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Coronavirus
En la cuarentena aprendí
Que el universo no nos vino a enseñar nada a modo de castigo. Que nosotros mismos podemos aprender o sacar algo de esto (si nos da la gana, ¿eh?, acá nadie está obligado). Que estamos todos metidos en el mismo baile y que las redes solidarias que se han tejido son increíbles.
En la cuarentena aprendí que al coronavirus se lo mata tomando infusiones varias. Que uno se puede hacer un autotest diario a base de contener la respiración y saber que de seguro está infectado (que no lo pueden superar ni los buzos de la Guardia Costera). Que el universo es un ente vivo y bastantejoputa que busca venganza de los seres humanos “encontrando la forma de volver todo a su sitio”. Que a las nueve de la noche salimos a aplaudir a los sanitarios al balcón; no, perdón, a las ocho, para que participen los niños.
Aprendí que un día hacemos cacerolazo por el Borbón a las nueve también; no, perdón, a las ocho, así participan los críos. Que el virus lo creó Trump para debilitar a su enemiga China. Que empezó por un chino y una sopa de murciélago. Que es una gripe nada más, que estamos paranoicos en balde. Que el gobierno se lo está tomando con mucha calma. Que la cuarentena es una exageración. Que Pedro Sánchez es un burro. Que finalmente vivimos como quiere Vox, pero sin alarmas antifascistas. Que hay que salir con bolsas a la calle. Que hay que usar mascarillas y guantes, los que sean: de papel, tela, bolsa, látex, silicona, lana, de cocina, de sujetador, de braguitas, de pañal, etc.
También aprendí que hay gente que tiene listas de difusión, sí, listas de difusión para mandar todos estos mensajes veraces y necesarios. Que si los perros salen a la calle, ¡los bebés también!, es necesario para su pleno desarrollo. Que el virus se transmite por mosquitos. Que bañarse con lejía ayuda (a que se te caiga la piel y no a otra cosa), al igual que bañarse con agua bien caliente. Que el dinero en efectivo aumenta la propagación. Que tomar cocaína, así como fumar también previenen el contagio. Que si los drogadictos sobrevivieron a fumar porros, tomar pastillas y ácidos que viajaron en culos de peruanos, magrebíes y alemanes u holandeses, sobrevivirán con creces a este virus mindundi.
“Aprendí” que el universo es un ente vivo y bastantejoputa que busca venganza de los seres humanos “encontrando la forma de volver todo a su sitio”
Aprendí que el dinero para mascarillas y protección para enfermos y sanitarios se los llevan chiringuitos feministas. Que hay que ir al hospital ni bien se tenga algún síntoma. Que, al congelarlo, el virus muere. Que rociar el cuerpo con alcohol es efectivo ante el nuevo virus; también se puede usar una lámpara ultravioleta para evitar el contagio (ambas cosas son muy saludables: una te quema de afuera para adentro y la otra de adentro hacia fuera, ¿a quién no le gusta la quemazón, hombre?).
Y que comer ajo previene la infección (será la de mordedura de vampiros, o por la distancia que pone la gente al sentir tu olor cuando te acerques). Y esta me encanta: hay que tomar antibióticos, que, si no te protegen, no están de más (para matar toda la flora necesaria de tu cuerpo). Que irse a una zona cálida protege del contagio y un montón de cosas más. Aprendí que uno se puede reír de todo. También que las risas se acaban. Que Ifema está albergando la muestra más espeluznante de su historia. Que las pistas de patinaje sobre hielo no solamente sirven para patinar.
Pero también aprendí que la Filmoteca Española liberó contenido. Que editoriales grandes e independientes pusieron miles de libros online a disposición de la gente. Que hay conciertos en Instagram. Que hay clases de todo lo que te puedas imaginar en las redes sociales. Que estamos en el mejor momento de la historia para vivir un aislamiento. Que los alumnos de ESO y Bachillerato responden sorprendentemente bien a las tareas domiciliarias a través de plataformas online del cole. Que la Universidad Complutense tiene una plataforma (formada por docentes y alumnos) de ayuda a estudiantes durante el tiempo de la cuarentena.
Aún quedan médicas y enfermeros en los centros de salud que no pillaron el virus y te llaman porque no pueden hacer las revisiones presenciales de tus hijos, transmitiéndote tranquilidad
Además aprendí que aún quedan médicas y enfermeros en los centros de salud que no pillaron el virus y te llaman porque no pueden hacer las revisiones presenciales de tus hijos, transmitiéndote tranquilidad. Que vamos un paso por delante de otros países y podemos ayudar a que lo vivan diferente. Que no es momento de hacer campaña política para las próximas urnas, pero sí política en casa (micropolíticas, como decía Foulcault). Que puedes avisar a tus vecinos ancianos, embarazadas, personas con movilidad reducida, etc. de que vas a ir al supermercado, por si necesitan algo.
E incluso que hay asesoras de lactancia que te ayudan telefónicamente de puro corazón. Que hay psicólogas perinatales de guardia apoyando a mamás a punto de parir y puérperas en esta situación surrealista. Que algunas madres llaman a otras para darles ánimos Que los abrazos son una necesidad primaria y hay quienes están pasando la cuarentena solos. Que grupos de amigos se reúnen por videoconferencia y lo pasan bomba. Que el universo no nos vino a enseñar nada a modo de castigo. Que nosotros mismos podemos aprender o sacar algo de esto (si nos da la gana, ¿eh?, acá nadie está obligado). Que estamos todos metidos en el mismo baile y que las redes solidarias que se han tejido son increíbles.