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Teilhard de Chardin (1881 – 1955) no es un nombre que uno espere ver relacionado con la lucha de clases. Un jesuita y paleontólogo, aparentemente más cercano a la sotana y los laboratorios que a la revolución. Pero dejemos algo claro: no podemos darnos el lujo de ignorar ningún pensamiento que ayude a avanzar nuestra causa. Si nuestro objetivo es construir una sociedad sin clases, debemos ser la vanguardia en todos los frentes, incluido el de la religión, y, si es posible, hacer de su espiritualidad una herramienta revolucionaria. Y eso es lo que Pierre Teilhard de Chardin puede ofrecer. Su visión de una humanidad en evolución hacia una conciencia colectiva y unificada es, sin duda, más útil para nuestra causa que la pasividad reaccionaria que promueve el catolicismo dominante, basado en la culpa, la obediencia y el pecado. Si la religión sigue siendo importante para las masas, no podemos dejar ese terreno en manos de nuestros enemigos.
Pero primero, ¿qué propone exactamente Teilhard? En su obra más conocida, El fenómeno humano, sostiene que la evolución no es solo un proceso biológico, sino también espiritual y social. Según él, la humanidad se mueve hacia un punto final de evolución, lo que él llama el “Punto Omega”, donde toda la especie alcanzaría una especie de conciencia colectiva y unificación espiritual. En este camino, cada individuo es parte de una progresión que va desde la materia inerte hasta la reflexión consciente, y que culminará en un estado de armonía entre todos los seres humanos y el universo. Para Teilhard, lo divino no es un ente estático y lejano, sino una fuerza en constante evolución dentro del propio proceso histórico.
Ahora, desde un punto de vista comunista, ¿por qué nos debería interesar una propuesta que, a simple vista, parece tan ajena a nuestro análisis materialista? Precisamente porque Teilhard no es un pensador estático ni reaccionario. Su idea de evolución no se basa en la espera pasiva de una salvación futura, sino en un progreso colectivo. No habla de almas inmóviles en espera de juicio, sino de seres humanos en proceso de transformación, de perfeccionamiento. Su crítica al individualismo lo acerca a nuestras propias posiciones: para Teilhard, el individualismo es una barrera para el progreso de la humanidad hacia una conciencia global.
Lo que Teilhard nos ofrece es una visión evolutiva que entiende el progreso como un esfuerzo colectivo, un destino común que rechaza el egoísmo y promueve la cooperación
Para nosotros, es una construcción del capitalismo que aliena al ser humano de su comunidad y lo convierte en una herramienta explotada. En ambos casos, la superación del individualismo es la clave para alcanzar una etapa superior en la historia de la humanidad. Lo que Teilhard nos ofrece es una visión evolutiva que entiende el progreso como un esfuerzo colectivo, un destino común que rechaza el egoísmo y promueve la cooperación. Su “Punto Omega” puede ser leído, en cierto modo, como una sociedad sin clases, en la que todos los seres humanos contribuyen al bienestar común y al desarrollo de una conciencia colectiva superior. Claro, la base espiritual de Teilhard no se ajusta a nuestro materialismo dialéctico, pero esa no es razón suficiente para desecharlo. Si nuestro objetivo es construir una hegemonía cultural y atraer a todas las fuerzas posibles a la lucha por la emancipación, debemos ser capaces de aprovechar lo útil de las filosofías que tradicionalmente no nos han sido cercanas.
Además, esta no sería la primera vez que comunistas y sectores religiosos de vanguardia encuentran un terreno común. A lo largo de la historia, ha habido encuentros entre comunistas y sectores religiosos progresistas que encontraron causas compartidas en la lucha contra la opresión. Movimientos como la Teología de la Liberación en América Latina, que combinaba análisis marxista con cristianismo, o la Revolución Sandinista en Nicaragua, en la que líderes religiosos como Ernesto Cardenal se unieron a la causa socialista, son prueba de ello.
Estos ejemplos muestran que cuando la religión abandona la pasividad reaccionaria y se compromete con la lucha de los desposeídos, puede alinearse con nuestra causa
También en África y Sudáfrica, figuras como Desmond Tutu lucharon por la justicia social, a veces aliándose con movimientos de izquierda. Estos ejemplos muestran que cuando la religión abandona la pasividad reaccionaria y se compromete con la lucha de los desposeídos, puede alinearse con nuestra causa. Si en otras ocasiones se ha logrado esa convergencia, ¿por qué no podría ser lo mismo con las ideas de Teilhard?
Debemos observar que hay algo fundamental en la reinterpretación que Teilhard hace de la religión que no podemos dejar pasar. Frente al catolicismo tradicional, que promueve la pasividad, la resignación ante las injusticias y la individualidad obsesionada con el pecado, Teilhard ofrece una espiritualidad activa. Él ve al ser humano como un ente en constante evolución, no como una criatura caída esperando redención. Esta es una versión de la religión que nos es mucho más útil, porque implica una humanidad que no se resigna, que no se queda esperando el paraíso, sino que se mueve, se transforma y lucha por algo más grande. Es una espiritualidad que, bien trabajada, puede ser una aliada en la lucha por el progreso colectivo. Si la Iglesia lo condenó es porque vio en su pensamiento una amenaza a su narrativa tradicional de obediencia y sometimiento. Y si sus ideas representan una amenaza para el poder reaccionario de la Iglesia, ¿por qué no considerarlas como una herramienta para nuestras propias aspiraciones?
Si hay una manera de ofrecer una espiritualidad revolucionaria, que hable de unidad, progreso y colectivismo, ¿por qué no explorarla?
Nosotros, como comunistas, hemos tendido a rechazar la religión en bloque, considerándola siempre como el opio del pueblo. Pero sería un error estratégico ignorar que muchos siguen buscando respuestas en lo espiritual. Si hay una manera de ofrecer una espiritualidad revolucionaria, que hable de unidad, progreso y colectivismo, ¿por qué no explorarla? El comunismo no es solo una teoría económica; es un proyecto total de transformación de la sociedad. Si vamos a ser la vanguardia, debemos liderar en todos los ámbitos, incluido el espiritual. No podemos seguir regalando ese espacio a los reaccionarios. Si Teilhard de Chardin ofrece una alternativa a la sumisión religiosa que ha adormecido a las masas durante siglos, debemos estudiarlo y, si es posible, usarlo en nuestra estrategia.
Hay que entender que la censura que Teilhard sufrió no fue casualidad. La Iglesia, siempre conservadora y aliada del poder, no podía permitir que alguien hablara de evolución como un proceso de perfección humana que implicaba la superación del individualismo y la construcción de una conciencia colectiva. Eso era demasiado peligroso. Por eso lo silenciaron. Pero nosotros, que luchamos por una transformación radical, no podemos silenciarnos a nosotros mismos frente a ideas que, como mínimo, pueden abrir caminos alternativos para la lucha de clases
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Si el único interés en la espiritualidad es la de cooptarla para la causa, no vamos a ir muy lejos...
Es muy dudoso el enfoque planteado, precisamente en el centenario de Puente Ojea.
El Punto Omega no es asimilable a una sociedad sin clases, quizá a una sociedad angelical.
Tampoco hay nada novedoso en las pajas mentales teológicas que tratan de blanquear el catolicismo. No hay nada original en Chardin que no encontremos en otros pensadores utópicos.
La primera separación antes de dialogar es entre religión y espiritualidad, y ahí Comte-Sponville es claro.