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Opinión
Retrato de un hombre
Miembro de la Asociación de Hombres Por la Igualdad de Género (AHIGE) de Andalucía.
Sé que estas palabras sonarán a exageradas casi para todos los hombres, e incluso para muchas mujeres, feministas también, y quizás lleven razón, hasta seguro que habrá algunos machirulos que digan que intento ganar puntos para ligar, o cualquiera de los perversos pensamientos que pululan por nuestras mentes, pero estas líneas no son más que mis razones, la opinión de alguien que se sabe machista, que reconoce lo injusto y desigual de la sociedad en la que vive, pero que pretende, no ya dejar de serlo, porque es difícil de conseguir, pero sí comenzar a tener mi propio pensamiento crítico, de forma que pueda filtrar y corregir todos los pensamientos, actitudes, y conductas, machistas, sexistas, y patriarcales que aún habitan en mí. Porque soy hombre, he crecido en ese mundo, me muevo en él, y sigo pensando y comprendiendo la realidad desde ese prisma, no escribo ni hablo de oídas, lo hago con conocimiento de causa, desde mi experiencia, y la que percibo de la mayoría de los hombres con quienes me relaciono a diario.
Los hombres estamos tan acostumbrados a decidir por las mujeres, a robarles la palabra, o a interpretar lo que les conviene, que por eso nos está costando tanto aceptar la igualdad que plantea el feminismo. Nos han hecho creer y hemos vivido, desde la familia, la escuela, la universidad, el trabajo, los grupos de amigos, las políticas, la religión, el cine, el teatro, las letras de las canciones, los medios de comunicación, internet y las redes sociales, la normalidad de nuestro estado de las cosas, que estamos convencidos de que lo natural es tal cual nosotros lo entendemos, y ahora nos resulta muy complicado de entender y aceptar que estamos ante un error, y que esa verdad, la nuestra, la que pensamos que es referente universal y buena para todos, no es justa, y sentimos como son las mujeres del movimiento feminista las causantes de la situación de acoso que genera la inseguridad y vulnerabilidad que ahora sentimos.
Los hombres que hemos estado siempre tan seguros y protegidos en nuestra posición y función, conocedores de cuál era nuestro poder, y que nuestro mejor criterio e interpretación, por nuestra superior capacidad intelectual, era el que debía de aplicarse para interpretar y gobernar el mundo, no acabamos de aceptar que se cuestione nuestro altruismo, dedicación al trabajo, y al mantenimiento de la familia, echándonos en cara una poca participación en las responsabilidades de la casa, y en los cuidados.
Los hombres en su mayoría, a veces pienso que no importa la ideología, no queremos dejar de ser el hombre con el que tan buenos réditos hemos tenido
Los hombres que solo hemos hecho lo que nos enseñaron y dijeron nuestras madres, y mujeres, que aceptamos que en el mundo hay dos realidades, el yin y el yan, lo correcto y lo incorrecto, lo masculino y lo femenino, que hombre y mujer somos diferentes y nunca podremos ser iguales, desempeñar idénticos roles, o comportarnos como lo que no somos, estamos confundidos ante demandas que ahora nos piden que seamos lo contrario a lo que siempre se nos ha exigido, que lloremos cuando nos han dicho que “los hombres no lloran”, que reconozcamos nuestra vulnerabilidad, o que aceptemos que un hombre pueda ser una mujer, y una mujer un hombre.
Los hombres que trabajamos duro, pagábamos la hipoteca, el colegio de los niños, las facturas, y que por ello teníamos derecho a tener nuestro propio tiempo libre, ahora nos dicen que no, que tenemos que dedicarnos a hacer cosas de mujeres, que pongamos la lavadora, vayamos al médico, al colegio, y asistamos a las tutorías de nuestros hijos.
Es como si una fuerza poderosa intentase destruir todo lo que somos para convertirnos en hombres blandengues, sin valor, seres pusilánimes. Todo aquello que no hemos querido ser nunca, porque no somos mujeres, somos hombres.
Por eso los hombres, ahora sino de siempre, nos hemos opuesto a cualquier medida o ley que alterara este orden de las cosas. De esta forma el derecho al divorcio no se obtuvo por nuestra lucha ni reivindicación, sino por el ímpetu de las mujeres que querían liberarse de esa trampa que legalizaba la violación y las violencias que era el matrimonio, en el que los derechos de la mujer eran pisoteados legalmente en favor de los intereses y caprichos del marido. Esa posibilidad de ruptura del vínculo matrimonial significó el principio del fin de nuestro dominio.
Tampoco hicimos nada en favor del aborto, nos desentendimos, o pusimos palos en las ruedas, y ahora somos reacios a los avances LGTBIQI, al permiso por paternidad, la ley trans, o a la del sí es sí. Nosotros que siempre hemos entendido e interpretado la voluntad de las mujeres, y creemos que tener una relación implica el derecho propio a tener sexo cuando y como queramos, o que, si una mujer lleva la ropa corta y ajustada, está porque quiere provocarnos, y es normal que les suceda lo que les ocurre, porque no podemos controlar nuestro lado animal, tampoco podemos entender la idea de que la voluntad de la otra persona sea diferente a la que imaginamos
Los hombres que somos personas nobles, no acabamos de comprender que es lo que quieren las mujeres, si ya nos tienen a nosotros para protegerlas y amarlas, si podemos mantenerlas y ellas no tienen por qué trabajar. Los hombres en definitiva pensamos que el mundo está bien como está, y no hay porque cambiar, y por eso no hacemos nada para evitar las desigualad y la violencia de género, entre otras razones porque no creemos que sea cierto lo que dicen las feminazis y algunas mujeres. Los hombres en su mayoría, a veces pienso que no importa la ideología, no queremos dejar de ser el hombre con el que tan buenos réditos hemos tenido, y ni siquiera aceptamos pensar y reflexionar sobre que la posibilidad de que la responsabilidad de todo lo que está ocurriendo esté en ese paradigma de hombre con el que tan bien nos sentimos y al que tanto nos aferramos y defendemos.
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Es lo que yo pienso, tod@s somos machistas, como todos los peces respiran debajo del agua. Somos seres sociales, y si la sociedad es machista es imposible no serlo, después están los grados, y el darse cuenta e intentar cambiarse y cambiar el entorno. Un saludo.