Elecciones
Lo verde ya no cotiza al alza: la difícil campaña en Europa para los ecologistas

Solo han pasado cinco años, pero la sensación es como si hubiese sido una década. La campaña de las elecciones europeas de este domingo se ha visto marcada por un cambio en la percepción de la ecología y los partidos verdes podrían ser los grandes damnificados en el nuevo Parlamento Europeo. Los sondeos pronostican que la familia ecologista perdería hasta un tercio de los 74 escaños conseguidos en 2019. Catapultados por la oleada de protestas de los jóvenes por el clima, los verdes lograron entonces su mejor resultado en la Eurocámara. Pero ahora se enfrentan a una tendencia opuesta con el auge de los discursos hostiles a la lucha contra el cambio climático, promovidos tanto por la ultraderecha como la derecha clásica.
Francia, Alemania, Austria, Irlanda, Países Bajos… Es larga la lista de los países en que las formaciones ecologistas perderán apoyo electoral, según los estudios de opinión, que se deben coger con pinzas. Las últimas proyecciones apuntan que obtendrán entre 41 y 55 eurodiputados. Pasarán de representar el cuarto al sexto grupo de la Eurocámara, viéndose superado por los ultraderechistas de los Conservadores y Reformistas (Meloni, Vox…) e Identidad y Democracia (Le Pen, Salvini…). Todo un símbolo de la derechización de una Europa que parece cambiar su barniz verde por el pardo.
Curiosamente, esta ofensiva contra la ecología tiene lugar tras unos últimos años en que resultaron palpables las consecuencias del calentamiento global
“Ha sido una campaña bastante difícil”, reconoce Nassim Sidhoum, de 28 años y militante de Los Ecologistas —nuevo nombre de los verdes franceses—, en declaraciones a El Salto. “Mientras que en 2019 los comicios tuvieron lugar en medio de las movilizaciones de los jóvenes por el clima, ahora la campaña se vio marcada por las protestas de los campesinos. Estamos en una secuencia social distinta. Ha cambiado la presencia en la sociedad de la problemática medioambiental”, explica el politólogo Simon Persico, profesor en Sciences Po Grenoble y miembro del laboratorio Pacte. El debate sobre el cambio climático ha perdido en virginidad y se ha vuelto más divisivo, lo que lastra a los partidos verdes.
De cuarta a sexta fuerza en la Eurocámara
Tras haber dado la sorpresa en 2019 con más del 13% de los votos y haber quedado terceros, solo superados por la lista lepenista y la macronista, los verdes franceses cuentan ahora con unas intenciones de voto de entre el 7% y el 5%. Es decir, se encuentran en el umbral que en el caso de Francia (5%) permite obtener representación en la Eurocámara. Los últimos sondeos apuntan que bajarán de 13 a seis escaños. Pero si se quedan fuera del Parlamento Europeo, eso supondría un duro golpe para una formación que históricamente fue la segunda delegación nacional del grupo verde (solo por detrás de los alemanes) y que solía obtener sus mejores resultados en las europeas.
Los Ecologistas sufren “por el hecho de haber elegido a una cabeza de lista poco conocida”, recuerda Persico. Su candidata, Marie Toussaint, es una abogada implicada en la denuncia del Estado francés por inacción climática y con experiencia en el Parlamento Europeo, pero su falta de carisma la ha relegado a un papel secundario. Ella se ha visto eclipsada por el socialista Raphaël Glucksmann —el mejor posicionado (14-12%) entre los diferentes aspirantes de la gauche y que ha hecho una OPA sobre el electorado verde— y, en menor medida, por la insumisa Manon Aubry (9-7%).
“La ultraderecha europea defiende posiciones cada vez más antiecologistas como sucedió en Estados Unidos con Donald Trump”, afirma Persico
A eso se le ha sumado una posición a medias tintas respecto a las guerras de Ucrania y Gaza, que oscila entre el atlantismo y el pacifismo. Además de factores específicos del caso galo, las dificultades de las formaciones ecologistas se deben a otros puntos estructurales que se reproducen en buena parte de Europa. Así sucede con la creciente hostilidad por parte de la ultraderecha y la derecha mainstream con las políticas para hacer frente a la urgencia climática.
Un nuevo climatoescepticismo más sofisticado
La CDU ha concentrado buena parte de sus críticas contra los verdes alemanes. Los Grünen sufrirán, probablemente, el desgaste de formar parte del impopular Ejecutivo de coalición de Olaf Scholz. Según los sondeos, bajarán del 20,5% obtenido en 2019 —su mejor resultado en la historia del partido— a un 15%. Los ecologistas experimentarán un declive parecido en Austria e Irlanda, donde ejercen como socios minoritarios del Gobierno. Pero también retrocederán en Países Bajos, a pesar de que allí están en la oposición. Con la victoria del populista movimiento agrario BBB en las elecciones regionales del año pasado, la política neerlandesa se convirtió en un laboratorio de un nuevo climatoescepticismo que ha influido en el resto de las derechas continentales.
