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Feminismos
Una poeta lesbiana traduce a Audre Lorde
He recurrido a Audre Lorde en muchos momentos de mi vida, una vida de mujer lesbiana, desde que antes de cumplir los veinte descubriera el feminismo a través de la biblioteca de la universidad. Las referencias en un ensayo me llevaban a otro, hasta que en algún momento aterricé en los claros del bosque —la alusión al monumento filosófico-poético de María Zambrano es intencionada, fue ella quien escribió que “la palabra de la poesía temblará siempre sobre el silencio y sólo la órbita de un ritmo podrá sostenerla”, y siento que sus libros, tan distintos, dialogan de una forma apasionante— de esta escritora y activista de Harlem cuyos textos encuerpó en vida, cuya piel Negra recubría cada una de las palabras que pronunciaba en sus conferencias y clases, recitaba en su poesía y recogía, inmortales, en libros como el que he tenido la suerte de traducir, Hermana otra.
Una vez más me veo interpelada por este inmenso libro en el momento concreto de mi vida en el que me hallo, como poeta y madre lesbiana, visible, activista, de cuerpo no normativo, profesora, hija
Lorde recopiló en Hermana otra las conferencias y otros artículos fechados entre 1976 y 1984, es decir, durante su cuadragésima década de vida, la misma en la que me encuentro inmersa yo en estos momentos. A pesar de la diferencia de nuestras “cadenas”, como la autora llama a las intersecciones que nos recorren a cada una de nosotras en el capítulo titulado «Usos de la ira: las mujeres responden al racismo», una vez más me veo interpelada por este inmenso libro en el momento concreto de mi vida en el que me hallo, como poeta y madre lesbiana, visible, activista, de cuerpo no normativo, profesora, hija. Puede que traducir sea la manera más certera de transitar el camino de creación de una autora, y a pesar de que ya no soy una principiante en este oficio alquimista, han sido pocas las veces en que me he conmovido de la forma en que lo he hecho al tratar de arder en mi lengua el fuego de los párrafos escritos por Audre Lorde.
Como poeta que ha lidiado en incontables ocasiones con el síndrome de la impostora, con esa sensación de estar ocupando un espacio que no me corresponde mediante un lenguaje que no es el que nos dicta el canon y unos relatos que hasta ahora no se habían contado, entiendo a través del ensayo «Transformación del silencio en lenguaje y acción» que no contar mis experiencias jamás ha hecho mi vida más cómoda ni más fácil, y que ha sido al publicar mis versos y al recitar muerta de miedo delante de otras que he logrado dejar de mirarme el ombligo y comprender que existe un horizonte y que las mujeres podemos mirar hacia allí juntas siempre y cuando empecemos a narrarnos: “…cada vez que pronunciaba una palabra sincera […] entraba en contacto con otras mujeres con las que escogía las palabras que articularan ese mundo en el que todas creíamos, que tendieran puentes entre nuestras diferencias”.
La palabra de las mujeres siempre ha sido subalterna, aún más la de las racializadas, las trans, las lesbianas, las gordas, las discapacitadas. Cuando se ha pronunciado, se ha clasificado con un baremo distinto que las menosprecia o ridiculiza, como es el caso en España, hasta las revisiones feministas más recientes, de la poeta lesbiana, butch y gorda Gloria Fuertes. La creación de las mujeres se ha visto frenada en su origen, pues cuántas han tenido el tiempo de escribir una novela cuando sus jornadas laborales son incluso triples. De ahí la importancia que otorga Lorde a las formas breves como la poesía, que ya lo dice en el título de su ensayo «La poesía no es un lujo», se trata de “una necesidad vital para nuestra existencia”, pues nos ayuda a inventar las palabras que precisamos con el fin de “levantar los cimientos para un futuro de cambio” y tender “un puente que atraviesa nuestros miedos hacia lo que nunca ha existido antes”. La poesía, nos dice Lorde, no refleja la realidad, sino que la construye. El activismo no sería posible sin poner antes palabras a nuestros sueños. Estamos ante una idea que es un incendio para Lorde: la política es una cosa seria, sí, pero la poética lo es aún más.
Estamos ante una idea que es un incendio para Lorde: la política es una cosa seria, sí, pero la poética lo es aún más
Es importante la palabra “puente” que ya habían incluido Cherríe Moraga y Gloria Anzaldúa en su antología de textos escritos por “mujeres radicales de color”, como dicen en el subtítulo de This Bridge Called My Back, cuya edición en castellano se titula Esta puenta mi espalda y que contiene dos de los ensayos que luego aparecerían en Hermana otra. Porque si una lo piensa bien, el título del libro de Audre Lorde está formado por dos palabras radicalmente opuestas, también en inglés, Sister Outsider. Una hermana es lo familiar, lo cercano, lo similar. Alguien que es la “otra” o una “outsider” es diferente a mí. Pero la paradoja de este título, lo que me hizo optar en esta nueva edición por Hermana otra en lugar de La hermana, la extranjera de esa primera edición de 2003 fue el hecho de que Audre Lorde, y quizá esta sea la idea más importante del libro que nos atañe, considera que nuestras diferencias son catalizador de cambio y puente para hacer un mundo nuevo. Será a través de la poesía que podremos decir quiénes somos y quiénes podemos llegar a ser.
Lorde es sobre todo poeta y la potencia de su poesía reside en que a través de ella nos transmite, a veces poniendo en palabras experiencias que nunca antes habían sido lenguaje, cómo le hacen sentir todas esas intersecciones que conforman su vida. Audre Lorde prioriza los sentimientos, los desgrana antes de que estos pasen por el filtro de la razón, y al hacerlo comete una vez más un acto de osada radicalidad, pues la oscuridad y el misterio son denostados por improductivos en la sociedad racista, capacitista y capitalista que por desgracia habitamos. “El lugar de poder dentro de cada mujer no es blanco ni superficial; es oscuro, es antiguo y es profundo”. Es importante que como mujeres encontremos la forma de acceder y de aprender a movernos en los espacios liminales de la oscuridad, pues lejos de encontrarnos indefensas en ellos, resultan ser “lugares de posibilidad”, campos de entrenamiento para el alma. La llave para acceder al gran misterio oscuro es la poesía.