Opinión
Las devastadoras consecuencias de una “victoria” de Trump

Es importante que esta clase política reaccionaria, de extrema derecha y populista deje el poder cuanto antes. Una derrota contundente de Trump sería un jarro de agua fría a esta nueva oleada de gobiernos y partidos que encuentran su reminiscencia en los años 30 cuando el movimiento fascista se aprovechó de una crisis económica y social que puede ser comparada en términos relativos con la de ahora.

Trump y el príncipe Salman
Donald Trump y el príncipe Salman, de Arabia Saudí
27 oct 2020 06:00

Posiblemente, estamos viviendo uno de los tiempos más convulsos de la historia de la humanidad. La emergencia sanitaria, que ha tenido un coste humano y económico inmenso, es solo una pequeña parte de lo que queda por venir. Si Donald Trump gana las elecciones este 3 de noviembre, podemos estar hablando del fin de la democracia tal como la entendemos en Estados Unidos.

Nunca antes se ha vivido algo así en el país. Es muy significativo que, en el mundo intelectual, desde posturas conservadoras hasta posturas mucho más de izquierdas, pasando por los “liberales progresistas” del New York Times (NYT), estén de acuerdo en señalar que si Trump vuelve a ser elegido, puede ser el final de la democracia. No hay duda. Los últimos movimientos del presidente Trump, en el sistema judicial o sus declaraciones sembrando la duda sobre la fiabilidad del resultado electoral, sólo se pueden entender de esta forma.

Cuatro décadas de neoliberalismo, de corrupción sistémica, de capitalismo salvaje para la mayoría de la población y de socialismo para el 1% más rico de los estadounidenses llevaron a Donald Trump a la presidencia en el año 2016.

Cuatro décadas de neoliberalismo, de corrupción sistémica, de capitalismo salvaje para la mayoría de la población y de socialismo para el 1% más rico de los estadounidenses llevaron a Donald Trump a la presidencia en el año 2016. Desde ese momento, su política se resume en una mezcla mezquina de ego y servidumbre a las élites económicas que ha buscado desmantelar los elementos positivos de las instituciones que brindaba cierta protección a los abusos constantes de las élites. Los resultados no han podido ser más claros: un aumento de los problemas de desigualdad en los Estados Unidos y que el final de la vida humana esté cada vez más cerca. Los pequeños (e insuficientes) pasos que se dieron desde el gobierno de Obama han sido saboteados por Trump, que ha hecho un esfuerzo adicional para poner patas arriba el orden internacional. Esto ha provocado que sea más que probable que acabemos sucumbiendo ante la crisis climática o una guerra nuclear.

Es verdad que el “producto Trump” no ha sido un azar del destino. Él no está sólo. Tiene a una camada de buitres en el Partido Republicano que respaldan sus disparates y sus avenencias con los líderes más radicales del planeta. Las posturas dentro del partido de negar la existencia o el carácter urgente del cambio climático, la postura beligerante con Irán y el fortalecimiento de las relaciones con las monarquías del Golfo, son solo unos pocos ejemplos que muestran que la amenaza no es solo Trump, sino el Partido Republicano.

Según el NYT, desde que Trump tomó el mando en el 2017, ha revertido o revocado 72 reglas o regulaciones medioambientales y está en camino de revertir 27 más. Sus medidas han provocado un rechazo generalizado entre la población desde organizaciones ecologistas hasta los propios gobernadores que han intentado impugnar a menudo estas medidas. El objetivo de los republicanos es que no se tomen pasos hacia una descarbonización urgente de la economía. El NYT habló de que la mayoría de estas medidas se llevaron a cabo a través de la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés) con el fin de “debilitar los límites de dióxido de carbono en las centrales eléctricas y en los automóviles”, “eliminar la protección de más de la mitad de los humedales del país” y “retirar la justificación legal para restringir las emisiones de mercurios en las centrales eléctricas”. La amenaza climática es muy severa. La temperatura ha subido un grado desde niveles preindustriales, se está llegando a un punto de no retorno en el que es bastante plausible que el calentamiento se acelere con consecuencias catastróficas e impredecibles. Estas consecuencias ya son perceptibles en numerosos países como lo puede ser Yemen.

Durante este año 2020, se han producido inundaciones devastadoras para la población que ha destrozado los hogares y gran parte del patrimonio yemení —ya devastado tras más cinco años de guerra, que han provocado más de 300 mil desplazados internos en cuestión de meses. Además, Yemen sufre también problemas muy graves de agua y de sequías, que unidos a las fuertes lluvias producen una desertificación galopante “que reduce la cantidad de tierra disponible para la agricultura”, incrementando los problemas de la población si tenemos en cuenta que el 70% vive en áreas rurales.

