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Lawfare
¡Mi voto vale más que tu toga!
Deberíamos decir ¡basta! Deberíamos salir a la calle a gritar nuestra indignación contra esos hombres de negro que son un partido político sin serlo, que se amparan en palabras vacías de independencia apolítica al tiempo que muestran sin pudor y con chulería tabernaria todas las cartas marcadas que utilizan para robarnos los votos, y eliminar a los políticos que el pueblo eligió.
Ya lo hicieron no hace mucho en Portugal y en España lo intentan ahora con artimañas grotescas y razones “legítimas”. Pero lo peor es que esta caterva de jueces y magistrados prevaricadores se han erigido en los “comisarios del condado” y van por ahí impartiendo su justicia como auténticos pistoleros, con impunidad, jactándose de que nadie les puede detener (véanse los últimos audios del juez Aguirre).
¿Nadie tiene autoridad para coger a este tahur de una oreja y llevarlo hasta la cárcel, que es donde merece estar?
Causa mucha vergüenza que un tipo como Peinado sea capaz de montar una farsa que le lleve hasta el despacho del propio presidente para continuar interpretando allí este espectáculo de la infamia. ¿Nadie tiene autoridad para coger a este tahur de una oreja y llevarlo hasta la cárcel, que es donde merece estar? ¿No tiene un superior que pueda poner fin a sus desmanes? ¿O es que a pesar de todo en la judicatura van a seguir sin pisarse la manguera como buenos bomberos? Porque si nadie lo hace, es que hemos tocado fondo, es que ese estamento está podrido y no tiene ni credibilidad ni ética.
Sigue sorprendiendo, no obstante la actitud timorata del Gobierno que se aviene a repartirse los cargos del CGPJ, pero da igual, el problema es de fondo, es el acceso a la carrera judicial, que está reservado a una élites que conocen los resquicios y vericuetos de la formación para oposiciones y que pueden permitirse vivir sin trabajar los años que sea, preparándose para continuar donde lo dejaron sus padres y abuelos, que forman parte de los reinos de taifas judiciales, que tienen familiares en los tribunales, y provienen de esa casta auto ungida como defensora de los valores patrios. De vez en cuando, se cuela alguien extraño en el redil, pocas veces, no nos engañemos, y parece que el engranaje rechina, es una falsa percepción, ya que los Peinado, Aguirre, García Castellón, Llarena, Marchena y una larga lista que sería excesiva, se encargan de situar las necesidades de la patria en su justo lugar y tomar las medidas pertinentes.
Nos tienen atemorizados, amenazados con cárcel y multas si levantamos la voz, resulta que insultar al presidente del gobierno es gratis, acosar a un vicepresidente es incluso necesario, pero decir lo que es evidente sobre unos delincuentes con toga puede conllevar la ruina.
¡Qué disparate que los jueces elijan a los jueces! En todo caso que los elija el pueblo ya que aspiran a gobernar
Si los jueces eligen a los jueces, que los profesores elijan a los profesores y los médicos a los médicos y los funcionarios a los funcionarios, y ya puestos, los parlamentarios a sus sucesores. ¿No os suena esa cantinela? Claro que como estos servidores de la ley son imparciales y están por encima de partidismos, lo harían con honestidad y escogerían a los más capaces y bla, bla, bla. ¿De verdad alguien se cree que esa patraña tiene algún sentido a la vista de lo que sucede en este país con la justicia? Efectivamente es una opción, otra sería que cada gobierno pusiera sus funcionarios y despidiera a los anteriores, recuperando así la entrañable figura del cesante. ¡Qué disparate! Dirían algunos, pues eso, ¡Qué disparate que los jueces elijan a los jueces! En todo caso que los elija el pueblo ya que aspiran a gobernar.
Los ciudadanos están perdiendo la fe en el sistema, en la justicia ya la perdieron hace tiempo y en la propia democracia, y es comprensible, cuando alguien desde un estamento tan poco democrático como el poder judicial puede trastocar y retorcer la voluntad del pueblo, ¿para qué sirve votar, entonces? No queda mucho tiempo, es imperativo castigar con el peso de la ley a este delincuente que humilla a todo el país, para poder recuperar la credibilidad, para volver a la realidad y abandonar esta farsa que ya dura demasiado.