es Doctor en Filosofía
18 nov 2025 01:02

Hegemonía e imperio

Una nación hegemónica es aquella que impone los intereses de sus élites en la esfera internacional; cuando adquiere enorme extensión se califica de “imperio”. Independientemente de su extensión, las élites hegemónicas persiguen la seguridad de las fronteras, el bienestar de sus gobernados y una concepción particular de lo que constituye una vida adecuada. Así, el expansionismo depende tanto de la capacidad de la infantería y poder naval (armada) como de un proyecto político o modelo de civilización; si ambas bases no se complementan entonces la expansión fracasará. La reflexión se centrará en la historia de las naciones hegemónicas en Occidente, por lo que soslayará a Bizancio, que en buena medida se expandió por Oriente Medio, a la vez que orillará la evolución de los poderes asiáticos, caso de China, el Imperio mogol u otros. En orden cronológico, los imperios enraizados en Europa se centraron en Atenas, Roma, España y el Reino Unido. Fuera de Europa, pero dentro de la órbita occidental, Estados Unidos ha impuesto sus intereses desde la Segunda Guerra Mundial, aunque su influencia ya resultaba indiscutible en 1918, tal como expongo en mi libro … Como un alumbrado general. Modos de producción, familia y sexualidad”.

Los imperios suelen ser deficitarios, tanto en sus ingresos públicos como en la balanza de pagos. El motivo radica en que sus desembolsos resultan muy cuantiosos con el fin de mantener la expansión, sostener a los aliados, obstaculizar las iniciativas de potencias rivales y fomentar su civilización. Cuando el déficit público se desboca entonces el pago de las deudas se demora e, incluso, suspende, lo que obliga a devaluar la moneda e incrementa los precios; esto es, el déficit continuado desencadena una gran inflación que socava la base económica. Paralelamente, la nación importa numerosas materias primas y manufacturas, pero la retribución de los servicios que presta no suele compensar el coste de sus importaciones; el desequilibrio comercial constituye otro motivo de empobrecimiento.

Cada potencia hegemónica mantiene los valores que considera benéficos y una visión civilizatoria por la que sus dirigentes están dispuestos a sacrificar bienes y conciudadanos. En tal sentido, Atenas defendía la isonomía o igualdad ante la ley de aristócratas y plebeyos, lo que asentaba la democracia como sistema de gobierno; la antigua Roma promulgaba una ciudadanía universal que superaba las costumbres arraigadas en las tribus y etnias que conquistaba, a la par que fundaba innumerables ciudades que enraizaban la cultura latina; en la Edad Moderna, España mantuvo el impulso urbanizador y unos valores parecidos a los romanos, aunque sometidos a la teología que dictaba la Escuela de Salamanca; por su parte, en la Edad Contemporánea, tanto Reino Unido como Estados Unidos han defendido la democracia liberal y una prosperidad compartida denominada “American way of life” en el país norteamericano.

Cada potencia hegemónica mantiene unos valores que considera benéficos y una visión civilizatoria por la que sus dirigentes están dispuestos a sacrificar bienes y conciudadanos

Cada potencia hegemónica se apoya en aliados para sostener su proyecto político o el esfuerzo resultaría endeble: Atenas se sostuvo en la Liga de Delos, a la que sin embargo defraudó; Roma pactó con naciones pequeñas, caso de Armenia, así como con ciudades griegas y pueblos germánicos; los aliados de España fueron el norte de Italia y Flandes, zonas muy ricas según los patrones de la época; por su parte, los gobernantes británicos contaron con la lealtad de sus dominios, caso de Canadá, Australia y Nueva Zelanda, así como de Sudáfrica; por último, Estados Unidos se aseguró el apoyo de Japón y Europa occidental desde 1945, que extendió al conjunto de la Unión Europea (UE) a partir de la caída del Muro de Berlín en 1989. 

Entrada 21.3

Imperios y emporios

Al margen de los imperios se encuentran emporios; esto es, territorios pequeños, pero muy ricos, cuya prosperidad depende del comercio. Entre los emporios destacaron Cartago y Corinto en la Edad Antigua; Venecia y Génova durante las edades Media y Moderna; en la Edad Moderna, el mejor ejemplo lo constituye Holanda (Provincias Unidas), aunque Hamburgo también era importante; en la actualidad, Singapur es un ejemplo asiático. Los emporios se sitúan en rutas marítimas, aunque ocupan una superficie reducida porque no utilizan su riqueza para conquistar territorios; con frecuencia están gobernados por oligarquías, bajo forma de senado. Los imperios forman cuerpos de legionarios que defienden la tierra de sus ancestros y actúan con lealtad, pero en un emporio pocos ciudadanos están dispuestos a sacrificar su vida para defender intereses de las élites; por lo tanto, las oligarquías se ven obligadas a gastar una parte de sus riquezas en mercenarios, quienes solo resultan confiables mientras reciban pagas holgadas.

