Pensamiento
Einstein, Arendt y Freud, del apoyo al sionismo a denunciarlo por fascista

El sionismo ha reivindicado muchas veces haber contado desde su origen con el apoyo de renombrados personajes públicos internacionales de origen judío, y entre ellos no podían faltar ni Albert Einstein, Hannah Arendt o Sigmund Freud, ocultando una parte de la historia, el desengaño que ellos experimentaron pronto, al comprobar el carácter xenófobo y extremadamente violento de esa corriente del judaísmo.
Albert Einstein (1879–1955), alemán de origen judío, Premio Nobel de Física 1921, se entusiasmó en los años 20 y 30 del siglo pasado con el proyecto judío de crear un hogar en Palestina tras ver el avance imparable del antisemitismo en su país y en Europa, pero creía ver en el sionismo algo muy distinto a lo que realmente fue. Decía en 1931, en Mi visión del mundo, una recopilación de artículos: “Nuestro objetivo no es la creación de una comunidad política, sino que conforme a la tradición del judaísmo, es una meta cultural en el sentido más amplio de la palabra. Para lograrlo debemos resolver con nobleza, abierta y dignamente, el problema de la convivencia con el pueblo hermano de los árabes (…) Especial atención merecen nuestras relaciones con el pueblo árabe. Fomentándolas podremos evitar en el futuro la formación de tensiones peligrosas, que podrán ser utilizadas para provocar ataques de nuestros enemigos”.
En 1932 el científico se fue a vivir a Estados Unidos, un año antes de que Adolf Hitler llegara al poder en Alemania. En otra de sus intervenciones sobre el sionismo, en 1938, Einstein dejaba clara su posición en contra de la formación de un estado judío con fronteras y ejército: “Dejando a un lado las consideraciones prácticas, mi concepción de la naturaleza esencial del judaísmo se opone a la idea de un estado judío con fronteras, ejército y un grado de poder temporal, por modesto que fuera. Estoy espantado al pensar en el daño interno que sufrirá el judaísmo, sobre todo por el desarrollo de un nacionalismo estrecho en el interior de nuestras propias filas, contra el cual hemos estado siempre obligados a luchar enérgicamente, aun sin un estado judío”.
La postura de Einstein fue aun mucho más crítica con el sionismo al comprobar el auge que iban teniendo las organizaciones terroristas judías, que tanto atacaban a la población autóctona árabe como a las fuerzas del Mandato Británico que controlaban todavía en la década de los 40 el territorio de la Palestina histórica, e incluso a sectores de la comunidad judía que no compartía sus ideas.
El 22 de Julio de 1946 comandos paramilitares sionistas del Irgún Tzvaí Leumí, del Lehi y de la Haganá, atacaron el Hotel King David, en Jerusalén, sede entonces de la Comandancia Militar del Mandato Británico de Palestina y de la División de Investigación Criminal, matando a 91 británicos.
¿La razón? Que el Gobierno británico del conservador Venille Chamberlain había aprobado un Libro Blanco preparando el proceso de independencia de Palestina, en el cual se proponía que como paso previo a ella se incorporaran al propio gobierno del Mandato Británico representantes judíos y palestinos. Se planteaba esa fórmula como una experiencia para que en el nuevo estado que se creara pudieran convivir ambos pueblos.
Para facilitar ese plan el Libro Blanco planteaba también que se fijara un límite a la inmigración judía en Palestina para que esta no supusiera más que un tercio de la población local total, a menos que los propios habitantes árabes lo consintieran expresamente. Pero el sionismo no podía consentir un cambio tan brusco de la postura británica y del espíritu colonialista de la Declaración Balfour de 1917.
En Abril de 1948, unidades del Irgún Tzvaí Leumí y de Lehi cometían otra matanza, esta vez en la aldea palestina de Deir Yassim asesinando a 120 personas. Einstein quedó conmocionado al conocer la matanza, y el 9 de Abril escribió una carta a Shepard Rifkin, director de la organización estadounidense Amigos americanos de los combatientes por la libertad de Israel, quien le había pedido que se manifestara públicamente a favor del sionismo y de la creación del Estado de Israel: “Estimado señor: Cuando nos sobrevenga una catástrofe real y definitiva en Palestina, los primeros responsables de ella serán los británicos y los segundos responsables serán las organizaciones terroristas creadas dentro de nuestras propias filas. No quisiera ver a nadie asociado con esa gente descarriada y criminal”.
El 14 de mayo de 1948, las fuerzas judías, con consentimiento de Naciones Unidas, declaraban en Tel Aviv la creación de un nuevo estado al que llamaron Israel, apoderándose no del 56 % del territorio de Palestina
Un mes más tarde, el 14 de mayo de 1948, las fuerzas judías, con consentimiento de Naciones Unidas, declaraban en Tel Aviv la creación de un nuevo estado al que llamaron Israel, apoderándose no del 56 % del territorio de Palestina tal como estaba previsto inicialmente sino del 77 por ciento. David Ben-Gurion, de origen polaco y presidente de la Agencia Judía, fue nombrado primer ministro y se convirtió en el artífice de la expulsión de Palestina por la fuerza de 750.000 palestinos, éxodo conocido como la Nakba (desastre en árabe).