En este sentido, la inacción climática y las desregulaciones ambientales de la administración Trump solo se pueden entender como una muestra de su desdén hacia el sufrimiento de los pueblos más pobres y de que, a pesar de que el Partido Demócrata ha sido responsable de verdaderos actos inmorales y criminales, las cosas con los republicanos pueden ser peor. Esto es algo que hay que tener en cuenta en estas elecciones transcendentales. Joe Biden puede ser un mal presidente que deje de lado al sector progresista de su partido y que vuelva a implementar políticas para el sector empresarial, pero aun así va a ser mucho mejor que Trump. La presidencia de Biden es condición suficiente para que cambien las cosas, no necesaria. En el caso de que Trump sea elegido, imposibilitaría cualquier cosa.

La inacción climática y las desregulaciones ambientales de la administración Trump solo se pueden entender como una muestra de su desdén hacia el sufrimiento de los pueblos más pobres

Hay que tener en cuenta que la administración Obama, al igual que las potencias occidentales, apoyaron la intervención militar de Arabia Saudí en Yemen en el año 2015 en un momento en el que las relaciones de Arabia Saudí con los Estados Unidos no pasaban por su mejor momento, después de que el gobierno de Barack Obama acercara posturas con Irán. Desde que empezó la guerra, hasta que Obama dejó la presidencia en el 2017, la venta de armas a Arabia Saudí siguió disparada, aunque se pusieron limitaciones de cierto material de guerra y se intentó in extremis (con poca fe) con John Kerry una iniciativa para lograr la paz.

La entrada de Trump supuso el fortalecimiento de las relaciones con las monarquías del golfo y les dio más margen para que el príncipe saudí, Mohamed Bin Salman (MBS), pudiera tener más control en la región. La crisis diplomática entre Qatar y los reinos de Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos y la carnicería continuada en el tiempo contra el pueblo yemení se entienden mejor si alguien como Trump está sentado en la Casa Blanca. El “America First”, tal como lo preconizó él, significa que dan igual los contextos regionales, que son mucho más importantes los tratos comerciales con los sauditas que la vida de casi 300 mil personas en Yemen.

Una de las mayores pruebas de esto nos la dio el asesinato del periodista Jamal Khashoggi por parte del reino de Arabia Saudí (tal como lo reconoció Naciones Unidas). La temprana defensa de Trump y las inverosímiles explicaciones que dio en las siguientes semanas no habrían ocurrido con un presidente demócrata. Estos episodios vergonzosos de Trump alcanzaron su cénit el verano del 19 cuando, en contra de la posición del Partido Demócrata (y de parte de su propio partido), vetó la paralización de venta de armamento por valor de 8 mil millones de dólares porque según él “debilitaría la competitividad global de Estados Unidos y dañaría su relación con sus aliados”.

Se comenta a menudo que Trump no ha sido tan malo como se esperaba. Solo hace falta atender a los hechos para darse cuenta de que esto no es cierto, ha sido mucho peor de lo que se esperaba. Sus crímenes medioambientales se han consagrado retirando a los Estados Unidos del acuerdo de París del año 2015 que ha sido, sin ningún tipo de dudas, uno de los acuerdos más importantes de la década. Pero no sólo es eso, también lo ha sido su apoyo a tiranías del golfo y la desestabilización de Oriente Próximo, las sanciones brutales contra Irán y Venezuela (por mucho que no nos gusten sus regímenes represivos) y su nueva política internacional que ha acrecentado la inestabilidad en todo el mundo. Que por ejemplo Biden asuma posturas más agresivas con China en esta campaña electoral, solo puede verse como un éxito de Trump que ha conseguido arrastrar al Partido Demócrata a posturas mucho más reaccionarias. El símil con la Guerra Fría y el terror rojo parece que está más vivo que nunca.

Estas acciones no son nada si no comentamos uno de los aspectos más ignorados en la opinión pública: el peligro de que acabe estallando una nueva guerra nuclear tras décadas y décadas viendo cómo nos salvamos del holocausto nuclear por puro milagro. Durante estos últimos cuatro años de gobierno, Estados Unidos se ha retirado de tres acuerdos sobre armas nucleares muy importantes para evitar una escalada y evitar la destrucción. El primero es haber elevado la tensión con Irán, muy en la retórica neocón de siempre, y de haber estado a punto de desencadenar una guerra con consecuencias inimaginables en la región. La ruptura del pacto nuclear con Irán y el asesinato de Qasem Soleimani hace unos meses han estado muy cerca de sembrar de nuevo el caos.

