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Periodismo
De intrusos y otras falacias
La Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE) ha anunciado que no aceptará en sus filas a trabajadores de la información que no tengan el título.
Entonces tú, que no eres historiador por obra y gracia de la universidad, deja de escribir de historia. Quieto, intruso. Para ya. Haz una crónica, si te parece, pero no saques los pies del tiesto, no aclares los archivos, no investigues y no recojas tus trabajos en un libro de lomo rematado.
O tú, que no sales en la orla de Economía: deja tranquilo a Marx. No teorices. Olvídate de Mandeville y no contrapongas. Céntrate en lo tuyo. Solo en eso, en dar la noticia de lo que hacen los verdaderos economistas, auténticos condiscípulos; los de raza que sí salen en ese papel.
Esto va por las posturas tomadas a raíz de la decisión de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE), que ha anunciado su intención de no volver a admitir en sus filas a periodistas sin título académico, aun cuando estos proscritos de la información trabajen y vivan de ella. Ni qué decir tiene que este es un debate extrapolable a media licencia académica y que el tema de la exclusividad por derecho de tasa es cuasiuniversal, lo mismo que el motivo por el que se tira de propiedad: al parecer, la FAPE lo hace para revalorizar la profesión y para evitar el intrusismo laboral en este su mundo.
Pero es aquí donde la decisión de la federación empieza su algarabía, puesto que esa metida de narices en el ámbito de la comunicación por parte de los no herederos de las antiguas escuelas catedralicias es unilateral: no son pocos los periodistas que entran como un elefante en una cacharrería a ejercer de historiadores, economistas, antropólogos, sociólogos y demás. Se apresuran, incluso, a copar el método científico de no pocas disciplinas sin tener el título que acredite su derecho a hacerlo. Pero la cuestión principal, lo más importante de todo este asunto, es que en muchos casos lo hacen bien.
Ocurre en el periodismo la falacia de la excelencia, que no es más que la excelencia vendida a un determinado precio
Luego ¿el intrusismo para la FAPE (y más allá) es entones restringido? ¿Habría que vetar un buen libro que relatase, por ejemplo, alguno de los oscuros capítulos de la Guerra Civil, tan de moda, dejando solo el legítimo derecho para quien tuviese en posesión la licenciatura en Historia? ¿Se deberían encarrujar por categorías, asolar, las capacidades de cada uno en virtud de una expedición burocrática? No, a menos que estemos dispuestos a perder de vista el punto que señala el bien común en el horizonte y queramos seguir poniendo candados, vía crédito, a la aptitud de una persona. Es decir, que pretendamos poner la mesa para que esa capacidad sea intransferible y, por ello, cercada por el elitismo corporativo, que ofrece formación a mansalva a sabiendas de la imposibilidad de que los recién graduados puedan ocupar las plazas vacantes en un área determinada. Ocurre así en el periodismo la falacia de la excelencia, que no es más que la excelencia vendida a un determinado precio.
En cambio, la FAPE obvia el alcance del resultado final: ¿no beneficia al conjunto una investigación bien hecha, independientemente de cuál sea su firma? ¿O es que de lo que se trata es, precisamente, de elevar al escritor por encima de su escrito, por muy mediocre que sea? Es una Cúpula de Foster de manual.
Hablo de profesionales que venden a precio de oro la visibilidad y aplastan a la hormiga con falsos halagos mientras se guardan en el bolsillo los réditos de la noticia que el machaca ha tardado varias horas en redactar.
Mientras tanto, de segundón queda el meollo de levantarse contra la indigencia laboral que rodea el mundo del periodista, articulista, colaborador o como se quiera llamar al ramo. Aquí sí vale la excusa de revalorizar la profesión, a puños levantados contra la apropiación del trabajo ajeno por parte de quien mueve la marioneta y recoge el fruto del espectáculo. Avaricioso. Y esto, como es la norma, no lo pone en práctica el intruso particular, sino que son los del gremio, hijos predilectos de las mismas aulas precarizadas (y no), los que pagan con miseria los trabajos de sus compañeros; los que piden, aprovechando que Roma pasa por un perfil social, elaborar crónicas a cambio de aire despellejado a colegas desplazados al extranjero por su cuenta y riesgo; los mismos que, y hablo de profesionales por hablar, venden a precio de oro la visibilidad y aplastan a la hormiga con falsos halagos mientras se guardan en el bolsillo los réditos de la noticia que el machaca ha tardado varias horas en redactar. Negreros.
Parece ser, pues, que el problema no es cosa de entrometimiento y surge de las atalayas de dirección que buscan rentabilizar su empresa en la figura de otros profesionales a los que luego llaman intrusos a voces. También porque la enseñanza universitaria, lamentable de por sí, se complementa con la circulación de decenas de posgrados que ofrecen falsa especialidad a precios fuera de casi toda órbita. Así es que, a pesar de que lo que propone la FAPE va en contra de la Constitución —como bien apunta Teguayco Pinto en eldiario.es— y de que el discurso del intrusismo haya llegado hasta los tuétanos, esos intrusos a los que se refiere la federación (y más allá) son puestos en el mercado por la falta de escrúpulos del negocio que es la educación, algo que también es extrapolable a todo en general.
Al mismo nivel está el curioso caso de los Button que se empoderan por un sueldo esquelético y se rompen la boca denunciando los apuros en las redacciones forasteras, pero olvidan la indigencia de los compañeros que tienen en casa, una vez van con su nómina solucionada. Y les piden igual que los de la atalaya. Y les exigen.
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Bueno, el paso normal del brazo publicitario del régimen, ¿no? Gremialismo cutrongo y p'alante.
Total, que tampoco perdemos demasiado: si las nóminas vienen de donde vienen y tienes que escribir lo que tinees que escribir y ni siquiera hay repors que luego justifiquen esta sumisión, pues pa qué tenemos mmcc.
La Fape solo se reconoce a sí misma como la policía política del régimen castellano78.
Ninguna trabajadora de estos mmcc va a cambiarlo desde dentro pero seguro ella acabará en el lado de la PIDE, Gestapo, etecé etecé.
Y felicitaciones a ElSalto y a todos los que aún lo intentan e intentaron.