“La ultraderecha europea defiende posiciones cada vez más antiecologistas como sucedió en Estados Unidos con Donald Trump”, afirma Persico, especialista sobre la ecología política. Esta hostilidad no se trata del clásico climatoescepticismo, ya que no cuestiona la existencia del cambio climático. Es, en realidad, un discurso más sofisticado basado en los miedos, el impacto económico y los cambios en la vida cotidiana que conllevan las políticas medioambientales.
“Hasta el 70% de los menores de 34 años podrían abstenerse en Francia en estas europeas”, recuerda Boy
“Cada vez más dirigentes de la derecha moderada, como el ex primer ministro francés Édouard Phillippe o el exministro Laurent Wauquiez, ponen en duda cuestiones que hasta hace poco eran consensuales, como la prohibición de la artificialización de los suelos”, recuerda el politólogo de Sciences Po Grenoble. Según Persico, esto refleja que “cada vez más intereses económicos, y de manera más inmediata, se ven cuestionados” por las políticas verdes.
Curiosamente, esta ofensiva contra la ecología tiene lugar tras unos últimos años en que resultaron palpables las consecuencias del calentamiento global. Sequías, inundaciones, grandes incendios… Los informativos se llenaron de imágenes de fenómenos meteorológicos extremos que ya no se producen a miles de kilómetros de distancia, sino en el mismo suelo europeo. “Cuando una parte de la ciudadanía se ha encontrado al borde del abismo, en lugar de cambiar su manera de consumir, ha decidido dar un paso atrás”, lamenta el politólogo Daniel Boy, profesor emérito en Sciences Po París.
La generación climática “se ha dispersado”
Según este experto en los partidos ecologistas, el Green Deal (Pacto Verde Europeo) podría ser el gran sacrificado en el nuevo mandato europeo: “A pesar de haber supuesto un avance, ya se ha visto modificado”. Ante la oleada de protestas de agricultores a principios de año, y la traducción simplista —focalizada en las normas medioambientales— que hicieron de sus heterogéneas demandas algunos responsables de sindicatos agropecuarios, la Comisión Europea cedió respecto algunos de los pocos avances en materia de agricultura biológica. Y suprimió la obligación de dejar una parte de las tierras en barbecho.
Esta tendencia podría acentuarse en un Parlamento Europeo en que la ultraderecha no solo contará con más escaños, sino quizás con más peso en la política de pactos. “La alianza entre la derecha y la extrema derecha representa una amenaza para la ecología”, advierte la socióloga Nonna Mayer en una entrevista para el digital Reporterre. Tanto los conservadores como los ultras coincidieron en los últimos años en el léxico utilizado para demonizar a los militantes verdes. Francia ha sido un ejemplo paradigmático de ello. Por ejemplo, con el primer ministro, Gabriel Attal, hablando a menudo de una “ecología punitiva” o el ministro del Interior, Gerald Darmanin, que tachó de “ecoterroristas” a los integrantes de los Sublevamientos de la Tierra.
“La transformación del movimiento climático, de una movilización festiva a otra de más radical, ha comportado una mala prensa”, afirma Persico. Hace cinco años, las protestas de los jóvenes se beneficiaron de una cobertura mediática benevolente. Los medios mainstream exaltaron a Greta Thunberg y la convirtieron en una figura mundial. Pero la misma Greta y la mayoría de esos manifestantes se dieron cuenta de los límites de esas protestas, aplaudidas por la misma clase dirigente que apostaba por la inacción climática. Desde entonces, algunos de esos jóvenes adoptaron posiciones más radicales y anticapitalistas, mientras que otros cayeron en la resignación: “Hasta el 70% de los menores de 34 años podrían abstenerse en Francia en estas europeas”, recuerda Boy.
“Los partidos verdes no han sido los grandes beneficiados de la generación climática, ya que ese movimiento se dispersó”, reconoce Sidhoum. Estos últimos cinco años han evidenciado los límites de estas formaciones, que se han visto lastradas por una visión naíf de los cambios sociales —como si la concienciación fuera suficiente para lograr transformaciones estructurales— y por la falta de apoyo entre las categorías populares. Deberán reinventarse si quieren resistir a la ofensiva climatoescéptica de la derecha.
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