Durante estos últimos cuatro años de gobierno, Estados Unidos se ha retirado de tres acuerdos sobre armas nucleares muy importantes para evitar una escalada y evitar la destrucción

Los otros dos acuerdos son el Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio (INF, por sus siglas en inglés) y el Tratado de Cielo Abiertos. La retirada de estos tratados, —comentado en los medios de pasada, pese a la gravedad de los hechos— nos hacen volver a recordar episodios oscuros de la guerra fría. A este respecto, las intenciones de Trump han sido bastantes claras y nos hacen volver a lo mismo: para su administración es más importante la industria militar que la seguridad del propio pueblo estadounidense, que quedaría convertido en cenizas si hay una guerra nuclear. Las fuertes advertencias pronunciadas en el Bulletin of the Atomic Scientists, o la del antiguo Secretario de Defensa William J. Perry junto con el especialista Tom Z. Collina, deberían hacernos reflexionar sobre cómo estamos pudiendo ignorar estas informaciones.

Los crímenes son muchos, pero volviendo a Yemen, este año el gobierno de Trump ha vuelto a dar una muestra de que no le importan lo más mínimo los derechos humanos y la vida de millones de personas. Después de haber ignorado a propósito las informaciones sobre la gravedad del coronavirus, de haber sido culpable en buena parte de las más de 230 mil muertes en los Estados Unidos y de haber alentado el racismo hacia China con sus ya famosas referencias al Coronavirus como “virus chino”, decidió llevar a otro nivel su populismo. Pensó que era una buena idea retirar la financiación a la Organización Mundial de la Salud, una medida mezquina que, aparte de deteriorar aún más las instituciones internacionales, se traduce en un coste humano incuantificable en los países más pobres, especialmente África y Oriente Próximo. Se hace imposible no pensar en países como Yemen, en el que la Comunidad Internacional está actuando de forma ignominiosa al desatender las peticiones reiteradas de Naciones Unidas para evitar el colapso de los programas humanitarios de los que dependen más de 24 millones de personas.

Para terminar, es importante darse cuenta de la importancia de que esta clase política reaccionaria, de extrema derecha y populista deje el poder cuanto antes. En realidad, no solo es Trump. En la India gobierna desde 2017 Ram Nath Kovind, en Brasil entró Jair Bolsonaro y en Europa hay movimientos, que buscan alentar el odio y el racismo que han conseguido grandes resultados electorales, que no se descarta que algún día asalten el poder. En Italia lo han conseguido en parte, pero la amenaza de que puedan conseguir cada vez más terreno en países como Francia o Alemania está aquí con nosotros.

En España, tenemos a VOX, un popurrí franquista y reaccionario que lleva dos años arrastrando a la derecha. Es por esta razón que una derrota contundente de Trump sería un jarro de agua fría a esta nueva oleada de gobiernos y partidos reaccionarios que encuentran su reminiscencia en los años 30 cuando el movimiento fascista se aprovechó de una crisis económica y social que puede ser comparada en términos relativos con la de ahora.

La amenaza climática, las armas nucleares y todos los problemas de desigualdad tanto a nivel nacional como a nivel internacional sólo pueden ser resueltos si de verdad hay una transformación democrática que cambie el modelo productivo y que construya nuevos puentes entre los países para salir de una de las mayores crisis que ha vivido jamás la humanidad. En otras palabras, hace falta que aumente de verdad la cooperación internacional entre los países para crear un orden más justo, mucho más democrático e inclusivo que tenga en cuenta las demandas de la población, y no de una élite que vuelva a olvidar que sus decisiones nos han traído a esta situación insostenible. Si gana Trump va a ser imposible...

Cargando valoraciones...
Ver comentarios 19
Informar de un error
Es necesario tener cuenta y acceder a ella para poder hacer envíos. Regístrate. Entra en tu cuenta.

Relacionadas

Cargando relacionadas...
Cargando portadilla...
Comentarios 19

Para comentar en este artículo tienes que estar registrado. Si ya tienes una cuenta, inicia sesión. Si todavía no la tienes, puedes crear una aquí en dos minutos sin coste ni números de cuenta.

Si eres socio/a puedes comentar sin moderación previa y valorar comentarios. El resto de comentarios son moderados y aprobados por la Redacción de El Salto. Para comentar sin moderación, ¡suscríbete!

Cargando comentarios...