Una de las primeras medidas de Ben-Gurion fue la creación de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI, o Tzáhal, su acrónimo en hebreo). El núcleo central con el que se puso en marcha la FDI —una de las instituciones más respetadas por la población israelí y ejecutora del actual genocidio en Gaza—fue la propia estructura y militancia de la Haganá y otras organizaciones terroristas sionistas.
Arendt, la activista sionista que cambió de opinión
Hannah Arendt también fue inicialmente una entusiasta activista del movimiento sionista, primero en su país natal, en Alemania, en los años 20 e inicios de los 30, y a partir de 1937 en Estados Unidos, país en el que se refugió huyendo del nazismo.
Al igual que Einstein ella era una fervorosa partidaria de que se creara un lugar en Palestina para los judíos, pero no a costa del desalojo de los palestinos, y criticaba también que el movimiento sionista se olvidara del resto de judíos de la diáspora, de judíos como ella o Einstein que vivían en otros países y no querían vivir en Palestina.
Los registros de la emigración judía hacia Palestina antes de la creación del Estado de Israel muestran que de los cerca de 40.000 que migraron entre 1904 y 1914 más del 80 por ciento decidió no quedarse finalmente. El destino preferido era mayoritariamente Estados Unidos.
Arent creó en EE UU el Grupo Joven Judío en 1942 en un intento por ampliar el debate interno dentro del movimiento sionista. Ella criticaba que el movimiento dependiera tanto de banqueros como los Rothschild y otros magnates. Sostenía que esa dependencia era su “segunda opresión”.
Hannah Arent se distanciaba de los que mantenían una creencia bíblica, la que el pueblo judío era el “pueblo elegido”, con la que se justificaba todo
Hannah Arent se distanciaba de los que mantenían una creencia bíblica, la que el pueblo judío era el “pueblo elegido”, con la que se justificaba todo. Sus diferencias con el proyecto sionista se acentuaron tras comprobar que las tesis del sionismo más extremista y chauvinista se imponían en la Conferencia Baltimore de ese año.
En escritos como La crisis del sionismo que publicó ese año y en trabajos posteriores Arendt se distanciaba cada vez más de aquellos que ya no hablaban de un ‘hogar judío’ sino de un ‘Estado judío’ y mostró su preocupación por el desprecio con el que se hablaba de la población originaria palestina con la que no se contaba en ningún plan.
Su escrito Sionismo reconsiderado provocaría una gran polémica en el seno del movimiento sionista. En él denunciaba al “nacionalismo radical”: “El movimiento nacional judío social–revolucionario acabó como la mayoría de los movimientos de este tipo: dando su más firme apoyo no ya a reivindicaciones nacionales, sino a reivindicaciones chauvinistas que en realidad no estaban en contra de los enemigos del pueblo judío, sino de sus amigos potenciales y de sus vecinos reales”.
Ella hablaba así de los árabes, ‘amigos potenciales’, ‘vecinos reales’, e igual que Einstein abogaba por un estado binacional judío–palestino, y en 1951, tres años después de la fundación del Estado de Israel denunciaba frontalmente la expulsión por parte del nuevo estado de cientos de miles de los habitantes originarios de Palestina: “Después de la guerra resultó que la cuestión judía, que había sido considerada la única insoluble, estaba desde luego resuelta, principalmente gracias a un territorio primero colonizado y luego conquistado, pero esto no resolvió el problema de las minorías y de los apátridas. Al contrario, como virtualmente todos los demás acontecimientos de nuestro siglo, la solución de la cuestión judía produjo una nueva categoría de refugiados, los árabes, aumentando por el número de apátridas y fuera de la ley con otras 700.000 u 800.000 personas”.
Hannah Arendt, que tanto había luchado por el sionismo tuvo que soportar agresivas críticas del sionismo radical, que la terminaron acusando de antisemita y hasta de colaboracionista por su libro Eichman en Jerusalén. En ese libro ella hablaba sobre la banalidad del mal, pretendía ir más allá de una condena frontal al Holocausto, intentaba desentrañar la mente de un personaje como el jerarca nazi, cómo se transformaba un ciudadano alemán normal en un monstruo que en su juicio llegó a reivindicar ser un buen funcionario, haber cumplido a rajatabla con las órdenes recibidas. Obediencia debida.