Los emporios se sostienen sobre su potencia naval porque solo combaten para controlar las rutas que les enriquecen. Las tres guerras anglo-neerlandesas del siglo XVII se explican, precisamente, por disputas comerciales en el océano. Cuando los emporios cometen el error de enfrentarse a imperios salen derrotados; tal destino sufrió Corinto al enfrentarse a Atenas, Cartago a Roma, así como Holanda cuando combatió contra el Reino Unido. Francia, pese a las numerosas guerras que ha protagonizado, nunca ha alcanzado el estatus de imperio ni el de emporio, lo que para sus gobernantes constituye un trauma histórico y para sus intelectuales representa un enigma imposible de descifrar; quienes más se esforzaron por conseguir que Francia alcanzara la cima imperial fueron Luis XIV y Napoleón Bonaparte, pero ambos proyectos fracasaron, lo que lastró el desarrollo de la nación gala en las décadas siguientes.

entrada 21.2

La concentración de riqueza en los emporios los convierte en centros financieros; así, la banca en el sentido moderno nació en el norte de Italia. A menudo, el papel político de los emporios consiste en financiar imperios, como hizo Génova con España y Holanda con Reino Unido; se trata de un proceso simbiótico que beneficia tanto a la potencia imperial como a la financiera. Así, Francisco de Quevedo, en su poema Poderoso caballero es Don Dinero, compuesto en la década de 1620, se quejaba de que el oro que llegaba a España desde las Indias “viene a morir en España/y es en Génova enterrado”. El motivo de que el oro terminara en Génova o Flandes se debía a que los empréstitos extranjeros impulsaban la explotación de las minas americanas, lo que explica el afán de oro de unos conquistadores que se habían endeudado para realizar su empresa; con el fin de evitar que los intereses desorbitaran las deudas, los conquistadores intentaban saldarlas en breve plazo. Ahora bien, cuando el déficit se mantiene con aliados, como los genoveses en relación con España, el problema resulta llevadero; para la Monarquía hispánica era peor contraer deudas con adversarios ingleses y neerlandeses. Actualmente, Estados Unidos sufre esta contrariedad en su comercio con China.

Muy pocos ciudadanos de un emporio están dispuestos a sacrificar su vida para defender intereses que solo benefician a las élites; por lo tanto, las oligarquías se ven obligadas a gastar una parte de sus riquezas en mercenarios, quienes resultan confiables mientras reciban una paga holgada

La hegemonía estadounidense se debilita

En coherencia con lo que se acaba de exponer, Estados Unidos lleva décadas de déficit comercial, tanto con aliados (Europa occidental, Japón) como con potencias que cuestionan su hegemonía, caso de China. Aunque los déficits comerciales reducen paulatinamente el bienestar, las potencias hegemónicas los toleran para asegurar la fidelidad de sus aliados y mantener un proyecto político. No obstante, tales déficits terminan por colapsar su liderazgo. Quizás por ello, el actual Presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, en su segundo mandato ha impuesto elevados aranceles con el fin de reducir el desequilibrio comercial que sufre su país. Los ha decidido, no pactado, lo que abre una vía de conflictos comerciales que irán de la mano de otros problemas y encontronazos políticos con sus socios.

En tal línea, el Presidente Trump ha exigido que los gobiernos europeos incrementen el gasto militar en la confianza en que tal medida redundará en la compra de armas estadounidenses; también ha exigido que las empresas europeas importen más hidrocarburos de su país. No obstante, los gobiernos europeos no pueden imponer la compra de determinados bienes a empresas privadas; paralelamente, los europeos se esfuerzan por reducir el uso de combustibles fósiles y reemplazarlos por energías renovables, tanto para mejorar su balanza comercial como con el fin de disminuir la contaminación atmosférica. Por lo tanto, la exigencia de Trump les irrita doblemente.

Estados Unidos lleva décadas de déficit comercial, tanto con aliados (Europa occidental, Japón) como con potencias que cuestionan su hegemonía, caso de China; además, la gran nación asiática también reniega del uso del dólar estadounidense en las transacciones     

Instituciones económicas tan relevantes como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial tienen su sede en la capital estadounidense, Washington D.C. Ambas instituciones fueron herramientas de Estados Unidos para impulsar la globalización económica a partir de la caída del Muro de Berlín. Tres décadas y media después, Trump ha cambiado las tornas en la convicción de que el proceso globalizador ha perjudicado a su país. Ciertamente, la globalización se puede revertir y las autoridades económicas están capacitadas para exigir el pago de aranceles, pero tales decisiones no pueden tomarse de manera abrupta y unilateral, como ha hecho Trump; en consecuencia, Estados Unidos se verá perjudicado paulatinamente. Si los daños no resultan todavía ostensibles, el motivo se debe a que las empresas estadounidenses están invirtiendo masivamente en Inteligencia Artificial (IA), lo que compensa la inactividad de otros sectores.

