Opinión
Lo que no hay que hacer
Con siete décadas en las piernas aún recuerdo mis primeras lecciones de aritmética en la escuela. Nuestro maestro, un poco pícaro, nos inculcaba algunas reglas básicas por reducción al absurdo. En la primera suma que nos pidió hacer, debíamos sumar una cierta cantidad de peras, manzanas y plátanos. Una vez cantado el resultado, 35, nos preguntó: ¿35 qué, peras, manzanas o plátanos? Como a ninguno se nos ocurrió contestar frutos pues ya se lio el asunto.
Tanto Podemos en su principio, como la coalición SUMAR compuesta por una cierta cantidad de organizaciones diferentes, entre las cuales IU y Más Madrid, o como la izquierda republicana (Bildu, Esquerra republicana y Bloque Nacionalista Galego), independientemente de sus resultados, también nos demostraron, por reducción al absurdo, que la suma de las diferentes siglas, dan como resultado lo que hemos visto: algo. ¿Pero concretamente, ese algo que representa para la clase trabajadora?
¿Qué diferencia entre tener 70 diputados, 5 o la mayoría absoluta sin salirse del marco que nos impone la grande burguesía?
Por mucho que pretendan atribuirse la invención, no son ellos los inventores de la transversalidad en política. Es una ilusión que tanto los socialistas como los comunistas la llevan vendiendo a la clase trabajadora prácticamente desde el inicio de su existencia. El problema no es la unión en sí, sino el saber para que la queremos. ¿Para tener más diputados en el parlamento, sea este cual sea? ¿Qué diferencia entre tener 70 diputados, 5 o la mayoría absoluta sin salirse del marco que nos impone la grande burguesía?
De ahí, la alegría de la izquierda institucional y consortes por los resultados de los “centristas” conservadores en el Parlamento europeo frente a los embates de la extrema derecha. Con los que la izquierda institucional espera establecer acuerdos para aislar a dicha extrema derecha. ¡Vaya perspectiva!
Otro gallo cantaría si la unión puntual entre diferentes partidos se hiciese sobre un objetivo común de lucha volcando la totalidad de sus militantes para hacerlo realidad, como, por ejemplo: ningún salario, jubilación o subsidio inferior a 1500€ o jornada laboral de 4 horas sin pérdida salarial o ningún despido so pena de nacionalización de la empresa. Para eso no hay ninguna necesidad de crear coaliciones, transversales, verticales o diagonales. Cada partido siendo lo que es, un órgano independiente con su propia política.
Lo que necesita la clase trabajadora no es un conglomerado de diputados que hable por ella en el parlamento, sino un partido implantado en su seno, en cada empresa a nivel estatal
Pero claro, eso es lo que no quieren todos esos partidos, plataformas o coaliciones. Porque si algo tienen en común es el no salirse del marco impuesto por la gran burguesía disfrutándolo golosamente en sus instituciones. De ahí la situación en la que la clase trabajadora, la más desfavorecida, se encuentra elección tras elección.
Lo que necesita la clase trabajadora no es un conglomerado de diputados que hable por ella en el parlamento, sino un partido implantado en su seno, en cada empresa a nivel estatal. Organizándola, en un sindicato en el que dicho partido educaría y aprendería a cada afiliado mediante la lucha diaria, a expresar sin intermediarios las necesidades para enfrentarse a las decisiones patronales y para la adquisición de nuevos derechos.
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