Begin pasó de ser el líder del grupo terrorista sionista más radical a convertirse décadas después en primer ministro de Israel y Premio Nobel de la Paz 1979
Menájem Begin, un prócer para los sionistas, como Ben-Gurion, también nacido en Polonia y líder del Irgún, el grupo terrorista más radical, viajó a Estados Unidos en 1948 tras crearse el artificial estado de Israel siendo recibido con todos los honores por el gobierno del demócrata Harry Truman,
Fue entonces cuando un grupo de 27 destacados intelectuales judíos residentes en Estados Unidos, filósofos, rabinos y científicos, entre los que se encontraban Albert Einstein y Hannah Arendt, enviaron una carta a los editores de The New York Times el 2 de diciembre de ese año, repudiando su visita y el proyecto que representaba. Fue publicada por el diario neoyorkino dos días después: “Uno de los fenómenos políticos más inquietantes de nuestro tiempo es la aparición en el recién creado Estado de Israel, del Tnuat Haherut (Partido de la Libertad), un partido político muy parecido en su organización, métodos, filosofía política y atractivo social a los partidos nazi y fascista. Se formó a partir de los miembros y seguidores del antiguo Irgun Zvaí Leumí, una organización terrorista, derechista y chauvinista de Palestina (…) Es inconcebible que quienes se oponen al fascismo en todo el mundo, si se les informa correctamente sobre el historial político y las perspectivas del Sr. Begin, puedan sumar sus nombres y apoyo al movimiento que representa”.
Importantes intelectuales judíos denunciaron en una carta pública en The New York Times en 1948 el carácter fascista del sionismo radical y la extrema violencia que utilizaban contra palestinos, británicos e incluso contra los judíos que no compartían sus ideas
En la carta, firmada también por otros intelectuales judíos, como Isidore Abramovitz, el rabino Jessurun Cardozo, Sidney Hook, Samuel Shuman, o Irma y Stefan Wolfe, denunciaban la intolerancia de Begin y los grupos terroristas que él representaba, que llegaban a aterrorizar a la propia población judía que no se unía a ellos: “Los profesores fueron golpeados por hablar en su contra y los adultos fueron fusilados por no permitir que sus hijos se unieran a ellos. Mediante métodos de gánsteres, palizas, ruptura de ventanas y robos generalizados, los terroristas intimidaron a la población y le exigieron un fuerte tributo”.
Tras otras consideraciones los intelectuales judíos terminaban así su carta: “Por lo tanto, los abajo firmantes utilizamos este medio para presentar públicamente algunos hechos destacados sobre Begin y su partido, y para instar a todos los interesados a no apoyar esta última manifestación del fascismo”.
Begin crearía en 1973 el partido Tnuat Haherut, liderando el proceso de fusión de este con otras formaciones de la derecha israelí que daría lugar al nacimiento del Likud, el partido que hoy lidera Benjamin Netanyahu y el Gobierno ultraderechista israelí. En 1979 Begin recibía el Premio Nobel de la Paz.
Freud, crítico con el fanatismo sionista
El caso de Sigmund Fred fue distinto al de Einstein o Arendt. El padre del psicoanálisis, austriaco de origen judío pero declaradamente ateo, abordó en Moisés y el monoteísmo en los años 30 el proyecto de crear un ‘hogar judío’ en Palestina preguntándose: “Qué lleva a los judíos a considerarse como ‘el pueblo elegido’? ¿Cuáles son las consecuencias de mantener tal narcisismo?
El 26 de febrero de 1930 Freud escribía una carta al doctor Chaim Koffer , quien, en nombre de la Fundación para la Reinstalación de los Judíos en Palestina le pedía un pronunciamiento a favor del sionismo y de la migración hacia Palestina: “No puedo hacer lo que usted desea. Mi reticencia a interesar al público en mi persona es insalvable y creo que las circunstancias críticas actuales no me incitan para nada a hacerlo (…) Pero, por otro lado, no creo que Palestina pueda algún día ser un Estado judío ni que tanto el mundo cristiano como el mundo islámico puedan un día estar dispuestos a confiar sus lugares santos al cuidado de los judíos”.
El padre del psicoanálisis mostró su recelo sobre el apoyo interesado de magnates judíos a la idea de crear el ‘hogar judío’ en Palestina
Freud mencionaba también en esa carta su rechazo a considerar al Muro de las Lamentaciones como el lugar sagrado más importante para el judaísmo: “No puedo experimentar la menor simpatía por una piedad sionista mal interpretada, que hace de un trozo del muro de Herodes una reliquia nacional y a causa de ella, ofende los sentimientos de los nativos”.
El padre del psicoanálisis, que en muchas ocasiones criticó el nacionalismo y la xenofobia mencionaba también en esa carta su recelo sobre el apoyo interesado de magnates judíos a la idea de crear el ‘hogar judío’ en Palestina: “Me hubiera parecido más prudente una patria judía en un suelo históricamente no cargado; en efecto, sé que, para un propósito tan racional, nunca se hubiera podido suscitar la exaltación de las masas ni la cooperación de los ricos. Concedo también, con pesar que el fanatismo poco realista de nuestros compatriotas tiene su parte de responsabilidad en el despertar del recelo de los árabes”.
En 1939, cuando las organizaciones terroristas sionistas atacaban diariamente las aldeas palestinas advirtió: “La mayor calamidad sería un enfrentamiento permanente con el pueblo árabe”, recordando que “en tiempos pasados ningún pueblo mostró mayor amistad con los judíos que los antepasados de estos árabes”.
Literatura
“El sionismo es evitable”
Ocupación israelí
El genocidio de Gaza supera los 60.000 muertos mientras 320.000 menores están en riesgo de inanición
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