Contra la convicción de Trump, no resulta evidente que sus aranceles impulsen la actividad manufacturera de Estados Unidos, ni reduzcan los déficits. El motivo para el escepticismo se basa en que las empresas extranjeras buscarán la manera de evitar el pago de aranceles, o al menos reducirlos; no obstante, si su intento fracasa entonces la inflación se elevará, lo que a su vez incrementará los costes de producción de la economía estadounidense y dañará su capacidad exportadora. El déficit público tampoco se reducirá porque los aranceles van acompañados de una gran rebaja fiscal que ahonda el previo agujero presupuestario. Lo único seguro es que actualmente las autoridades de Washington se encuentran más aisladas en la esfera internacional que en 2024, lo que debilita su hegemonía, a la vez que alienta el intento chino por reemplazarla e incrementa la incertidumbre global; en este sentido, el estatus de Taiwán resulta especialmente problemático: ¿es una provincia china o un país independiente?     

Ciertamente, la globalización se puede revertir y las autoridades económicas están capacitadas para exigir el pago de aranceles, pero tales decisiones no pueden tomarse de manera abrupta y unilateral, como ha hecho Trump; en consecuencia, Estados Unidos se verá perjudicado a medida que avance su presidencia.

Explicación: la lucha de clases se recrudece

Las medidas del actual Presidente de Estados Unidos responden a un proceso de negación de la realidad similar al que llevó a los británicos a preferir la salida de su país de la Unión Europea (Brexit) en el referéndum celebrado en junio de 2016: la ciudadanía de otros países preveía que el Brexit perjudicaría a los británicos, como en efecto ha sucedido, pero una mayoría de votantes no comprendió los inconvenientes que ocasionaría la salida del Reino Unido de la UE. ¿Entonces cómo se explica el Brexit y el voto por Donald Trump en las elecciones del 6 de noviembre de 2024? Para responder a la pregunta se dejarán de lado ciertas particularidades, como el hecho de que los británicos son educados en una visión gloriosa de su pasado, por lo que para ellos constituye una concesión formar parte del club comunitario (UE). En Estados Unidos cuenta la premura y escasa reflexión que mostraron los dirigentes del Partido Demócrata cuando eligieron candidatos para competir con Trump; tales factores influyeron en los resultados, pero no los determinaron.

Al orillar tales contingencias, la principal explicación del Brexit y de la elección de Trump radica en la lucha de clases en ambos países; algo parecido apuntaba el multimillonario Warren Buffet en 2011. Así, los defensores del Brexit exigían que el Reino Unido redujera su contribución al presupuesto comunitario, al tiempo que la capital europea (Bruselas) renunciaba a inmiscuirse en asuntos que afectaban la cotidianidad británica. Por su parte, el Partido Republicano (PR) que propuso a Trump como candidato a la presidencia de Estados Unidos reclamaba una disminución de impuestos y del papel del estado en sectores que se abrirían más a la iniciativa privada; en particular la educación y la sanidad. La agenda del PR fue apoyada por grandes empresas estadounidenses, como Facebook, Amazon, Apple y X (antes Twitter), quienes deseaban incrementar sus recursos para gratificar a los accionistas, aumentar una cuota de mercado ya amplia e impedir la aparición de competidores.

Resulta destacable que una empresa consigue beneficios cuando domina un gran campo de actividad o su presencia resulta fundamental para un territorio, en cuyo caso es apoyada por las autoridades locales; por lo tanto, además de ganar dinero, la meta empresarial consiste en ampliar la cuota de mercado. Los ejemplos de grandes compañías que se debilitaron al perder tal cuota abundan; solo por mencionar dos casos estadounidenses: en la actualidad, Ford y General Motors no son ni la mitad de importantes de lo que eran en las décadas de 1960 y 1979 a consecuencia de la exitosa competencia de marcas europeas de vehículos a motor (Mercedes, BMW) y japonesas (Toyota, Nissan); a estas empresas ahora se suman otras firmas chinas, en especial las que fabrican automóviles eléctricos. No obstante, en el hecho también influye que actualmente la industria del motor no es la principal fuente de acumulación de capital.  

Para concluir: la unilateralidad de las actuales relaciones de Estados Unidos con sus aliados conllevará que estos reduzcan las ventajas de que disfrutan las empresas estadounidenses en su suelo, al tiempo que cuestionan las iniciativas emanadas de Washington. A su vez, tal actitud debilitará la hegemonía estadounidense e impulsará una lucha de clases que en su territorio ya es aguda, como muestra el elevado porcentaje de asesinatos, así como de ciudadanos en prisión por cada 100.000 habitantes. Mientras tanto, la desigualdad de ingresos se incrementa en todo Occidente y enturbia el futuro; en Reino Unido y Estados Unidos, la divergencia crece de manera acusada y acusadora. El actual ciclo capitalista ha reducido la pobreza en el conjunto de Asia, pero eso no alivia la situación de las clases trabajadoras occidentales, ni aminora su malestar.

Sobre este blog
El León dormido... despierta es un blog de temas de historia y memoria especialmente enfocado a la recuperación de la categoría de pueblo en la historia contemporánea del Estado español, su ausencia en la cultura de la democracia y el esbozo de una alternativa a la Gran narrativa de la modernidad española.
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