosas, pero no era una clase en sí, no era una escuela.

Pero también aprendí que a través del desconocimiento se puede entender mucho un elemento circense. Si nadie te dice cómo funciona una silla, no tienes por qué sentarte al modo clásico, simplemente sentándote sobre los glúteos, puedes también poner los pies y sentarte sobre el reposa-espaldas.

Y esa es la cuestión con el Circo, cuando llegué a los Festivales y al circuito circense descubrí que había una estética, la europea y eurocentrada.

¿Y cómo sería esa estética y esa idea, entiendo que de dominio dentro del Circo y la Danza?
Primero de todo, que visibilizan mucho a las personas que salen de las escuelas y las escuelas forman personas que reproducen la estética del ballet y de la gimnasia, que son dos artes europeas.

Hay que recordar siempre que lo clásico puede ser afro o hindú o nativo, que son conceptos que la gente no tiene muy claro. Y, claro, ellos reproducen lo que les dicen que es lo bonito y lo elegante, que viene desde ese punto de partida.

En mi caso, yo reproducía lo que a mí me parecía coherente con lo que era elegante y bonito, que es lo que aprendí desde la diáspora. Desde la capoeira, aprendí que lo bonito y lo elegante está, pero siempre con la ginga, que es ese movimiento corpóreo de levedad, el que se hace en capoeira antes de cualquier golpe. Es parte del engaño, de la estrategia bélica, enseñas a tu oponente, como que eres más pequeño, incluso muchas veces agachándote.

La capoeira surgió de guerra de guerrillas y de la resistencia afro-brasileña al sistema supremacista blanco. Obviamente, íbamos en desventaja armamentística, pero con mucho ingenio africano.

Pero, entonces en la capoeira hay que irse engañando, ¿ese es el juego?

A ver, la malicia… De hecho, utilizamos la palabra malicia en un sentido positivo. Hay muchos movimientos en la capoeira en los que tú haces como que estás borracho y se desequilibra, para lanzar un golpe. Otras veces estás a ras de suelo, haciendo una figura y el oponente no lo entiende, entonces, desde ahí, desde abajo, surgen los golpes. Ten en cuenta que la capoeira surgió de guerra de guerrillas y de la resistencia afro-brasileña al sistema supremacista blanco. Obviamente, íbamos en desventaja armamentística, pero con mucho ingenio africano.

Tu tipo de danza es muy conceptual, para mí. ¿Qué hay debajo de todo, qué es lo que intentas decir?
Básicamente lo que quiero es afro centrar mi arte. No hay mucho más. Pero claro, al afro centrar algo, el discurso tiene que cambiar.

Soy una persona negra, nacida y crecida en Brasil que tuvo que emigrar para sobrevivir literalmente y no tan literalmente, en el sentido laboral y físico también. Y, llegando aquí, ves que la estructura es la misma. Entonces tengo que hablar de otras cosas. El fondo de mi arte es afro centrar no solo la estética, sino a nivel discursivo. Ese es el camino que yo sigo. Sinceramente, no sé si lo estoy haciendo bien o mal, pero hago lo mejor que puedo para visibilizar nuestras luchas. A mí me metieron en un CIE (Centro de Internamiento de Extranjeros) a los 19 años y eso te marca para el resto de la vida. Fue en el CIE de Aluche en Madrid, te encarcelan, te quitan tu libertad, te llaman ilegal... Que tú respires sobre un territorio lo llaman ilegal.

Volviendo a la acrobacia aérea y la danza aérea, me parecen de las cosas más bellas que he visto. ¿Qué se puede expresar con ellas?
La acrobacia tiene algo como muy visceral y hace que el público empatice contigo sí o sí. Es eso lo que diferencia el Circo de otras artes en movimiento, porque el Circo te crea una tensión corporal al ver al artista y empiezas a sentirte en el lugar del artista. No es normal que alguien esté 10 metros colgado de un brazo y tú no sientas nada, es algo muy básico de instinto. Ahí ya tienes medio trabajo hecho, porque la gente ya está contigo, ya está allí, ya está mirando. Cuando contorsionas un hombro, sabes que lo están sintiendo, que están contigo y es ahí donde entra la magia del Circo, que es muy fuerte. Para mí es una cuestión de espíritu, la gente te ve como una criatura viviente. Eso es lo que me llama en este arte.

¿Dónde estaría la magia que tiene el Circo, como acabas de decir?
Es una cuestión difícil para mí como persona afrodescendiente porque el Circo tiene un papel también en deshumanizar, pero yo en mis obras hago el camino inverso e intento que la gente me vea más humano todavía, intento incluso súper-humanizarme.

La gente siente tu dolor, siente dónde estás, siente la tensión de los músculos de uno cuando está allí, a una altura de vértigo. Siente todo eso y ahí reside la magia,  en crear estos ambientes donde uno puede ver a alguien volar. Especialmente para los niños pequeños, que lo viven de verdad.

También creo que es esencial para generar un cambio a nivel social que la gente entienda que el arte es un arma política y la imaginación es un arma política también muy potente. El mero hecho de la utopía, imaginar una cosa que todavía no existe, saber que hay un sistema que me oprime y que no me va a dejar avanzar mucho, pero contra el que yo sigo luchando.

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